Camilo Cely, el campeón nacional del boccia

El miércoles 11 de agosto de 1996, en la vereda Las Puentes, perteneciente al municipio de Betéitiva, doña Nohemí dio a luz a su séptimo hijo, el menor de cinco hombres y dos mujeres, en una casa construida con paredes de tapia pisada y adobe. La vivienda se apoyaba con habilidad sobre el piso de tierra, bajo grandes vigas que sostenían el techo de bahareque y tejas de barro. Allí, el niño recién nacido recibió el nombre de Dubán Camilo Cely. Su crianza trascurrió en el seno de una familia boyacense dedicada a la ganadería y a la agricultura.


— Camilo fue una sorpresa que nos dio la vida hace 22 años. El que nos hubiera llegado un criaturo en esas condiciones nos dio muy duro — dice hoy don Carlos, padre de Dubán.


Camilito, como lo conocían sus compañeros del colegio, nació con una malformación que le da apariencia de un gancho a sus extremidades.
 
— Los vecinos nos decían que lo lleváramos a terapias y que eso los médicos lo iban a arreglar. A los ocho días lo llevamos al Hospital Regional de Duitama donde los médicos también se sorprendieron — recuerda doña Nohemí.
 
Para entender la razón de su condición, los profesionales preguntaron a don Carlos y doña Nohemí si en su casa tenían químicos, insecticidas o fungicidas. Sin embargo, ante la negativa de los padres, los doctores empezaron a practicar distintos tipos de exámenes hasta que descubrieron que su condición llevaba por nombre Artrogriposis Múltiple Congénita (AMC).
 
La casa de la familia Cely se ubica en un camino rural cerca de la carretera principal que comunica todas las veredas del municipio de Betéitiva.

De acuerdo a la investigación Artrogriposis múltiple congénita: espectro de deformidades en el miembro superior, a propósito de una serie de casos de la Universidad Nacional de Colombia,  la AMC es un síndrome clínico no progresivo que se caracteriza por la rigidez de dos o más grandes articulaciones, las cuales se encuentran curvadas o en gancho y que presentan compromiso del desarrollo y movimiento muscular. Esta condición física se presenta en 1 de cada 3.000 recién nacidos vivos y en el diagnóstico se incluye más de 150 trastornos diferentes.

— Recuerdo tanto que allá le hicieron un examen para probarle el oído: un sonajerito en la orejita. Tilín, tilín, tilín y ahí mismo levantaba los ojitos a mirar qué era. Así le hicieron todos los exámenes de la vista, el tacto... y todo salió normal. El problema eran sus extremidades — explica don Carlos mientras experimenta una notable emoción que cristaliza sus ojos.

Entonces iniciaron un tratamiento con el ortopedista Juan Carlos Ruiz, el único en Boyacá por ese entonces. Él se examinó y atendió al niño durante casi cinco años, pero esto los puso en una situación muy compleja: cada ocho días tenían que viajar al hospital de Duitama para que Camilo tuviera sus terapias. La madre del pequeño debía caminar una hora y media con él en brazos desde su casa hasta el municipio de Floresta, costear el pasaje de un bus que se demoraba más de una hora en llegar a Duitama, asistir a la cita y repetir el recorrido de regreso hasta su casa.  En cuatro oportunidades tuvieron que operarle las piernas y los gastos se incrementaron.
 
La Escuela Rural Las Puentes dista tres kilómetros aproximadamente de la casa de la familia Cely.

Camilito presentó mejorías y eso avivó la idea de que algún día podría caminar, pero al ver que después de tanto tiempo  no sucedía, don Carlos le preguntó al doctor si aún había posibilidades. El médico respondió que se hacía todo lo posible pero que en realidad había muy pocas esperanzas de llegar a tanto.

