Cisne

La Brújula

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Cisne
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Jueves, Abril 28, 2022
De a pocos la vida se va agotando, pero el amor sigue intacto, a pesar de que las plumas se estén cayendo, siempre existirá la posibilidad de volar más allá de las nubes.

Por: Mariana Cortés-Salgado

Ilustración: Jean Carlo Montoya

 

Un cisne más blanco que un copo de nieve comienza a sonar desde la grabadora que lleva más de una década en la casa, pero que aún se conserva como el primer día. Es su fiel amiga, quien la acompaña en las mañanas de soledad en las que solamente ella habita la casa (ahora no lo nota tanto). Al compás de la canción va regando sus sagradas plantas, cuatro dentro de la casa y una afuera. Cada tercer día se le ve con su jarra consintiéndolas y limpiando sus hojas, aunque, de a poco, la tierra se ve seca por más tiempo del usual.

De hecho, ella misma luce como un cisne blanco, sus cabellos plateados, sus alas que comienzan a perder vuelo, pero que siempre han estado dispuestas a dar abrigo. Se empieza a acostumbrar a habitar el suelo, aunque su cabeza siempre ande por las nubes, y su pequeño estanque pierde brillo y vida, el caluroso hogar se siente frío, lleno de olvido.

El eco de unos pequeños pasos se escucha en la escalera. Ya estaba lista en la puerta, con sus alas abiertas para calmar las angustias, dolores y sufrimientos de un largo día: 

—Tengo demasiada tarea de matemáticas, abu, ¿me puedes ayudar?

Ella sabe que sus conocimientos quizá no alcancen para lo que la pequeña necesita. Sin embargo, y a pesar de todo, recuerda las operaciones básicas muy bien, así que de sus tiernos labios sale un: «Claro que sí, mi amor, pero primero cámbiate para almorzar». 

De repente se siente un olor fuerte que no es desconocido, el mismo olor a quemado de hace un par de días impregna el ambiente:

—Otra vez dejaste la olleta en la estufa, abu. Con esta van tres que se nos queman.

Aunque lo intente, no logra recordar cuándo puso esa agua ni para qué era. Tal vez para ponerse su bolsa en los pies, porque el frío era bárbaro, o quizá para el café de la tarde, quién sabe.

El cisne desde hace un tiempo no sabe qué estaba haciendo o qué tenía que hacer después, en su cabeza se forma un espacio en blanco que no puede llenar sino preguntando una, dos, tres veces. Cada instante es fugaz, como quien tiene la oportunidad de vivir el mismo momento una y otra vez, pero no era siempre, solo un olvido repentino que llega. Sin embargo, en algún momento las preguntas iban a cambiar, ya no sería: ¿para qué es esta agua?, sino, ¿quién es ella?, y poco a poco iría perdiendo su esencia. En algún momento, el cisne perdería todas sus plumas.

—Gracias, abu, estaba delicioso —dijo la pequeña.

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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