Desde 1979, cuando Deng Xiaoping impulsó la política de un hijo por pareja en China, son varios los impactos que la decisión ha tenido en términos de política social, economía y control de natalidad en un país que está llegando a los 1.400 millones de habitantes. Al respecto, en el especial de la Revista Semana sobre China, Enrique Posada, director del Instituto Confucio y del Observatorio Asia Pacífico de Utadeo, reflexionó sobre esta medida que inicialmente fue impulsada con el propósito de mantener el crecimiento económico del gigante asiático.
El experto chinólogo destacó que la medida no ha regido de la misma manera en la ciudad y en las zonas rurales, pues en esta última se le permite a la pareja que busque el hijo varón en un segundo parto, cuando el primogénito es una mujer, dado que, según la tradición confuciana, es el hombre quien cuida el bienestar de los padres, aún cuando señala, esta situación se ha invertido, debido a que los padres deben contar con recursos para entregarle a su hijo una vivienda a manera de dote matrimonial.
La política del hijo único ha tenido tanto detractores como críticos y presiones en contra, a tal punto que, en el 2013, el presidente Xi Jinping aprobó una nueva modificación, según la cual una pareja puede tener un segundo hijo, solo si uno de ellos es hijo único.
En todo caso, indica Posada, aunque considera que la política implantada hace cuatro décadas fue exitosa e inevitable, la tasa de natalidad más baja en ese país se produjo antes de la entrada en rigor de la política. De igual modo, señala que es pertinente la actualización a la medida, en un momento en el que la población económicamente activa de China envejecía: “De no haber procedido así hoy el país asiático tendría casi 2.000 millones de habitantes, con el consiguiente impacto en su economía y desarrollo social”, finaliza.
