VÍCTIMA O VICTIMARIO: MIRÁNDONOS AL ESPEJO

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VÍCTIMA O VICTIMARIO: MIRÁNDONOS AL ESPEJO
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Viernes, Octubre 18, 2019
El equipo de La Brújula acompañó la inauguración del festival de teatro de Bogotá. Mira como fue.
Daneisi Julied Rubio

Reportería: Diego Ortega

Edición audiovisual: Daneisi Rubio

Redacción: Nicolle Sofía Acero Acosta

VÍCTIMA O VICTIMARIO: MIRÁNDONOS AL ESPEJO

El pasado 9 de Octubre, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, a eso de las 6:30 p.m. se podían evidenciar filas de horas que se pasaban volando entre la emoción de entrar en la majestuosidad del recinto a disfrutar del maravilloso arte del teatro. Conversaciones cargadas de secretos, risas y complicidad. Todo envuelto en el típico ambiente bogotano: Personas caminando a paso apresurado de un lado para el otro esperando llegar a tiempo al transporte público o a sus clases nocturnas, el olor a la aromática y el canelazo que se apropia de todo el ambiente ahogando los otros olores que podría haber por allí, los locales llenos de cosas características de nuestra nación, en las que prevalecen nuestros colores y los resultados de manos expertas en las bellas artes artesanales que nos regalan objetos únicos y hermosos y que son pasados de largo en una actividad de tal frenesí que ni en la noche se detiene.

 

Finalmente, a las 7:00 p.m. las puertas fueron abiertas y la emoción no se podía contener, sobretodo para aquellas personas que nunca en su vida habían visitado el lugar y que permitieron que sus ojos recorrieran cada pared, escalera, persona, rincon… con ávida curiosidad y asombro. Después de esperar unos minutos, aprovechando mientras tanto el tiempo para inmortalizar el momento a través de fotos y vídeos, se concedió el acceso al teatro y mientras cada persona se acomodaba en su lugar, era imposible no soltar un comentario acerca de la grandeza que se sentía en el teatro. Seguro que hasta la persona más fría y seca no pudo evitar tener sus ojos bien abiertos para que esa imagen se quedará para siempre en su retina.

 

Labio de Liebre, una obra de teatro escrita y dirigida por Fabio Rubiano, comienza dejando a los asistentes en la oscuridad absoluta, lo que permite que todos los otros sentidos se activen de manera inmediata y el cuerpo se ponga en alerta ante lo desconocido. La leve luz que presenta a don Salvo, un hombre relegado a un lugar frío y desierto, en una casa humilde que contiene las cosas esenciales para su supervivencia, pero que pronto se verá interrumpida por un muchacho con labio leporino que dice conocerlo desde pequeño y reclama ser reconocido por él. De esta forma, don Salvo a lo largo de la historia recibirá la visita de cada integrante de la familia Sosa, quienes aún sepultados buscan justicia arañando la crueldad del olvido.

 

¿A que le tienen miedo las personas que han sido el terror de otros? Seguramente a sí mismos, al repiqueteo constante de los recuerdos que no abandonan la mente y despiertan la conciencia, una conciencia antes cauterizada por el horror de la guerra, por la insensibilidad desarrollada al apretar una y otra vez el gatillo, por el egoísmo y narcisismo que aún encontrándose frente a frente del daño que ha causado se niega a creer que hizo algo mal, injustificado, cruel y malvado. Sin embargo, la conciencia es algo poderoso, en ella se encuentra tanto la venganza como el perdón, y también viven fantasmas dispuestos a lograr que, de una vez por todas, la verdad sea enfrentada. Sin importar cuan doloroso sea.

 

“Usted me mató”, afirmaciones que hielan el alma y se salen de la compresión. La certeza y convicción de ver cara a cara a la víctima y darse cuenta del poder que tiene aún después de la muerte, lo que demuestra que no todo se acaba con el cese del latido de un corazón ni con el desvanecimiento de la respiración. El recuerdo puede ser mucho más tangible que el ser en sí. Y ojala se pudiese hablar de casos aislados o fortuitos, pero la sombra de noches llenas de terror, de estrategias de escondite, de lágrimas derramadas e injusticia disfrazada de justicia demuestra que la violencia se ha arraigado con tal ahínco a nuestra cotidianidad que desprenderla de ella parece imposible.

