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En Utadeo se desarrolló un programa de educación ambiental sobre los sistemas acuáticos del páramo de Sumapaz
Lunes, Abril 22, 2019
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Gracias a los convenios suscritos con la Secretaría de Educación Distrital y la Gobernación de Cundinamarca, cerca de ochenta docentes de colegios distritales y departamentales adelantaron sus estudios en la Maestría en Ciencias Ambientales. Allí desarrollaron ocho trabajos de investigación en torno al estado ecosistémico de la laguna La Virginia.
Por: Emanuel Enciso Camacho - Fotografía: Archivos investigadores

Con un área aproximada de 333.420 hectáreas, el páramo de Sumapaz se extiende a lo largo y ancho del paisaje rural del sur de Bogotá, abarcando territorios de los departamentos de Cundinamarca, Huila y Meta. Su vitalidad, reflejada en postales imponentes de frailejones de todos los tamaños y de espejos de agua, hacen de este lugar el páramo más grande del mundo.

A pocos minutos de la localidad de Usme, conectada a la laguna de Chisacá, la laguna La Virginia da la bienvenida a este imponente páramo y a un complejo sistema de lagunas que surten sus aguas al embalse de la Regadera, responsable, en gran parte, del suministro del líquido vital a los pobladores de la localidad de Usme, pero a la vez, en ese mismo lugar nace el río Tunjuelito, el cual unos kilómetros más adelante, en su llegada a la zona urbana de Bogotá, experimenta diversas problemáticas de contaminación, causadas por el vertimiento de basuras, desechos químicos y residuos orgánicos provenientes de las curtiembres.

Laguna La Virginia, en el páramo de Sumapaz

Como parte de la alianza suscrita por la Secretaría Distrital de Educación con diferentes instituciones de educación superior, entre ellas Utadeo, con el propósito que docentes de instituciones educativas distritales adelantaran sus estudios de maestría, desde el 2012 y hasta el 2016, 30 profesores del Distrito y diez más de Cundinamarca, estudiantes de la Maestría en Ciencias Ambientales de nuestra Universidad, trabajaron en el Semillero de Investigación en Páramos, a partir de proyectos de investigación que se relacionaban con la calidad ambiental del páramo de Sumapaz, y especialmente de la laguna La Virginia.

Los trabajos de grado, orientados por los profesores del Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales, Magnolia Longo, Michael Ahrens y Claudia Andramunio, así como por los investigadores asociados a otras instituciones, María Fernanda González y Juan Pablo López, tenían no solo un propósito investigativo de cara a la conservación de este ecosistema, sino también un interesante fin pedagógico y de apropiación social del conocimiento que buscaba trasladar las prácticas de campo en áreas como el análisis químico del agua, la caracterización de macroinvertebrados y macrófitas (plantas) acuáticas, así como de microalgas y de aves con hábitats acuáticos, a las aulas de clase de los colegios de donde provenían los estudiantes de la maestría.

Páramo de Sumapaz

Algunos niños vinieron a la Universidad para aprender a manejar un microscopio y un estereoscopio. También se dieron charlas, y muchos de ellos han presentado sus proyectos en eventos nacionales. Esto es hacer apropiación del territorio y del conocimiento”, señala Longo acerca de la experiencia, que, precisamente, recibió el Premio Utadeo 2018 en la categoría de Mejor Semillero de Investigación.

Una de las problemáticas más evidentes dentro del sistema de lagunas fue la afectación de los espejos de agua a causa del Fenómeno del Niño, momento en el que los niveles del líquido bajan a pocos metros, y al estar todas las masas de agua interconectadas, genera que se corte el nivel del líquido de la laguna más grande hacia las pequeñas, afectando la cantidad de agua que llega a las quebradas, al tiempo que se pone en riesgo la supervivencia de las plantas acuáticas así como de la fauna que allí habita.

