A propósito del desarrollo de armamento nuclear por parte de las grandes potencias militares durante la II Guerra Mundial, el consejero de Utadeo, José Fernando Isaza, en su columna de opinión en El Espectador, reflexiona en torno a los documentos desclasificados por el Pentágono que, en 1986, Scientific American publicó. En ellos, se habla de investigaciones desarrolladas por la Universidad de Tokio en torno a la producción de material radioactivo con fines bélicos, pesquisa que posteriormente desecharon pues consideraban que iba en contra del honor militar.
Otras potencias como Alemania decidieron no disponer de arsenal atómico, mientras que Estados Unidos trabajo en el Proyecto Manhattan para construir la bomba atómica: “¿Cuál habría sido el resultado de la Segunda Guerra Mundial si Japón hubiera construido la bomba atómica y así Alemania habría contado con ojivas nucleares en sus cohetes V-2?”, se pregunta el columnista, al suponer la catástrofe global que este acto podría haber generado.
En ese sentido, Isaza puntualiza que Estados Unidos es la única potencia que disponía de armas nucleares, al tiempo que su actuar internacional demuestra que ese país está dispuesto a incursionar en guerras con fines de expansión territorial.
Sin embargo, añade el columnista, la capacidad de reacción de una potencia nuclear genera que otra nación se disuada de atacar, cuestión que el columnista define como “equilibrio del miedo”.