¿Cómo Sobrevivir en la Tadeo y no Morir en el Intento?

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¿Cómo Sobrevivir en la Tadeo y no Morir en el Intento?
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Martes, Octubre 29, 2019
Los estudiantes de la universidad Jorge Tadeo Lozano rebuscan formas de sobrevivir al duro mundo económico de un universitario en el que tienen que pagar fotocopias y transporte.

Redacciòn: Daniela Irene Mendoza

Ilustraciòn: Gissel Enciso

El transporte en Bogotá no es un medio que nos facilite la vida. Muchos universitarios salen desde muy temprano de sus casas para poder embarcarse a tiempo en cualquier bus o Transmilenio de la ciudad. Esto sin contar los largo trancones mañaneros con que despierta Bogotá. Sobre esto se podría escribir bastante, porque nosotros los universitarios ya estamos acostumbrados a que nos empujen en Transmilenio y a quedar espichados como sardinas entre las latas de los articulados, vehículos que según nuestro alcalde son muchas veces mejor que sistemas alternos de transporte más amigables tanto con el ambiente y con los miles de usuarios de la ciudad. ¡Esperen un momento! Pero, ¿por qué empezar por aquí?

Ah sí… Porque es así como muchos estudiantes empiezan el día, muchos de ellos vendedores de los alimentos que entre huecos y clases nos proveen de golosinas para engañar el hambre o darle un gustico a nuestros antojos. Imagine usted, si es que no le ha tocado, llevar una enorme caja en un bus, en una escena tan cotidiana de nuestra querida ciudad, usted con su maleta adelante para que no le vayan a meter la mano los ladronzuelos ocultos entre tumultos, porque así todos tan juntos uno ya no sabe si lo están robando o se están acomodando mejor. La caja de la mercancía en una mano y usted tratando de alcanzar el tubo con la otra, y si no alcanza, intentado agarrarse de algún lado, o en el mejor de los casos dejar que la multitud lo sostenga, porque allí no hay espacio en donde caer en caso de un frenazo.

Una vez logran llegar a salvo a la universidad, los vendedores se hacen amigos de todos, y cuando caminan sin prisa por los pasillos de los módulos de la Universidad, llaman la atención de muchos con sus cajas transparentes de distintos tamaños, de repente todo el mundo quiere ver que productos tienen en la caja. No es nada fácil dejar los problemas a un lado y empezar a recorrer la universidad ofreciendo cada producto con la mayor disposición, muchas veces no se es consciente del gran esfuerzo que conlleva esta tarea, sin embargo, son pocos los estudiantes que rechazan de mala manera a los vendedores, a veces es producto del estrés que nos invade cuando estamos en semana de entregas de final de corte, angustia y mal genio característicos de la ansiedad de cumplir con los logros de cada carrera. La mayoría de veces no sabemos quiénes son nuestros propios compañeros, pues la dinámica de nuestra sociedad nos lleva al individualismo, la mayoría de veces nos acercamos a distintos compañeros que nos dan confianza para lograr en equipo las tareas propuestas en cada asignatura, buscamos a quienes a lo largo del tiempo muestran los mejores resultados, hacemos esto con el fín de lograr metas, en ocasiones el motivo de esta interacción es la supervivencia, al fin de cuentas nadie quiere repetir una materia. No sabemos a quién tenemos al lado, y si es un vendedor o un compañero, muchas veces desconocemos su historia, no sabemos si está bien o pasa por un mal momento económico.

Muchas personas externas a la universidad, tienen el imaginario de que los tadeístas son “gente de plata”, esto no es algo verídico, pues si algo caracteriza a nuestra comunidad es que en ella podemos encontrar a personas con gran poder adquisitivo como a personas con poco poder adquisitivo. Hay otros imaginarios que tocan al estudiante de la universidad. Jennie Chaves, una mujer ajena a la universidad expresa: “un tiempo antes yo diría: jumm, ¿de la paseo lozano? Jajaja. Pero viendo los muchachos de ahora, pienso que son unos muchachos con mucho potencial, juiciosos y emprendedores”.

