Hablar de “robots” no es un asunto nuevo, es más bien un tema que se ha venido trabajando desde hace más de un siglo, cuando Carol Copek, con el drama teatral titulado R.U.R., trabajó el tema de la producción en serie de herramientas programadas para realizar labores de diversa índole. En la trama, un tanto apocalíptica, estos dispositivos le declaran la guerra a la humanidad y amenazan la vida del planeta.
En pleno Siglo XXI, los robots y drones irrumpen en un mundo cada vez más cibernético y digital, señala en su columna de opinión en El Nuevo Siglo, el presidente del Consejo Directivo de Utadeo, Jaime Pinzón. Estos aparatos, señala, están unidos a un universo dominado por los programas espaciales, los teléfonos inteligentes e internet, llegando incluso a modificar las maneras de empleo, productividad y educación de los seres humanos: “estamos sobrecargados de información, urge determinar los alcances de la enseñanza virtual, de la presencial, con miras al futuro de niños y jóvenes que existirán al empezar el siglo XXII”, declara el columnista.
En Colombia, la irrupción de estas tecnologías ya es toda una realidad, especialmente en las nuevas generaciones, quienes juegan con vehículos no tripulados por los diferentes lugares del país. De igual forma, en los drones se ha visto un potencial importante a la hora de fumigar cultivos ilícitos o en labores de rescate y extinción de incendios.
Sin embargo, su uso no solo ha sido pensado para mejorar la calidad y estabilidad de la vida en el planeta: “En 1932 el inventor Británico Harry May hizo la demostración espectáculo de un robot que había diseñado, capaz de disparar una pistola certeramente, apretó sin querer el gatillo mientras la colocaba en la mano del autómata, circuló la versión de que el artefacto se sublevó y lo mató, para muchos ese aparato se convirtió en el primer muñeco mecánico en alzarse contra su creador”, llama la atención Pinzón del episodio, al considerar que es necesario regular la creación, distribución y uso de los artefactos tecnológicos.
