Arturo Valencia, un futbolista de Guanía

Son las cuatro de la tarde, empieza uno de los tantos entrenamientos de Arturo Valencia en el equipo Nido de Águila del América, de México. Es una tardedel 12 de septiembre del 2018, a las afueras de Bogotá, es fría y lluviosa. El joven de 18 años con 1.83 metros de altura y todas las ilusiones vivas, patea un balón casi desde la mitad de la cancha con una fuerza excepcional, termina rozando el travesaño. Casi como una analogía, su madre Mercy Roa, un par de meses antes, con la misma fuerza de una madre orgullosa, con una pasión que solo conocen ellas, me relataba los logros de su hijo.


Arturo nació en Puerto Colombia, en medio de la selva del Guainía. Vivió en las minas de oro, algunas veces trabajando como buzo, hasta que su familia se mudó al municipio de Inírida. Alí desarrolló su gusto por el fútbol. Hoy, a más de 700 kilómetros de su hogar, viviendo solo en Bogotá y con la misma fuerza con la que pateó el balón, busca ser un jugador profesional.


Manuel Lomelí, ex jugador mexicano, hoy se desempeña como el director general del club en Sudamérica, y conoce muy bien el talento de Arturo. Con un notable acento mexicano y una precisión a la hora de hablar, Lomelí detalló que el objetivo del club mexicano no es simplemente deportivo, sino además formar un guerrero, una persona que aprenda a sobrellevar las adversidades y la frustración.

— ¿Qué piensa de Arturo?

— Arturo ha tenido un crecimiento importante, imagínate las dificultades que ha enfrentado él solo en esta ciudad. Sus capacidades deportivas las demostró cuando vinieron delegados directamente desde El América y lo invitaron a México. Tuvo un crecimiento cultural e intelectual enorme. Fue difícil porque él pensó que se quedaría, pero debe entender que el proceso sigue, y debe dar más de lo que ha mostrado. Es un ejemplo de humildad para que sus compañeros aprendan a trabajar duro y a mejorar constantemente.
 
Arturo Valencia sosteniendo el tablero en medio de un partido en el estadio Azteca. Fotografía tomada por el club.

Para Lomelí el papel de las entidades deportivas debe ser más profundo, sobre todo las estatales. Uno de los valores que recalca el Departamento Administrativo del Deporte, la Recreacion, la Actividad Fisica y el Aprovechamiento del Tiempo Libre, Coldeportes, es la “formación y la preparación de los deportistas”, donde la inversión no solo se limite a escenarios deportivos. Sin embargo, según datos del ministerio de Hacienda, en el presupuesto general de la nación para el 2018, la inversión en el deporte colombiano ocupa la antepenúltima posición, con un monto de 320 mil millones de pesos, nada comparado con la cifra de 33 billones que se destinarán para la defensa y policía.

Michael Guzmán, compañero de Arturo desde hace un año, con una velocidad para transportar la pelota y un carisma para animar al equipo, no oculta su admiración por Arturo y el proceso que ha llevado tanto dentro como fuera de las canchas:  “Tiene una claridad mental con el balón, además de ser un atacante nato, sabe recuperar la pelota. Arturo refleja mucha madurez y capacidad de decisión”. Y, casi finalizando la entrevista y como un guiño a su destino recalca: “todo está en él, además ya lo conocen en México”.

Son casi las siete de la noche, el frío y la oscuridad de la sabana de Bogotá obliga a salir de las canchas. En medio de la charla con Lomelí y algunos compañeros de Arturo, casi como bajándolos de la nube y aterrizándolos en la realidad de este deporte, el timonel anota.

— Estamos acostumbrados a que el mundo nos muestre a las estrellas, a las que llegaron, esas son las excepciones, la normalidad es que nadie llegue.
 
“El fútbol ha sido una alegría en mi vida”, Arturo a escasos metros del césped del Azteca. Fotografía tomada por Arturo valencia.
 
Es mediodía, un domingo soleado en Bogotá. Cuatro días después del entrenamiento en las canchas del creativo norte, Arturo llega a la terminal del salitre de Bogotá, con rumbo a Ibagué, para presentar pruebas al día siguiente a la sub 20 del Tolima a las 6:30 de la mañana. Arturo se ve nervioso, tal como lo dice él, a pesar de haber viajado ya dos veces a México, esta es la primera vez que viaja solo por carretera. Después de abordar el bus, Arturo me pregunta por el tiempo que nos demoramos, el clima de Ibagué y su gente.

