Mi primera visita a China fue en el Campamento de Verano 2014 del Instituto Confucio Utadeo; una beca de 3 semanas para una completa inmersión en este país.
Resulta que tengo una “vulnerabilidad” en mi ojo derecho que lo inflama y genera un dolor terrible, pero pueden pasar años entre un episodio y otro, por lo que para el viaje lo único que preparé fue el nombre del medicamente que necesitaba. Y como si se tratara de un mal chiste, alrededor de la segunda semana del Campamento los síntomas comenzaron. Pasaron algunos días en los que empeoró, hasta que simplemente fue insoportable.
Al principio intentamos conseguir el medicamente en droguerías cerca de la universidad, en donde descubrí que existen las droguerías de medicina tradicional china y, a diferencia de lo que uno pensaría, tienen la apariencia y atención como cualquier otra, pero no fue posible encontrar lo que buscábamos. Unos días después fui llevado a un “hospital para los ojos”, como dijo Isabela Wu, una estudiante de idioma español que se ofreció a ayudar al pobre extranjero que estaba aprendiendo chino y no podía ni salir a la calle con calma por el dolor. Afortunadamente la comitiva que me acompañó tenía dos miembros más: el novio de Isabela y mi novia, María Paula, quien afortunadamente también pudo estar en el campamento.Nos dirigimos cerca del mediodía al hospital, grandísimo como la mayoría de edificios en China, llamado precisamente “El hospital de Ojos de Tianjin”. Una vez ingresamos, Isabela y el novio se encargaban de pedirme mis documentos y preguntar por mis síntomas, para contarlos en la recepción. Inicialmente debimos esperar porque el médico que me podía atender estaba almorzando, por lo que debimos básicamente hacer lo mismo. Nos dirigimos caminando a Bīn Jiāng Dào, una zona de restaurantes y centros comerciales, pero en pleno verano el sol no se reservaba nada, por lo que esa caminata fue horrible para mí y mi “ojo picho”, como decía María Paula. La recompensa valió la pena. Comimos en un restaurante de comida de Hong Kong, en donde aprendimos que es común entre grupos pedir varios platos para que cada persona coma una poco de cada uno, y no uno individual. La comida estuvo deliciosa y vale decir que a la fecha aún la extraño.De vuelta al hospital, y otra caminata tortuosa, llegamos nuevamente a la recepción y nos hicieron seguir al consultorio. En este punto mi expectativa era la de una sala de espera con varios pacientes y su respectivo contador de turnos, pero nuestra “espera” fue en un pasillo mientras la doctora abría la puerta, de hecho no vi a más pacientes esperando. Una vez adentro la doctora estaba terminando de atender a otro paciente y al mismo tiempo hablaba con nosotros sobre mis síntomas, obviamente con Isabela haciendo de intérprete. Una vez salió el otro paciente, me revisó a mí, habló un poco y salimos del consultorio. En ese momento pasó algo que me sorprendió: tuve que pagar para ser recibido por una especialista, pero la suma fue muy baja, incluso para los precios de China, algo así como 10 yuanes, (entonces serían poco más de 3.000 pesos colombianos). Pagué en una caja e inmediatamente me pasaron a una sección donde revisaron mi visión, estaba abierta al lado de un pasillo principal, es decir, podía ver a más personas caminando por el hospital a unos cuantos metros. Una vez atendido allí me llevaron donde la especialista, quien me revisó con instrumentos más avanzados. Entonces se tuvo un dialogo con la doctora, quien no recomendaba el medicamento que yo sabía debía utilizar porque lo consideraba “muy fuerte”. De hecho, explicó que por eso nosotros no lo habíamos podido conseguir en ninguna parte, pues debían ser formuladas. Anteriormente ya había escuchado que a los chinos en Colombia los medicamente les podían resultar muy fuertes, y tal vez por eso en Bogotá yo sí podía conseguirlo sin estar formulado.
Finalmente la doctora accedió. Una vez salimos de su consultorio volvimos a la recepción donde pagué el medicamento y la primera consulta: 15 y 10 yuanes respectivamente. En total pagué cerca de 35 yuanes, aproximadamente 12.000 pesos colombianos, por una consulta de especialista sin ningún tipo de afiliación al sistema de salud de este país, e incluyendo la medicina que necesitaba. Además, todo el proceso duró cerca de 30 minutos sin ningún tipo de cita previa, es decir, tardé más almorzando que siendo atendido por dos doctores, un auxiliar y dos cajas de atención.Me llamó mucho la atención la eficiencia con la que me atendieron. Teniendo en cuenta que estaba en el país con la población más grande del mundo, esperaba encontrar atestadas las salas de espera y con filas interminables, pero estuve totalmente equivocado. Fue rápido, barato y aun así flexibles con un extranjero al que no debían nada.
Juan Camilo Martínez.
Profesional en Relaciones Internacionales.
Estudiante del Instituto Confucio Utadeo.