SIMONA

La Brújula

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SIMONA
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Jueves, Octubre 15, 2020

Redacción: Nelson Álvarez de León

Ilustración: Laura Sanchez

 

Esmeralda llegó con un afán que le aceleraba las pulsaciones Interrogando      por la hija de su comadre en el restaurante que ha sido punto medio entre los pueblos cercanos al de ella. Como vio rostros conocidos sin ponerse a dar muchas explicaciones de una vez soltó:

 

  • ¿Alguno sabe algo de la hija de Rosita?

 

La cocinera y el mesero se miraron con una evidente preocupación en sus rostros que fue acompañada de uno de esos aguaceros nocturnos que llegan sin avisar.

 

  • Pues vea que la vimos ayer con el sute ese, el extranjero que llegó hace poquito por aquí- explicó la cocinera antes de invitarla a quedarse mientras pasaba la lluvia.
  • Sí, ya boleé quimba lo suficiente por hoy. Más bien cuéntenme que     saben mientras- respondió Esmeralda sentándose en una de las mesas más cercanas a la cocina.

 

Dos obreros de la capital, los últimos clientes que quedaban, a penas escucharon del extranjero, el mismo que tenía una finca extravagante con un diseño que daba la impresión de un castillo, pararon oreja. La cocinera se quitó su delantal, se sentó y juntando las manos le empezó a narrar lo que vio.

 

“Vea, el sute ese llegó aquí al restaurante a eso de las siete de la noche con una de sus pintas extravagantes, busté sabe que él se viste como un matachito, con una gabardina negra que le llegaba hasta los pies, una camisa blanca, una corbata negra y un pantalón negro sedoso, sedoso. Ese día como que estaba más pálido que de costumbre, o no sé si fue idea mía.  ¡Uy no! Eso se me trepó una cosa horrible por todo el brazo cuando me agarró la mano con cierta fuerza y sentí sus uñas larguísimas en mi piel y me pidió con su acentito todo raro disqué  un vino y dos copas, vino a dárselas de elegante con ese greñero que tiene y su barbita de chivo. Cuando llegó Simona, la hija de Rosita yo les echaba ojo cada tanto, pero ¡Uy no! Me miraba con sus ojos como verdes o amarillosos, yo no sé que color eran y sentía como si quisiera chuparme el alma. Le dije aquí al mesero que les echara ojo porque incluso aquí el dueño del restaurante nos decía: “pilas con el extranjero”. Ellos se quedaron hablando muchísimo acá, ya íbamos a cerrar a Simona ya la habían cogido los tragos y vi como el sute ese le hizo un chupón grotesco en el cuello, la besó sin ninguna vergüenza y cuando le pegó un mordisco en vez de hacerlo con amor lo hizo como con hambre, hasta creo que le arrancó un pedazo ¡Ay,virgen santísima! Se le hizo una bola en el cuello y le salieron unas líneas de sangre de allí, pero eso no fue lo peor mija. Los ojos se le empezaron a teñir de color rojo, entonces me vio y se mareo, se tomó una copa de vino de un trago y se la quiso llevar del restaurante agarrándola del hombro. Eso viera me armé de valor y le dije: “Simona, mamita, ya casi cerramos, si quiere espéreme y la dejo donde su mamá”. Pero no, esa muchacha tenía los ojos idos, tenía la mirada como si fuera una de esas muñecas de porcelana y pa terminar de rematar el sute ese me tocó la mano y ¡Uy no! Eso un escalofrío horrible me paralizó y con su acento ese raro, pero ahora como agitado me dijo disque el justo iba a llevarla a la casa y vea que al ratito que se fue me apareció una quemadura en la mano, donde sentí sus uñas a penas el llegó. Yo le dije al mesero que fuera e hiciera algo, pero ¡Ja! Ese regresó más asustado que yo.”

 

Lo más increíble del relato es que ninguno de los presentes dio por falsas las palabras de la cocinera, al menos el beneficio de la duda le dieron, y es que cada uno tenía su propia historia con el extranjero. Esmeralda tragó saliva y la ansiedad se apoderó de ella e iba salir con todo y aguacero, pero un trueno que los estremeció a todos, sumado a dos murciélagos que pasaron como un par de jets frente a su rostro y volaron en círculos alrededor de ella, haciendo que se cayera para atrás, los presentes espantaron a los murciélagos y la ayudaron a levantarse.

 

  • ¿Qué pasó? – Preguntó el dueño del restaurante saliendo del fondo de este.