Las palabras empiezan a fluir y Arturo pierde un poco su timidez, tal como su director técnico se lo reprochó en la primera entrevista que le hice “debe ser menos tímido, debe soltarse más”. Han pasado 45 minutos y Arturo me ha contado sobre su vida en Guainía, entre risas y recuerdos de su niñez y juventud, Arturo desdibuja los paisajes que ofrecen las carreteras de Cundinamarca y el Tolima, sus relatos van creando otros paisajes:

— Recuerdo que con mi hermano, “Mafia”, buceábamos en las minas de oro, por el río Guainía. Él sabía mucho de eso, una vez me estaba enseñando. Yo bajé con la manguera en la boca para poder respirar, pero la balsa me jaló la manguera y quedé sin aire, el agua de estos ríos es muy oscura, no me podía desesperar, y además estaba muy abajo, empecé a buscar la manguera prácticamente a ciegas, hasta que la encontré.

En algunos momentos Arturo permanece inmóvil, callado y mirando hacia la nada, casi inexpresivo. En otros, su timidez se rompe y narra historias con amigos de su infancia, las veces que jugaban en la cancha del barrio o la vez que su padre le dijo, “si quiere yo lo apoyo para que se vaya a jugar a Bogotá”. Al igual que cuando hablé con su madre, sus rostros cambian cuando entonan los nombres de su familia, y es que siempre me dice:

— Yo le doy gracias siempre a mi mamá y hermanos, sobre todo a mi hermana Norma. Ella siempre me dice que quiere que estudie, pero yo le digo que a mí me gusta es el fútbol, yo no entiendo cosas del estudio o me da pereza.
 
“Todo está en él, además ya lo conocen en México”, son las palabras de elogio de Michael Guzmán, compañero de Arturo. Fotografía tomada por el club América de México.

Y es que, aunque parezca un chiste, de alguna forma la ciencia respalda a Arturo. Aunque él piense que no es suficientemente inteligente o su hermana diga que no está aprovechando el tiempo para estudiar, una investigación del Instituto Karolinska de Estocolmo analizó el funcionamiento cognitivo de 83 futbolistas, demostrando que existe “un desarrollo superior a la media en anticipación visual, identificación de patrones, cálculo de probabilidades, creatividad, desarrollo de estrategias y toma de decisiones”. Esta investigación respalda la idea que ha planteado Arturo y Johan Cruyff, exjugador holandés considerado el segundo mejor jugador del siglo XX por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS):  “El fútbol es un deporte que se juega con el cerebro”.
 
Son las tres de la tarde, han pasado 30 minutos desde que Arturo dijo su última palabra, de hecho, llevaba unos audífonos puestos. Pensé que necesitábamos un momento, él necesitaba concentrarse para lo que venía. Después de esos minutos sin palabras, Arturo empieza contarme las veces que ha viajado gracias al fútbol.
 
— He viajado a Barranquilla por un torneo y dos veces a ciudad de México, a la casa hogar del América. La primera vez fuimos casi todo el equipo y duramos tres días. La segunda fui solamente yo, duré otros quince. Compartí con la cultura de los pelaos mexicanos, a ellos le gusta mucho Colombia por Pablo Escobar y las mujeres.

Las anécdotas de Arturo no son una apología a ganadores o perdedores, son relatos de un joven que ha pasado por diferentes escenarios, compartiendo canchas con muchachos de su barrio, muchos de descendencia indígena, o con jugadores de talla internacional; viajando en un avión rumbo a ciudad de México, o buceando en medio de la selva para encontrar oro.
 
Después de llegar a Ibagué, entramos a una vieja cancha de fútbol para terminar con la entrevista. Fotografía tomada por Daniel Ortiz

Después de casi cinco horas de viaje llegamos a Ibagué. El hambre ataca después de un viaje tan largo y con tanta preguntadera. Antes de tomar el taxi a la casa hogar, entramos a un restaurante cerca de la terminal. En medio del festín, mientras hablábamos sobre los campos minados que existe todavía en el Sumapaz, Arturo comenta una de las situaciones más difíciles que afrontaron sus padres: el reclutamiento de su hermano mayor por parte de la guerrilla.
 
