Mi primera vez en venir a China fue como unas vacaciones. Además de conocer un país tan distinto estaba haciendo lo que me gusta: aprender idiomas. En esta ocasión en la 天津外国语大学(Universidad de Estudios Extranjeros de Tianjin). Gracias a Hanban, a través del Instituto Confucio UTadeo, disfruté junto con 19 compañeros de tres semanas inolvidables en China.
Aquella primera vez fue con hospedaje en el piso 15 del edificio para estudiantes extranjeros que está ubicado dentro del campus de la universidad. Pisos de madera en las habitaciones, bastante convenientes para el invierno, las tres comidas tipo buffet en el segundo piso del mismo edificio y transportes a todos los lugares que visitamos. Razones suficientes para que una estudiante que conocimos nos dijera que nos trataban como reyes. Sin más preocupaciones que conocer personas y lugares, tomar muchas fotos y comprar algunos recuerdos los días transcurrieron y no nos “arriesgamos” a conocer qué se escondía detrás de ese “trato de reyes”.8 meses después regresé a la misma universidad y al mismo edificio. Pero esta vez no fue el piso 15. Al llegar me asignaron una habitación en el piso 12 -creo que por ser de los últimos en registrarse. Mi compañero de cuarto un ruso que tiene un buen nivel de chino fue de gran ayuda para instalarme en mi hogar temporal. Luego de tan solo una semana comprobé el porqué de aquella afirmación y le escribí a mis antiguos compañeros de campamento: “efectivamente, nos trataron como reyes”.
Quizá fue la emoción, quizá fue el afán, quizá el hecho de ser hijo único y consentido o quizá la idea de venir sólo a vivir por tanto tiempo a un lugar tan lejano y tan diferente lo que me hizo pasar por alto cosas tan importantes que ahora tendría que hacer por mí mismo casi a diario: cocinar las tres comidas y lavar los respectivos platos sucios, lavar la ropa, hacer mercado, etc. Al principio la facilidad que ofrece el comedor para estudiantes, por precio y ubicación, me llevó a probar platos deliciosos pero al mismo tiempo a recordar estaciones de Transmilenio en hora pico. La cantidad de estudiantes, sobre todo en el segundo piso, es impresionante al medio día.
Poco a poco fui extrañando los sabores de mi tierra y comencé a experimentar con los ingredientes que aquí se consiguen. De esta manera cocinaba lo que yo quería y me gustaba y evitaba el tumulto de la cafetería. Esto funcionó durante varios meses a pesar de lo incomodo que podía llegar a ser compartir la misma cocina con todos los demás estudiantes del mismo piso y teniendo un solo “fogón” que en realidad son unas cocinetas con una cerámica para calentar.Por cuestiones de economía, siempre estaba abierto a la posibilidad de encontrar alguien con la misma mentalidad y arrendar un apartamento en los alrededores de la universidad. Sin embargo, no era una decisión fácil, principalmente por cuestiones de convivencia. Luego de seis meses de compartir con personas de más de 20 nacionalidades distintas se aprende mucho de los demás y de sí mismo, de lo complicado que somos los seres humanos.
Finalmente a comienzos de mi séptimo mes en China encontré el lugar apropiado. En un cuarto piso, a tan solo 10 minutos caminando de la universidad: un apartamento amoblado con cocina a gas, baño, una habitación amplia y balcón. Sin necesidad de esperar a mi turno para cocinar o el ascensor para llegar a mi habitación, entre muchos otros aspectos, los últimos siete meses y medio me han permitido aprender bastante. He experimentado un poco más de cerca la vida diaria de 天津 (Tianjin) siendo los únicos extranjeros –hasta donde me he dado cuenta- que viven en el conjunto.
Tomás Felipe Ramírez González 龚恒毅
Estudiante de Idioma china en la TJFSU
Estudiante del Instituto Confucio Utadeo 2014