CUATRO BRILLANTES DECENIOS DE REFORMAS Y APERTURA DE CHINA

CUATRO BRILLANTES DECENIOS DE REFORMAS Y APERTURA DE CHINA
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Viernes, Septiembre 7, 2018 - 11:30
País: 
China
Autor: 
Enrique Posada Cano

Se cumplen este año cuatro décadas del lanzamiento de la política de reformas y apertura que ha conducido a China de ser uno de los países más pobres del mundo, con un ingreso per cápita muy bajo y cero inversiones extranjeras, a la posición de segundo producto interno bruto global, solo superado por el de Estados Unidos.

China es ya la segunda potencia mundial y se encuentra en vía de constituirse en la primera hacia el año 2050, cuando, según el Presidente Xi Jinping, “China se posesionará en el mundo”.  Esta es la premonición, que debe cumplirse si nos atenemos al camino recorrido por el ‘reino del centro’ desde 1978 hasta hoy, con un crecimiento promedio sostenido del 10% y habiendo pasado de modo satisfactorio varias crisis, entre ellas la asiática de 1997 y la de 2008-2009, de carácter mundial, más el cambio de modelo iniciado por la dirigencia china en 2015. Este, dirigido a privilegiar el consumo sobre la inversión, el mercado interno sobre las exportaciones y la industria de servicios sobre la producción fabril, viene desarrollándose con éxito a pesar de las predicciones catastróficas anunciadas por diversos analistas, como consecuencia de ese cambio.  

China generó en 2017 una riqueza total de 12,86 billones de dólares, registrando un incremento del 11,2% respecto de 2016. Las ventas minoristas aumentaron un 10,2% ese mismo año, mientras que el incremento de la producción industrial fue del 6,6%[1]. Según la misma fuente, el año pasado la economía china se expandió a un 6,9 por ciento, con lo cual terminó la tendencia a la desaceleración gradual iniciada en 2011.  De este modo, el cambio de modelo se impuso inicialmente sin traumatismos que lamentar y ha frenado tanto el crecimiento de su superávit comercial con Estados Unidos y otros países como el impacto de un yuan subvalorado, según sus contrapartes, mitigando así su conflicto con ellos en torno a la competitividad económica.

Pero no es solo en los indicadores económicos donde fijamos nuestra atención para ponderar el resultado de cuarenta años de ejecución de esta política, sino principalmente en aspectos sociales, de educación y desarrollo científico-tecnológico. A propósito de cambios importantes en el espectro del nivel de vida de los chinos, la subsecretaria general de las Naciones Unidas, Amina J. Mohammed, recientemente calificó de ‘inmensos’ los logros obtenidos por China en la disminución de la pobreza y afirmó que su éxito provee "múltiples lecciones" para otros países en desarrollo. La funcionaria señaló que China condujo a 800 millones de personas a superar la línea de pobreza en un espacio de cuatro décadas, cifra que representa más del 70% de la reducción mundial de la pobreza. Esto ha permitido que el coeficiente Gini haya caído del 50 registrado en 2008 hasta un 46,2 en 2015[2].

Resaltamos la educación, por encima de múltiples factores, como el campo donde mejor se mide el desarrollo humano de un país, y en este aspecto, China sale avante también. Tal como dice la vicepresidenta del Banco Mundial para Asia oriental y el Pacífico, Victoria Kwakwa: "Proporcionar educación de alta calidad a todos los niños (…) es la base para una economía fuerte y la mejor forma de detener y revertir las crecientes desigualdades…China y Vietnam evidencian fuertes resultados en la enseñanza de alto nivel y equitativa”.  

China ha implementado una estrategia de largo plazo para convertirse en una economía de alta tecnología. El país ha presenciado cómo una enseñanza de gran calidad impulsa su crecimiento económico y el de la región. China tiene el sistema educativo más grande de la región, con 182 millones de estudiantes matriculados en educación básica. La matrícula neta en escuelas primarias en China ascendió a 99,9 por ciento en 2015. Las calificaciones PISA en Vietnam y algunas regiones de China muestran que estudiantes de los hogares más pobres arrojan buenos resultados en matemáticas y ciencias y hasta mejores que los estudiantes promedio de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).[3]

Además, existe un medidor importante del progreso de los pueblos en su carrera hacia el desarrollo: se trata de las pruebas a las que un portal como el Ranking Web de Universidades somete a las instituciones de educación superior del mundo. Según dicho portal, en su última encuesta, entre 2206 universidades del mundo se destacan tres de China: Universidad de Tsinghua, lugar 45; la Universidad de Pekín, puesto 59; la de Zhejiang, número 98, y la Universidad Jiao Tong de Shanghái, 101.

Todos los indicadores arriba enunciados se resumen en uno, el IDH (índice de desarrollo humano basado en ingresos, salud y educación). Este, para China en 2016, según Naciones Unidas, fue de 0, 727 en 2014, ubicando al país en el sitio 90 entre 188 países y regiones. Según el mismo, la contribución del crecimiento económico de China a su crecimiento de IDH fue de 56,3 por ciento[4].

