Fotografías y texto: Juan Diego Montealegre
Correción/ edición de estilo: Salomé Garzón
Desde su creación en 1970, ha sido un llamado global a proteger los ecosistemas, conservar la
biodiversidad y replantear nuestra forma de habitar el mundo. El día de la tierra está
establecido como una invitación urgente a reflexionar y actuar frente a la crisis ambiental
que enfrentamos.
A continuación, compartimos un pequeño poema que busca poner en palabras la
inquietud, el dolor y la esperanza que despierta este día.
Nunca me sentí del todo en casa entre el concreto y el cristal.
Los susurros de la ciudad; el crujir del metal; el zumbido artificial;
son los latidos de un mundo que se devora a sí mismo,
presa de su propia avaricia.
Cada año, más de diez mil especies desaparecen,
quedando en el olvido.
El tiempo avanza, y con él, también nuestros pasos hacia el camino entre las cenizas de
lo que alguna vez fue vida,
como si el paraíso solo existiera en recuerdos lejanos.
Pero no lo es. Es ahora.
Mientras lees esto,
cientos de miles de árboles caen, hasta no ser más que polvo en el viento;
montañas abiertas en canal por manos sedientas de oro;
criaturas silvestres cambiadas por monedas en el mercado negro.
El Día de la Tierra no es una fiesta.
Es un llamado.
Una pausa breve, pero esencial, para contemplar lo que estamos dejando atrás.
¿Qué huella queremos que quede en la piel del planeta?
¿Todavía queremos un legado manchado de sangre?
¿O seremos capaces, al fin,
de escuchar el llanto de la Tierra
y responder?
~ Holfmand