Venezolanos, cuales flores y hojas en la tierra del Sagrado Corazón

Es julio y bajo los designios de la luna llena menguante, camina por la carrera 18 hacia la esquina de la calle 10 Jhon Brayan Villegas —zuliano, 1 m. 65 cm., atlético— mientras a su memoria, cuales testigos de un delito, los recuerdos le sapean todo respecto al robo. A punta de dedo, señas y gestos, [es como] Brayan evoca la noche de ese sábado cuando frente a Plaza España tres ñeros lo rodearon, le pelaron un destornillador «puyudo», un cuchillo y una navaja, forcejearon con él, intentaron darle un puntazo, le rasgaron el bolsillo del pantalón y le robaron su panela o, como le dicen los ñeros cuando achacan, el bicho

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Entre los sueños y la realidad viven ahora los venezolanos que migran a Colombia, quienes, cuales flores y hojas, germinan y vuelan en la tierra que fue consagrada al Sagrado Corazón de Jesús.

 

—¡Paaa! ¡Eyy! ¿Qué te pasa?, le digo. Y a lo que le doy el manotazo, se alteraron, se pusieron bravos. ¡Ehh! ¡Qué gonorrea, pirobo! Y me tiraron puñaladas. Ese tenía un punzón y, los otros dos, tenían un cuchillo y, el otro, una navaja. A lo que me tiran las puñaladas Yo no sé… Entré… en un esto de adrenalina muy fuerte. Yo… veía todo como en cámara lenta. ¡Y yo, what!

Breve, llega Brayan a la esquina de la calle 10 en tanto chimbea muchas veces ese tapabocas con que se cubre la cara, obligatorio en Bogotá desde el Decreto 126 del 2020 por lo de la COVID-19. Allí, por un lado, cual pintura lúgubre, se entreve el edificio del Hospital San Jose cuya historia y diseño, inspirado en el Hospital Policlínico Universitario de Roma, lo hacen desde 2015 monumento nacional. Y, por el otro, el Hogar de Paso Día y Noche Bakatá cuyos siete alojamientos, esta y más de mil y una noches atrás, salvaguardan a 320 mal llamados desechables de ser uno de esos tantos chirretes que ahora, entre el bazuco y el éxtasis, penan a plena noche en este pedazo.

El haz de la Luna contrasta con el humo cuando resuenan, cual un augurio, los chispazos de briqué a medida que un carramán se echa un pipazo. Aquel sonido torna todo más lento y se sincroniza con los pasos distendidos de Brayan, los cuales enfilan por la calle 10 hacia la carrera 16 donde un «primo» suyo vive. La rata que lo vea, sabe por sus pasos que esa pinta no anda «afligida en este pedazo», pero ni se le cruza por la mente que, Brayan, «[lleva] acá aproximadamente un año y tres o cuatro meses» desde que migra junto a una «tía» a la que considera una madre, un primo al que considera un hermano y, otro primo, hijo de otro hermano de su papá, oriundos de Bachaquero capital del municipio de Valmore Rodríguez, estado de Zulia.

—Muchas personas de allá las he visto acá. Las conozco. Otras me la han presentado. Otros… Ehh, no las conozco ni tampoco me las han presentado sino que me han dicho: «No mira, sí, yo tengo muchos amigos aquí también de allá de Bachaquero, pues. Y, de igual manera, también, hay muchas personas de allá de Bachaquero en Medellín. Por eso te digo, porque como hay tantas, prácticamente… O sea, es un decir que tenemos nosotros: «No, medio Bachaquero acá y medio allá». Pero, sí, hay mucha… mucha gente acá.

Pronto, la huevonada entre Brayan y su primo Anyelo Fran Villegas Vanegas, a quien lo acompaña su esposa, Zuleidy María Colina Robles, cual sortilegio, hace imperceptible los pasos en esas calles grasientas y húmedas luego de que los tres salen de una pensión que se ubica por la carrera 16 entre calles 7 y 8. Basta un parpadeo, para que ante ellos el vacío tome forma entre la demolición de lo que alguna vez fueron unas cuadras en forma de «L» donde cuatro años atrás torturaban, mataban y desaparecían en ácido a la gente; donde explotaban y prostituían menores y mujeres; donde se gestaba el tráfico armas y el consumo de drogas. Basta una mirada, para que Zuleidy, Anyelo y Brayan pasen e ignoren, entre su recohca por la mariquera de Brayan de irse a Venezuela, todo ese vacío que inicia en calle 9ª, recorre la calle 10ª y llega hasta la carrera 15; vacío cuyo nombre una vez fue La Ele, pero ahora los gomelos dizque le dicen El Bronx. 

