Texto: Luna Martinez
Correción: Sofía Rodríguez
Ilustración: Julián Díaz
Me irritan los noticieros y su bombardeo de desesperanza. Me preocupa que hoy, 7 de octubre, se cumplan dos años del atentado terrorista de Hamas, y que el discurso sionista, el discurso de la superioridad de unos sobre otros, el discurso de la violencia, siga presente, desmantelando esa paz tan anhelada.
Qué incongruente es creerse con más valor que el resto. Si son los otros quienes nos enseñan, quienes nos enriquecen, quienes nos muestran el rostro plural de la humanidad. Si nacemos todos con los mismos pies para caminar esta tierra, los mismos músculos para trabajar y sembrar, los mismos ojos y oídos que hoy son obligados a presenciar tanta sangre.
Al aceptarla, al ceder bajo la propaganda y el miedo; armas atomias, nocivas para la humanidad. Al justificar lo injustificable con narrativas construidas para dividirnos, para someternos. El terror no tiene religión, ni raza, ni bandera. El terror es una ideología, una maquinaria que crece con el odio y se nutre del silencio.
Mi trinchera es la comunicación, es la verdad. La denuncia al terrorista, al egoísta, al aferrado al poder, al asesino, al violador de derechos y de cuerpos. Mi consuelo está en aquellos que aún saben amar y cuidar, en quienes no ceden al discurso del odio y reconocen que no hay nadie más valioso que la persona a tu lado. Así sea instinto o sus ideales no coincidan. Mi bandera es el respeto que no mira por encima del hombro, sino a los ojos.
“Nunca más” debería significar eso: nunca más el exterminio, la ocupación, el terrorismo, la impunidad. Nunca más el silencio cómplice. Nunca más la mirada indiferente. Nunca más una humanidad que no se duele por su reflejo.