Medios para la Paz es una organización compuesta principalmente por periodistas que propende porque diferentes sectores de la sociedad civil colombiana ejerzan su derecho a la información, con el fin de contribuir a la consecución de la paz y la consolidación de la democracia. El Observatorio de Construcción de Paz estuvo conversando con el periodista Arturo Guerrero, uno de sus miembros fundadores y quien durante muchos años ha acompañado las actividades de la organización en favor de la construcción de paz en Colombia
Observatorio de Construcción de Paz: para empezar nos gustaría que nos dijera en qué consiste Medios Para la Paz, cuál es su historia y qué tipos de iniciativas adelantan
Arturo Guerrero: Medios Para la Paz (MPP) comenzó en 1998, cuando un grupo de colegas periodistas, preocupado por la manera como los medios estaban afrontando el cubrimiento del conflicto armado, decidió reunirse para ver qué se podía hacer. Hubo un par de talleres con Javier Darío Restrepo, quien fue el que orientó al principio, para botar corriente, una lluvia de ideas, y se decidió conformarnos como en una especie de ONG para capacitación específicamente; no éramos, ni somos, un gremio ni un sindicato, tampoco defendemos la libertad de expresión, pues para eso existen otras instancias; tampoco hacemos denuncias sobre persecución a periodistas porque para eso están la FLIP, la FIP y los círculos de periodistas. Nosotros nos constituimos como una instancia de capacitación para hacer talleres en todo el país con distintas temáticas, modalidades y metodologías, así como investigaciones sobre la manera como están funcionando distintos aspectos del oficio; también desarrollamos publicaciones sobre distintas materias, así como tertulias, foros y espacios de participación en general en el debate público en medios, universidades y otras instancias sobre el tema, siempre vinculando el periodismo y el conflicto armado, específicamente la forma como se cubre el conflicto armado.
OCP: ¿qué tipo de capacitaciones hacen ustedes con los periodistas? ¿Qué buscan hacer con las personas que participan en los talleres?
AG: ha habido varias etapas. En un comienzo el objetivo fue hacer una autocrítica y demostrar al gremio que se estaba haciendo mal algo que podía hacerse bien. Eso lo hacíamos con análisis de contenido de medios y además dábamos una información básica, jurídica e histórica, sobre el conflicto, sobre el DIH, sobre los temas gordos de cualquier conflicto, para ir orientando a la gente. Estuvimos unos cuatro o cinco años haciendo un gran recorrido por todo el país, llevando a cabo talleres con grupos de entre 20 y 30 periodistas reunidos durante dos o tres días, y especialmente con periodistas que cubrían conflicto armado, aunque en las provincias, en las regiones, son toderos, no hay demasiada especialización.
En estos talleres, MPP logró algo que es muy escaso en Colombia, y es la capacidad de convocatoria a los periodistas, porque los periodistas son un gremio muy individualista, muy desunido e indisciplinado. Pero como nosotros éramos el tigre enseñándoles a los tigres a cazar tigres, pues nos creían y cumplían las citas. De hecho, muchas veces había más inscritos de los que podíamos admitir, entonces había ruegos y protestas para que volviéramos. Ese me parece uno de los logros fundamentales, y es que se abrió al gremio para la capacitación y para la conciencia de que era necesario estudiar, actualizarse y estar al día en los distintos enfoques, los planteamientos teóricos, los trabajos históricos que hay sobre la problemática de la violencia. Llevábamos siempre expertos, pues obviamente nosotros no lo sabemos todo, y luego algunos fuimos entrenándonos poco a poco junto a esos expertos y después buena parte de los temas los cubríamos nosotros. Entonces lo primordial de esta fase fueron los talleres.
También adelantamos investigaciones cuando se veían temas importantes de desentrañar y frente a los cuales nosotros mismos no sabíamos cómo estaban sucediendo las cosas. Por ejemplo, hubo una investigación importante en varias regiones del país sobre rutinas de producción periodística, es decir, cómo trabajan los periodistas en las zonas. De ahí se sacaban recomendaciones y eso daba lugar a publicaciones y a contenidos nuevos para los talleres. Ese era más o menos el circuito.
