"Acordeones en el Magdalena Grande", columna de Salomón Kalmanovitz en El Espectador

"Acordeones en el Magdalena Grande", columna de Salomón Kalmanovitz en El Espectador

Utadeo en los Medios
"Acordeones en el Magdalena Grande", columna de Salomón Kalmanovitz en El Espectador
Lunes, Abril 22, 2019
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El profesor emérito de Utadeo hace un breve recorrido por la historia del género vallenato, considerado el más popular de la música colombiana, en el que convergen las raíces africanas, indígenas y europeas.
Fotografía: Oficina de Comunicación

El vallenato, ese género que nos remonta al Caribe colombiano y a las historias de sus gentes, contadas a través de los juglares, se ha abierto camino en los últimos años hasta llegar a ser el más popular de la música colombiana. A propósito del relato de Joaquín Viloria, en su libro Acordeones, cumbiamba y vallenato en el Magdalena grande, el profesor emérito de Utadeo, Salomón Kalmanovitz, en su columna de opinión en El Espectador, hace un breve pero significativo recorrido por la historia de este ritmo musical, de origen campesino, en el que convergen las raíces africanas, indígenas y europeas.

Así pues, corría la primera mitad del siglo pasado, cuando el porro y el merecumbé, por cuenta de los maestros Lucho Bermúdez y Pacho Galán, comenzaron a abrirse camino más allá de Fundación y Ciénaga, sus municipios de origen. Sin embargo, el vallenato como manifestación cultural ya se había forjado a finales del siglo XIX, en el entonces Estado Soberano del Magdalena: “El vallenato fue también música de vaquería, asociada a la hacienda ganadera y a las labores agrícolas y forestales. Los músicos eran también vaqueros y cosecheros. Intérpretes de origen humilde como Pacho Rada y Alejo Durán iban de pueblo en pueblo montados en sus burros, acordeón al cinto, pero también surgieron figuras de las clases acomodadas como Rafael Escalona y más recientemente Carlos Vives, quienes lustraron sus composiciones y letras”, narra Kalmanovitz.

En ese sentido, el vallenato pasó rápidamente de ser una música vulgar a un género hecho para hombres que se reunían en parrandas para exaltar a terratenientes prósperos, contrabandistas y marimberos: “Aunque hubo algunas incursiones de mujeres músicas, el vallenato fue siempre un mundo cerrado de machos; su ritmo terminó acelerándose y electrificándose, añadió batería y coros, volviendo así a ser música para bailar y festejar eventos sociales”.

Sin embargo, después de 1950, y apoyado por una ola de intelectuales y políticos, entre ellos García Márquez, Zapata Olivella, Alfonso López Michelsen y Cepeda Samudio, el vallenato comenzó a perder el estigma que había sufrido. Así es como se materializa el Festival Vallenato de Aracataca, que posteriormente se trasladó a Valledupar.

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