El Observatorio de Construcción de paz estuvo conversando con Javier Forero, miembro de la Secretaría Distrital de Gobierno, acerca del proceso de construcción de paz, convivencia y reconciliación que se adelanta en el IED Fernando Mazuera Villegas de la localidad de Bosa, donde hacen presencia excombatientes, población en condición de desplazamiento forzoso, jóvenes en condición de vulnerabilidad y población de acogida. Este proceso ha logrado una incidencia positiva en la resolución pacifica de conflictos, que viene marcando un camino interesante en la construcción de paz.
Observatorio de Construcción de Paz: para empezar nos gustaría que nos contara de dónde vienen, qué hacen, con quién trabajan y qué proyectos están ejecutando actualmente.
Javier Forero: el proceso empieza en el 2008, enfocando el tema frente a la reinserción de la población excombatiente en el sistema educativo. Cuando nos dimos cuenta, uno de los grandes inconvenientes que se tenía es que la percepción sobre el excombatiente era bastante negativa y rompía de hecho con la armonía en las instituciones educativas, por lo que nos dimos a la tarea de abordar los colegios donde estaban los muchachos estudiando. Cuando llegamos encontramos una realidad bastante interesante, y era que si bien existía la estigmatización, también había una especie de reconocimiento del proceso de los muchachos al interior de los colegios. Por ejemplo, en ese momento un excombatiente era el presidente del consejo estudiantil en la jornada nocturna. Entonces nos dimos a la tarea de ver cómo apoyábamos a los excombatientes y cómo podíamos hacer ese proceso de reintegración y reconocimiento.
Cuando empezamos el enfoque era fundamentalmente con población excombatiente, pero nos dimos cuenta que el propósito de construir paz no se trata solamente de la aceptación del excombatiente, sino que también hay que generar entendimiento dentro de las diferentes comunidades. Así, quienes estábamos en ese momento en la localidad, y fundamentalmente yo que era el gestor local, empezamos a buscar ese tipo de encuentros. Dado que en el colegio había muchos problemas, no solamente con la población excombatiente sino también con otros tipos poblacionales, nos dimos a la tarea de generar una propuesta que pudiese involucrar a los muchachos en un proceso más a largo plazo y fue cuando surgió la iniciativa de trabajar el tema de convivencia, reconciliación y paz. Teníamos algunas herramientas que nos dieron de la escuela de Vicenc Fisas en el tema de pedagogía para la construcción de paz, así que agarramos ese concepto y empezamos a plantearle a las directivas del colegio que íbamos a desarrollar un proceso de pedagogía en construcción de cultura de paz, convivencia y reconciliación. Ahí fue donde empezó a tomar vuelo la situación.
Existen en eso muchos temores por parte de la parte administrativa, pero fundamentalmente de los docentes. Ellos vieron agentes externos que hablando y trabajando con los muchachos (aun cuando son temas que se supone ellos trabajan, como democracia, participación y reconocimiento) y los locos dijeron “claro, aquí vinieron a quitarnos el trabajo” [risas]. Eso generó inicialmente una especie de prevención, y entonces nosotros lo que hicimos fue tratar de “fresquear” la situación y les dijimos: “lo que vinimos es a apoyar lo que ustedes vienen desarrollando, no vamos a decir nada diferente a lo que ustedes han dicho.” Sin embargo, cuando empezamos a trabajar con los pelados, lo que logramos determinar es que el tema de los consejos estudiantiles es demasiado manejado y muñequeado por los docentes, así que empezamos a mirar que había una necesidad de fortalecer los consejos estudiantiles. Como los consejos sentían la misma necesidad, construimos complicidades y empezamos a trabajar mancomunadamente dentro del propósito.
Comenzamos preguntándonos qué actividad íbamos a realizar. Nosotros pretendíamos realizar una especie de foro académico para hablar de la convivencia y de la reconciliación, pero los muchachos del consejo estudiantil tenían una iniciativa diferente, querían hacer una actividad donde se pudieran visibilizar mejor y entonces acordamos que íbamos a hacer un carnaval y nos metimos en la tarea de prepararlo. Cuando planteamos al colegio la realización de un carnaval, ellos lo vieron como una actividad normal, pues me imagino que lo relacionaron con el carnaval de Barranquilla o de Rio de Janeiro. Pero el propósito nuestro era la generación de proceso. Entonces empezamos a realizar talleres con los muchachos, en los cuales trabajamos temas como el reconocimiento de la diversidad política y la generación de confianzas; adicionalmente propusimos que los estudiantes nos dijeran de qué querían que habláramos, y entonces salieron temas como el de las barras futboleras. Se dio también una situación muy particular, y fue el reconocimiento de la comunidad LGBT, que al interior del colegio existía, estudiaba, pero no era reconocida, o mejor dicho, no era respetada en su decisión. De esa manera, nosotros formulamos una propuesta sobre lo que queremos trabajar, pero adicionalmente consideramos las propuestas de los muchachos: si quieren hablar de drogadicción, listo, hablamos de drogadicción, si necesitan hablar sobre derechos de los niños, listo, hablamos de los derechos de los niños.
