Carpa Roja, una iniciativa más allá de la sangre

Era un día caluroso en las calles de Cali, Valle del Cauca. Había poca brisa, el Sol hacía que la piel ardiera cuando no podías refugiarte bajo la sombra de cualquier árbol. Eran casi las nueve de la mañana cuando un grupo de mujeres se reunía en la puerta de una casa blanca, en el barrio San Fernando, adornada con campanas de viento y atrapasueños. Allí todo giraba alrededor de actividades de sanación y terapia corporal interna y externa. Todas ellas contaban con alguna prenda o accesorio de color rojo, simbolizando unidad y conexión bajo un mismo propósito. Mientras hablaban en pequeños grupos, parecían estar esperando la llegada de alguien que más adelante las uniría. Un poco más tarde, una camioneta se detuvo frente a la puerta, de ella se bajó una mujer vestida de rojo, quien saludó a cada una de las mujeres presentes, deteniéndose en la última y presentándose como Mónica Home, gestora de la iniciativa Carpa Roja Colombia. Era una mujer alta, de cabello largo y crespo adornado por una rosa roja, de un material similar a la tela, descrita por ella como una de sus flores favoritas.

Mónica, todo el tiempo con una sonrisa en su boca, le pidió a las mujeres que le ayudaran a bajar algunos implementos de la camioneta. Entre todas bajaron una bolsa que lucía pesada, pues su aspecto era grande y robusto; subieron todo hasta el segundo piso y lo pusuieronen un cuarto de unos doce metros cuadrados, aproximadamente. Las paredes estaban pintadas con colores rosa y blanco. Una de ellas tenía colgado un espejo que sería cubierto con una manta de los mismos colores. Mónica, aún sin dejar de sonreír, comenzó a sugerir ideas en cuanto a la organización de la habitación, mientras las mujeres seguían dispuestas a ayudar y a arreglar todo lo mejor posible. Paso por paso, vestían el cuarto de rojo cuidando cada detalle, todo debía quedar perfecto.  

En poco tiempo, la habitación pasó de ser una parte más de la casa, y se convirtió en una especie de templo rojo aislado del resto del lugar. El techo bajó unos diez centímetros, pues ahora un velo rojo en forma de carpa cumplía con este papel. La pared del espejo, que antes había sido cubierto, fue adornada por la imagen de Lakshmi, una figura considerada como la fuerza creadora de la vida, en la India. Mónica, la protagonista de esta historia, creía en todo lo que Lakshmi representaba. La imagen estaba impresa en una tela de color negro con diferentes gamas de rojo. Mientras tanto, Mónica instalaba en el centro de la habitación, sobre una manta roja, un tejido de colores fuertes en el que reposaban diferentes artículos perfectamente organizados. Seguido de esto, se realizó una limpieza de la mente, del corazón y del vientre mediante el calentamiento de una masa de textura similar a la resina, proveniente del copal, (el cual se creía que tenía bondades espirituales y curativas especiales, colocada en un recipiente que hacía parte del altar), denominado sahumador y que estuvo allí durante toda la experiencia emanando un olor característico. 

Todo estaba listo para dar inicio a la experiencia. Las mujeres rodeaban el pequeño altar para poder verse unas a otras y estar más conectadas entre sí, con un mismo centro. Estando de pie, Mónica les brindó la posibilidad de pedir algo a cada punto cardinal, ya que cada uno tiene un significado determinado: el oriente representa el nacimiento, el sur la medicina de las mujeres, siendo esta una vocación o una labor en la vida; el poniente u occidente la sanación, proyectada hacia los familiares o las personas del entorno cercano, y el norte las ancestras, su fuerza y valor. Dicho esto, acompañadas del sonido de una maraca decorada con una pluma, comienzan a entonar una canción -que aprendió Mónica gracias a una de sus mentoras, Danna Lan- por cada punto cardinal mientras cada una va mirando al punto específico al que se le está pidiendo y agradeciendo. 

— Espíritu del viento llévame a casa, espíritu del viento llévame. 

El gran altar en donde las mujeres hacen un círculo para honrar a sus ancestros, su ciclo, su útero y su naturaleza femenina. (Foto: Laura Rey)



Era la letra de una de las canciones que buscaba introducir a cada participante en una experiencia interna, pues a medida que se repetía la frase, cada persona debía interiorizar y pedir sus deseos a cada elemento asociado a los puntos cardinales.

Una vez terminada la canción, la comodidad y la autoconfianza se apoderaban de cada participante, cada una de ellas se situaba en la habitación en la posición que deseara, siempre y cuando le permitiera sentirse bien e interiorizar cada mensaje sin problemas. La voz tenue de Mónica pidió que cerraran los ojos, entonces pasaron a una especia de meditación que ellas denominaron la reactivación del útero, en el que las mujeres experimentaron diversas sensaciones y emociones, pues, según Mónica, esta meditación buscaba que cada una se conectara con su interior, y que a partir de allí, se pudiera trabajar en el autoestima y el autoconocimiento, al fin y al cabo, este es uno de los principales objetivos de este proyecto que tiene diversas fuentes de origen. Uno de ellos es la aceptación y el agradecimiento de la conexión que existe entre cada mujer y el universo mediante el sangrado menstrual, definido por ellas como “el único sangrado que no es producto de actos violentos”, y como “la sangre que entrega vida”.