— Claro, sus terapias le ayudaron mucho, le pudieron dar forma a sus piernitas para que las pudiera estirar, pero caminar no porque tiene unos nervios más delgados que otros y eso no le permitía estirar sus rodillas. Nos tocó terminar ese tratamiento y dejar así.

Camilo recuerda que al principio andaba por la casa gateando. Más adelante aprendió a desplazarse de rodillas, como lo hace ahora y con gran destreza. Durante sus primeros años de vida rompió decenas de pantalones.

Doña Nohemí cuenta que llevaron al niño durante un año al jardín infantil que quedaba cerca a su casa y cualquiera de la familia debía transportarlo, en cicla o en brazos, de ida y de regreso. Más adelante, cuando cumplió siete años, lo matricularon en la Escuela Rural Las Puentes, aún más lejos que el hogar infantil. Para facilitar el traslado, ahorraron para comprar una moto. “Era una B80. Los hijos aprendieron a manejarla y ahí sí ya todos corrían a traerlo”, apunta la señora entre risas.
 
Las boccias (pelotas con las que se practica el boccia) deben tener un peso aproximado de media libra.

Al término de la escuela primaria, el Centro de Salud de Betéitiva les proveyó una silla de ruedas.Entonces, los padres de Camilo decidieron inscribirlo en la Institución Educativa Héctor Julio Rangel Quintero del municipio de Floresta para que cursara el bachillerato, puesto que ese colegio tenía una ruta de bus que pasaba cerca a la casa de la familia Cely, lo que les facilitaba el transporte. Todos estaban asustados el primer día, relata don Carlos, ¿Quién lo iba a lidiar? ¿Quién lo iba a llevar de un lado a otro? ¿Quién le iba a ayudar a comer? “No, eso es muy verraco. Yo no sé cómo se hicieron tan amigos con Adrián. Él lo llevaba para acá y para allá y hasta este momento no lo ha abandonado. Son cosas que lo sorprenden a uno porque consiguió varios amigos que lo quisieron mucho”.

Adrián recuerda que conoció a Camilo cuando estaba en sexto grado, por a unos amigos gemelos que tenían en común y poco a poco empezaron a hacerse muy cercanos, hasta el punto en que madrugaba todos los días a las 6:30 de la mañana, hora en que la ruta llegaba a Floresta con Camilo, para recogerlo e irse juntos al colegio. Luego de terminada la jornada estudiantil esperaba, hasta las 4:30 de la tarde, cuando salía la ruta de regreso, con el fin de asegurarse de enviarlo seguro a su casa. En ningún momento lo dejaba solo. Desde ese entonces se convirtió en su amigo inseparable.

Más adelante, gracias al boccia, su amistad se fortaleció aún más. El boccia es un deporte que, según una investigación de la Universidad de Alicante, surgió en la Grecia Clásica del siglo XVI y fue rescatado y adaptado para personas con minusvalías por los países nórdicos en los años 70. Hoy esta práctica se destaca por ser reconocida como  un deporte paralímpico desde los Juegos de Seúl en 1988.

Las Reglas de Juego de Boccia de la Boccia International Sport Federation (BISFed), explican que este deporte es similar al tenis en ética y espíritu. Sin embargo, en la práctica, es muy diferente. Se juega con unas bolas llamadas boccias, similares a las pelotas que conocemos como fuchis. Cada uno de los dos grupos o parejas oponentes posee  seis boccias de color rojo o azul, las cuales son lanzadas hacia el suelo con el fin de poner la mayor cantidad de pelotas del equipo cerca de una bola blanca llamada Diana, la cual es la referencia para los lanzamientos durante todo el partido.
 
Los partidos de Boccia se juegan sobre una cancha sintética de 12,5 metros de ancho por 6 metros de largo.