— Ok, yo lo había visto era en las películas de que ajá, no, esto es así que ¡pam! Y, de repente, cuando llego acá, o sea ya no estaba pero, oye, en serio esa novela fue vida real pues. Como que ¡wow! Eso pasó en la vida real y fue aquí, justo donde yo estoy viviendo, Pero, así temor de algo, no normal. 

Atrás de Zuleidy, Anyelo y Brayan queda el vacío bajo el éter de la noche, cual vestigio, de lo que una tal FIP definió como una «zona de alta complejidad»; una jeva de apellido Amaya dijo que fue un «Territorio de Miedo»; y un tal Mesa le puso la chapa dizque de «República Independiente del Crimen Organizado». De repente, a medida que Brayan comenta por qué tuvo que patrasiarse en su plan para llegar a Cúcuta en cicla, calla y mira hacia atrás, tal como miran a quienes los persiguen las sombras del recuerdo y, en el acto, parece que el rostro de su hija se dibuja en sus ojos, antes de que tuerza sus pasos junto a Zuleidy y Angelo en una de las esquinas de la carrera 15 con calle 10, diagonal a la actual Dirección de Reclutamiento del Ejército Nacional, cuyo edificio de estilo academicista nace en 1916 con la premisa de ser la Facultad de Ciencias Naturales y Medicina del Universidad Nacional, y en 1984 se convierte en otro monumento de los que por aquí se pilla

De momento, los tres alzan la vista hacia la Avenida Caracas, mientras cruzan la 15 y Anyelo le menosprecia a Brayan su método de «romperse la madre» cuando le enseña los saltos mortales, pues al Anyelo le gusta el agite y sabe sus cositas de Taekwondo, Kick boxing, y boxeo. Así, cual profecía astral, súbito eclipsa a la Luna llena menguante el Obelisco de Los Mártires, cuya columna de 17 metros, estilo griego, honra desde 1880 a los «mártires de la Patria» entre ellos algunos venezolanos como: el Teniente Coronel Andrés Linares, el Capitán insurgente Felix Pelgron y el Gobernador y Capitán General de la provincia de Tunja Antonio Palacio. 

Al acto, los tres ya dan visaje en la Plaza de Los Mártires donde, cuál aroma a fuego fatuo, un olor a culo emerge de sus jardines con amarantos, claveles chinos, palma choquito y otras chimbadas. Mientras, un man todo visajoso, que todo el tiempo va con las pintas, pero rezagado ¡tan! Va y se destapa cuando muestra el bicho y dizque les hace sesión de fotos. El gil da papaya, junto a los que mal llaman venecos, con al excusa de que tras de ellos, cual telón, se alza la Basílica Menor del Sagrado Corazón de Jesús o templo del Voto Nacional donde, en 1902, ya puesta su primera piedra, el Arzobispo Bernardo Herrera propone que su construcción sea un Voto por la Paz Nacional «para recordar a la nuestra y futuras generaciones que lo hijos de Colombia […] se volvieron a Jesucristo implorando su clemencia» debido a la Guerra de los Mil Días. 

De chimba, cual decreto impuesto al corazón, de ahí en adelante el conjuro que reza La Salve se cierne sobre cada semilla de la nación colombiana, quien acepta en su corazón el pecado original al suplicar en oración, cuales «desterrados hijos de Eva», cada vez que se regala una corona de rosas a la Virgen María, así como los claretianos que, por devoción al inmaculado Corazón de María, administran la Basílica Menor desde 1911. Es por eso que los pasos de Zuleidy, Anyelo y Brayan son tan iguales a los de cualquier otro paisano, pues, al igual que ellos, nuestra condena es ser desterrados en este pedazo de tierra consagrada a la que llaman Colombia; en este pedazo de barrio al que llaman el Voto Nacional. 

—Lo primordial es llegar a Venezuela. Okay, yo sé que no es fácil. Y se que también, por esta pandemia del COVID-19, tienen las fronteras cerradas. Me va a tocar esperar también. Y sé que no va a ser fácil, pero es que, como te estaba diciendo: acá ya no estoy haciendo nada. Ya, desde que comenzó la cuarentena, me quedé sin empleo. He buscado, no he conseguido… yo tengo que buscar la manera de tener algún ingreso, ¿sí? Tengo una niña pequeña, a la cual, tengo que velar por ella. 