A gran parte de los estudiantes de la Tadeo les ha tocado recortar por x o y razón el presupuesto de la semana, no es un secreto que en nuestro país se abre cada día más la brecha que determina la capacidad adquisitiva, los productos del campo suben cada año y esto se ve claramente reflejado en los precios de las empanadas, las arepas, los almuerzos caseros o ejecutivos, entre otros alimentos preferidos por los estudiantes. El transporte sube cada 6 meses, y así aparentemente no sea mucha diferencia, esos $100 o $200 pesitos pueden significar tener o no para el último día de la semana. Kristopher, es de Cúcuta y es uno de los estudiantes de la Tadeo que dependen de los giros semestrales del Icetex, “al semestre mi presupuesto es de $3’000.000, para los cuatro meses y medio que estoy en Bogotá, pero si hablamos del presupuesto semanal es entre $30.000 y $40.000”. Esta cantidad le debe alcanzar para pagar los arriendos correspondientes, la compra de productos básicos de la canasta familiar, el pago de servicios, y todos los demás gastos que implica ser responsable de sí mismo. Él ahorra en transportes, pues vive cerca de la universidad, además prefiere comprar en los D1 y los Ara, “yo compro lo elemental porque se cocinar lo básico, arroz o pasta, y lo que suelo hacer es combinarlos con varios toppings como huevo, maduro, atún, salchichas, queso, entre otras cosas por el estilo”. Kristopher nos comenta que hay días en donde la situación se torna mucho más complicada, “muchas veces no tengo dinero y me sostengo únicamente con lo que ya tengo comprado en la casa, por ejemplo, actualmente no tengo ni un solo peso, si no es porque en donde estoy viviendo la señora me cocina, no estaría comiendo”. Para las situaciones críticas, él cuenta con un sistema, “cuando yo sé que no tengo que comer, mentalmente mi cuerpo ya se prepara, entonces no pienso en comida. En estos días sólo cuento con una comida al día y la guardo para la cena. Pero no sufro porque mi cuerpo no me pide la comida, solo hasta la noche”.

Ante este panorama muchos estudiantes de la Tadeo recurren a vender chocolates, galletas, paquetes, gomitas, jugos, sándwiches, chicles, o cualquier otro alimento que le ayude a suplir los gastos de la vida universitaria. Es por ello que por nuestros pasillos recorren extensos caminos, los vendedores, con los “productos al hombro” y con la mejor disposición, así esté haciendo el tradicional frío capitalino que se encierra en las paredes de nuestros acogedores edificios.

Aunque vender aparenta involucrar una simple tarea, son realmente fuertes los estudiantes que a pesar de repetidos “no, gracias” siguen recorriendo los pasillos y las salas de estudio de la U. No tomárselo personal, es el primer tip para no fracasar en el mundo de las ventas. Brian Berranco, empezó a vender ante la necesidad de tener plata para los transportes, materiales que le piden en la universidad y para otros gastos personales. Gracias a las ventas logra satisfacer estas necesidades. Sin embargo, vender productos es un acto social que involucra diversos tipos de interacciones, y la mayoría de veces es sinónimo de hacer “buenos clientes”, “tengo muchos clientes frecuentes y ya más de uno me reconoce como el chico de las papitas”, dice Brian. 

Daniel es un egresado de la universidad, pero muchos lo recuerdan por sus deliciosos “sanduchitos” del primer piso del módulo 7, él duró vendiendo alrededor de cuatro años y medio sándwiches preparados de manera personalizada al cliente, entonces llevaba dos tipos de pan, varios tipos de carnes, quesos, varios tipos de vegetales y muchas salsas, la persona escogía y se le entregaba un sándwich fresco muy bien preparado, con normas de higiene. Daniel nos cuenta cómo inició con las ventas, “la necesidad principal de vender fue  pagar mi universidad y poder completar mis estudios, yo tenía crédito del Icetex, tenía un crédito de mediano plazo, pagaba una parte mientras estudiaba y otra al final de la carrera. Tuve un inconveniente en la universidad por repetir una materia, pedí un aplazamiento y el Icetex lo que hizo fue quitarme el crédito, al no tener otra alternativa, duré un año sin estudiar, pagándole la deuda al Icetex. Cuando volví a entrar no tenía ningún otro tipo de ingreso o ayuda para poder pagar mi universidad, así que empecé a ver a la gente que vendía gomitas y dulcecitos, y yo dije –necesito combinar algo que me ayude a estudiar, me dé tiempo y pueda pagar mi estudio-, así nació la idea de vender sanduchitos, ahí nació la idea, yo quería innovar, y precisamente hacer algo diferente, y por eso empecé a preparar los sándwiches yo mismo en frente del cliente”. Daniel nos lleva al segundo tip, buscar que nos hace diferentes en el mercado.