“El boccia, por ser un deporte de precisión y estrategia, procura la inclusión de ambos géneros dentro de un contexto de equidad, por lo cual ha tenido una gran acogida a nivel mundial y ha sido catalogado como el deporte bandera de la Asociación Internacional de Deportes y Recreación para personas con Parálisis Cerebral (CP-ISRA)” dice la tesis El Boccia, Factor de integración social y su significado en mujeres y hombres adscritos a la liga de parálisis cerebral de Bogotá, de la Universidad Nacional de Colombia.
 
Los deportistas de boccia están separados en categorías BC1, BC2, BC3 y BC4 de acuerdo a ciertas características físicas a tomar en cuenta. Camilo Ortega, entrenador de la Liga colombiana de Boccia, describe que esta clasificación funcional busca que haya igualdad en las características funcionales en el momento de la competencia, de modo que quienes sobresalgan lo logren gracias al entrenamiento y no a la funcionalidad.
 
Se evalúan tres aspectos claros. Si es un paciente neurológico  de origen cerebral se  toma en cuenta el tono, es decir, qué tanta fluidez del movimiento tiene con relación a la alteración neurológica. Desde el punto de vista periférico o musculo-esquelético, si es distrofia se evalúa  qué tan débiles o fuertes son los brazos. Si es articular, como en el caso de Camilo, entonces se evalúa cuáles el rango de movilidad articular que tiene. Debe presentar una limitación del 50% del rango de movilidad articular tanto en cadera como en hombro para poder ser elegible en boccia. Además, la fuerza también tiene que verse comprometida.

De acuerdo al Registro para la Localización y Caracterización de Personas con Discapacidad, hasta el año 2015, el 2,51% de la población colombiana está registrada dentro de sus bases de datos como una persona que posee algún tipo de discapacidad. De este porcentaje, cerca de un tercio tiene una discapacidad motriz, de los cuales aproximadamente 120 acuden a los campeonatos nacionales de boccia como deportistas de la Liga Nacional.
 
Los deportistas de categoría BC3 no pueden mover sus brazos, razón por la que se apoyan en un auxiliar que mueve la canaleta a disposición del deportista para poder realizar los lanzamientos.

El Boccia llegó a Camilo un día de mayo del 2013, cuando Mario Verdugo, profesor y entrenador de la Selección Boyacá de Boccia, ante la insistencia de su hermana, secretaria del colegio de Floresta, citó a Camilo junto con su padre para realizar un ejercicio de prueba y determinar si era apto para el deporte. “El profe le dio una de esas tales boccias y le dijo que alzara el brazo, pero él no lo puede levantar más que a la altura del antebrazo. Entonces le pidió que la lanzara. Camilo cogió y se acomodó en su sillita y la tiró, ¡allá casi rompe un vidrio!”, narra don Carlos entusiasmado.

Por su parte, el profesor Mario pensó que Camilo era un deportista BC3, es decir, que debería usar una canaleta a través de la cual se empuja la boccia con un puntero sostenido en su boca ante la aparente imposibilidad de que él moviera sus brazos. Sin embargo, Camilo solicitó permiso para lanzar con la mano, y cuando lo hizo el profesor se dio cuenta que había algo interesante en él. Faltaban tan solo ocho días para un campeonato en Cartagena y lo llevó sin mucha preparación y casi sin conocer el reglamento. Esa experiencia le dejó la enseñanza de que cada persona tiene un talento que merece ser valorado y desde entonces va a cualquier lugar que le sugieran a evaluar a un posible bocciero.

Desde ese día empezaron los ejercicios diarios de preparación para Camilo. Adrián, además de ser su amigo, se convirtió en su auxiliar. Entrenaban todos los días después de terminar las clases bajo la cubierta del comedor del colegio, en ocasiones hasta las ocho de la noche. Camilo tuvo que mudarse al pueblo con uno de sus hermanos para poder salir adelante con el deporte sin descuidar las obligaciones escolares.