Un tal Shanghai sale de un rancho dizque republicano que bordea toda la esquina de la carrera 15 con 11, el cual fue, es y será pensión o paga-diario para el inmigrante o desplazado que, cual Siervo sin tierra, parche por aquí. Su nombre es Guillermo Hurtado Garcia y es parcero de Anyelo—, 25 años, zuliano, peleador completo—. Transan ahí unas palabras y Anyelo se pira hacia su pensión sobre la 16, pues acuerdan salir de ahí con las carretas que camellan, calle arriba y calle abajo, entre toda esta joda por la COVID-19, pues «los de corbata» ahora van y salen con que en la calle solo pueden andar los giles de las 43 excepciones que manda el Decreto 749 del 2020. Aún así, tanto Shanghai como Anyelo a juro deben ir a rebuscar, pues los pensionistas, el hambre y los bebés no entienden de COVID-19. Bien lo sabe Anyelo en su camino por la calle 11 donde, tras las fachadas de negocios que ocultan a los ojos las pensiones, las almas de quienes migran se desdoblan bien sea por amor, promesas, vicios o destierro. 

— Hoy también voy a [cambiar de ruta] de trabajo por la cuestión de la cuarentena [sonido gutural]. Vos sabéis que por allá, donde estamos trabajando, está todo cerrado. Y quise venir hoy con Shanghái por aquí para ver si había algo, pero no veo vida pa’ mí. Pues, esta última semana no he trabajado. Vos sabéis por la cuestión del niño: qué iban a hacer. No he trabajado como pues, gracias adiós, pues, le hicieron el baby shower, nos callo algo de dinero, yo había ahorrado un poco—pa’ cuando viniera el niño—.

Al rato, Anyelo no lo tiene presente mientras va con carreta en mano por la carrera 15 con 31a, pero hace 18 días a Brayan le ligó viaje a Cúcuta cuando hizo un torcido por $280.000 con una intermediaria que se cruzó en la Terminal de Transportes del Norte, aunque, quién sabe cómo, en medio de esta restricción a ruletear cuando venga en gana por el artículo siete en el mismo Decreto 479. Pero cómo el chino va tener cabeza para eso, si es que encima se le vino el pelado una noche nublada del 24 de julio. cuyas nubes, cual humo, cubrieron el Instituto Materno Infantil donde a Zuleidy —taciturna, 20 años, zuliana— le dieron su chute de oxitocina a las 37 semanas de su embarazo, pues la placenta le iba jodiendo a su hijo Anyelo Andrés Villegas Colina —ochomesino, rabietas, bogotano— quien, ante los ojos de Zuleidy y Anyelo, emerge en medio de este tierra abonada por sangre y plegarias, tal cual lo hacen las flores cuando emergen del lodo. 

—Sí lo afectó en que no pude hacerme el control a tiempo. Y cuando yo…fui para la inducción del parto, que me atendieron los médicos, me dijeron que la historia estaba un poco insuficiente, porque me faltaban algunos controles. Yo tuve solamente tres controles, lo demás fueron citas por urgencia del Materno. No fueron así como que una cita que tenía específico con un ginecólogo que me iba a ver toda la historia, no. Por ejemplo, lo que hubiesen sido las ecografías que yo me hice al final ya al final de embarazo, hubiesen sido muy difíciles de hacerlas, porque, solamente la ecografía normal salía en $ 60.000 pesos, y yo en la últimas semanas me hice me realicé tres ecografía normales y tres doppler para ver los de la circulación de la placenta. Y…esa son más costosas. Aparte me realicé otro exámenes que esos no los tuve que pagar sino que esos los cubría la OIM. 

Ambos saben bien que, cual cana, 23 semanas pasaron antes de que a Zuleidy le canten la vuelta para que reciba su primer control prenatal con todos los juguetes. De pura chepa, porque unas jévas con chaleco de la OIM pasan y hacen un censo de las piponas y los bebés en esa pensión tetiada de venezolanos debido a el primer Aislamiento Preventivo Obligatorio del Decreto 457. Ahí le tiran el dato: a la Subred Integrada de Servicios en Salud Centro Oriente la contratan para que dé asistencia humanitaria a cualquier venezolana preñada en las UMHES del Materno y La victoria, dentro de todo esa vaina de plan RMRP cuya ejecución le toca a un tal GIFMM, pues es la plataforma de coordinación nacional para dar respuesta conjunta entre la OIM, ACNUR, 14 agencias de Naciones Unidas, 24 ONG internacionales y cuatro miembros del Movimiento de la Cruz Roja.