 

Conforme van pasando una escena tras otra, en las que se mezclan juegos de luces, bailes al son de la carranga, gritos de desesperación, amores incomprendidos, cabezas cortadas y recuerdos lejanos; es notable cómo el arte es capaz de generar conciencia, una facultad que llega a convertirse en un deber, que muestra la utopía de una sociedad capaz de convivir siendo diferentes, de pelear con pasión enfebrecida y hasta la ira más extrema, sin tener la necesidad de matar al otro. Permite que nos veamos en un espejo que refleja la posibilidad de tener otra manera de vivir.

 

Los símbolos a lo largo de la historia fueron esenciales, no es posible obviar las hojas saliendo de cada uno de los cuerpos de los integrantes de la familia Sosa, que no nos deja olvidar que ya no pertenecen a nuestro mundo, y que su salida de él fue la más tormentosa y aterradora que puede existir. Y es esa sutileza la que llega a impactar al público, que se siente halagado al notar una obra que no le subestima, que al contrario exige concentración de parte de él y le permite interpretar a su propia manera.

 

Tenemos la necesidad de que nuestros nombres sean conocidos, una afirmación respaldada por la insistencia de los fantasmas que tenían como único objetivo hacer que de la boca de don Salvo saliera sus nombres y sus destinos. Esto demuestra que en medio de la inmensidad del mundo, de lo insignificante y ahogado que un individuo puede llegar a sentirse en medio de un mar de sujetos, saber que alguien conoce quienes fuimos y que vivimos en su mente, nos ayuda a combatir el inminente olvido.

 

Venganza u olvido, esa es la cuestión. Cada una tiene sus satisfacciones, alguna se siente un poco más injusta que la otra, tal vez existe la posibilidad de hacer una lista de todas las razones por la que la venganza es la mejor de las opciones, también la más razonable, pero por dejar de lado tanta guerra y ser capaces de sentir un poco de paz, ¿no vale la pena apostarle al olvido?

 

Pensamientos que rondan la mente generados por la crudeza de lo que se ve en el escenario. No podemos subestimar el poder que tiene el odio, podríamos llevarnos grandes sorpresas, usualmente las intenciones de las personas no son las que vemos a simple vista. El resentimiento es capaz de ocultarse muy bien, en lo profundo del corazón y de los pensamientos, pero también logra ser tan inteligente al punto de autoabastecerse, y así crecer, cada vez más, tomar tanta fuerza que aún oculto, tras bambalinas, ayuda a crear planes maquiavélicos que pueden resultar en la más sorprendente de las tragedias.

 

Si queremos narrar un nuevo país, debemos encontrar un nuevo lenguaje. Moverse entre el desazón de la venganza y la imposibilidad del perdón ya no es suficiente, se requiere una reestructuración completa de la realidad que se nos ha sido impuesta y que hemos contribuido a mantener. Posiblemente el arte sea nuestro nuevo lenguaje, y a través de él podamos encontrar formas impensables de contar historias que viven en nuestros sueños.

 

Sin duda alguna los asistentes quedaron fascinados con lo que vieron en la puesta en escena, la sorpresa de Oscar Moreno, uno de los espectadores, quien dice tener varios sentimientos encontrados después de disfrutar de la obra, sobretodo por los personajes y de cómo “No se presenta a nadie como bueno ni como malo, simplemente se presentan”, un factor relevante en la construcción realizada de los personajes, que terminan evocando a alguna persona cercana por todo el realismo que desprenden.

 

Además, Yessica Romero, amante del cine y fan de esta obra en particular, afirma: “La obra narra el conflicto en Colombia de una forma tan sutil que sin duda alguna le da una bofetada al espectador y luego sentir que tiene que llorar” e invita a todo colombiano que tenga la posibilidad de verla a que lo haga. Seguramente se encontrará con cosas de su cotidianidad que le incomoden, sobretodo por su presencia diariamente desapercibida.

 

Labio de liebre demostró que el arte es capaz de llevarnos a un universo lleno de sensaciones que no podemos explicar en palabras, que nos producen carcajadas a la par que indignación y tristeza, he ahí la magia del teatro, la libertad de salirse de los estereotipos marcados sobre cómo se debe contar una historia, la maravilla que se presenta en el momento en el que el inicio, nudo y desenlace se difuminan y queda en tu mente una cantidad de imágenes que aguardan ser ordenadas y cargadas de significado. El arte busca espectadores comprometidos, dispuestos a elevar su imaginación sobre la razón, para entender que no todo es blanco o negro, que hay personas buenas que a veces hacen cosas malas, y personas malas que pueden llegar a hacer algo bueno, y que en la abundancia de grises se mueve la vida. En ese vaivén de pensamientos entre nuestro lado de víctima enfrentado a nuestra realidad de victimarios.

 

 

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