Tianjin (天津) no tiene ciclovía, pero tiene mar

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Tianjin (天津) no tiene ciclovía, pero tiene mar
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Foto 1 y 2: Tomás Ramírez

Una publicidad que recuerdo ahora con nostalgia: “Bogotá, Bogotá no tiene mar pero tiene ciclovía”. Mi espacio favorito cada domingo y festivo no solo para sentir que hacía algo de ejercicio sino para distraerme de noticias, lecturas, parciales, etc. Un momento dedicado exclusivamente a disfrutar de la ciudad en dos ruedas al ritmo que marcara la lista aleatoria de música en el celular.

Al venir a vivir a China fue una de las cosas en las que más pensé. Antes de viajar le pregunté a las profesoras Bai y Gu del Instituto Confucio UTadeo sobre el uso de la bicicleta aquí en China, específicamente en la ciudad de Tianjin-天津. Efectivamente, la bicicleta es un medio de transporte bastante utilizado. Desafortunadamente, hay que ser precavido sobre todo con las que son nuevas, porque se las roban constantemente- cabe aclarar que es lo único negativo en materia de seguridad pues en todo lo demás es una ciudad muy segura según mi experiencia hasta ahora y la de personas que conozco. 

Al llegar me prestaron una bicicleta, algo vieja y oxidada: anti-ladrones, lista para rodar. Dentro de la ciudad existen en algunas avenidas ciclocarriles o, casi, ciclorutas pero más amplios. Sin embargo, éstos son utilizados por peatones, ciclistas y la preferida de muchos: la moto/cicla eléctrica que según me han dicho tiene una velocidad máxima de 30 km/h, el ruido que genera es mínimo así como el nivel de contaminación.

Adicional al desorden que se puede llegar a presentar en estos carriles con personas atravesándose no solo a pie sino en diferentes vehículos, los cruces de calles y avenidas son una verdadera prueba de atención y
 supervivencia. A pesar de que la red semafórica es eficiente, las normas aquí son algo diferentes en comparación a las colombianas en cuanto a quienes tienen la vía, quienes pueden cruzar, etc. Por lo cual para algunos extranjeros resulta caótico el tráfico aquí y al mismo tiempo, creo yo, resulta exótico para los locales ver a un extranjero en bicicleta.

Con estas características en las vías y ocupado principalmente en conocer gente, en probar cosas nuevas y dando mis primeros pasos como “chef” dejé la bicicleta a un lado. Sin embargo, cada domingo sentía el impulso de salir a rodar. Finalmente, con la meta de llegar hasta el mar, salí un domingo soleado a recordar la ciclovía que tanto extraño.

El campus de la Universidad se encuentra en el distrito 河西 (Héxī)- al oeste del río- muy cercano al centro de la ciudad, a más de 40 kilómetros del puerto. Distancia que debería recorrer de ida y vuelta para completar la meta que me había propuesto. En el camino me di cuenta, más allá de lo que muestra un mapa en el celular o en el computador, de lo grande que es esta ciudad, de cómo va cambiando el paisaje hacía lo rural a medida que me alejaba del centro pero con decenas de construcciones en proceso, principalmente de apartamentos.

Por un clavo en el camino no pude lograr la meta. A 10 kilómetros del puerto la rueda de adelante perdió todo el aire. Preocupado, busqué rápidamente en el celular cómo se dice pinchado en chino: 爆胎 (bào tāi), por si les llega a pasar, y regresé a una estación de servicio en la que acababa de comprar algo de comer. Como pude me hice entender, y como pude le entendí al que atendía. Me dio señas de un lugar a la vuelta donde posiblemente reparaban bicicletas. En medio de la nada, buscando el sitio pensé no haberle entendido porque no vi nada semejante a un taller. Debía esforzarme más en el estudio del idioma. Entré a una fábrica, el único lugar con personas que vi abierto y pedí ayuda. En 5 minutos cada persona en el lugar, 7 aproximadamente, dejó lo que estaba haciendo para ver al inusual visitante y su bicicleta.

A pesar de su ropa limpia, el que parecía ser el dueño o jefe del lugar se remangó la camisa y empezó a desarmar la bicicleta. Intentó colocar un parche en el neumático pero no funcionó. Me preocupé aún más. Sin embargo, el señor se fue a encontrar un neumático nuevo, lo entendí hasta cuando llegó y lo vi porque mi vocabulario no llegaba hasta allá. Mientras tanto, me invitaron a pasar a la oficina ya que el invierno estaba cada vez más cerca y me preguntaron con algo de asombro como tantos otros “你不冷吗?” algo así como “¿no tiene frío?”. Me ofrecieron té, cigarrillos y algo parecido al maní.

Finalmente, bicicleta lista y un sentimiento de alivio casi completo pues no sabía cuánto me iban a cobrar. Cuando le pregunté cuánto era, con el gesto de abrir la billetera, el señor me dijo “不用,不用”: no es necesario. No sé cuántas veces le di las gracias, a él y a las demás personas. Con una comunicación mínima, a un total extraño de un país muy lejano, me ayudaron en un momento de gran necesidad y me acogieron con amabilidad sin pedir nada a cambio. No encontré el mar pero si encontré una experiencia inolvidable.    

 

Tomás Felipe Ramírez González 龚恒毅

Estudiante de Idioma china en la TJFSU

Estudiante del Instituto Confucio Utadeo 2014

 

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