Por: Hernán Onofre
Ilustración: Angie Vargas
Durante mucho tiempo se ha hablado de los movimientos sociales como muestras del inconformismo de una clase o una comunidad, lo que realmente ha determinado la visibilidad de algunas problemáticas y ha manchado unas tantas más. El gran problema que yace aquí es, justamente, el que los movimientos sociales menos acogidos se han visto como la representación de la constitución de una llamada “contrasociedad”, una sociedad “repulsiva” que “solo afecta” y “no ayuda en nada”. Aquí en Bogotá —desde donde se escribe este texto—, la sociedad se divide en grupos de varias personas que están a favor de todas las marchas y movimientos sociales, pero también surgen aquellas personas que no lo están, aquellas que dicen barbaridades con tal de “sacarle la piedra” a quienes se movilizan para que de alguna manera se les pueda ver de una manera aún peor, lo que dificulta en gran medida que sean escuchados o que se les ponga la atención que indudablemente se merecen.
El resultado de esta clase de acciones está dominado realmente por la carencia de un buen trato, la dificultad de dejar ver su problema y percibir un posible arreglo. En realidad, esto desanima a cualquiera —el hecho de ser ignorados es suficiente para que muchas personas se queden atrás y dejen que sus sentires comunes sean pisados y olvidados—, pero sorprendentemente es algo que no ha pasado y, aparentemente, no va a pasar en un futuro cercano. Por el contrario, siempre se va a chocar y, además, se va a generar un montón de desigualdad que parta realmente de que existe una parte que ignora, y que cuando no lo hace reacciona con fuerza, y la contraparte, que se mantiene gritando, marchando, poniendo en tela de juicio todo aquello que se encuentra normalizado.
Para terminar de contextualizar los aspectos del día a día que se vive en Colombia, se tomará como referente el texto Rebelión de los oficios inútiles de Daniel Ferreira, un libro que hace evidente que la violencia en Colombia sobrepasa lo verbal y se transforma realmente en acción, en lastimar hasta el punto de asesinar por ideales —esos ideales que entran en disputa no siempre son los mejores, algunos de ellos realmente son dañinos y solo sirven para perpetuar la imagen de quién tiene más, si el poderoso, o la comunidad de acuerdo con x o y cosa—, lo que confluye en que las gentes enardecidas en furia por los actos crueles desemboquen en actos contra quien les ha reprimido de forma violenta. El libro explora la desdicha de los no escuchados, se trata de una novela que adentra a los lectores en una Colombia paralela, en donde la única diferencia perceptible es que estamos leyendo la historia y no la estamos viviendo inmediatamente, pero se trata de una historia violenta que tenemos interiorizada, con la que vivimos a diario y a la que realmente no podemos hacerle frente. En este contexto de paralelismo es que realmente se completan las vivencias: si bien no todos hemos vivido las mismas situaciones, no se nos complica ponernos en los zapatos de aquellas personas que nunca son escuchadas. Son estas personas las que le permiten al lector de su propia historia sufrir cada acontecimiento, le permiten condensar esa información y apropiarse de ella, que cada acto sea un dolor que solo se puede concebir como salido de las entrañas, como un dolor inexplicable, pero que llena de enojo.
En la lectura se van a divisar varias situaciones injustas, las cuales cada vez dejarán más claro por qué la violencia es siempre la que gana sin importar lo que pase y lo que se demuestre. En este caso, el lector se enterará de hechos funestos detrás de la adquisición de un pedazo de tierra; o se encontrará con la historia de una persona acomodada que, en busca de hacer sus sueños, termina en bancarrota; también se verá la lucha de una persona que nunca ha tenido nada y todo lo que medianamente logra conseguir le es arrebatado. Nada de lo que se nombra anteriormente es ajeno, más de uno de quienes leemos el texto conocemos esa historia que ha sido determinante para la vida de alguien, pero que para nuestro caso concreto puede que sea una historia más… Es lo mismo, es como si estuviéramos dentro del libro y como lectores fuéramos un espectador de aquello a lo que antes no le pusimos cuidado. Quien desee leer el libro, que sepa que se encontrará reflejado y permeado por cada palabra escrita. Si usted, querido lector, se adentra en el mundo de Daniel Ferreira, que sepa que va a sufrir como nunca, pero va a resurgir con cada página, va a lograr ver el mundo desde la perspectiva de los desdichados, y eso, eso es invaluable.