El tercer tip, conocer que opina el profe de las ventas en clase, pues Brian comenta, “Tuve un inconveniente una vez con un docente en una clase, ya que un estudiante me pidió, entonces yo le pasé el producto, y el profesor me dijo: oye, después o antes de la clase puedes vender el producto”.

Vender conlleva un exhaustivo análisis del tiempo y el espacio, y este es el cuarto tip a la hora de vender. Brian recorre las salas de estudio de la universidad y el módulo 7 de arriba hacia abajo, antes del almuerzo y después de las tres de la tarde, “la franja entre 1 pm a 3 pm, no la hago porque la gente a esa hora está almorzando”. La “Crespa” vende donas desde el semestre pasado, ella explica su dinámica de ventas, “recorro la universidad, muchas veces, siempre hablo con mi "socia" actual sobre lo mucho que caminamos, según la app que tengo en el celular, puedo caminar hasta 5km solo con las ventas de las donas”. Diferente es el caso de Daniel, “durante más o menos dos años recorrí toda la universidad, desde el “sipi” que queda en la carrera tercera hasta las sedes por la quinta, me la recorrí toda con una caja súper pesada, porque al principio nadie me conocía, esto demanda mucha energía y tiempo. Después de dos años, empecé a estabilizarme en el primer piso del módulo 7, aunque a pesar de eso seguía dando mis rondas de vez en cuando, alrededor de la universidad. La razón por la cual me empecé a estacionar es porque la gente que empezaba a gustar del producto me pedían un lugar estable, porque muchas veces no me encontraban, por mis rondas. Pero pienso que la dinámica de estar quieto forma una familia, cuando yo me movía la gente no podía quedarse conmigo hablando, mientras que quieto logré tener muchos amigos que de corazón los quiero, logré tener muchas experiencias”. Sin embargo, todos tenemos distintas maneras de matar pulgas, Andrés Jaimes, estudia Diseño Industrial, y su método de ventas es distinto al de los demás, “yo simplemente pongo la caja de gomitas en la mesa y la gente me pide, el olor de estas atrae a los clientes, que son mis compañeros de clase”. Andrés empezó a vender para ayudarse con otros gastos alternos a la universidad, ya que los materiales que se le piden en lo su carrera demandan gran parte de su presupuesto semanal, entre los materiales que más le piden estan: tabla de balso de 100cmx15cmx2cm cuyo precio aproximado es de $23.000, cartón microcorrugado lámina de 120cm que puede costar alrededor de $2.600, el pegante UHU (pequeño) que cuesta $6.600, y el Plotter full color pliego en opalina que oscila entre $13.000 a $26.000 (dependiendo de los colores). El plotter se hace cada semana, y en algunas ocasiones especiales lo piden en papeles especiales como el “propalcote” cuyo precio oscila entre $35.00 a $50.000. Andrés opina que, “las ventas en la universidad, es un medio por el cual los estudiantes pueden tener recursos económicos alternos. Además, considero que los estudiantes adquieren un producto mucho más accesible tanto en precio, como en comodidad, ya que a veces no hay tiempo de salir de la u o para ir a las cafeterías para comprar comida, esto, cuando se tienen muchas clases seguidas”.

Construir buenas relaciones con los clientes, es fundamental para fortalecer tanto las ventas como nuestras relaciones interpersonales, Daniel comenta al respecto, “lo mejor de todo era la relación con mis clientes, hablar con ellos era un desahogo. Después del tiempo que estabilicé el negocio y habían muchos clientes, ellos llegaron a ser mis amigos. Era muy bonito hablar con cada cliente, pues cada uno era totalmente diferente y aportaban grandes cosas. Era una familia. Actualmente me hablo con muchos de ellos, ahora no son mis clientes, son mis amigos. Muchos de ellos me acompañan en mi proyecto que es ahora viajar”. La Crespa, nos cuenta acerca de la interacción con sus clientes, “con mis clientes, considero que tengo una buena relación, siempre trato de dar mi mejor sonrisa, la actitud lo hace todo, y más cuando es con atención al cliente, de igual forma la apariencia es demasiado importante. Tengo varios clientes frecuentes, siempre que me ven me compran el mismo sabor de dona, yo suelo saber lo que  les gusta”. Y este es nuestro quinto tip.