Todo esto empezó a botar elementos para abordar lo que desde el 2007 venimos trabajando como pedagogía en cultura de paz, convivencia y reconciliación. Todo eso lo enfocamos en el proceso de reconocer cuáles son las diferencias, a partir de lo cual construimos nuevas formas de abordar los temas, sin la necesidad de que si yo soy racista, entonces hay que suprimirme; no, tenemos que empezar a trabajar otras formas de que me respeten mi postura sin generar un marco de marginación por parte de la comunidad. Le hemos apostado dentro de ese mismo proceso a temas como la prevención del reclutamiento forzoso, visto no solamente como la vinculación por parte de los actores armados ilegales (guerrilla, paramilitarismo, bacrim o como se les quiera llamar ahora) sino con otros factores: pandillismo, bandas delincuenciales y adicionalmente el tema que tiene que ver con el reclutamiento forzoso por parte del Estado, porque el servicio militar obligatorio para los pelados es un reclutamiento forzoso aquí y en Cafarnaúm; ahora, que esté legalmente establecido a través de la constitución es es otra cosa, pero entonces no podemos hablar del reclutamiento forzoso por parte de unos y condenar el que efectúan otros. Con los pelados nos dimos a la tarea de eso, de empezar a trabajar el tema de objeción de conciencia.
Esa experiencia nos generó unas habilidades para trabajar con los muchachos, y el carnaval, que inicialmente era un propósito, se nos convirtió en el método de visibilización de los aprendizajes de los muchachos. Nosotros todo el tiempo estamos trabajando los talleres, pero cuando los pelados van al carnaval, adicionalmente a eso vamos a preparar un baile, una presentación en tarima, rap, hip-hop, y empezamos a catapultar a los pelados artísticamente. Yo de arte no se un carajo, ni siquiera se tocar una guitarra, pero los pelados sí tienen mucha iniciativa. Por ejemplo, les gusta el grafiti, pero cuando vamos a hacer grafiti también tenemos que entender que yo tengo unos intereses y unos quereres, pero no puedo entrar a trasgredir los intereses de otro: cuando yo grafiteo una pared sin el permiso del dueño de la casa, yo estoy trasgrediendo. Entonces hacemos grafitis en papel craft o en tela y los ponemos en exposición dentro de la propuesta del carnaval. A través de todo esto comenzamos a generar procesos de convivencia. A grandes rasgos, eso es lo que hemos venido desarrollando durate los últimos años en la localidad.
OCP: ¿cómo ha sido la relación de ustedes con otro tipo de instituciones, como entidades del distrito, las iglesias, las universidades?
Javier Forero: con las universidades hasta ahora nos estamos sentando a hablar. Vos me ves aquí como funcionario, de pronto ahoritica con una chaqueta de la Secretaría de Gobierno, pero esa la tengo desde ayer; yo todo el tiempo he venido trabajando con los muchachos y mientras he estado en la institucionalidad la he utilizado para poder desarrollar el proceso. Y le digo que la he utilizado en qué sentido: es que es diferente que llegue Javier Forero a decir “venimos aquí a trabajar un proceso convivencional”, porque de una vez entonces prenden las alarmas y dicen “este man a que es a lo que va a venir a hacer aquí”, a decir “vengo de la Secretaría de Gobierno”, bien sea del programa de reincorporación o el de gestores de convivencia. Eso ya es una puesta diferente, pues la institucionalidad le da a uno la entrada. Hemos tenido buenos apoyos en el proceso porque lo hemos tratado de ligar al marco institucional. Desde donde yo esté, ahí lo jalono. Pero eso debe tener un apoyo desde otros espacios y sectores. Por ejemplo, a la fundación la pusimos a concursar el año antepasado en el premio cívico por Bogotá, siendo una iniciativa que tenía seis meses de haberse constituido; era efectivamente una de las iniciativas más jóvenes que concursaba y de hecho ganaron una mención de honor por eso. Eso ha catapultado a los compañeros de la fundación y al propósito convivencional, y hoy hay más sectores diciendo: “oiga esta apuesta es como interesante.”
Pues con la Iglesia casi no trabajamos, y no es porque no nos haya interesado, sino porque creo que la Iglesia tiene un concepto de la paz muy clerical, muy asociado al dogma de Dios y nosotros creemos más en la paz más folclórica, más construida entre todos, con todas las aristas y eslabones que pueda tener; una paz que de hecho conduzca a que si bien yo puedo reconocer en vos, en tu forma de andar, de vestir y de peinarte, cosas que a mi pueden no gustarme, de igual forma puedo encontrar en vos esas apuestas que de pronto nos pueden acercar. En cambio, en los términos de la Iglesia no se prestan muchos espacios para eso; son muy dados a que el tema de la paz es un tema del perdón, pero no el perdón del reconocimiento, sino el perdón que emana del dios divino. Yo creo en el hombre y creo en una forma diferente en la que se puede concebir Dios: no como al que constantemente me le estoy arrodillando, sino el que está constantemente dándome elementos par apoder construir otras alternativas sociales. Con la comunidad internacional no hemos tenido acercamientos. Independientemente de que en su momento hayamos tenido apoyos de la Secretaría de Gobierno, nosotros este proceso lo hemos hecho con la uñas; es más, los muchachos han hecho hasta rifas para poder conseguir pintura para hacer su pancartas, sus cuadros, para poder aplicar los talleres. Entonces, digamos que en términos de apoyos económicos de comunidades internacionales no se ha recibido mucho.