En una segunda o tercera etapa, después de la autocrítica, se pasó a proponer modelos nuevos de información: cómo investigar, cómo escribir, cómo tratar las fuentes, cómo relacionarse con nuevos públicos, cómo construir nuevas fuentes, etc. Obviamente, todo esto se hizo especificando con cada medio de comunicación (prensa escrita, radio, televisión, Internet). Asimismo, todo se fue especializando según las distintas problemáticas del conflicto. Por ejemplo desplazamiento, reclutamiento de niños, la cuestión indígena, periodismo cultural, el problema del terrorismo o actos de terror, etc. En fin, según como fuera avanzando el conflicto entonces nos especializábamos en temáticas.
OCP: ¿y en esos talleres ustedes qué encontraban, por ejemplo, sobre la sensibilidad de los periodistas frente al conflicto? ¿Estaban en una tónica de receptibilidad o eran más bien apáticos? ¿Después de las capacitaciones sí había un cambio en el lenguaje, en la forma como los medios empezaban a abordar los temas de la violencia y la paz en Colombia?
AG: Muchos financiadores, sobre todo internacionales, pedían resultados mediables que demostraran que se logró algo. Y a veces se podían hacían unas demostraciones de eso. Por mi parte, sin embargo, siempre me opuse, porque considero que eso es imposible de medir. Cambiar una manera de ver las cosas es una tarea para muchos años, para mucho tiempo, que no se ve reflejada inmediatamente o a la semana siguiente. Lo que se notó fue que sí se modificaron estereotipos; palabras que habían introducido los militares, como por ejemplo narcoterroristas, no se volvieron a utilizar. Ciertamente, los militares o los embajadores norteamericanos acuñaban términos erróneos: por ejemplo, decían que “el Ejército asesinó guerrilleros” o que los “guerrilleros asesinaron soldados”, cuando lo cierto es que en una guerra no se habla de asesinatos sino de muertos en combate. Otro caso es el del término “conflicto armado”, que fue tan problemático durante el gobierno Uribe. Nosotros defendimos siempre la necesidad de usarlo aunque algunos financiadores y organismos de Naciones Unidas se plegaron, y eso hay que recordarlo, al gobierno de Uribe y agacharon la cabeza oportunistamente y ahora se están lamentando. Pero bueno, eso es ya historia patria.
En ese aspecto del lenguaje, aunque no hay una investigación exhaustiva, yo creo que se podría rastrear y encontrar logros respecto a la actitud del gremio periodístico frente al conflicto. Efectivamente, a mí me parece que aún de entrada nosotros encontrábamos una buena actitud, había curiosidad, ganas de hacer las cosas bien. El problema no era tanto que no quisieran o no supieran de qué se trataba el asunto, sino que no podían trabajarlo debido a las condiciones de seguridad, a las condiciones de maltrato laboral por parte de las empresas periodísticas (malos salarios, falta de facilidad de transporte, por ejemplo) y a sus propios esquemas mentales. En efecto, encontramos periodistas muy bajamente capacitados o preparados para el oficio. En general el nivel del gremio es muy bajito: si uno oye la radio ahí se da cuenta que el promedio es malo, y aunque en prensa escrita sube un poco, parece entonces que las facultades de periodismo no están sirviendo mucho o todavía hay mucho empirismo, sobre todo en las regiones.
