Texto, fotografías y edición por: Luna Martinez
El evento, que prometía reencuentros, conmemoración y celebración, contó con la inscripción de 600 personas, de las cuales solo 200 tuvieron la oportunidad de conocer la vida y el legado del padre rebelde Camilo Torres. Además, participaron en un foro abierto con personalidades del ámbito político y artístico, donde se reflexionó sobre la relación entre paz, arte y cultura.
Antes de dar inicio a la puesta en escena, la dramaturga y activista Patricia Ariza contextualizó el trabajo que el grupo La Candelaria ha realizado con esta representación desde su primera función, hace más de diez años. “En la iglesia y en el clero no se permite que las mujeres sean sacerdotisas; aquí, en el teatro, donde todo es posible, ellas llevan la sotana esta noche”, afirmó Ariza, destacando el carácter transgresor y simbólico de la obra.
Pero, ¿por qué Todos somos Camilo? ¿Por qué el personaje salta de cuerpo en cuerpo, prestándose a albergar su espíritu? En conversación con Nora, actriz de La Candelaria, nos explicó que, en un inicio, cuando se estaba construyendo la obra, se había planteado que solo un actor interpretara a Camilo. Sin embargo, no se sentía completo; a veces, no solo no se sentía, sino que parecía estar presente en cada uno de los actores. Su voz y espíritu brincaban, se manifestaban. Entonces, la directora de la obra decidió tomar esa sensación y potenciarla, permitiendo que Camilo fuera un personaje colectivo.
Fiel a la tradición del Teatro La Candelaria, la obra se desarrolló bajo la metodología de creación colectiva, una práctica que ha caracterizado a este grupo desde su fundación. En escena, el montaje no solo reconstruyó la historia de Camilo Torres, sino que también planteó preguntas sobre el papel del arte en la transformación social. Sorprendió con personajes como la Muerte, una dama elegante, risueña, que adora cantar y acompaña al protagonista en su proceso de reafirmación de ideales, pronunciando con ironía: “Que nadie intente reemplazarme y menos de manera violenta”. También apareció el Diablo, que surge en los momentos de mayor crítica y crisis, y la multiplicidad de Camilos, quienes representan la complejidad del misticismo y la rebeldía del personaje.
La función estuvo acompañada de un ensamble musical en vivo que, con sonidos andinos y latinoamericanos, reforzó la carga emotiva de la puesta en escena. La música no solo ambientó los momentos clave de la obra, sino que también sirvió como un puente entre la memoria histórica y el presente.
Más allá de una representación teatral, la obra se convirtió en un acto de resistencia y memoria. A través de la dramaturgia, la música y la actuación, el evento conmemoró la figura de Camilo Torres y su lucha, abriendo el espacio para una reflexión sobre el papel del arte en la construcción de paz en Colombia.
"Con esta sotana yo arrastro el peso de tu milagrosa rebeldía.”