— Él estuvo como 16 años en la guerrilla, lo reclutaron en Guainía. Lo digo porque él estuvo en Sumapaz, hasta que casi lo mata una granada. Se desmovilizó y ahora trabaja como técnico en refrigeración en un pueblo de Cundinamarca.

Mientras que come, su mirada se pierde en las paredes blancas de aquel restaurante de Ibagué, como recordando aquellos días de incertidumbre, cuando le decían a su mamá que a su hermano lo habían matado, pero luego que no, que seguía en el monte. Quizá Arturo no lo sepa, pero existen momentos en los que las historias comparten similitudes, porque por allá entre los montes que unen al Chocó y Antioquia, existe un pueblo llamado Urrao, que vio crecer al que se convertiría en el 2017 en subcampeón del Tour de Francia. Puede que Rigoberto Urán y Arturo valencia nunca se vayan a conocer, quién sabe, pero al igual que Arturo, a Rigoberto Urán el conflicto colombiano tocó a su familia, cuando su padre fue asesinado por paramilitares.

La noche estaba llegando, era momento de terminar nuestro destino, su destino. En medio de la caída del sol, Arturo camina por las calles de un lugar hasta hoy desconocido para él. Toma un taxi. La casa hogar se encuentra en medio de un barrio con casas no muy altas, donde el cemento de la ciudad se mezcla con los paisajes y sonidos del campo. Allí una señora muy amable nos recibe, en medio del abrumador cantar de las chicharras.
 
Un pequeño televisor que transmite un partido por La Liga Águila entre Alianza petrolera y Bucaramanga, que por cierto es muy atendido por los dos nuevos compañeros de Arturo. Fotografía tomada por Daniel Ortiz.

En la casa se respira un ambiente familiar, como el de una madre con muchos hijos. En el primer piso residen ocho jugadores, ochos historias que se suman a la de Arturo. Arturo compartirá cuarto con dos jóvenes. La señora de la casa le pide perdón por no separarle cama.

— Yo no sabía cómo le gustaría la cama, o si quería un cuarto solo. Le tocó compartir. Ahí tienen un baño.

Arturo, con cordialidad y una pizca de timidez que lo acompaña, le dice:

— No importa, así está bien.

Alba Mery Bulla es su nombre, y aunque no lo parezca por su baja estatura, ella es la patrona de la casa, es la imagen sustituta de una madre, una autoridad, alguien que les tiene un plato de comida y les pregunta por los amores, las aventuras y sus progresos en el fútbol. Es la única figura femenina de la casa y, a pesar de sus estrictas reglas, trata de mostrarse como una amiga, casi como una madre.

“Uno se vuelve como una mamá para ellos y estar pendiente de ellos se vuelve un hábito. Ya voy para diez años en este proceso con el Tolima, de domingo a domingo cierro las puertas a las nueve de la noche. Ellos tienen que tener claro que ellos vienen es a jugar fútbol, esa es su meta”.

Como una madre orgullosa, al igual que la mamá de Arturo, habla del “pelao” que pasó por su casa: Sebastián Villa, el hoy delantero del Boca Juniors que comenzó su carrera en el Deportes Tolima, pasó a ser un motivo más para seguir siendo la madre de los “pelaos” que llegan a probar suerte a Ibagué.

Son casi las seis de la tarde, en medio de la algarabía del repaso de las reglas de la casa y el sonido de un pequeño televisor que transmite un partido entre Alianza Petrolera y Bucaramanga, que, por cierto, es muy atendido por los dos nuevos compañeros de Arturo, nos dirigimos a una cancha de fútbol cercana para terminar con las últimas entrevistas.
 
El protagonista deja ver en una foto su carácter, con la mirada fría y siempre mirando hacia el frente. Fotografía tomada por Daniel Ortiz.

Las preguntas van y vienen. Arturo, entre frases enredadas y un poco de timidez, siempre va al grano.

— ¿Qué es el fútbol en su vida?

— El fútbol ha sido una alegría en mi vida, cuando tenía 16 años yo estaba ya dedicado al estudio, para mí el fútbol ya no era nada. Me ha cambiado la vida.