—No iba a pagar la ecografía sino que me la iban hacer porque el doctor la estaba pidiendo para ver el… desarrollo del bebé. Y vino la señora y empezó a decirme de que las mujeres venezolanas eran unas desconsideradas; de que siempre no se hacían los controles; que si venían lo niños con enfermedades, los dejaban botados; que por qué no había pensado en protegerme, en cuidarme. En cosas así, me estaba diciendo.Y me hizo sentir un tanto incómodo eso. Yo no le quise responde nada, porque, después, es como que caer en lo mismo de que todos los venezolanos son groseros. Y, no, no, no. Y, de paso, es que también la ecografía me la estaban haciendo gratis y, la ecografía, sale en 60.000 pesos ahí en el Materno. 

Un sol de medio día en julio, cual candela, a penas si hace sudar a Anyelo con su carreta en mano, porque en su tierra el calor es una cosa de locos, aunque eso no evita que le saque escama alrededor de la chaguala que tiene en la nuca, la cual ignora si le apareció por aguantar el trote diario, al Sol y al agua, en sus rutas con la carreta o, si bien, por una infección a raíz de los ácaros que se lo chasquearon donde la cucha Clauida durante el aislamiento. Aun así, cual sopla el viento, al soplo llega un día de agosto cuando la luz del atardecer deja ver que, la chaguala, ahora le chimbea más cuero de la nuca a Anyelo, mientras camina por los senderos que bordean al río Fucha desde la avenida Ciudad de Quito hasta el romboi de la avenida Calle 1 junto con su «tía Hirosmi», cuyo nombre completo es Hirosmi Neslemar Robles —41 años, valenciana, ambigua—.

—Que somos malos, que todos son ladrones, que aquí no había delincuencia. El otro día también escuché una noticia así. La gente… la gente, porque, bueno. Sabes qué pasa… que el de boca en boca funciona, pa’ bien y pa’ mal, pero funciona. Entonces, si allí atracan a alguien, y es un colombiano, obviamente no, eso no. Pero, como atraquen a alguien, y es un venezolano, todo el mundo lo dice: era un venezolano. Era un veneco, un veneco… No, o sea. Sí, es verdad, hay ladrones, hay sinvergüenzas Yo estoy total y completamente en contra de ello. Me dan vergüenza, pero no somos así. No tienen que generalizar y no tiene que tratarnos a todos como ladrones, porque no todos somos así. 

Anyelo carga consigo una tula donde lleva una paca de pañales y ropa de bebé bien pispa, porque unos tales miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de chéveres, le regalaron ambas cositas. Claro, eso sí, porque tanto Anyelo e Hirosmi, así como casi todos los miembros de su familia, por bautizo son miembros de esa Iglesia, la cual declara al Libro del Mormón como el Evangelio restaurado por la mano Jose Smith quien fue, es y será su profeta. De momento, en pleno malviaje por no encontrar el camino hacia la avenida Comuneros, Hirosmi y Anyelo se encuentran de la nada al pinto conque parchan cada vez que andan en ese vaina de la reportería, dizque para hacer una historia de quién sabe que joda. El caso, es que de chiripa se encuentran y al rato se ponen hablar sobre el Brayan.

—Cuando ellos estaban pequeños, yo no quería que ellos se cayeran, porque me dolía. Tu vez tu bebé y tu no quieres que se caiga. Pero tú comprendes después que esa caída es necesaria para que ellos agarren seguridad, para que aprendan a levantarse, para que aprendan a caminar, es necesario que se caigan. Entonces, así como cuando ellos estaban pequeños, había que dejarlos que se dieran sus trancazos para que aprendieran, así es ahorita. Siempre […] yo he pensado así. No sé si esté equivocada, pero yo siempre he pensado así. Ellos deciden y yo respeto; yo no quería que Brayan se fuera a Venezuela. Y yo no quería para nada; no estoy de acuerdo conque se haya ido. Pero fue su decisión, yo la tengo que respetar.

