En la jugada

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En la jugada
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Martes, Diciembre 10, 2019
¡Coma cuento con La Brújula! Todo el día pensé en los niños del barrio. ¿Será que mañana vuelven a jugar? Podría quedarme más tiempo. De regreso a casa fui analizando las posiciones. En portería se debe tener un mapeo de toda la cancha y defender la meta. Se debe estar dispuesto a lanzarse a cualquier lugar, todo por detener el golpe letal. El portero defiende y termina siendo el héroe del partido. También se necesita una defensa fuerte y resistente. Atenta a los ataques del opositor. Debe ser un jugador con carácter, dispuesto a caer al suelo y levantarse en cuestión de segundos. También es muy importante, un delantero, en esta historia el nuestro es Santiago, el goleador. Analiza sus jugadas, distrae con sus trucos técnicos y al final, ataca y anota el gol de la victoria. Se convierte en la estrella del partido y el ídolo del equipo. De paso ganan la gaseosa y el prestigio en el barrio.

Autora: Jennifer Karina Corzo

Ilustración: Leonardo Gómez

 

-Pasala amigo, pasala! - Gritó un niño que ví de lejos. 

Corría por el callejón y se dirigía hacia una portería imaginaria, compuesta de dos botellas plásticas llenas de arena. Con el balón entre sus pies y las maromas, que pienso yo, solo podría hacer Messi Santiago anotó, hizo su primera anotación.

-¡Goooool! Exclamó el chico. Santiago se quitó la camisa, corrió hacia donde estaban sus compañeros y con el choque de sus manos celebraron la jugada. El resultado quedaba 2 a 1, por lo que escuché. 

Del otro lado, el equipo contrincante discutía con el portero, que era, tal vez el niño más pequeño del grupo. Con ánimo de continuar el partido volvieron al centro de la calle, su cancha improvisada, definieron las líneas de saque y retomaron el juego. 

Iba de camino para la universidad, pero esperé unos minutos más porque quería ver el resultado final. Mientras los chicos corrían tras el balón, unos al ataque y otros defendiendo, más personas se fueron quedando como espectadores. La tribuna fue creciendo. El premio para el ganador era una gaseosa y el privilegio de ganar en territorio. Primero, saciaban su sed y mantenían la rivalidad entre los barrios. Algo muy sano y con juego limpio (En lo posible). La fuerza en sus pequeñas patadas, el ingenio en las jugadas y la lucha de todo un equipo por anotar un gol, me llevaron a un estado de sorpresa y diversión en un mismo lugar. Se hacía muy tarde para tomar el bus que me llevaría a la U, sin embargo, espere un momento más y pensé: ¿Cuál es esa meta a dónde quiero llegar? 

Me subí al bus, pero no logré sentarme, así que me quedé viendo por la ventana y mientras se desvanecen las figuras quise entender la dinámica del grupo. El bus paró en seco, entonces pensé: ¿Soy yo, parte de un equipo que me motiva hacia una meta? 

De camino a la universidad, hablé con varios amigos acerca del fútbol. Para Juan es una forma de entretenerse; me dijo:

-El fútbol o cualquier deporte te lleva a vibrar. Un gol, una anotación es un grito de victoria. Es un delicia saborearlo. Te diviertes con las jugadas buenas, te enojas con las malas, pero a final lo disfrutas como una buena bandeja paisa. 

Juan estudia cocina y siempre ha sido seguidor del Atlético Nacional.

-Siempre es bueno ver deporte. Enterarse que pasa en el resto del país. Aunque la verdad, prefiero el femenino. Las mujeres son más tácticas, ágiles. Aunque discuten más, son tan fuertes como quieran. - Eso me contó Lucía. Ella es amante de la “mechita”, el América de Cali.

Todo el día pensé en los niños del barrio. ¿Será que mañana vuelven a jugar? Podría quedarme más tiempo. De regreso a casa fui analizando las posiciones. En portería se debe tener un mapeo de toda la cancha y defender la meta. Se debe estar dispuesto a lanzarse a cualquier lugar, todo por detener el golpe letal. El portero defiende y termina siendo el héroe del partido. También se necesita una defensa fuerte y resistente. Atenta a los ataques del opositor. Debe ser un jugador con carácter, dispuesto a caer al suelo y levantarse en cuestión de segundos. También es muy importante, un delantero, en esta historia el nuestro es Santiago, el goleador. Analiza sus jugadas, distrae con sus trucos técnicos y al final, ataca y anota el gol de la victoria. Se convierte en la estrella del partido y el ídolo del equipo. De paso ganan la gaseosa y el prestigio en el barrio. 