 

Después de que le contaron toda la situación, el dueño del restaurante tomó asiento junto a ellos y adornó el aura de misterio con un “ese man si es bastante raro”. Se sentó en la mesa que estaban todos, unió sus manos y narró:

 

“Él venía acá al restaurante para desayunar casi todos los días, y algunas noches traía muchachas como Simona. Al principio él no hablaba mucho español, pero de algún modo se hacía entender para levantar muchachitas, aunque, a veces creo que a esos extranjeros de ojitos claros poco tienen que hacer para lograrlo. El cuento fue que yo me lo pillé llevando una cachona de un lado para otro y claro yo me puse a recordar mis años con mis amigos que le dábamos serenatas a las noviecitas. El extranjero no sabía tocarse un bolero o una carranga o un torbellino que eso se escucha por acá, ese solo tocaba música de por allá de su tierra y como típico estereotipo que se viste música de esa en inglés gringa. Un día que trajo su guitarra yo le dije: “mijo yo también toco guitarra un poco si quiere practicamos”. Y eso le enseñé música de estos lares y hasta empecé a pasarla bien con el muchacho ese, aprendí a tocar un par de canciones de las de él. Tanto fue así que lo llevé a mi casa, le presenté a mi señora y nos pusimos a tocar la cachona en la sala. Él se quitó su saco largo, su cuerpo se veía raro, usualmente estaba pálido y flacucho, pero se veía más rosadito e incluso parecía estar en forma, tanto que le pregunté sorprendido: “     Mijo, ¿hizo ejercicio?”. El se echó a reír y me dijo que más bien es que se alimentó bien. El cuento es que mientras nosotros estábamos en la sala mi señora estaba cocinando el almuerzo del día siguiente y se cortó el dedo, no fue nada grave, pero ustedes saben que la sangre es escandalosa, pero fue suficiente para alborotar al extranjero. Su piel se puso un tono más allá de pálido, era más bien como gris su brazo se puso raro, había pedazos fuertes y pedazos que se envejecieron, hasta le colgaban, le crecieron uñas como de gavilán, los ojos se le pusieron de colores y en un parpadeo estaba ahí al lado de mi esposa. Ella me dijo que se le arrugó la jeta como a un perro bravo y le peló las muelas y que los colmillos los tenía puntiagudos. Eso mi señora pegó un grito y cuando quise reaccionar, el extranjero se pegó con la alacena al querer acercarse a ella y eso cuando cayeron un pitico de ajo y eso se tapó la nariz y hasta soltó un quejido como de animal,yo le metí su golpe y le dije que a mi casa no se metiera trabado porque tenía esos ojos rojos, y por supuesto le dije que no regresara a mi casa, el estuvo de acuerdo, solo me dijo con su acento raro: “lo entiendo”. Mi señora hasta el día de hoy afirma que el extranjero es el mismísimo patas, yo no lo afirmo, pero tampoco lo niego, con el afán de echarlo de mi casa me dio la impresión que él no se reflejaba en un espejo que tengo en la sala cuando lo acompañé a la salida, todavía no estoy seguro si vi mal o si no se puede reflejar en espejos. No hemos vuelto a hablar y cuando el viene a comer acá no le digo nada porque quiero evitar problemas ,uno no sabe si es el mandingas que vino a dar un paseo. Lo que si le digo Esmeralda es que si ese man quiere a Simona no es pa nada bueno.”

 

Esmeralda más ansiosa que antes se llevó las manos a la cabeza y con la voz quebrada preguntó:

  • ¿Me está diciendo que el extranjero es un vampiro?

 

Todos se quedaron callados, sonaba como una tontería, sin embargo, ninguno lo desmintió. Entre ellos se miraron las caras y el mesero rompió el silencio diciendo:

 

  • Yo no sé si ese man es vampiro o está endemoniado o que será la vaina, pero si le digo que el vale ese le hacía algo muy raro a Rosita pa que dejara salir a Simona con él.