Pero, en el plano de la investigación, sobre todo de la innovación científica y tecnológica, el gigante asiático no se queda atrás, y esto habla claramente de una reivindicación de su tradición milenaria como inventor de la imprenta, la pólvora, la brújula, el papel y un millar y medio más de descubrimientos registrados por Joseph Needam en su obra cumbre Science and Civilization in China. Fue este autor quien, a comienzos del siglo XX, se hizo una pregunta hasta ahora no respondida: ¿Por qué China, luego del viaje de retorno desde el Golfo Pérsico del almirante Zhang He se replegó a sus confines y frenó su poder creativo?  Hoy en día, los chinos  recuperan el aliento  y la imaginación y se atreven a volver por los fueros de su inteligencia realizando, entre otros proyectos: 1) el telescopio-observatorio más grande del mundo a fin de explorar la vida en otros espacios de la vía láctea; 2) en medicina, la posibilidad de las córneas de los cerdos puedan servir para ser trasplantadas en los ojos de los seres humanos; 3) el diseño de una clave cuántica desde un satélite a la Tierra, con lo cual se sientan las bases para la construcción de una red global de comunicaciones cuánticas a prueba de ataques cibernéticos. Este logro, que se basa en los experimentos realizados con el primer satélite cuántico del mundo a Escala Espacial (Quess), fue elogiado por la revista ‘Nature’ como una hazaña impresionante y un hito en su campo; 4) los trenes de alta velocidad “Hexie”, los más rápidos del mundo, con una velocidad de 500 kilómetros por hora; 5) “Tianhe”, el computador más rápido del planeta para aplicaciones civiles y militares, que puede realizar 2.500 billones de operaciones por segundo. Pesa 155 toneladas y vale 88 millones de dólares, y el teléfono inteligente “Ophone” que Lenovo ha lanzado en respuesta al iPhone de Apple, y cuya intención es conquistar el 50% del mercado local.

El gobierno chino tiene previsto aumentar su inversión en investigación y desarrollo a un 2,2% de su Producto Interno Bruto (PIB).

El avance de China es prodigioso, tanto en la proporción del I+D respecto del PIB como en el número de investigadores, de solicitud de patentes o grado de excelencia de los centros de investigación, razón por la cual la hegemonía de Estados Unidos, así como las posiciones de Europa y Japón en este campo, están en entredicho ante el imparable ascenso del gigante asiático.

En el momento en que hago el positivo avance anterior del ‘reino del centro’ no puedo evitar echar una mirada atrás para verme a mí mismo como testigo de ese proceso, viviendo y trabajando en Pekín en cuatro etapas fundamentales. Al llegar, a finales de los años 60 del siglo pasado, me encuentro con un país en el que el símbolo de su pobreza era la recolección de excrementos en las alcantarillas de las calles de las ciudades para convertirlos en ‘abono orgánico’ para los cultivos agrícolas. Presencio enseguida el estallido de un desastre de diez años llamado ‘revolución cultural’ con dos generaciones de jóvenes frustradas para el conocimiento. Años después, asisto a la recuperación del poder por parte de Deng Xiaoping, que da comienzo a este proceso de reformas que ahora celebramos. Dura fue su batalla para recuperar una visión correcta de la política y una noción científica de la economía, para imponer finalmente el modelo vigente de economía de libre mercado con características chinas.  En el ínterin de esos períodos históricos, experimento, junto al pueblo chino, el terremoto de Tangshan en 1978, tragedia que me reveló a los chinos como un pueblo con un coraje y una entereza ejemplares. Y con posterioridad a la muerte de Mao Zedong, ocurrida en ese mismo año, ese otro terremoto, de tipo político: la amenaza de toma del poder político de China por parte de la llamada ‘banda de los cuatro’, cuando las voces de ciudadanos opuestos a ella se habían refugiado en los baños públicos, en los sótanos del metro y otros lugares ocultos.

Después de casi dos décadas de permanencia en China, trabajando en tres períodos para el Buró Central de Traducción de las Obras de Mao Zedong y en un período intermedio como diplomático de la embajada colombiana, comparo al Pekín de ese entonces con la metrópoli de estos días y me viene a la memoria una anécdota de un prestigioso ingeniero colombiano que llegó allí en esa remota época invitado por mí. Al recorrer algunos sectores del norte y el oeste de Pekín me preguntó un día: ‘¿Dónde está la ciudad, la ciudad habitada quiero decir?’ Esa imagen de la capital de esos años presenta un fuerte contraste con la metrópoli de hoy, donde el promedio de pisos de los edificios de viviendas y oficinas es de ochenta pisos. Los de ese entonces eran edificaciones de paredes de ladrillos color ceniza de estilo soviético. Hoy uno puede contemplar diseños arquitectónicos tan audaces como el estadio llamado ‘Nido de Pájaro’, el edificio del Gran Teatro Nacional y las Torres de la Televisión Central. El gris es cosa del pasado y la policromía es la marca del presente.

 De esa década sesenta de mi primera incursión en China me vuelven a la memoria como dos imágenes simbólicas los zapatos de tela, los termos y los trajes grises de dos piezas unisex. Era como si los chinos no conocieran más colores. Pero era la moda, signo al mismo tiempo de su pobreza y de su incomunicación con el resto del mundo.

En un balance que se haga de estas cuatro décadas no puede faltar una creación estelar: los Institutos y Aulas Confucio que, cuantificados en más de un millar, andan repartidos por los cinco continentes. Son la expresión de un idioma que es el más hablado a nivel mundial y de una de las culturas vivas más antiguas del planeta.

Destaco también de este nuevo período el papel del Presidente de China, Xi Jinping, que en la última Conferencia de Davos, en Ginebra, se consagró como un líder de talla mundial. Además, por su concepción y puesta en práctica de un proyecto de dimensión planetaria: la nueva ruta de la seda.

 

Enrique Posada Cano

Director del Observatorio Virtual Asia Pacífico y del Instituto Confucio UTadeo.

 

Referencias:

[1] Instituto Nacional de Estadísticas de China.

[2] Ídem.

[3] Informe del Banco Mundial sobre educación en China: "Volviéndose más inteligente: Enseñanza y desarrollo equitativo en Asia oriental y el Pacífico". 15/03/2018

[4] El informe fue compilado de manera conjunta por el PNUD y el Centro de Investigación de Desarrollo del Consejo de Estado de China.

 

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