Esta última frase puede verse respaldada por un estudio realizado por el World Journal of Plastic Surgery (WJPS), a principios de 2016. En el estudio, que tenía como objetivo objetivo identificar el potencial regenerativo de las células mesenquimales (de la sangre menstrual) en aspectos dermatológicos y clínicos, observó, después de realizar la metodología necesaria, que dichas células pueden ser útiles para el tratamiento de enfermedades dermatológicas o lesiones cutáneas, debido a su gran capacidad de proliferación y diferenciación celular.

Otro uso que se le puede dar a estas células encontradas en la sangre menstrual, según Mónica, es su transformación para la práctica de medicina alternativa general, a través de un proceso de homeopatización, siempre y cuando la sangre provenga de un organismo sano y limpio. Este tipo de tratamientos homeopáticos solo funcionan sobre la mujer de la cual se extrajo la sangre y sobre su descendencia.

Diosa Lakshmi, es considerada como una conexión de fácil alcance, es una mujer que se parece a cualquiera y representa el coraje, la esperanza y el poder. (Foto: Laura Rey)



Carpa Roja, además de buscar una conexión de cada mujer con su útero y de trabajar desde el interior de las participantes para lograr mejorar su autoestima, también ha ayudado en aspectos de la salud a algunas mujeres, como lo describe Diana Villota. Diana  ingresó por primera vez a una reunión de la Carpa para iniciar un proceso de sanación en su útero, el cual, dice, contenía miomas. Con el paso del tiempo en este proyecto, evidenció cómo sus periodos menstruales fueron menos abundantes, y llegó a experimentar una leve mejoría en cuanto a su problema. Ahora, siente que su norte es la orientación y el apoyo a otras mujeres que podrían estar atravesando por una etapa similar a la que ella vivió.

Otra de las fuentes de origen del proyecto del cual Mónica es gestora, según la historia de Carpa Roja Colombia, son los Ridikis, lugares donde las niñas realizan su proceso de transición, lo que en síntesis significa, obtener su madurez mediante la menarquia (primera menstruación). Este espacio se delimita para que las mujeres en este proceso puedan descansar y conectarse consigo mismas, para que vivan su propia ceremonia en el momento de su sangrado. Lina Salas, integrante del colectivo Carpa Roja Colombia, define estos lugares como espacios de sanación y de escucha entre mujeres. “Encontrar un lugar en donde puedes hablar, sin tapujos, de todo lo que no hablas normalmente, me resulta muy sanador. Tu vida se va transformando porque empiezas a vivir de una manera consciente, y sin quererlo, empiezas a aceptar tu edad como venga. En últimas, no hay afanes de nada”, confiesa.

El requisito más importante que debe cumplir un lugar para que allí se adelante la iniciativa Carpa Roja, es que sea un lugar lleno de tranquilidad, con el silencio suficiente para permitir la conexión de cada mujer con su útero y con su interior. Según la historia de Carpa Roja Colombia, “las Carpas Rojas han nacido y se proyectan como espacios fijos o itinerantes de encuentro para y por mujeres”.

Al ser un tema controvercial en grupos de amigas o en un diálogo de madre e hija, en ciertas culturas, la menstruación se ha estigmatizado como un tabú del que es mejor no hablar, algunos, de hecho, asocian el ciclo menstrual con la limpieza y la suciedad. Esta creencia lleva a muchas mujeres a pensar que su sangrado no es digno de comunicarlo, y otras prefieren ocultarlo antes de enfrentase al rechazo. Según el artículo La menstruación es importante… es reglamentaria de Unicef, “en lugares como Sierra Leona, llevan a cabo una serie de investigaciones sobre la higiene menstrual, las cuales descubrieron que muchas niñas estaban preocupadas por ir a la escuela cuando tenían el período, pues pensaban que los niños se burlarían de ellas”. 

Transformación de una habitación en un templo rojo mediante velos, que representa la conexión que existe entre las mujeres y la tierra.  (Foto: Laura Rey) 



Sin embargo, para Mónica menstruar es vivir, la sangre de la menstruación es muy significativa, indica fertilidad, naturaleza femenina y evidencia que su cuerpo está sano. No obstante, el color de la sangre puede llegar a estar determinado por la alimentación o por las vivencias ocurridas durante ese mes. Estas afirmaciones concuerdan con el pensamiento de Kelly Barreto, también perteneciente al colectivo de Carpa Roja Colombia: “Menstruar es pasión, alegría, vida y vitalidad. Es una conexión. Cuando la sangre llega y la quieres, ella te da alegría. Siento que es un renacer”.

