Carlos A. Rivera.
Observatorio de Construcción de Paz
Al igual que en cualquier oficina de servicio al cliente, el sistema se ha convertido en la excusa perfecta para argumentar cuando las cosas no se pueden hacer. Hay que reconocer que en muchos casos las normas de seguridad ofrecen más limitaciones que ayudas y el empleado no tiene más posibilidades que repetir una y otra vez "no puedo hacer lo que usted pide, porque el sistema me lo impide".
De ahí las muchas quejas al proceso de paz, que se ve obstruido en un sistema legal, jurídico y político que recuerda los recorridos de las novelas de Kafka que no producen resultado alguno. Hay avances, pero siempre a una velocidad que despierta quejas en una sociedad acostumbrada a la velocidad de la respuesta urgente y a corto plazo.
No es solo una coincidencia que en la sociedad industrial la noción de máquina se haya convertido en la analogía más común para referirse a todo lo que funciona, pero sobre todo para mencionar el mecanismo complejo de lo que se ha construido. La asociación técnica de la máquina obedece principalmente a la velocidad: las construimos para hacer las cosas a mayor velocidad de lo que podríamos hacerlas nosotros mismos.
Pero hay una excepción en el sistema burocrático, que inicialmente organizó los trámites para garantizar los pasos que se deben dar para un procedimiento correcto y terminó convirtiéndose en una construcción que hace lento lo que puede ir más rápido.
Es este el caso de los procesos de paz: una máquina burocrática que va a un ritmo más lento del que muchos esperaríamos; sin embargo, hay que tener en cuenta que todo sistema se construye con un propósito específico, por lo que valdría la pena evaluar algunos elementos de éste bajo la teoría de sistemas.
Reconozco que la dura crítica a la modernidad tecnócrata da argumentos válidos para desestimar una comparación entre los procesos de paz y un sistema, pero lo que pretendo con este texto es invitar al lector a pensar la teoría de sistemas de forma compleja, para interpretar las relaciones sociales en torno a la construcción de paz.
Ya conocemos de sobra que la paz es una palabra codiciada, sobre la que los politólogos analizan, los publicistas pautan, los medios venden, los ciudadanos compran y los políticos hacen proselitismo. Pero al relacionarla con el sistema vivo llamado sociedad debemos pensar en las posibilidades que tiene para el juego subjetivo de los anhelos y la construcción de una realidad mediada por el lenguaje.
Justamente, comentaré las implicaciones del lenguaje de los actuales procesos de paz en Colombia. La característica principal de los sistemas es que están interconectados y son interdependientes, por lo tanto, construirlos o alterarlos tiene muchas implicaciones en la vida. Nótese que mantengo una analogía entre los sistemas vivos y los sociales, asumiendo que podemos entender a la sociedad como un organismo que se genera desde adentro y es dinámico.
La noción de reparar las víctimas del conflicto permite suponer que hablamos de una máquina, que se ha averiado y debe ser reparada (o reemplazada), tal como sucede con cualquier otra herramienta (esta terminología permite pensar que la analogía tecnócrata no es exagerada). Es bueno recordar que desde la filosofía, una máquina no es simplemente técnica, pudiendo ampliar el concepto a todo lo que funciona como una red de conexiones.
En ese sentido valdría la pena reflexionar las conexiones que se deben reparar para restituir a las víctimas de un conflicto, así como la relación de dichas víctimas con un país, que se muestra masivamente agobiado con la guerra. Aunque hay que reconocer que hay élites que se benefician del conflicto de manera soterrada e incluso ilegal, pero con beneficios millonarios que incluso permiten alterar las decisiones políticas; y es esa la razón por la que el conflicto se ha mantenido como una guerra interna.
No sobra recordar que todo sistema se construye con un propósito. En este momento enfrentamos la paradoja de tener que tomar decisiones urgentes y profundas; es decir, pensadas a largo plazo pero tomadas lo antes posible. Ante la eventual participación de la ciudadanía en la consulta sobre el proceso de paz, vale la pena que cada uno tome su posición, para la que sugiero convendría ver el todo como un sistema del que el ciudadano también hace parte, y construye relaciones funcionales.
No se trata solo de un voto o una decisión política, sino que la respuesta que cada uno tenga con respecto a una consulta colectiva determinará el funcionamiento futuro de la sociedad. Seguramente, lo que acaban de leer ya lo sabían, por lo que me pueden objetar el haberles hecho perder el tiempo leyendo una página para repetirles una vez más la importancia de la participación ciudadana o la relevancia del proceso de los diálogos de paz. Más aun sabiendo que mientras usted leía esto seguramente se están tomando decisiones que alteraran el proceso: las elecciones presidenciales, los acuerdos sobre la distribución de tierras y muchos otros temas relevantes. En fin. En resumen, lo que quiero es resaltar la relación de una decisión con otras, ya que todo se encuentra en un denso tejido del que hacemos parte.
Ya no se trata de pensar en el moralismo humanista que fracasó tras los muchos intentos de exaltar al ser humano, porque hay que admitir que cada vez es más difícil dilucidar la dimensión del ser humano ante la magnitud enorme del sistema, dominando por las enormes e inaccesibles estructuras burocráticas y gubernamentales. Pero vale la pena pensar en la red social como algo propio y dinámico.
Por último, quiero dar la definición que se opone a la paz según la teoría de sistemas: un conflicto es la imposibilidad de relacionarse. En un sistema social, es la negación de relaciones con diversas formas de pensar. Así pues, he intentado explicar brevemente las razones por las que hago la analogía del sistema de construcción de paz. El tema da para extenderse mucho más, pero prefiero que cada quien lo reflexione por sí mismo.