— ¿Cuáles son las oportunidades que ha encontrado en Bogotá a diferencia de Guainía?

— Yo estaba acostumbrado a un pueblo muy pequeño. Cuando llegué a Bogotá todo se me hacía distinto. En el Guainía hay mucho talento, pero cuando entras a una escuela te enseñan la técnica del fútbol, las métricas, la inteligencia de este deporte. Esto es un proceso, ese proceso allá no lo desarrollan en su totalidad. Además, no apoyan el talento del departamento.

Según datos de Colombia Lícita, de los $1.390 millones de pesos que entraron al INDER del departamento en el 2017, por lo menos a Arturo no se le apoyó de ninguna forma.

— Cuando hablé con su madre, me comentó la lucha que ha tenido con las entidades del departamento, prácticamente su madre ha ido al concejo de Inírida a pedir apoyo para los deportistas, pidió a la gobernación que le apoyaran económicamente para su patrocinio y sostenimiento, ¿recibió algún apoyo o acompañamiento?

— El gobernador subió a sus redes sociales fotos mías en el América de México como un triunfo de ellos, diciendo que me habían apoyado. Eso es mentira. No pienso nada malo sobre ello, igual si a ellos no les nace, no puedo hacer nada.

Arturo se refiere a una publicación hecha a través de Facebook, el día 20 de febrero del 2018, por parte del Gobernador del departamento del Guainía, Javier Zapata. En la publicación el gobernador no afirma haber apoyado a Arturo, sin embargo, hubo comentarios de ciudadanos que reprochaban la falta de apoyo y acompañamiento a los deportistas del departamento. La inquietud de Arturo nace por la forma en la que el gobernador toma esta historia como imagen del departamento, sabiendo que nuca apoyaron su carrera deportiva.
 
Publicación hecha por el gobernador del Guainía Javier Zapata a través de su cuenta de Facebook el 20 de febrero del 1018.

Con sus respuestas casi monosilábicas y la humildad de un chico que sabe de dónde viene y para dónde va, termina la entrevista. Pero todo este camino necesita más contexto, me refiero a cifras que según el Índice de Transparencia de las Entidades Públicas (ITEP) Guainía, Chocó y La Guajira son los departamentos con más riesgo de corrupción a nivel gubernamental. Intenté comunicarme por medio de correos con el gobernador Javier Zapata, nunca contestó.

La noche cae sobre la capital musical de Colombia, pero hoy la música no importa, importa es el fútbol. Antes de partir para Bogotá, decido quedarme un tiempo más. Son casi las ocho de la noche, la comida está servida, la señora sirve pechuga frita, arroz, papas y grandes vasos de jugo de mora, como si fueran una gran familia se sientan a la mesa. Arturo comparte su comida conmigo, y la señora Alba me da “jugo pa la sed”. Los dos nuevos compañeros de Arturo, hablan muy poco, son dos morenos de estatura considerable, que aparentan más edad de la que tienen, provienen de dos paisajes diferentes en lo que se llama Colombia.

Jefferson Darío Cepre, proveniente de Cumbitara, Nariño y Jesús Gutiérrez, proveniente de Medellín, pero nacido en Quibdó. El primero lleva seis meses en la casa hogar, juega en un equipo nuevo de Ibagué, es reservado. Jesús o “junior”, no oculta su emoción por la entrevista, y es que apenas con 16 años relata con orgullo su paso por el fútbol de Antioquia, y su llegada a Ibagué para probarse en la sub 16 del Tolima recomendado por un ex futbolista de la región. Al igual que Arturo, su apoyo incondicional ha sido su padre, también le ha tocado defenderse casi “con las uñas”.

Son casi las nueve de la noche, Arturo me acompaña a tomar el transporte devuelta a Bogotá. En el camino recuerdo todas las veces que he escuchado noticias sobre la falta de apoyo del Estado o de las entidades encargadas en el país para salvaguardar los intereses de los deportistas colombianos. Me llegan a la mente historias como las del boxeador Yuberjen Martínez, nacido en el Urabá antioqueño, quien recibió reconocimiento y apoyo únicamente después de ganar una medalla de plata en los olímpicos de Rio de Janeiro.

¿Será esta la suerte de este futbolista? El tiempo dará la razón.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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