OCP: ¿cómo ha reaccionado la comunidad en estos años de proceso que han venido desarrollando? ¿Han disminuido los temores frente a las personas que estaban en grupos armados o en pandillas? ¿Se han involucrado y han a apoyado los programas?
Javier Forero: pues de hecho la señora que tiene una mini-tienda al frente del colegio ya pregunta por el carnaval. Es una señora que tiene unos 70 años más o menos y nos pregunta ¿profe, y este año van a hacer el carnaval? ¿Y van a trabajar con los muchachos? Eso ya genera un interés de la comunidad. Uno de los propósitos sí es involucrar un poco más a quienes están por fuera del colegio dentro del proceso, porque es una comunidad afectada positiva o negativamente por cualquier acción que realice el colegio. Sin embargo, tratar de trasladar este proceso a comunidades no cautivas ha sido de las tareas difíciles que se ha tenido dentro de este propósito. Pero la gente sí lo reconoce. Antes de la realización del carnaval lo miraban con un escepticismo grandísimo, mejor dicho, nos condenaron al fracaso antes de empezar; dijeron que prácticamente debíamos disponer de toda la fuerza de Bogotá para contener el tema de violencia que se iba a generar, que los pelaos se iban a encontrar para darse madera, piedra, puñal... pero nosotros partimos de lo que habíamos reconocido con los pelaos, que ellos no tenía problemas entre ellos, y les mostramos que los temores venían más de los adultos frente al tema del trato con el otro que de los problemas de los pelaos. Y una de las reflexiones que siempre le hago a los pelados en los talleres, y a los adultos cada vez que tengo la oportunidad, es que a medida que vamos creciendo nos vamos generando más taras y más resentimientos. En cambio, vos mirás un pelado de cinco años: se agarra a cachetadas con otro y a los 30 segundos ya están jugando de nuevo con el mismo balón o con lo mismo por lo que estaban peleando.
Los adultos no tenemos la capacidad de perdón o de reconciliación que tienen los niños, y eso lo vamos perdiendo cada vez que va avanzando nuestra vida. Si yo me rayo con vos, es muy difícil que nos volvamos a encontrar, y mucho más que volvamos a hablar. Entonces eso es una tara más de los adultos que se las transmitimos a los pelados. Y la invitación cuando tenemos la oportunidad de hablar con los padres de familia es alimentar niveles de solidaridad: a veces criticamos que un peladito llega con los zapatos rotos o con la camisa sucia, pero no nos preguntamos por qué ese pelado llega así: ¿usted sabe las condiciones de vida con las puede estar viviendo el pelao? ¿Si prácticamente vive solo porque los papás están todo el día trabajddo? ¿Si llego desayunado o no al colegio? ¿Será que tiene para comprar jabón y lavar la ropa? La invitación entonces es a que no nos pongamos a estigmatizar por la forma como está presentado el muchacho, sino que miremos qué trasfondo hay.
OCP: ¿cuáles han sido los retos y dificultades más importantes que han identificado en el proceso?
La burocracia de las instituciones, y no digo del orden distrital solamente. No cumplen con su función: vos encontrás en el colegio una situación que afecta a un pelado y vos vas a buscar a un funcionario de bienestar familiar y no está, no cumple, no llega, no hay. Entonces su función legal no se cumple. Sin embargo, a la hora de señalar sí aparecen y empiezan con su amenazadera: “si algo le llega a pasar a los pelados en el momento en que ustedes hagan esa actividad, entonces los denunciamos administrativamente.” Con quienes mayores retos se tiene es con la Policía, porque mira a los muchachos como el combo de vagos que está en la esquina y que son los que hay que castigar. El tema es tratar de desdibujarles esa mentalidad que tienen, totalmente represiva con los pelados, y que se acuerden que ellos también fueron jóvenes, que también fueron chinos de esquina de barrio, que también se la pasaban ahí porque no tenían nada más que hacer. Porque también hay que ponerlo en esos términos, hay que ponérsela a los pelados para que ocupen su tiempo libre. Y en las instituciones uno de los problemas más grandes es que nunca hay presupuesto, pero sí se despilfarra en otras cosas: presupuesto para cocteles sí hay, para presentaciones, o bueno, para otro tipo de actividades sí, pero para entregárselo a los pelaos no; o no solamente para los pelaos, sino para las mismas comunidades. Es ahí donde hay que darse la pelea, y esperemos que en esta época se comience a marcar un camino diferente frente a la participación y la apropiación de los recursos para quienes deben ser.