En esto hay que distinguir que hay dos universos: en las capitales, principalmente en Bogotá, Cali o Medellín, es un poco distinto, pero el resto del país está como 50 años atrás en términos de muchas cosas para el periodismo. Entonces lo que encontramos es una avidez de capacitarse, por lo que, además de los talleres, se han hecho como 8 diplomados en distintas ciudades avalados por la Universidad Javeriana que tenían un nivel más alto. Con la gente que participó reiteradamente en estos espacios se conformó un grupo que se llamó Reporteros de Colombia, que eran personas que proponían temas que no pudieran desarrollar en sus medios por problemas de autocensura o falta de facilidades, y desde Bogotá se les ayudaba con asesoría, con orientación, e incluso algunas veces financieramente; posteriormente, cuando ya era producido el tema periodístico, se les ayudaba también a ubicarlo en los medios y en Internet. Así pues, ese es como un grupo élite de periodistas que se ha conformado a partir de los diplomados y los talleres. De esa forma, la labor de MPP se fue cualificando y fuimos encontrando modalidades más regulares y avanzadas de formación que han tenido gran acogida. Vale la pena destacar que todo esto era gratuito porque se conseguían financiaciones para las capacitaciones y los periodistas solo tenían que conseguir los permisos de sus empresas y dedicar el tiempo necesario.
OCP: y en estos cubrimientos, talleres e investigaciones que adelanta MPP ¿cuáles identifican que son los principales intereses de los periodistas en los temas de violencia y paz en Colombia?
AG: bueno, en realidad el periodista no elige sus temas, sino que es la actualidad la que le pone los temas al periodista, de tal forma que no hay una predisposición o una mayor inclinación hacia unos u otros. La cuestión es que a veces los temas se saturan. Por ejemplo, hubo un momento en que el tema del desplazamiento no se volvió a informar porque llegaba el periodista con la noticia y el editor le decía “hombre, eso ya está trillado, todos los días hay noticias de esas”; algo similar pasó con las masacres: si no había X cantidad de muertos hacia arriba, la masacre no era noticia. Entonces la lucha era por lograr posicionar temas que de antemano se sabían importantes, que no se podían dejar morir, que no se podían “pordebajear” en la opinión pública.
Digamos, con el tema del desplazamiento, poníamos la comparación con el secuestro: había, en cierto momento, 3.000 secuestrados y 4 millones de desplazados, pero las noticias, pese a que no había proporción, eran más sobre secuestro que sobre desplazamiento. Con eso salta a la vista que, nada más desde el punto de vista cuantitativo de víctimas, estábamos haciendo las cosas mal. Entonces, cuando nos dicen que los temas ya estaban gastados, nosotros les respondemos que de pronto lo que está gastado es la creatividad nuestra y la imaginación para saber “vender” el tema a los medios, para encontrar ángulos nuevos, distintos, para investigar mejor.
OCP: ¿además de esta concientización que usted menciona, cuál cree que debe ser la labor de los diferentes tipos de medios de comunicación en la construcción de paz en Colombia?
AG: Eso es muy importante. Los medios van construyendo la realidad, es decir, la realidad no es algo objetivo, externo, que pase independientemente de la manera como la gente ve esa realidad. Hay tantas realidades como visiones de la realidad. Entonces los medios cumplen un papel muy importante en la formación de esas visiones. A veces no se trata de saber cómo se forma esa visión ni de identifica qué tipo de visión tiene la gente, sino de posicionar lo importante sobre lo cual hay que hablar, debatir, tertuliar y preocuparse. En eso los medios son como filtros de la realidad. Si uno exalta una parte de la realidad y disminuye otra, sin que eso obedezca realmente a un criterio medianamente objetivo de cómo es la realidad, pues está haciéndole mal a la profesión porque no está cumpliendo con un deber de imparcialidad; y obviamente también le hace una mal al público, a los lectores, a la opinión pública, porque le está entregando insumos incorrectos, parcializados, tendenciosos, para que esa opinión pública se forme su visión de la realidad.
Entonces ahí es donde yo creo que hay un trabajo: sobre la mentalidad del gremio de los periodistas. Los grandes medios, los dueños, los patronos, y sus respectivas posiciones políticas e ideológicas, funcionan como una maquina aceitada: ellos ya saben cómo son las cosas, cómo se hacen, y lo que les interesa es que se reproduzca siempre esa manera de ellos de ver la realidad. Los periodistas que trabajamos en esos medios, pero que no somos partícipes de ese modelo editorial, sino que nos debemos más bien a la gran opinión pública, al público masivo, debemos ser críticos con esa posición editorial de nuestros medios y empezar a generar nuevas agendas periodísticas, nuevas temáticas, nuevos criterios de noticiabilidad. Eso implica que nosotros nos volvamos personas críticas, que nos preparemos, que identifiquemos cada uno en nuestros medios cuál es nuestra política editorial, no para “patear la lonchera”, sino para inteligentemente “meter goles”, para saber los resquicios que tiene cada ideología; no hay nada monolítico, sino que hay maneras de ir incrustando otros sentidos, otras significaciones, y poco a poco abrir la agenda y los sentidos de la misma.
