Jose Antonio Ocampo acaba de publicar otro importante aporte a la historia económica de Colombia, referido al sistema financiero. Su enfoque combina habilmente las variables macroeconómicas con las del sector que analiza. El período estudiado es de 1950 al presente, con algunos temas que arrancan desde 1923, fecha en la que se establece el Banco de la República.
Ocampo hace uso de las teorías de la inestabilidad financiera y de la psicología de la irracionalidad, junto con las nociones de información asimétrica, para pintarnos un cuadro realista de la intermediación financiera, siempre expuesta a las crisis. En los países en desarrollo las crisis generalmente están asociadas con la interrupción súbita del financiamiento externo, como lo fueron la quiebra latinoamericana de 1984 y el contagio de la crisis asiática en 1998-2002, aunque también resultan de políticas internas que permiten expansiones excesivas de la oferta monetaria y del crédito, como la del UPAC en 1998.
El autor es conocido por su simpatía por el intervencionismo del Estado en la economía y quizá por eso sobreestima los avances del sector financiero entre 1950 y 1974; él aduce que en este período la profundización del sistema fue casi equivalente a la de las fases posteriores de liberación financiera. Lo cierto es que hay poca intermediación financiera si los bancos prestan solo parte de sus escasas cuentas corrientes, castigadas con un encaje creciente, y si el grueso de los fondos surge de la emisión primaria que les facilita el banco central, o cuando es este el que le presta directamente a los agentes escogidos a dedo y beneficiados con tasas negativas de interés. Los ahorros de las personas depositados en los bancos son erosionados porque no se les reconoce siquiera la inflación. Esta es creciente, en la medida que se dan excesos de emisión monetaria. Peor aún: una tasa negativa de interés asigna mal los recursos escasos de capital e induce inversiones poco productivas.
El sistema financiero colombiano comienza a madurar verdaderamente a partir de la creación del UPAC en 1972, cuando capta ahorro del público a tasas reales de interés y lo presta a los constructores y a los adquirientes de vivienda. La introducción de los depósitos a término en 1975 generaliza la captación de ahorro, ahora por todo el sistema que multiplica el crédito sin que se convierta en una fuente de inflación.
Ocampo le encuentra ventajas al sistema financiero intervenido: es menos propenso a las crisis y sus tasas de interés son menores. No debe sorprender que un sistema raquítico tenga menos crisis que otro profundo y que las tasas interés de un sistema basado en la emisión sean aparentemente inferiores a las de otro basado en las captaciones del público. Por cierto, los subsidios crediticios eran para los allegados de cada Gobierno o para los agentes que tenían influencia en los bancos, pero el grueso de la población tenía que recurrir al sistema extrabancario o al crédito gota a gota por el que abonaba tasas de interés exorbitantes.
El autor destaca que las crisis financieras en Colombia han sido resueltas de manera pronta, con alto costo para los banqueros y bajo para la sociedad. También le hace justicia al entorno de baja inflación del 2000 al presente que ha permitido una sólida profundización del sistema financiero, todavía vulnerable por su excesiva concentración.
Salomón Kalmanovitz | Elespectador.com