Buscar sanciones más efectivas contra la corrupción, aún cuando estas no son contempladas por los códigos penales, es la propuesta que hace el consejero y ex rector de Utadeo, José Fernando Isaza, en su columna de opinión en El Espectador, a propósito de la condena contra el expresidente de Brasil, Lula da Silva, luego que se hallara culpable por recibir un apartamento de un contratista del Estado.
Para Isaza, el exmandatario trocó su paso a la historia, pues sus políticas ayudaron a cerrar las brechas de desigualdad social sin destruir la economía, al tiempo que Brasil evidenció un desarrollo y crecimiento en todos los aspectos. Sin embargo, lo más grave, es que abrió el camino a la Presidencia de ese país a un candidato peligroso, como lo es Bolsonaro, quien sepultaría todos los avances socioeconómicos a los que ha llegado el país sudamericano, al tiempo que coartaría los derechos de las minorías y de los marginados.
“Se compara a Bolsonaro con Trump, pero hay diferencias. Bolsonaro muestra un mayor desprecio verbal por los valores de la civilización y por el respeto a los derechos del ciudadano y de los países, pero al menos no dispone de un arsenal nuclear que pueda desencadenar un Armagedón. Podría compararse con el presidente filipino Duterte, quien en sus declaraciones se confiesa como un asesino directo y no solo un instigador de crímenes contra la humanidad”, señala el columnista.
En ese sentido, declara, se debería castigar a los culpables de corrupción con cárcel y con la restitución de la riqueza obtenida fraudulentamente, pues casos como el sucedido en Brasil demuestran que los votantes, hastiados de este flagelo, se refugian en las figuras de peligrosos populistas.