30 de febrero

La Brújula

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30 de febrero
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Lunes, Marzo 2, 2020
El enamorado no sabe que este año es bisiesto.

 

Redacción: Diego Ortega

Ilustración: Wilder Molina Triana

 

Sus ojos color miel, su piel blanca y su cabello negro y largo es lo que menos importa de los meses y años que compartimos juntos. No diré su nombre, pero sí admitiré que fue una relación de subidas y bajadas constantes. No recuerdo su olor ni el sabor de sus besos, pero sí recuerdo que lo que sentía por ella era muy fuerte, algo que nunca había sentido por nadie. Puede sonar cursi, pero en realidad es así.

 

No recuerdo la fecha exacta en que comencé a sentir cosas por ella, ni cuando me le declare, pero recuerdo que estábamos caminando por la Universidad Nacional y me atreví a decirle lo que sentía por ella. Ese día no me respondió. Pasaron los años y el 18 de agosto del 2015 me dijo que sí. Ahí comenzamos una hermosa historia. La primera discusión ocurrió al primer mes, pero al hablar, supimos que con amor podríamos arreglarlo todo.

 

Las cosas marchaban de una manera tranquila y amorosa. Ninguno de los dos es muy expresivo, pero recuerdo que es era natural entre nosotros. Un 31 de octubre salimos a un parque de diversiones como una cita casual y  ese día me dí cuenta que ella si me amaba, confieso que a veces pensaba que no era tan fuerte nuestro amor, pero ese día entendí lo enamorados que estábamos.

 

Ahora, luego de un tiempo sin saber de ella, puedo decir que no siento rencor ni odio por su ausencia, porque cada vez que ella llega a mi mente siento que en mi boca se forma una ligera sonrisa, una alegría tierna que me permite sonrojarme en mi cuarto y en mis momentos de soledad. Nuestra historia tiene momentos que perduran en mi mente, por ejemplo, nuestra primera salida como novios. Ese día caminamos por el pueblito en que ella vivía hasta que se oscureció, aunque nos conocíamos de tiempo, creo que para los dos fue la primera relación seria y nunca podré olvidar el primer beso en en una estación de transmilenio. Ese día se nos olvidó la lluvia que estaba cayendo, el ruido de la estación, el sonido de los articulados pasando, porque solo nos concentramos en el otro. 

 

A veces cuando le cuento a las personas el tiempo que duramos, la gente no me cree que mi familia nunca la conoció porque nunca se dio la oportunidad. Claramente sabían de su existencia y de que yo tenía novia porque que cada fin de semana salía para verme con ella, pero nunca se pudo cuadrar la visita a mi casa. Ella vivía a las afueras de Bogotá, por lo que el tiempo y nuestro presupuesto no estaba de nuestro lado. Nos veíamos cada 15 días y nos turnabamos. No había tiempo para compartir con la familia porque solo queríamos vernos a nosotros. 

 

Yo si conoci a al familia de ella. En una ocasión estábamos paseando por el pueblo donde ella vive y nos encontramos a su padre en el parque central del pueblo. En ese momento ella no dijo que yo era su novio, tampoco que yo fuera su amigo, solo dijo mi nombre y su padre nos invitó a tomar un café en una panadería. Ese mismo día ella invitó a su casa para que conociera su mamá, no tuve problema en aceptar, pero recuerdo que tenía un poco de nervios porque soy muy tímido.

 

Sentado en la sala de su casa, vi bajar a una mujer por las escaleras. Sin que alcanzara distinguir su rostro, una voz suave dijo: ‘’¿por qué se ven como regañados?’’. Quizá por los nervios, solté una pequeña y suave sonrisa, ahí supe que había agradado a su familia. Después conocí a su hermana y hermano. Me invitaron a comer, pasé más tiempo del acostumbrado con ella  y hablamos hasta que se oscureció. Se hizo tarde, por eso su mamá me invitó a pasar la noche mientras ella acomodaba un lecho decente en el sofá de la casa.

 

Al otro dia fuimos a caminar y nos quedamos en un parque hasta después del mediodía. No habíamos almorzado y a mi me faltaba viajar a Bogotá. Así fueron muchas veces, hasta que pasó el tiempo y todo se volvio monotono. Ahí se empezaron a quebrar las cosas. Teníamos entendido que no podíamos vivir sin el otro, pero las peleas por no tener tiempo para vernos, los viajes largos de fin de año con al familia, los malos entendidos y los problemas para comunicarnos hicieron que ese pequeño hilo que nos mantenía unidos se rompiera un día,  dejando nuestros sueños e ilusiones en el suelo y abriendo un camino distinto y muy amplio entre nosotros. 

 

Cada vez que volvíamos a hablar nos hacíamos daño. Las canciones que nos dedicamos no eran de amor, si no de olvido y odio mutuos. Yo confieso que nunca la odié verdaderamente y también sospecho que ella a mi tampoco, a pesar de que su familia si llegó a tenerme cierto rencor, por las cosas que enojados dijimos el uno del otro en nuestro círculo social.

 

Todavia la quiero. No la amo, porque yo no puedo amar a la distancia, pero si le tengo un aprecio grande, ya que por mucho tiempo cuidé de ella. Sin embargo, facilmente perdimos contacto porque ella decidió bloquearme de un momento a otro. El despecho me duró un año y pasado ese tiempo supe que ya no volvería. A veces, solo me gustaria que apareciera una vez más para saber cómo está y cómo me sentiría al verla.  Me prometí volver a aparecer en su vida el próximo 30 de febrero y pedirle que sea mi esposa. Dejaré que mi corazon explote, que sea suyo. He escogió esta fecha para volverla encontrar, aunque siento que su partida es como un viaje sin retorno.

 

  Nota del autor: El enamorado no sabe que este año es bisiesto. 





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