El mesero tomó una pausa para tomar un trago de chicha que había preparado la cocinera para todos y continuó narrando:

 

“Joda y yo por hacerme el tradicional hasta le pedí permiso a la seño rosita para poder salir con Simona. Y el man este del que hablamos le soltaba los permisos de una forma casi absurda, aunque por lo que cuentan estoy convencido que es algo más. La lea copiaba, la vaina es que la seño Rosa era muy celosa y la cuidaba mucho y digo yo que como me veía mesero pues ajá. Pero con el tiempo hasta ella me cogió cariño. Pero bueno, con el tiempo la lea dejó de copiar, justo cuando llegó el vale ese, europeo creo que es y toditas dos empezaron a actuar raro, como si estuvieran embrujadas. Un día estaba hablando con la seño Rosa y con Simona en el puesto de verduras de ellas de la plaza y llegó el mancito ese hablando raro dizque ya se iba llevar a Simona pa el pueblo de al lado. Ja, yo me esperaba que la seño rosa lo mandara para la porra, pero entonces me dio la impresión que una luz roja le titiló en los ojos e igual a él y ella le dijo dizque: “A donde quiera mijito”. ¿Ah? ¿Qué es esa vaina? A mi me tocó conocer hasta al tío abuelo pa que me dejaron arrimar nada más a la puerta. Y en cuanto a Simona ella parecía más embobada que la seño Rosa. Ese man hacía un montón de vainas que en cualquier otra persona a ella le emputaria, por ejemplo, el vale la cogió del brazo y casi que la obligó a dar una vuelta con él un día que ella le dijo que no tenía ganas de salir. Él la agarró feo del brazo y sus ojos se pusieron totalmente rojos, y ella se dejó manejar así sin más. Quise ayudarla y  le dije: “Ey,todo está bien” y es como si no me hubiera escuchado, sus ojos estaban perdidos, sin brillo igual que hace un rato cuando se fue con él”.

 

Esmeralda interrumpió al mesero y con voz temblorosa dijo:

 

  • Es que es cierto, había días que Rosita decía que ese tipo lo quería a metros y otros en que hablaba como si estuviera recién levantada, atalayando algún punto por allá perdido.

 

Ella también narró cómo en una ocasión Rosita le contó que Simona tenía un montón de huequitos en el cuello, los brazos, y el abdomen; y que tenía que ver con el extranjero, al rato cuando él se paseaba por su casa o ella hacía como si no existiera o decía que era lo máximo. A     demás, al igual que el mesero, aseguró que sus ojos titilaban con un color rojo cada vez que estaba en ese estado. Pero quizá lo más relevante fue lo que pasó ese mismo día, así que Esmeralda se pasó la chicha de un trago y les contó:

 

“Me desperté en la madrugada porqué soñé que el tipo ese raro le enterraba las uñas en ambos lados del cuello y se lo rebanó como si estuviese cortando lomo de cerdo y después le pegó un beso a Simona en el que le arrancó los labios de un mordisco y empezó a masticarlos. Me desperté sudando, me bañé y me fui para donde la comadre antes de que saliera para el mercado. Y ya llegando a la puerta vi esos ojos de colores con el borde como gris y sentí así lo mismo como cuando un perro bravo la mira a una, sentí como si se me estuviese quemando el pecho y el extranjero coge y me dice dizque buenos días. Yo me quedé paralizada, esos      ojos tenían alguna vaina rara detrás. Él se fue, no vi a Simona, pero eso si mi comadre estaba tan pálida como el hombre ese con unas ojeras que parecían de varios días seguidos sin dormir y la mirada perdida. Se me desmayó en mis     brazos y me tocó llevarla a urgencias y disque era muy probable que tuviese anemia. Y ahí acompañándola a que le hicieran exámenes de sangre entendí a los huequitos que se refería ella que tenía en el cuerpo Simona, ella tenía dos en el cuello y con sangre seca ellos, lo mismo en el antebrazo y en el pecho. Después de un par de horas, fue como si la comadre se despertara, con el brazo tembloroso porque con el tiempo parecía que se ponía peor, más pálida y perdía peso, me cogió la cara y me dijo:“Esmeralda, tiene que encontrar a Simona, si le pasa algo yo me muero”. Eso le ponían suero, pero cada vez estaba peor y yo me puse nerviosa cuando ella insistió: “búsquela mija, no deje que ella termine, así como estoy ahora. Por eso resulté boleando quimba por todo el pueblo y por las veredas cercanas, pero le fallé a Rosita.”

 

Uno de los obreros de la capital interrumpió y dijo:

 

  • Nosotros sabemos donde vive el man.

 

Todos voltearon a mirar a los obreros. El obrero que había hablado antes reafirmó:

 

  • Sí, es una finca que queda a unos seis kilómetros de aquí

 

Todos los presentes guardaron silencio y únicamente el mismo obrero lo rompió preguntando: “¿Vamos?”

