Para perfeccionar la técnica en el juego de billar no es necesario comprender acerca de los choques de partículas u objetos, sino más bien practicarlo en los clubes y los cafés. En su más reciente columna de opinión en El Espectador, el consejero de Utadeo José Fernando Isaza reflexiona acerca de lo que un físico o ingeniero debe tener en cuenta a la hora de practicar este juego.
A propósito del fallecimiento de la matemática Maryam Mirzakhani, quien estudió la trayectoria de una bola de billar en un modelo teórico sin rozamiento, perdida de energía y elasticidad de la bola, el consejero se adscribe a esta postura en la que el billar es un sistema mecánico clásico, donde no hay aceleración debido a la rotación de la tierra. Esto supone que al modificar la fuerza del impacto del taco, por más mínima que sea la variación se modifica la trayectoria.
Sin embargo, la complejidad de dichos movimientos no impide que los jugadores, en la práctica, logren carambolas a tres y cuatro bandas, demostrando con ello que la coordinación cerebro-músculo trabaja a un algoritmo que va más allá de las matemáticas, situación similar que vive un peatón al cruzar la calle, quien no hace el cálculo de las variables, sino que obedece a una rapidez de las relaciones entre alimentación, metabolismo y fuerza muscular en el cuerpo.
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