Entretanto, tía Hirosmi, se marea por no conocer calle ni carrera y le asara el parche a Anyelo, ya que la señora es bien aletosa. Aunque, el chino ya le conoce la labia y nada le aflige, porque a hoy, justo el día en que el pelado cumple un mes de nacer, ya todo la vaina de su nacionalización la tiene lista y al pelo, debido a que la Registraduría Nacional del Estado Civil, tras su resolución nº 8470 del 2019, dizque adopta una medida de carácter temporal y excepcional al incluir la nota de oficio «Válido para demostrar nacionalidad» en el Registro Civil de Nacimiento de niños y niñas nacidos en Colombia desde el 19 de agosto del 2015. Nota que se da solo a los menores que sean de padres venezolanos y estén riesgo de esa chimbada de la apatridia. Bien lo saben esos 6.849 menores en Cundinamarca y Bogotá que los han registrado bajo dicha medida. Y cómo no que sí, manito, si es que los dice el informe ABCÉ para la nacionalidad de los niños y niñas nacidos en Colombia con padres venezolanos.

—La celadora me dice que (me habló como con grosería. O sea, no me gustó mucho el trato, pero qué más); me dijo que…que no… ahí no se hacía eso porque yo era extranjero (no sé si sería por eso que me trató así, feo). Me dijo que, como era extranjero, que no lo tenía que hacer ahí, que tenía que ir para la Notaría en la 1, 2, 3, 4. Y me dejó así boludo. Yo no sabía…pues no; no me acordaba de la Notaría ni de nada de eso. Y quedé así y yo: «Ah, bueno y ahora pa’ dónde quedará esa Notaría».

Jarolt Agustín, Jeremi Alejandro, Luis David, cada uno con apellidos Villegas Robles, son hijos de «tía Hirosmi», aunque la doña también quiere y llama hijo a Brayan por maricadas de la vida y sin que le importe que su apellido sea Montaño Villegas. Así lo recuerda cuando patonea por la avenida Calle 3 entre el cansancio y el empute, pues, en su camello, le toca calle arriba y calle abajo cuando lleva los domicilios de un restaurante y, de Anyelo, es la hora que no ha tomado ni un tinto a pesar de que ella lo acompañó por los coroticos del criaturo. Como sea, con el mismo cansancio y genio Hirosmi, llega a la casa donde vive su hijo Jeremi —21 años, zuliano, misionero retornado— dizque un noche de septiembre donde, cual horizonte de sucesos, otra Luna menguante, anuncia el punto de no retorno, pues Jeremi está a horas de que un tal Prefecto le haga la vuelta de su casamiento desde Venezuela. $32 dólares transó el chino con un jáibo de por allá para hacer un video que ni para qué contar, lo cuales se levantó a punta de motilar a cuanto pinto llega por allá al local bien gemelo donde él trabaja en el norte.

—Ocurre algo: yo soy muy obediente…en ciertas cosas. Soy obediente; yo soy obediente, pero no soy tan temeroso al Señor como es ella. A lo mejor, ella no es tan obediente, pero es muy temerosa al Señor. Entonces, es un equilibrio entre los dos. Por ejemplo, si ella no, no, no conoce el diezmo, yo le apoyo a ella en el diezmo y le enseño. Si… ella, yo, ella, a veces, digo groserías ella me ayuda; me apoya con la groserías. Este y…, a lo mismo, vivimos los mismos principios. Es como que… yo, por ejemplo, yo estoy claro que con ella no voy a tener problemas de… no sé, de infidelidad, porque los dos vivimos la Ley de Castidad. No voy a tener problemas con ella de que ella se vaya pa’ fiestas o algo, porque ninguno de los dos tomamos; ninguno de los dos, o sea, vivimos La Palabra de Sabiduría y cosas así (¿sí me entendés?). Los dos fuimos misioneros, en cambio, como misionero, a uno le enseñan en la misión a hacer planes y cosas. Viví con unos carajos que ni conocía, que me los enseñaron así: «Este…Élder Villegas, el es Élder (no sé); Élder Torres. Ahí, ustedes van a ser compañeros, váyanse para el área donde les tocó» Ahí fue donde los conocí, ya. Y viví con un carajo de esos seis meses, sin conocerlo, echandose pedos durmiendo al lado, 24/7, juntos ahí [Anyelo: «en cucharita»]…Compañeros. Ya para mí tener a alguien, a mi lado, no es un problema. Ya estoy acostumbrado a eso. Y, si supe vivir bien con ellos, con Angie también. 