En la tribuna están quienes apoyan a los jugadores. La mamá con la botella de agua, la tía que grita, el papá que se enoja cuando le quitan el balón al muchacho, los amigos que no les gusta el futbol, pero igual van a verlo. El amor también está en la tribuna, esperando ese gol de la victoria que ojalá sea dedicado. 

En los barrios populares, los jugadores, grandes y chicos esperan el llamado del toque. Retumba un balón en las paredes y es hora de salir. Los niños salen de sus casas, llaman a los vecinos, a sus amigos y los primos. Un partido entre callejones y en el recodo de la tienda esquinera, en medio de la calle, donde detienen el tráfico y a punta de pito, los conductores frenan la jugada. O cuando pasa la “señora” y todos se detiene a decir- “Espere, espere que pase la señora”. Como me sucedió a mi, que con 21 años, un día me vieron como señora.

Cualquier terreno plano y despejado puede ser la oportunidad para un juego entre amigos. Un partido puede tomar muchas horas del día y quedan faltando porque ya no alcanzan. Son muchos minutos tratando de llegar a la portería. Pero más allá de ganar es compartir con los chicos del barrio. Niños y niñas juegan. Aquí ya no existen límites por género, al contrario, las niñas son quienes dominan el juego. No se dejar subestimar. Cuando regresaba a casa, eran las 7:30 p.m. habían muchos niños de camino, y según las fechas, ya deben estar en vacaciones. Gritan y corren en las calles, saltan en las aceras y se escapan de sus casas porque la época de las tareas ha terminado. 

Antes de llegar al callejón de la carrera noventa, pensé en dónde estaría Santiago y sus amigos. Mi sorpresa fue al ver dos equipos distintos, ahora, niños versus niñas. Justo cuando me baje del autobús, un grito retumbó en el callejón. Felipe volvió a anotar. La escena se repite, pero en otro bando, una niña, delgada con una cabello negro azabache y unas ágiles piernas, tomó el balón en sus manos. Dio la orden de un saque en la mitad de la cancha de inmediato. Recibió el balón y tiró hacia el arco. La bola de trapo entró sin detención, directo al arco, sin siquiera rozar las botellas que formaban la portería. En cuestión de segundos el partido empató. 

-¡Juana, Juanaaaa! ¡Gooool de Juana!- Gritaron todas las niñas del equipo rojo. 

Estaba en la misma situación de la mañana, iluminada por las lámparas del servicio público, una niña anotó el gol del empate. Me emocioné mucho. Recuerdo que corrí hasta el callejón y le pregunté cómo se sentía:

-Era justo que hiciéramos el gol. Esos pelados no nos van a ganar. - Me respondió Juana mientras se tomaba el pelo con una coleta. 

El juego continuaba. No quería perderme las siguientes jugadas. Faltaban cinco minutos para las 8:00 de la noche, pero todo el barrio estaba emocionado por el juego entre los leones de la villa y las superpoderosas. Nombres muy particulares. Es obligatorio tener  un nombre, así se crean las porras. Sin árbitros, ni reglas, el juego continuó. Pero, Don Pablo, el celador del barrio, era quien contabilizaba el tiempo. Ya era hora de regresar a casa.

-Faltan cinco minutos. El gol es decisivo. Aún están empatados. ¡A Jugar!- Exclamó Don Pablo con la intención de encender la euforia en el partido. Desde las ventanas,  las abuelas aplaudían y se emocionaba con ver a los niños correr. Los demás, entre carcajadas y miradas alentadoras, cantábamos las porras. 

Cuando esperaban el último pitazo, se oyó un grito a lo lejos -Vámonos para la casa. No más juego. Las luces de colores se deben tomar el barrio. - Se escuchó a lo lejos.  

En la tensión del último minuto y con el partido empatado, Juana recibió un pase, era la última jugada. Corrió hasta el final de la calle. Felipe quiso intimidar con sus trucos, pero la astuta niña se elevó sobre él, aventó el balón y de media luna remato directamente hacia portería. 

-¡Goooooool! - Gritaron todos. 

Juana tomó su morral y salió corriendo antes que su madre llegara.Ya llega diciembre y lo recibo con un gol. El gol navideño. Ahora sí, a pintar las calles y poner las lucecitas de colores.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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