La experiencia continuaba, la meditación profunda terminó. Mónica invitó a abrir los ojos. Un ambiente tranquilo se percibía, pues solo el sonido de los pájaros afuera de la ventana, podía escucharse con total claridad. La voz de Mónica hacía que cada mujer regresara de la concentración. Después se permitió compartir las experiencias a voluntad y, entre lágrimas e historias, se contaron unas a otras las diferentes situaciones que las hacían estar presentes debajo del mismo velo rojo. Sin embargo, no había espacio para prejuicios: una de las características de este tipo de reuniones es que las mujeres allí presentes no están para darse consejos o juzgarse, simplemente para apoyarse y escucharse. Así está descrito este proceso en un pequeño fragmento del libro La Tienda Roja de Anita Diamant: “En la tienda de la menstruación, deslizaban los dedos por mis rizos, repitiendo episodios de su juventud, historia del nacimiento de sus hijos, sus anécdotas eran como ofrendas de esperanza y fuerza derramadas ante la reina del cielo, solo que aquellos regalos no eran para ningún dios ni para ninguna diosa, sino para mí”.

La reunión llegaba a su fin. Ahora Mónica le daba a cada asistente una vela, la cual debía pasar primero por el humo que seguía saliendo del copal, para después encenderla en una de las velas del altar. Cada mujer encendió su vela, y guiadas por la voz de Mónica, realizaron las últimas peticiones y agradecimientos personales. Pocos minutos más tarde, entre todas realizaron la reorganización de la habitación y el lugar que, poco a poco, volvió a hacer parte integral de la casa.

De esta manera concluyó una de las diferentes reuniones que la organización Carpa Roja Colombia realiza durante el año, que buscan crear diferentes proyectos que integren comunidades escolares con el fin de educar y de orientar, especialmente a las niñas, sobre la menarquia y la menstruación. Una de las integrantes del colectivo, Claudia Patricia Díaz, gracias a Carpa Roja y las vivencias que ha tenido en ellas, intenta interiorizarlas para después transmitirlas: “Tengo que sanar y estar bien. De otra forma no podré transmitirle eso a mi hija”.

La vela encontrada en el altar fue encendida en una ceremonia en México, lugar donde nacieron las carpas rojas. Esto le da un toque especial al fuego que arde en su mecha.  (Foto: Laura Rey) 

Algo similar le ocurre a Josna Navia, partícipe del colectivo y bailarina de danza india, quien antes de pasar por esta experiencia, pensaba que sus bailes solo servían para la sensualidad y el entretenimiento. Ahora, gracias a Carpa Roja Colombia, ha logrado un nuevo significado para su arte, pues encuentra una profunda conexión y sanación con su naturaleza interna femenina.

El mismo estudio realizado por Unicef, también asegura que “las mujeres pasan 3.000 días de su vida menstruando. Aproximadamente la mitad de la población femenina (equivalente a un 26% de la población total) está en edad reproductiva, y la mayoría tiene menstruaciones que duran entre dos y siete días cada mes”.

Estas cifras reflejan la necesidad de la eliminación del tabú entorno a la menstruación. Una alternativa sería apostarle a las charlas, debates y mesas de diálogo, lo que ayudaría a un montón de mujeres a convivir de la mejor manera con algo tan humano como natural.

Según la Historia de Carpa Roja Colombia: “Surge en el 2013, a raíz de un artículo publicado en la Carpa Roja de México un año antes, donde se menciona todo el movimiento mundial de las Carpas Rojas. El proyecto floreció́ en corto tiempo, consolidándose oficialmente y tendiendo por primera vez las bellas telas el 15 de marzo de ese mismo año, en Cali; a partir de ese momento, su trabajo no ha parado, apoyando, difundiendo, orientado a las Carpas Rojas que se empezaron a gestar en todo el territorio colombiano”.

 El fuego representa la chispa divina y también de luz que las acompaña. (Foto: Laura Rey)


Hoy en día, como organización femenina, participa en la convocatoria de la mesa territorial de mujeres, un espacio en donde se reúnen diferentes comunidades, se discuten panoramas políticos y se realiza activismo en temas de igualdad y género. Además, han tenido presencia en importantes eventos como el Primer Festival du Féminin, realizado en Colombia durante el mes de mayo de 2017. De igual forma, la organización ha sido gestora del Primer Festival de Carpa Roja Colombia, un encuentro en el que participaron varias agrupaciones de este tipo y en donde se compartieron diversos talleres gratuitos sobre este tema.

Cabe resaltar que la organización Carpa Roja Colombia no se considera un grupo feminista en su totalidad, ni tampoco con influencias de alguna religión o partido político. Ellas realizan marchas y caminatas con el fin de proteger y velar por sus derechos. Buscan que las demás mujeres hagan conciencia de su condición y sean parte activa de un nuevo cambio en su feminidad.

Hacen parte de la Escuela de Formación en Incidencia Política con Enfoque de Género para Mujeres en la ciudad de Cali, un ala de la Subsecretaría de Equidad de Género. Allí establecieron el Día Naranja, una actividad pública que busca persuadir a la comunidad sobre la situación actual de violencia en contra de las mujeres y niñas. En últimas, quieren un mundo que acepte y respete a las mujeres en toda su extensión.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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