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Vacile Creativo: cambiar el mundo desde el diseño
Miércoles, Abril 5, 2017
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Una expedición desde otra piel en San Basilio de Palenque, de la mano de los docentes Iván Chaparro y Egoitz Antón.
Por: Edier Buitrago / Oficina de Comunicación - Fotografías de: Magdalena Madörin

No lo decimos públicamente, pero todos, o casi todos, soñamos con cambiar el mundo. En algunos casos, esa es la razón por la cual decidimos estudiar una carrera y pasar 4 o 5 años aprendiendo acerca de herramientas o métodos que nos ayuden a contribuir y a dejar una huella en los que nos rodean. Si bien no todas nuestras acciones tienen el impacto deseado, si pueden hacer un cambio en nuestro entorno, en nuestra comunidad. Como reza el proverbio africano: “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, puede cambiar el mundo”.

Partiendo de este principio, los docentes de Utadeo, Iván Chaparro y Egoitz Anton, en conjunto con La Salle College de Barranquilla y el colectivo ResoundCity, pensaron en cómo convertir el conocimiento que aprenden sus estudiantes día a día en beneficio de alguna población vulnerable que pudiera aprovechar esos saberes.

Este proyecto empezó en 2016, cuando los docentes, junto con quince de sus estudiantes, optaron por trabajar en San Basilio de Palenque, un corregimiento ubicado en el Departamento de Bolivar, fundado por cimarrones (esclavos rebeldes liberados), con una marcada tradición de independencia y emancipación.

“San Basilio de Palenque es un lugar que no es particularmente diferente a otro pueblo del Caribe colombiano, otro pueblo pequeño. La diferencia es lo intangible, el idioma que hablan, la música que hacen, las recetas que tienen y su marcada identidad como africanos”, comenta Chaparro.

Por estas razones, Palenque –el rinconcito de África en Colombia, como sus pobladores lo llaman- se convierte en el lugar idóneo para empezar un laboratorio enfocado en la solución de conflictos y en la construcción de paz.

Meses antes del viaje, Iván empezó un seminario de investigación al cual se sumó Egoitz para el trabajo práctico en Palenque. Los docentes de la Escuela de Diseño de Producto y del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, respectivamente, se pusieron de acuerdo para trasgredir los límites disciplinares y generar una investigación práctica que incluyera herramientas, metodologías y miradas de los estudios sociales, las artes y la arquitectura.

Como parte del trabajo, se pensó en generar experiencias a partir de referentes cercanos a los habitantes del pueblo, que a su vez tuvieran en cuenta su historia y sus costumbres. La intervención debía realizarse sin instrumentos ajenos a la comunidad, ya que el objetivo era construir piezas con elementos cotidianos, usar la creatividad y mostrar que la tecnología no es indispensable para crear.

 

Empieza el vacile

La primera parada fue Cartagena. En esta ciudad, los estudiantes debían ponerse “otra piel”, una mezcla de barro con anilina que asimilaba el color de Benkos Biohó, caudillo del pueblo de Palenque, y sobre la cual pintaban texturas y formas. Un ritual para sentirse parte de una tradición de lucha y liberación, y para ser reconocidos, pues debían ser vistos y caminar por Cartagena con su nueva piel.

San Basilio de Palenque queda a 55 kilometros de Cartagena y tiene una población aproximada de 5000 habitantes. Aunque su historia es conocida en todo el país, Palenque ha logrado mantener su tradición y su cultura por ser una comunidad hermética que no permite fácilmente el ingreso a personas externas. Por esta razón, uno de los temores que tenía el grupo al llegar era ser recibido con las puertas cerradas. Así que su primer reto se convirtió en acercarse a la comunidad, darse a conocer y ganarse su confianza.

Chaparro relata que la clave de este momento fueron los niños. Desde su llegada al pueblo, estos se acercaron a conocer a los “forasteros” y empezaron a ser parte del “parche”.

En Palenque, los estudiantes se organizaron en comités para investigar e intervenir el pueblo: Kumina Sun (cocina), Asinajue Palenque (música), Arrelike (construcción), Bitilo (vestuario) y Apu Asú (intervención en el espacio público).

                                                                 

 

Uno de los hallazgos del proyecto, que entre muchas actividades indagaba por las tensiones o los conflictos que hay en el territorio, fue una línea invisible que divide a Palenque en dos: “Barrio Abajo, el pueblo tradicional donde llegaron los palenqueros; y Barrio Arriba, el lugar de asentamiento de diásporas de afrodescendientes de diferentes procedencias y de algunas personas desplazadas por la violencia del país”, destaca Chaparro. Hoy en día, las personas desplazadas se ubican en “La Bonguita”, en Barrio Arriba.

Como parte del trabajo que se hizo en el proyecto, se decidió poner en diálogo ambos barrios a través de la música y de los murales. Actualmente, la cara de Palenque es otra. En la calle que divide ambos barrios, se erige un mural que teje las manos de los palenqueros; un símbolo de unidad y de trabajo conjunto que recuerda cada día que lo que los une es más fuerte que lo que los separa.

Y como no. Las pequeñas acciones de esta gente pequeña, en este pequeño lugar, pueden cambiar el mundo.

 

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