El asesinato de líderes sociales, un crimen que no da tregua en medio de la cuarentena
Aunque la atención de la opinión pública en Colombia actualmente se centra en la problemática sanitaria y económica generada por el coronavirus, para el profesor Miguel Barreto, del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de Utadeo, este virus no es la única enfermedad que reclama víctimas en el país, según sostiene en su artículo de opinión en el portal web Renascença de Portugal.
De acuerdo con el director del Observatorio de Construcción de Paz de nuestra Universidad, el odio y el resentimiento han cobrado la vida de más de 700 líderes sociales desde que se firmó el Acuerdo de Paz en La Habana. Barreto argumenta que, tras la aparición del coronavirus, cualquier otra forma de muerte en el país quedó relegada a un segundo plano.
En su artículo afirma que el proceso, firmado en el Gobierno Santos, ha tenido un camino difícil, debilitado por una administración actual que ha sido reaccionaria frente a su implementación: “Después de la guerra, la paz no llegó. La cara oscura del paramilitarismo no solo sigue muy viva en Colombia, y el tema de la guerrilla del ELN está lejos de resolverse, sino que ha surgido una guerra a cuenta gotas: el asesinato selectivo de líderes sociales, campesinos e indígenas en algunas regiones del país”.
Pese a que el país en los últimos meses ha estado paralizado por cuenta de la cuarentena, el asesinato sistemático no ha cesado: “la caravana de la muerte avanza, con sus diferentes caras. 1045 muertes por Covid-19 desde la identificación del primer caso de contagio; 41 líderes sociales asesinados desde el comienzo del encierro”.
Añade que la pandemia nos sumió en una era de miedo, en la que la muerte puede estar rondando en cualquier lugar, lista a cobrar sus víctimas, ya sea por efecto del virus, o en el caso de las zonas más apartadas del país, por las balas de un sicario.
“Los muertos nos igualan a todos. 'Del polvo venimos y al polvo volveremos'. Pero tal vez, como diría Orwell, hay algunos más iguales que otros. ¿Una muerte en Lombardía o Nueva York pesa más que una muerte en Tumaco o Buenaventura? En el fondo, ¿cuánto vale una vida?”, se pregunta el tadeísta.