En la guerra colombiana eso tiene muchas aplicaciones concretas para definir los temas de los que sí se habla y de los que no, la manera como se habla, a qué personajes se les da más volumen y a cuáles no. Al respecto está el caso del protagonismo anónimo de los colombianos que resisten la guerra y que llevan sobre sus hombros la economía de su hogar, de su ciudad, etc., y que explica que el país no se haya desbaratado con tanto despelote de violencia y corrupción. Ese protagonismo anónimo generalmente los medios lo folclorizan o lo vuelven noticias buenas muy de vez en cuando, por allá cada onomástico, pero no lo incorporan como una necesidad cotidiana de agenda informativa. Esas fuentes anónimas no las vuelven fuentes reiteradamente consultadas; y para eso hay que construir esas fuentes, esas personas que nunca han hablado no hablan espontáneamente bien el primer día, hay que saber sacarle su verdad profunda ganándose su confianza.
Así pues, tenemos que las prioridades son las nuevas fuentes, las agendas informativas novedosas, los criterios inéditos para saber qué es noticia y que no y los nuevos lenguajes. Porque una nueva realidad que se vaya descubriendo así tiene que ser contada de una manera diferente a como se contaba la realidad manipulada que se suministraba antes. Los nuevos lenguajes suponen también, para los periodistas, conocer mucho más el oficio de la palabra, la retórica, la narración elíptica y no la narración directa siempre, y eso requiere preparación: hay que saber un poquito de lingüística, de epistemología, de otras cosas que los empíricos ni siquiera han oído mencionar y los de las universidades seguramente aprendieron, pero de una manera tan “ladrilluda” que salen es más bien vacunados contra eso.
OCP: En ese sentido, ¿piensa que los periodistas deben involucrarse más activamente con otras organizaciones que trabajan por la construcción de paz, bien sea desde las bases, desde las Universidades, desde la cooperación internacional e incluso desde el Estado?
Bueno, no hay manera de hablar de los periodistas, sino de cada periodista. Hay que hablarle a cada uno como persona autónoma y capaz de hacer cosas en su área. Los gremios periodísticos, hasta hace unos tres o cuatro años, casi que no existían, estaban borrados, y se lograron revivir gracias a la tarea de una persona muy importante que se llama Eduardo Márquez, quien creó la Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), afiliada a la Federación Internacional de Periodistas, a punta de ir formando en cada región un gremio, un sindicato y círculos de periodistas y luego los federó. Esos gremios están floreciendo y poco a poco podría ir aglutinando a estos individuos y plantear una posición conjunta hacia el Estado, hacia ciertas organizaciones, hacia la academia, etc.
Mientras tanto, yo vería como una de las cosas más importantes y necesarias la relación de los periodistas con la academia. No puede pedirse que esta relación sea formal, rigurosa, porque los horarios y los viajes no dejan, pero sí que los académicos que escriben libros, que debaten muchas cosas, de pronto elevadas, que escriben tesis y hacen investigaciones para Colciencias que se archivan y nadie las ve, se junten con periodistas o encuentren la manera de viabilizar hacia la opinión pública sus sabidurías, en este caso sobre el conflicto, intercambiando lenguajes con los periodistas. De doble vía me parece que habría ahí una buena retroalimentación y colaboración.