 

El dueño del restaurante les preguntó cómo sabían dónde      vivía y el obrero mientras se ponía su chaqueta les contó:

 

Ustedes no son los únicos que ese man les parece un tipo raro. Un señor nos contrató para hacerle unos arreglos en su finca y la de ese man queda cerca. Ush eso parece un castillo bien parchado huevón. Tiene un montón como de torres re altas y hasta gárgolas le puso.  Y bueno ya llevamos tres días trabajando, mañana ya nos regresábamos, pero el primer día aquí mi parcero encontró un burro muerto, como chupado, en los huesos, y caminando hacia donde el patrón tenía guardado el ganado había una vaca que estaba en los huesos, sin ojos parecía una piel ahí botada, un trapo que estaba tapando el esqueleto de muchos de esos animales. Entonces al ver eso, le avisamos al patrón y el nos contó así re bravo que desde que llegó el flacucho los animales de él y de la gente de por ahí aparecía así cada cierto tiempo, 15 días más o menos. Al principio pensaban que era un animal, pero un día vieron el cuero de un caballo, que ni lengua le dejaron, de camino al castillo ese que se construyó. Por ahí los campesinos le preguntaron si es que tenía un animal bravo y el dijo que no que a lo mejor se lo dejaron ahí, pero el patrón estaba convencido que ese man tenía algo que ver. Una vez nosotros dos nos lo topamos ya bien noche, pero es que estábamos terminando ya y pues vimos como una sombra que se movía muy rápido. Y de repente nos tiraron la cabeza de un cerdo a los pies sin una gota de sangre y también parecía solo un trapo. Me agaché a recogerla y sentí como aquí el parcero me apretó el hombro y sentí un cosquilleo en el cuello, alcé la mirada y ahí frente a nosotros, vestido de negro chupando el ojo del cerdo, completamente vestido de negro, la boca sucia con sangre y a medida que se lamia la sangre su piel de blanco casi pálido pasaba a trigueña. Se llevó el dedo índice (Con su uña como de águila) a la boca y nos hizo “shhh”. Y después todo fue muy rápido, levantó un montón de tierra y se fue re rápido, parecía como un borrón y se perdió entre las sombras. Acordamos no decir nada porque ja, iban a decir: “no, pero si estos maricas están es hartos” y paila, por aquí siempre nos salen buenos trabajitos”.

 

  • Pero bueno- los interrumpió Esmeralda- ¿Pueden llevarme a donde vive?

 

El obrero miró a su compañero mientras tragaba saliva, y respirando profundo finalmente contestó:

  • Pues hágale cucha. Pero no le prometemos que nos vayamos a parar si esa cosa la ataca.

 

El dueño del restaurante se levantó de la mesa, fue a buscar un revolver     , un rosario y varias cabecitas de ajo y dijo:

 

  • Yo también la acompaño Esmeralda, voy a llevar estas seis narices por si las moscas, igual la gracia es coger a la niña Simona y salirnos volando de ahí.

 

El mesero y la cocinera también se armaron de valor y decidieron ir todos. Los obreros se montaron en una renoleta, mientras que el resto se fue en una camioneta land cruisier del dueño del restaurante. La carretera estaba destapada y a medida que faltaban menos kilómetros, el estado de esta era peor, al mismo tiempo la brisa estaba fría y violenta debido a un aguacero que se estaba apagando para convertirse en una llovizna. con el paso de los segundos, volvía a ponerse sus vestiduras de diluvio. Esmeralda pegó un brinco en su asiento cuando sintió un fuerte golpe en la ventana que tenía al lado, estaba oscura, no podía reconocer lo que era, pero con el paso de los segundos los golpes continuaron      en ambos costados del auto y en frente. El dueño del restaurante alzó la intensidad de las luces de la camioneta y vio un gran número de murciélagos haciendo su sonido característico, volando de forma sincronizada, de una forma similar a los aviones de cualquier fuerza área. Volaban alrededor de ambos autos en círculos y de uno en uno descendían a cada ventana y la golpeaban con su cuerpo. A cada metro que avanzaba parecía como si la cantidad de murciélagos aumentara.