Los espejos de agua disminuyen en las lagunas por efecto del Fenómeno del Niño

Otro de los problemas, advierte Longo, tiene que ver con la carretera que pasa muy cerca de varias lagunas, pues esta contribuye a aumentar la sedimentación de los cuerpos de agua. Además, las actividades turísticas, en ocasiones poco controladas, generan detrimento en el ecosistema, debido a que no hay una delimitación eficaz de los senderos, así como depósitos de residuos y basuras o servicios de baño, entre otros requerimientos para que se desarrolle de manera adecuada el ecoturismo. Cabe señalar que la zona aledaña a las lagunas Chisacá y La Vieja son terrenos compartidos por Parques Nacionales Naturales, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá y un propietario particular.

Los estudios adelantados por los tadeístas servirán como base para emitir consejos a las autoridades locales encargadas de velar por el territorio, especialmente en el monitoreo periódico a estos ecosistemas acuáticos, al tiempo que se toman medidas para regular el turismo en la zona: “la carretera está sin pavimentar y por allí circulan muchos vehículos de carga pesada, razón por la que muchos de estos materiales van a la laguna, provocando un exceso de sedimentación”.

 

Muestreo en inmediaciones de la laguna La Virginia

Apropiación social del conocimiento para generar conciencia en los más pequeños

Como lo argumenta Longo, desde que inició el trabajo mancomunado en los colegios, “los niños son más conscientes del cuidado del agua que llega a los grifos de sus escuelas y casas; de la importancia de conservar el páramo para garantizar el suministro de agua potable así como de las implicaciones que tiene utilizar cierta cantidad del líquido. Entienden que el páramo está haciendo un trabajo por ellos, que es ayudar a que el agua esté limpia, y por eso, deben estar pendientes de que las personas no tiren basuras ni desechos al río”.

Elizabeth Rodríguez es profesora del Colegio Luis Vargas Tejada, de la localidad de Puente Aranda; junto a William Tupaz hicieron parte de esta investigación. Su trabajo giró en torno a la identificación de macrófitas y evaluación de los factores que posibilitan la existencia de la variedad de estas plantas en la zona. En el proceso, se identificaron 22 especies de plantas, caracterizando sus biotipos o zonas donde se ubican. Allí encontraron que algunas de estas plantas son endémicas. Como aporte pedagógico, se desarrolló una guía que permite a los estudiantes de básica secundaria clasificar las plantas acuáticas que han observado en Sumapaz y en otros páramos. 

Clasificación de plantas de páramo por parte de los estudiantes del Colegio Luis Vargas Tejada

Por otra parte, Hamileth Soraya Moreno, profesora de la Institución Educativa Normal Superior de Pasca (Cundinamarca), y David Ramos analizaron las tasas de descomposición de la hojarasca en tres especies vegetales generadas por macroinvertebrados (organismos acuáticos como insectos, cangrejos, camarones y caracoles que viven toda su vida, o una parte de ella, en el agua). Las especies vegetales se ubicaron en la ribera del río El Pilar en Sumapaz: chusquea, similar a un pasto muy largo; y los arbustos chilco y barbasco. El estudio tenía como objetivo determinar los roles tróficos de cada especie de macroinvertebrados para identificar quiénes son lo que están fragmentando en mayor medida la hojarasca. También se buscaba encontrar cuáles especies de plantas se descomponían a mayor velocidad. Así, este tipo de estudios son de gran importancia para conocer especies vegetales viables para restaurar los ecosistemas.

Desde el ámbito del estado actual del ecosistema y sus condiciones como hábitat, Fanny Hernández, profesora del Colegio Gerardo Molina de Suba, y Yolima Garzón, realizaron una recopilación documental de las investigaciones sobre las aves acuáticas y semiacuáticas, algas, macrófitas, macroinvertebrados y las variables físicas y químicas de la Laguna, con el fin de generar una propuesta para evaluar la integridad ecológica, importante para los planes de manejo del territorio que hacen los entes gubernamentales.

Así, en el estudio se tuvo en cuenta la transformación ecosistémica que ha sufrido la laguna La Virginia desde 1982, a partir de la revisión documental procedente de los informes técnicos del Instituto Geográfico Agustín Codazzi y del Ideam: “lo que encontramos es que, aunque se disminuye el espejo del agua del hábitat, esto genera que haya un aumento en la oferta de especies, especialmente de algunos tipos de aves que se asocian a los vegetales. Sin embargo, preocupa el hecho de lo que está sucediendo con el drenaje del sistema de lagunas, razón por la que queremos establecer cuál es la influencia que guarda este fenómeno con la construcción de la carretera. Observamos que algunas macrófitas están invadiendo el espejo de agua, por lo que este podría continuar disminuyendo, y aumentaría la turbera o acumulación de materia orgánica en la laguna”, agrega Hernández.

