Escrito: Carolina Labrador
Corrección/edición de estilo: Bibian Riveros
Ilustración: Julián Díaz
Al escribir este artículo, me encuentro con la hoja en blanco, al iniciar un proyecto, es lo primero que veo. He mirado mis dedos ubicados en el teclado, pero la musa no me ha susurrado el canto de la inspiración, me he bloqueado. ¿Te ha pasado, lector?, ¿Ves un mundo de posibilidades, de tal magnitud, que lo único que percibes es el blanco en el que se presenta? Isabel Allende compara esto con una larga meditación; Carla Brunetti toma “la escritura como la posibilidad de crear el mundo que deseamos en el momento en que queremos”. Sin embargo, enfrentarse al monstruo frente a nosotros no es fácil, iniciar a construir los pilares de la realidad que vive entre las hojas es abrumador.
La hoja en blanco también es conocida como el bloqueo del escritor, es decir: la presencia de una barrera mental, la incapacidad de, por un tiempo indeterminado, no poder escribir. Varios estudios psicológicos demuestran que puede deberse a una o varias de las siguientes circunstancias: miedo, ansiedad, falta de inspiración, fatiga mental, falta de motivación, distracciones externas, presión o falta de confianza en sí mismo. La hoja en blanco hace que el escritor más experimentado o el aprendiz de este oficio se enfrente a sus miedos, a sus sueños y la realidad que desea plasmar.; Para expresarlo de otra manera, tomemos a Ana María Matute, ella dijo que “escribir es la manera de estar en el mundo, de ser”, por ende, el espectro de la hoja en blanco se vuelve más intimidante.
Las palabras son hermosas y peligrosas, majestuosas y temibles, fáciles de ver, pero difíciles de atrapar. Para los escritores las palabras son la forma de vivir y aprender a conocerse; el proceso de adiestrarlas es otra forma en la que podemos ver este fenómeno. El lector recordará que la hoja en blanco o la musa en bruto no es tan temible cuando se está en el auge del sentir, en donde las emociones se tornan en la mente tan claras que los dedos se mueven solos, con el mínimo esfuerzo, dueños de sí mismos. Eso es precisamente lo que se extraña cuando la musa se aleja y la pregunta ‘¿volverá la escritura?’ se torna tan presente cómo la ausencia de ella.
Y aunque no se ve, en ese momento nunca se está solo, en cada etapa y en cada época un escritor se habrá hecho la misma pregunta. Nombrándolo y enfrentándolo de manera distinta:
Franz Kafka se enfrentó al bloqueo refiriéndose a él en sus diarios:
20 DE ENERO DE 1915: El fin de la escritura. ¿Cuándo me retomará?
Con el inicio de la Odisea, Homero enfrenta la hoja en blanco con una plegaria a la musa:
“Háblame, Musa, de aquel varón ingenioso que anduvo errante largo tiempo”.
El término “bloqueo de escritor” fue acogido por primera vez por Edmund Bergler en 1950 estudiando las "inhibiciones neuróticas de la productividad"., Como se ha mencionado anteriormente, son bloqueos psicológicos profundos que están arraigados en ansiedades, miedos o conflictos emocionales. Lo cual no quiere decir que este fenómeno no se presentara antes, como lo han llegado a expresar algunos estudios del tema, ya que desde que se es humano se tiene la disposición de tener miedo al éxito o miedo al fracaso.
Y con eso el lector podrá comprender no solo que en Kafka reinaban las inseguridades, que es propia también de los grandes autores, sino que la falta de fe en sí mismo es una condena a la musa en bruto. Es crear una sentencia al escritor interno para que se consuma en las llamas y el olvido. Qué una plegaria a las musas no es solo una herramienta narrativa, también es un inicio para enfrentar la creación de un mundo que vive en los libros.