Un radiografía detallada al Centro Comercial de Carnes Guadalupe, es el tema central de la crónica publicada por Alexandra Delprado, estudiante del programa de Comunicación Social, en el portal KienyKe, el pasado 25 de diciembre.
A través del relato, su autora se aproxima a la denominada “Playa baja” de este frigorífico ubicado en la localidad de Bosa, considerado el matadero ilegal más grande de Colombia, donde las condiciones de salubridad parecen ser innecesarias, el olor a descomposición y muerte es inminente, y los ríos de sangre de cientos de bovinos, ovinos y porcinos sacrificados a diario se mezclan con las aguas del Rio Tunjuelito.
Sobre los sacrificios de estos animales que soportan el 74% de la demanda diaria de carne en Bogotá, Delprado relata que “La faena nocturna comienza mientras la muerte se avecina soñolienta en la madrugada. El reloj de mano marca la una en punto y el ganado proveniente de los Llanos y del Magdalena Medio está preparado para el sacrificio ritual. Los camiones ahora están vacíos. Las reses ya no están, ya no atestan el espacio. Pronto llenarán el estómago vacío de muchos bogotanos. Las reses esperan su muerte y entonces, –“llégole su hora, daga en mano, se la hundió en la garganta y el arma salió roja y humeante”– Echeverría en su cuento “El matadero”.
Posteriormente, la crónica se centra en la vida de quienes hacen parte de esta cadena de sacrificios de animales, entre ellos Claudia Ramírez, quien administra uno de los almacenes de carne, Claudia Medina quien es dueña de uno de estos negocios familiares, o “Rómulo”, quien ha hecho carrera en la matadero, debido a que allí la mayoría de los jóvenes empiezan moteando y si tienen éxito luego trabajan despostando la res: "El consumo de carne, la degradación de la tierra, la contaminación del aire y del agua son temas sensibles a la hora de hablar de espacios públicos como El Matadero. Existe, al menos, un centenar de documentos audiovisuales y escritos que hablan de la crueldad que soportan los bovinos, ovinos y porcinos antes de morir. Ellos implícitamente carecen de fuerza suficiente para soportar el peso brutal de los omnívoros. En este lugar, no vale el sistema jerárquico o de clases de los animales que menciona Paul McCartney en “Si los Mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos”. En este lugar no vale si son más inteligentes o si durante toda su vida están hacinados en sitios carentes de cuidados. La única verdad reveladora es que miles de ejemplares mueren a diario. Y tras sus muertes se forman sendos cuajos de sangre que desaparecerán con pañitos de agua y un poco de tiempo", reflexiona la estudiante.