Texto: Luisa Onofre
Correción: Akemi Amaya
Ilustración: Juan David Barragán
Estas fascinantes especies, conocidas por sus ocho brazos pertenecen al filo Mollusca, clase Cephalopoda y orden Octopoda. Con mas de 300 especies descritas, se encuentran en todos los òceanos del mundo: desde el pequeño Octopus wolfi (de 2.5 cm) hasta el majestuoso Enteroctopus dofleini o pulpo gigante del Pacífico que puede alcanzar los 6 metros de longitud. La familia Octopodidae incluye a la mayoría de las especies mas comunes, entre ellas el Octopus vulgaris, protagonista de múltiples estudios sobre la cognición animal.
Los pulpos son verdaderos expertos en el camuflaje. Su piel posee millones de celular especializadas (cromatóforos y leucòfonos) que les permiten modificar su color y textura en menos de un segundo, lo que constituye su principal estrategia de supervivencia. Viven en hábitats diversos: desde arrecifes tropicales, las frías aguas árticas, zonas intermareales hasta profundidades mayores a los 5.000 metros. El pulpo común (o vulgaris) prefiere los fondos rocosos y arenosos de plataforma continental donde halla refugio en grietas y cuevas que transforma constantemente creando auténticas guaridas adornadas con conchas y piedras.
La temperatura del agua, la disponibilidad de oxígeno y la existencia de refugios son factores esenciales para su distribución. Además, son especialmente vulnerables a la contaminación por metales pesados y plásticos, lo que los convierte en importantes bioindicadores de la salud de los océanos. Poseen alrededor de 500 millones de neuronas lo que les permite resolver problemas complejos como abrir frascos con tapa de rosca, navegar por laberintos e incluso emplear herramientas. El Amphioctopus marginatus, por ejemplo, utiliza cocos y conchas como armadura en movimiento, siendo uno de los escasos ejemplos de uso de herramientas entre los invertebrados.
Son cazadores oportunistas que actúan principalmente de noche, capturando crustáceos, bivalvos y peces. Para acceder a sus presas, emplean parálisis química a través de su saliva tóxica y su pico córneo. Investigaciones recientes indican que tienen la habilidad de aprender por observación, algo raramente registrado en invertebrados. A diferencia de otros cefalópodos, los pulpos tienden a ser solitarios y territoriales. Cada individuo defiende su guarida con firmeza, aunque se comunican mediante variaciones de color, posturas corporales y texturas de piel, creando un sofisticado lenguaje visual.
Su ciclo vital es corto: las especies suelen vivir entre uno y dos años, aunque el pulpo gigante del Pacífico puede alcanzar hasta los cinco años. Su forma de reproducción es singular y letal: las hembras cuidan de sus huevos sin alimentarse durante meses y fallecen tras la eclosión, mientras que los machos mueren semanas después del apareamiento. Actualmente, los pulpos enfrentan amenazas severas: la sobrepesca, la destrucción de hábitats costeros, el cambio climático y la acidificación de los océanos. España, Japón y México son los principales consumidores a nivel mundial, lo cual genera una presión significativa sobre las poblaciones salvajes.
El Día mundial del Pulpo nos recuerda que estas criaturas merecen nuestra protección. Son un testimonio vivo de que la inteligencia ha evolucionado por vías muy diferentes a las nuestras, brindando una perspectiva única para entender la cognición y la adaptación. Al honrar estos maestros del océano, es crucial que reflexionemos sobre nuestro papel para asegurar que las generaciones futuras puedan seguir maravillándose ante el ingenio de estos seres de ocho brazos que surcan nuestras aguas.