Obtuvo su título de bachiller con un Técnico en Instalaciones Eléctricas y Residenciales del Sena en el 2014 y decidió dedicarse de lleno a sus entrenamientos de boccia. Un día Camilo buscó a su padre para preguntarle qué carrera profesional podría estudiar. “Yo le dije: pues mijo, usted ya tiene su carrera, siga con su deporte, esa ya es su profesión. Él quiere estudiar algo más pero por ahora tiene que concentrarse en una sola cosa porque, o estudia o entrena, ya que ambas cosas requieren de tiempo y disciplina”.
 
Camilo se amarra las baquetas a las manos con bandas elásticas para evitar que se caigan mientras ensaya.

Con la intención de que Adrián pudiera estudiar música y Camilo tuviera a su auxiliar para entrenar, los dos decidieron mudarse a Tunja con Tatiana, la novia de Camilo, y el hermano de ella.

Camilo conoció a Tatiana hace tres años cuando ella ingresó al equipo como auxiliar de otra deportista. Reconoce que le gustó desde el primer momento en que la vio y comenta que logró conquistarla con su buen sentido del humor. Hoy en día llevan dos años de novios y ella se ha convertido en su mano derecha.

En su tiempo libre Camilo dibuja, toca la batería y a veces juega ajedrez. Escucha toda clase de música pero prefiere los géneros urbanos. Las personas que lo conocen saben que ninguna clase de comentario acerca de su condición podría resultarle ofensivo, al contrario, a veces hace bromas sobre sí mismo. En unos años quiere estudiar Ingeniería de Sistemas. Confiesa que lo que más le molesta es que los zapatos le aprieten y lo que más le desanima es no obtener los resultados que espera de los entrenamientos, puesto que el boccia es un deporte de precisión y constancia.

Gracias a su deporte también adquirió un mayor grado de autosuficiencia. Aprendió a comer, a bañarse y a subirse solo a los asientos. Además, se desplaza en la silla de ruedas impulsado por su pie derecho y empujando las ruedas con sus manos para direccionar. Todo esto motivado por el profesor Mario.

— Para usted, ¿cuál es la mayor cualidad de Camilo? — le pregunto.

— Dubán Camilo tiene muchos valores y cualidades, pero definitivamente la que destaco es que reconoce sus faltas, que tiene que entrenar más, que se equivoca, que tiene una discapacidad y aún así puede vivir normalmente. Es un chico que acepta la situación. Para algunos  deportistas paralímpicos es algo difícil de llevar, pero Dubán acepta y reconoce que tiene un talento especial y que es diferente a muchos deportistas. Esa es, de alguna manera, su mayor fortaleza.
 
Camilo tiene toda clase de medallas de bronce, oro y plata de cada uno de los campeonatos en los que ha participado tanto nacional como internacionalmente.

El profesor Mario cree que el boccia representa lo vivos que se sienten quienes lo practican, empezando porque es el deporte que vincula a las personas que mayor limitación tienen para practicar una disciplina paralímpica de alto rendimiento.

Han pasado más de cinco años desde el primer día que Camilo tomó una boccia entre sus manos, y sigue celebrando cada uno de su triunfos al ritmo del coro que lo ha inspirado a él y sus compañeros mientras van de viaje rumbo a un campeonato:

“Esta es Colombia que tiene sabor,
Que tiene, que tiene, que tiene sabor.
Arriba Colombia que tiene sabor,
Que tiene, que tiene, que tiene sabor”.

Actualmente es el número uno a nivel nacional y el número once en el ranking mundial. A través de los campeonatos nacionales conoció ciudades como Cartagena, Cali, Medellín y Bogotá, y ha participado en cuatro campeonatos en el extranjero. En el 2015 estuvo en la Copa América de Canadá; en el 2017 en Kansas donde, junto con su compañero Euclides Grisales, ganaron el título de campeones mundiales. Este año viajó a Montreal en el mes de abril y a Liverpool en el mes de agosto. Ya perdió la cuenta de cuantas medallas tiene, solo sabe que va por más.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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