Hace rato, Jeremi le tiene servido severo plato de lentejas con tremendas arepas a su mamá, Hirosmi, porque hoy todo debe quedar bien fashion en la casa y, la doña, va a meter mano junto a su suegra, cuñada y concuñada para que ese primer piso quede ni se diga. La verdad, casi frío esta el plato, pues el viaje que Hirosmi hizo hasta ahí, tras salir del restaurante, es cosa sería. Jéremi vive con su prometida en la casa de número 0-47E, a la cual se llega por un camino siego y adoquinado que asciende por una de las pendientes del barrio La Península. Al momento, llega Angie Paola Herrara, la jeva de Jeremi, y se forma el brinco. Jeremi, por andar en la güevonada con Anyelo y el man que friega resto con eso del periodismo, olvidó traer la ponqué para la celebración de su matricidio. Quizá, por la traga y la ilusión de tener una familia eterna, tal cual lo dice el plan de salvación para cada Santo de los Últimos, el chino sale como volador sin palo hacia La Victoria por el ponqé.

De momento, cae la mañana del 8 de septiembre donde, cual gala, reluce la decoración más sencilla alrededor del dichoso ponqué de tres pisos para la ocasión. Uno a uno los invitados llegan y ven sobre el último piso del ponqué las placas de misioneros tanto del Jeremi como de la Angie, pues ambos sirvieron en la Misión Valencia hecha por la Iglesia en Venezuela. Aunque, por chimbadas de la vida, fue en Bogotá donde se enamoraron. Al rato, entre chinches y adultos, no hay más de una docena de personas en la sala, pero en la transmisión que hacen por un tal Zoom, hay dizque 43 usuarios y, en el bicho que transmite esa joda, se ve más de una cabeza por cámara. El caso, es que la esposa del Jeremi baja del segundo piso, cual brillan los comentas en el cielo, con vestido de novia y un collar de brillos en el cuello mientras la acompaña su madre, pues el cucho se le enfermó de Covid-19 hace un tiempo, recién salió de la UCI y desde una habitación en el segundo mira todo el suceso desde el bicho. El video es que Jeremi fue quien lo contagió.

—Me aislé, papi, de una vez. Y tomé mucha sopa de pata de pollo y ya. Que hice un cambio de vida o algo, no. No, no hubo, por ejemplo, en el trabajo me pidieron la…la prueba. ¿Qué tomé? Sopa de pata de pollo más nada y acetaminofén.

Una vaina en el pecho, cual lastre, acompaña ese día a Hirosmi Anyelo, Zuleidy, Jeremi y hasta al pinto que hace periodismo, pues echan de menos al Brayan para hacer la recocha durante el matricidio. Pero, tal como lo saben cada uno de ellos, no hay nada qué hacer. Brayan, a dos días de cumplir dos meses de viaje, aún no llega a su casa en San Carlos, estado Cojedes, donde lo esperan su mamá y padrastro para que camelle junto a ellos en su fábrica de alimentos. Camino es lo que ha recorrido el chino desde que salió de Bogotá una noche del 10 de julio en un carro particular, llegó a Cúcuta para durar 16 días en un cambuche, cruzó la frontera para hacer 14 días de cuarentena en el PASI de Táchira y, de ahí, cayó al PASI de Cojedes donde salió positivo para Covid-19. Aún así, a los dos meses y un día de iniciar su viaje, Brayan llega a su casa y es uno de los 90.000 paisanos que, como dice El espejismo del retorno, con una mano adelante y la otra atrás regresan a Venezuela. País que, cual árbol se despide de sus hojas en otoño, se despide de su nación y su diáspora ahora, cuales hojas al viento, ya no sueñan regreso.

—¿Qué pasó, mano? ¿Cómo está todo? Soy yo, Brayan, mano. Gracias a Dios hoy…llegué a mi casa. O sea, llegué, no como tal, pero…pero sí ya estoy en mi casa, pues. Tengo que guardar 21 días de reposo aquí en mi casa, pero, por lo menos, ya estoy aquí con mi familia, pues. Tengo que guardar 21 día de reposo y, a los 21 días, me repiten la prueba. Imagínate toda la vaina que llegué (vos que querías hacer el viaje conmigo) imagínate todo los que pasé. Ni te imagináis, mano, tuve que hasta dormir en piso por 15 días, en la tierra, literalmente en la tierra. Ni siquiera los ñeros de allá de Bogotá, que duermen en el piso, en las aceras de…de la Plaza. No, en la tierra, literalmente, allá en los; en los cambuches de Cútcuta. Cuéntame cómo está todo, mano

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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