 

Al mismo tiempo, en aquella pomposa finca con diseño de castillo gótico, Simona,     que había vivido un idilio desde la primera vez que vio fijamente a aquel muchacho que tanto revuelo había causado en su pueblo a los ojos. Sin embargo, cuando le dio el primer sorbo al vino que él le brindó, al fin despertó.  No era tan guapo, no era tan joven, no tenía aquella voz profunda y grave que ella creía escuchar cuando hablaba, pero sobre todo su cuerpo no era bien cuidado, tonificado, marcado, no. Era un sujeto exageradamente delgado, casi en los huesos, solo sus ojos estaban      de colores claros como siempre y la mirada intensa continuaba allí. Las noches con baladas y vinos en restaurantes europeos, como los de las películas, no eran más que el de siempre, donde trabajaban los amigos de su madre, aquellos poemas recitados con una voz sensual solo eran balbuceos de alguien que a duras penas está en un nivel básico de español, aquellos mordiscos que se sentían sensuales y excitantes, tras despertar se dio cuenta que eran más cercano     s a mordidas de un perro rabioso. Y lo peor de todo, recordó que ella quería ser novia de aquel muchacho del restaurante, pero de un momento a otro lo vio como alguien repugnante, que no estaba a su nivel. Al mismo tiempo que Simona estaba poniéndose al día de todo, en la cara del extranjero se dibujó una sonrisa de      la que sobresalían      sus colmillos.

 

Simona empezó a respirar con dificultad, había escenas borrosas, cosas que ella no quería hacer e hizo con total gusto después de mirar esos ojos que parecían un fuerte alucinógeno. Mandó a volar al chico del restaurante sin quererlo, dejó      sola a su madre en el mercado, e ignoraba las palabras de sus conocidos y todas las veces que preguntaba “¿por qué?” Esos ojos y esa mirada aparecían en su mente y se sentía bien, se sentía feliz, nada más existía. Finalmente,recordó que esa mañana su madre había despertado como ella, lo encaró, no la quería dejar salir con él, le mostró un crucifijo, ella le suplicó a Simona que se fuera corriendo, pero él la      miró a los ojos y ella sintió que todo estaba bien, incluso la última      vez que madre e hija se verían, sería con una gran sonrisa de oreja a oreja en el rostro de Simona. Él agarró a Rosita de ambas manos y le clavó sus colmillos en el cuello. Lo último      que recordó Simona fue que su madre quedó desplomada en el suelo y que poco a poco el color se le iba de la piel. Ella escuchó la risa del extranjero, vio como poco a poco sus cabellos se le iban cayendo, su piel se estaba poniendo de un tono gris y su esclera se estaba poniendo de color rojo. Ella entendiendo lo que estaba a punto de sucederle únicamente le preguntó con una voz tímida y derrotada: “¿Por qué tomarse tantas molestias?” Él sin dejar de reír le explicó:

 

  • Es divertido, sobre todo cuando se dan cuenta, como ahora.

 

Parecía que estaba perdiendo racionalidad, ya no tenía ni un solo cabello, su cuerpo se veía arrugado casi por completo, sus uñas se veían incluso más largas que las de un gavilán, sus colmillos aumentaron su tamaño y así como en la casa del dueño de restaurante, arrugó el rostro cual      perro a punto de atacar. Ella no tuvo oportunidad de reaccionar cuando ya lo tenía en frente. Él la agarró fuertemente de las muñecas y con sus ojos completamente pintados de rojo, logró controlar su mente una última      vez. La hizo experimentar la velada con la que supuestamente iba a terminar esa noche. Tomaron vino, él le      tocó guitarra y le cantó canciones a la luz de las velas en su estudio repleto de libros. Finalmente la cargó por las escaleras con el fin de llevarla a su habitación, le bajó el vestido y cuando le está besando el cuello la volvió a despertar. La dulce caricia de aquellos labios en su cuerpo, drásticamente cambió a una presión, a un dolor punzante y a un ardor. Ella a todo pulmón pegó un grito, pero fue inútil, la finca estaba vacía, solo se perdió como un eco en las habitaciones vacías. Los gritos de auxilio con el paso de los segundos, solo eran débiles quejidos de alguien que se estaba quedando sin aire. Los huesos      se le empezaron a marcar en su tembloroso cuerpo, la ropa se le cayó y su piel parecía un cuero viejo o harina de trigo podrida. Por el lado de él, el color volvió a su piel, su cuerpo se marcó, se volvió vital, regresó a ser tan guapo como solía serlo en los borrosos recuerdos de Simona. Ella solo tuvo tiempo de recordar la desesperación de su madre para que no saliera con ese muchacho aquel día.

 

Los murciélagos se dispersaron, se perdieron en la oscuridad de la madrugada y por      fin pudieron llegar. Esmeralda se desmayó, y Rosita, que luchaba con una extraña anemia, le entró una angustia que solo les da a las madres cuando saben que algo le pasó a alguno de sus hijos, en cuanto al resto encontraron lo que quedó de Simona en el suelo, al lado de unas pocas gotas de sangre y un gigantesco grupo de murciélagos perdiéndose en el cielo y la noche.

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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