Con los organismos que trabajan por la paz me parece que la relación correcta es la de fuentes. Ellos son fuentes de información para los periodistas. No creo que se le deba pedir al periodista que se vuelva militante de la paz, ni de nada; el periodista no está para ser político, ni maestro, ni nada, sino para informar. Si se mete de activista político en un grupo pues no va a cumplir, no es su papel; en cambio, a la prensa le falta poner más cuidado a esas fuentes, a esas entidades que trabajan tanto por la paz, porque ellos producen mucha información, mucha investigación, muchas cifras y tienen muchos contactos personales con gente, con las víctimas.
Y eso se termina desperdiciando, bien porque esas organizaciones no saben cómo hablarle a la prensa (por ejemplo, suelen no tener departamentos de comunicaciones), o porque los periodistas nunca tienen tiempo o los desprecian porque generalmente se piden fuentes oficiales, como el comandante de la brigada, el gobernador, etc., y estos otros se consideran de menor categoría. Eso hay que cambiarlo. Es muy importante que esas relaciones se construyan, pero hay que saber hacerlo, respetando la lógica de cada una de las entidades: la lógica del periodista es distinta a la del académico o al de la ONG. Hay que respetar esas lógicas para no ir a crear cortocircuitos, pero hay que aprovecharla.
OCP: en toda esta labor que hace MPP, y en general cada uno de los periodistas que están trabajando en las regiones, ¿cuáles han sido los principales obstáculos que han enfrentado cuando quieren llegar a las regiones a hablar sobre los lenguajes del conflicto o sobre temas de paz? ¿Qué formas de violencia y victimización han enfrentado los periodistas en esa labor?
AG: en algunas zonas muy rojas, como Urabá, Córdoba, Caquetá, o la zona de despeje del Caguán, nos ha tocado pedir protección policial en donde nos vamos a alojar o en el sitio donde se va a hacer la reunión, el taller o lo que sea. En ocasiones nos han acompañado personas de la cooperación internacional, pues como ellos tienen más peligros se encargan de eso; por ejemplo, en alguna ocasión la Embajada de Alemania financió unos talleres y se encargó de coordinar la seguridad. Pero aparte de algunos sobrevuelos de helicópteros como raros nunca nos ha pasado nada. En Bogotá sí ha habido un par de ocasiones en que entraron a la oficina a coger discos duros y cosas de esas. Ahora bien, la situación de los periodistas en las regiones, en cuanto a amenazas, exilios y asesinatos, la recogen más otras entidades como la FLIP; los periodistas saben que se remiten a ellos cuando les pasa algo y ellos saben cómo los protegen, pues tienen una relación con el Ministerio del Interior y con un comité de protección. MPP participa de ese comité, pero no es su principal actividad.
Pero en cambio sí se han hecho investigaciones. Por ejemplo, el año pasado se hizo un folleto muy interesante con la FLIP sobre autocensura. A raíz de investigaciones y talleres que se hicieron en varias zonas, determinamos que más que la censura directa, lo que está afectando a los periodistas ahora es la autocensura, producto obviamente de múltiples amenazas y situaciones que hacen que todo el mundo se cohíba para investigar y para publicar lo que sabe, con el objeto de protegerse a ellos y a sus familias. Eso tiene la consecuencia de que el país está mal informado. Hay un país, sobre todo fuera de las grandes capitales, que no se conoce; cuando nosotros íbamos allá, y estábamos en los talleres conversando con los colegas, nos dábamos cuenta de la cantidad de cosas que ellos saben pero no lo pueden publicar en sus medios porque tienen la mira del arma sobre las cabezas, porque están allá en la boca del león.
Al respecto se buscaron mecanismos para burlar eso, para mandar la información a las capitales grandes y publicarla sin los nombres; o se hacía un pool de medios para sacar al mismo tiempo la misma información y no poner uno solo el pecho a las balas. Entonces me parece que después de un periodo de agresiones y de ataques, no solo de los grupos armados sino de los corruptos, pues son los corruptos quienes más hacen eso, se pasó a uno en que eso disminuyó, pero porque se disminuyó también la denuncia, la publicación, y se entró en autocensura. De tal manera que eso es otro problema y es el que está predominando en este momento.