Como parte de la propuesta educativa implementada por la profesora en Suba, en compañía de sus estudiantes, desarrolló una investigación sobre los antecedentes de conectividad hidrológica del sector, descubriendo que el colegio estaba construido sobre un humedal. A partir de ello se hizo un modelamiento que permitió diseñar una réplica de humedal, que consistió en un cuerpo somero de sesenta centímetros, en el que se evidenció un repoblamiento significativo de algas verdes, consideradas como las parientes más cercanas de las plantas terrestres, y de libélulas, entre otras especies. Actualmente, y con el apoyo de la CAR, Hernández trabaja en el diseño de un conector biológico con el río Bogotá y el páramo de Guacheneque, ubicado en Villa Pinzón.

En cuarto término, Johanna Rodríguez, profesora del IED La Belleza y Los Libertadores, en la localidad de San Cristóbal, en el suroriente de Bogotá, estudió, con Jhon Bastidas, la asociación que tienen algunos macroinvertebrados con dos especies de macrófitas. La investigadora señala que lo más preocupantes de este sector está en que el espejo de agua se encuentra prácticamente cerrado, lo cual posibilita que plantas invasoras como el Sphagnum, una especie de musgo, crezca rápido y sin ningún tipo de competencia en la zona. Otra de las especies vegetales analizadas fue Ranunculus, una planta con forma similar a los conocidos 'centavitos'. Como apuesta pedagógica, Rodríguez logró llevar unas muestras del páramo a su colegio. Allí, en prácticas de laboratorio con sus estudiantes de Biología y Química, separaron y clasificaron las muestras, haciendo uso de estereoscopios.

Finalmente, Yaneth Gutiérrez, del Instituto Técnico Industrial Piloto (localidad de Tunjuelito) y Alejandra Farías, de la IED Ciudadela de Bosa, determinaron la biomasa y los roles tróficos de tres especies de macroinvertebrados (dos lombrices y un anfípodo -una especie de crustáceo-). Este tipo de estudios cobra relevancia al momento de establecer la distribución y la circulación de la energía en el ecosistema paramuno.

Los investigadores encontraron que las tres especies de macroinvertebrados son detritívoras, es decir, que se alimentan de materia orgánica fina o sedimentos. “El proceso de descomposición de materia orgánica en el páramo es muy lento por las bajas temperaturas, así que se esperaría baja cantidad de nutrientes en el agua y en los sedimentos. Sin embargo, la riqueza y la abundancia de macrófitas es muy alta, entonces ¿de dónde salen los nutrientes que se necesitan para dicha diversidad? Pues lo que se encontró –indica Longo- es que las lombrices son las grandes fertilizadoras de los sedimentos y de las zonas ribereñas. Esto lo hacen a través de sus heces”.

Ya en el colegio donde labora Gutiérrez, se estudiaron las variables físico químicas del río Tunjuelito. Los estudiantes identificaron que este “es un cuerpo totalmente contaminado por actividades humanas como las curtiembres. Allí habitan ciertas especies de microorganismos que se han adaptado a esas condiciones. Con el ejercicio, queríamos concientizar a los estudiantes sobre las posibles alternativas de descontaminado”, agrega la docente.

Así, Longo sostiene que uno de los grandes retos de estas apuestas que combinaron la investigación y la pedagogía fue cambiarse el 'chip', a través de estrategias de aprendizaje para trasmitir el conocimiento técnico a los niños: “lo más interesante del ejercicio fue pensar en cómo contar las historias, pero más que nada, escuchar las historias de los niños, desde cómo ven el agua y cómo sienten el páramo”, indica Longo: “Los profesores terminamos aprendiendo más de los niños que ellos de nosotros. Sus respuestas acerca de qué es el páramo, de cómo lo sienten y cómo lo viven, y de cómo conservarlo son muy interesantes y nos han dado nuevas ideas de investigación, ahora desde los colegios a la Universidad”.