La historia oficial

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La historia oficial
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Sábado, Mayo 8, 2021

Por: Antonia Gómez Almarales

 

Mi primer impulso fue preguntarme ‘‘¿Qué hace a una historia ‘oficial’?, ¿cómo se gana ese adjetivo?’’; en un punto, la cinta hizo que me cuestionara si en la historia se ‘cree’ pero considero que es más importante preguntarnos si tan siquiera existe algo como una historia oficial.

 

Dirigida por Luis Puenzo en 1985 y protagonizada por Norma Aleandro; La historia oficial es una película argentina ambientada en 1983 que nos muestra cómo Alicia, luego de hablar con una amiga que regresó del exilio, comienza a sospechar que su hija adoptiva, Gaby, fue arrebatada de una de las madres desaparecidas durante la dictadura argentina.

 

Alicia es profesora de historia y cree que existe una historia oficial, de hecho, es la primera profesora de ciencias sociales que he visto en mi vida que les dice a los estudiantes que no cuestionen los libros de texto.

 

La película está constantemente dejando en evidencia a Alicia frente a nosotros los espectadores. Vemos cómo ella deliberadamente se cierra a los hechos, de entrada descarta cualquier otra opción que no concuerde con lo que ella pensaba, y Puenzo exterioriza este pensamiento de una forma muy contundente poniendo barreras visuales entre ella y lo que vienen a ser los hechos como tal, o la otra versión de los hechos. Mi ejemplo favorito de esto es cuando Alicia se está confesando con un cura y sospecha que él sabe algo; al principio de la escena, podemos ver el rostro de Alicia entero, en un plano bastante cerrado, pero sin barreras; sin embargo, una vez confronta al sacerdote, el director nos muestra a Alicia detrás de la malla que tiene el confesionario, a través de un pequeño marco que sólo deja ver parte de su cara. Ella está alejada físicamente de la realidad. También se utiliza este recurso cuando Roberto (el esposo de Alicia) empieza a discutir con su hermano, cuando callan a un señor en la empresa donde trabaja Roberto, o con las marchas de las mujeres que no encuentran a sus hijos, las cuales se ven obstruidas por carros, personas, policías y distintos elementos que no permiten verlas en su totalidad. Alicia no quiere ver ninguna de estas situaciones, no se quiere enfrentarse a ellas.

 

Pasa que todos podemos hacernos los locos sólo hasta cierto punto —o eso me gustaría pensar—, entonces esta mujer se comienza a cuestionar lo que considera verdad y su primer reflejo es el rechazo, porque cuando se sale de los documentos oficiales se encuentra con cosas que no le agradan, cosas que le incomodan y que la llevan a preferir seguir creyendo en la mentira; síntoma de que tal vez va por buen camino, aunque ella no lo vea así. Desde el peinado de Alicia se puede evidenciar este cambio, al principio ella lleva su cabello recogido y Roberto ocasionalmente trata de poner un mechón detrás de su oreja sin éxito, como un eco de su intento por controlarla. Cuando Alicia toma la decisión de darle la oportunidad a la otra cara de los hechos, suelta su cabello. Es una declaración muy sutil y bella.

 

El filme nos muestra cómo el imaginario del mundo que tenía Alicia sobre Argentina, su vida, su esposo, sus amigas, sus creencias y casi que hasta su rol dentro de la historia de su país, se cae poco a poco a medida que la duda y la simple la posibilidad de que ella fuera cómplice de quienes separaban a los niños de sus madres, se hace cada vez más grande, empujándola hacia un debate moral que le aporta una gran emotividad a la película y que a su vez, obliga al espectador a cuestionarse cómo ella pudo pasar tanto tiempo sin saberlo.

 

La historia oficial nos muestra cómo la selección de información y la exclusión deliberada de hechos termina en desastre. Es un drama muy interesante, con grandes actuaciones que se encuentra actualmente disponible en Netflix y que les recomiendo ver, particularmente, en estos días.

 

Estamos en un momento donde tenemos todo el conocimiento de la humanidad en nuestro bolsillo esperando a que accedamos a él, pero no es sólo eso, con la misma facilidad podemos comparar y contrastar las distintas versiones que hay sobre un mismo acontecimiento, tenemos la oportunidad de ser testigos y registrar los hechos que construyan la que luego será nuestra ‘historia oficial’.

 

“—No, señora, pero a Moreno lo envenenaron.

 

—Esa es una teoría, que estuvo de moda en una época y que alguna gente prefiere creer, pero no hay pruebas.

 

—No hay pruebas porque la historia la escribieron los asesinos.

 

*Lo saca del salón*

 

—Esto es una clase de historia, esto no es un debate.”

 

 

 

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