Construir lazos entre clientes y posibles amigos, necesita un poco de ayuda tecnológica, por esta razón el sexto tip es, ¿Cómo me contactan mis clientes? Y para esto, WhatsApp es la herramienta favorita por los vendedores tadeistas, “algunos clientes saben que en cualquier momento paso, otros tienen mi número” dice la Crespa.

Es importante que si el estudiante quiere triunfar en las ventas se enamore de estas, este es nuestro séptimo tip. Una labor nada fácil, pero sumamente gratificante y enriquecedora a la hora de seguir enfrentándose al mundo. Daniel dice que, “las ventas siempre me han gustado al igual que hablar con la gente, hacer nuevos amigos y generar empatía y sobretodo generar relaciones entre los demás, porque llegaban estudiantes de otras carreras y terminaban hablando con amigos de mi carrera o amigos simplemente de sanduchitos, así se formaba un grupo de parceros”. La Crespa también comparte su experiencia, “en cierta forma sí me gusta vender, es raro, porque me desestresa un poco, me despeja la mente, me ayuda a pensar en otras cosas, y más cuando me encuentro con personas con muy buena energía, me ayuda demasiado”.

Las salas de estudio de la universidad, siempre están repletas, los estudiantes de arquitectura pegan estructuras de diversos tamaños en sus maquetas gigantes, los de diseño crean a través de distintas técnicas, hermosas obras maestras, los ingenieros con calculadora en mano y lápiz en la otra, debaten sobre fórmulas, que si no se es del área es como si hablaran en otra lengua, el lenguaje de las matemáticas. Un continuo murmullo envuelve el lugar, se intenta hablar suave, pero de vez en cuando algún estudiante suelta una enorme carcajada. En los alrededores merodean estudiantes con la esperanza de encontrar un sofá vacío. La crespa nos cuenta sobre lo incómodo que puede llegar a ser ofrecer en estas salas, “de las cosas más relevantes que he visto, es algunas parejas cómo se comportan en un sofá… ¡Dios! ¿No les da pena?, he llegado a tratar de ofrecerles pero, ¡no!, prefiero no hacerlo, me doy media vuelta y me voy”.

El apoyo de los estudiantes y vendedores tadeístas, es el eje principal de las microventas en la universidad. Kristopher nos comenta, “es bueno que haya este tipo de microcomercio dentro de la universidad porque muchos estudiantes vienen con ideas y con productos que son interesantes. Uno puede tener hambre en cualquier momento y que pase una persona vendiendo donas, sanduches o hamburguesas vegetarianas es muy bueno. Uno sabes que esas personas quieren salir adelante” agrega, “ellos le ponen muchas ganas, porque siento que no es fácil en un hueco o en cualquier momento del día, recorrer los 7 pisos que tiene la universidad en sus diferentes treinta módulos para buscar un comprador, y para tener en una compra una ganancia de $2.000, lo que podría traducirse en el transporte de ellos para la casa. Siento que equilibrar ese estudio con trabajo y dedicarle el tiempo y el esfuerzo es algo muy importante, esto hace que los vendedores de la Tadeo sean muy verracos, valoro mucho esto, porque es un esfuerzo que yo por pereza no lo haría”. 

La Tadeo es para muchos, sinónimo de libertad, libre de discriminación e ideologías extremas, aquí todos tienen el poder de ser ellos mismos. Con los años se ha forjado una comunidad que acepta las diferencias y entiende que es a partir de ellas que se construye sociedad. Cada estudiante es un mundo nuevo, pese a esto la tolerancia es pan de cada día, apoyarse entre sí es uno de los valores inscritos implícitamente en el campus. Y aunque no nos conozcamos, nos damos la mano. Para Daniel las ventas son un eje fundamental en la comunidad tadeista, “la venta es una interacción necesaria y es una herramienta de alto impacto para estudiantes con necesidades en sus proceso educativos, lastimosamente la educación aquí en Colombia es costosísima y las ventas tadeístas son una respuesta y una solución ante las necesidades, además, es a través de ellas que se une la comunidad, porque cuando la gente vende y se apoya, con el tiempo se convierte en una familia”.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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