“La corrupción no es sólo un problema de malandros. Se trata de todo un sistema político clientelista basado en intercambios de votos por dinero y apoyos electorales por contratos”, así inicia la más reciente columna de opinión del profesor emérito de Utadeo Salomón Kalmanoviz, publicada por el diario El Espectador el pasado 12 de febrero.
En su escrito, Kalmanovitz recuerda que los incentivos en últimas premian el crimen, promueven a los oportunistas y hunden a los buenos, a tal punto que los corruptos saben que sus fechorías no serán castigadas si son descubiertos, en la medida que algunos de los representantes de la justicia también aceptan prebendas.
Para el profesor emérito la corrupción siempre ha estado presente en el país, aunque fue menos evidente en el pasado cuando las posiciones políticas eran asignadas por los presidentes de los partidos tradicionales. Sin embargo, con la descentralización, la competencia electoral y la atomización de los partidos, este tipo de transacciones ilícitas se han vuelto mucho más complejas: “Aunque todavía subsisten confrontaciones ideológicas entre partidos, juega más el propio control de la contratación que los enfrentamientos entre centro y derecha. Cuando la izquierda ha ganado elecciones ha seguido las pautas del clientelismo y de la corrupción que la caracteriza”, señala el columnista.
Adicionalmente, el destacado economista menciona que fenómenos como el narcotráfico y su penetración a la política, en casos como el de Pablo Escobar o el cartel de Cali, dio pie al control militar de los violentos, influencia en las elecciones y alianzas con políticos que se ufanan de ser legales.
