El poeta y escritor que construye la Casa de la Poesía en Ciudad Bolívar

Waldino Fosca es campesino, panadero, líder social y poeta. Lleva 73 años de lucha por la buena escritura y la gestión cultural. Llegó a los 10 años a Bogotá trayendo sus raíces. Admite que la palabra poeta era algo lejano para él. Esta es su historia.

Es un sábado, el reloj está a punto de marcar las dos de la tarde. Los niños están por llegar. Waldino se encuentra organizando el espacio, arregla, barre, sacude y organiza las sillas y mesas para que los niños se sientan como en su casa. Mientras tanto, les tiene preparado galletas de chocolate horneadas en un viejo horno, se las da como merienda en el transcurso de las actividades acompañado de una gaseosa para refrescarse de este caluroso día.

Abre libremente las puertas de su casa, para darle la bienvenida a los niños y jóvenes a los espacios culturales y a las actividades de talleres que se realizan durante la jornada de aprendizaje. Al inicio de estos, cada uno lee un fragmento de su poesía favorita o cualquier libro que les llame la atención, para dar inicio a las actividades en la Casa de la Poesía. 

 

La Casa de Poesía y Narrativas Waldino Fosca es un refugio artístico que acoge a más de 30 niños, niñas y jóvenes del barrio Santa Viviana, en la localidad de Ciudad Bolívar.

Estos talleres son dirigidos por Sandra Fosca, la hija única de Waldino, fundadora y coordinadora de la Casa de la Poesía Waldino Fosca, quien organiza a los niños y les pone diferentes actividades pedagógicas. Muchas de estas actividades las hace en compañía de estudiantes universitarios de prácticas, como trabajadoras sociales, psicólogos, profesoras, entre otros, quienes se dedican a enseñarles a los niños a leer, escribir, pintar y dibujar. “A través del arte nos educan en la convivencia, valores y cultura”, dicen. 

Sandra les lleva cartulinas, colores, hojas de block, marcadores, lápices, pinturas y crayones, todo el material con que los niños y jóvenes desean utilizar para realizar la actividad. Laura es una niña de tan solo siete años de edad. Desde hace un año y medio asiste a los talleres en la Casa de la Poesía Waldino Fosca. “Me gusta venir a este lugar porque me enseñan a leer, dibujar y me cuentan poesías, es mi parte favorita”, expresa Laura, mientras realiza una de sus actividades.

Las actividades duran aproximadamente tres horas, donde los niños expresan su creatividad y reciben el conocimiento por parte de las personas que están apoyándolos en los talleres. Asisten alrededor de 25 niños y jóvenes entre las edades de 4 y 15 años. Al finalizar la jornada cada niño cuenta su experiencia con las actividades, mientras charlan, toman la merienda y luego de eso ayudan a organizar el espacio, dejando cada cosa en su lugar y despidiéndose con una sonrisa de agradecimiento en su rostro.

 

Con su mirada profunda y pensativo, Waldino recuerda aquellos talleres que realizaba en el Centro de Capacitación. Allí aprendió a construir y formar a través de la arcilla, jarrones, platos, vasos, y otros objetos que luego salía a vender con sus compañeros de clases, quienes habían hecho la misma labor. También les enseñaban la modistería, pero recuerda que no era muy bueno para coser, diseñar o cortar. Frecuentemente solía darse puntazos con las agujas, pues tenía poca paciencia para insertar en el agujero, ya que tenía problemas en la vista, pero lo hacía con las mejores ganas de querer aprender y superarse.

Tenían clases de electricidad, donde, básicamente, les enseñaban reparaciones, instalación y mantenimiento de equipos, y, por último, les dictaban clases de lectura, canto, teatro y escritura, donde resalta que era una de sus favoritas, ya que ahí fue donde descubrió las habilidades de interpretar y crear poesías, por lo tanto, empezó a escribir su primer libro de poesías titulado Canto paralelo. En ese centro de capacitación pudo culminar y graduarse de sus estudios primarios y secundarios.   

Es oriundo de Quipile, Cundinamarca. Allí se dedicaba a la agricultura, ganadería, y en sus tiempos libres, a la panadería. Tiempo después decidió buscar otros horizontes, tomar las riendas de su destino, perseguir un sueño que se había propuesto cuando apenas era tan sólo un niño, escribir, redactar, contar cuentos, hacer poesías y poder ser un líder que velara por los derechos de su comunidad, y fue en ese entonces donde decidió mudarse a Bogotá con su familia, en el barrio Santa Viviana, al Sur de la capital, en busca de nuevas oportunidades.

Luego de radicarse en la localidad de Ciudad Bolívar, Waldino Fosca Naranjo empieza la búsqueda imparable para hacer realidad su sueño, publicar su libro de poesías titulado Canto Paralelo. No contaba en ese entonces con las condiciones económicas para asumir los costos en una editorial, por ende, recurre a un lote que había adquirido mediante una invasión en la zona donde estaba viviendo. No lo pensó dos veces cuando tomó la decisión de vender su lote para hacer realidad su sueño.

En ese momento, Waldino estaba pasando por varias crisis, tanto económicas, laborales y en su familia, “su esposa decidió divorciarse de él porque no creía en la poesía ni mucho menos en su talento como escritor y poeta”. De repente sus pupilas se dilatan, su sonrisa comienza a opacarse cuando recuerda ese difícil proceso, “fue uno de mis peores momentos, me sentía solo, pero a la vez estaba cumpliendo uno de mis grandes anhelos”, manifiesta Waldino.

"Añoro el pueblo en donde nací. Los caminos labrados por el sol y la lluvia, el vuelo de las aves por toda la arboleda. El relinchar del asno sobre el paso del día, con su lomo cargado de esperanzas y fuerza", dice una de sus poesías.

En su barrio empezó a hacer parte de los colectivos locales. Estuvo en un comité organizador, en encuentros literarios incentivando la participación a la lectura en el año 1997 como lector, escritor y poeta, fue consejero delegado de la literatura local en el año 2004, y en 2009 lideró la propuesta Encuentro Literario Camino Sin Palabras, y en el año 2018 presentó en conjunto con sus demás compañeros el Festival Literario Caminos Sin Palabras, que buscaba la participación de jóvenes, adultos y niños en estos temas. Allí asistieron escritores y poetas y se hicieron diversos eventos y actividades. En el año 2019 participó como representante del Colectivo Triada del Sur. En ese mismo año participó en un concurso de talentos, en donde obtuvo, gracias a sus destrezas, una beca de proyecto de formación para fortalecer sus habilidades y conocimientos sociales humanitarios.

Gracias a las becas que ganó por su talento, Waldino pudo construir nuevamente su casa y convertirla en un hogar cultural. Al llegar hay una pancarta con una de sus frases poéticas favortitas: “La lectura no es caminar en las palabras; es tomar el alma de ellas”. Se trata de una de las frases que sobresale al entrar a la Casa de la Poesía de Waldino Fosca, acompañado de un mural realizado por los niños de la localidad, quienes asisten los sábados a los talleres.

Su casa está ubicada al sur de la capital, en el barrio Santa Viviana, en toda la esquina donde resalta por estar pintada de colores fluorescentes. No cuenta con lujos ni muebles, sus paredes están repelladas, como él mismo lo expresa: “Mi casa está en obras negras”. Se siente feliz por tener un espacio agradable donde poco a poco va construyendo lo que un día vio imposible.

Una de sus obras más reconocidas es Canto Paralelo, razón por la cual luchó para publicar su libro en 1997, por la Editorial Guaicamarintia Editores. Este libro está inspirado en las historias y hechos reales en Ciudad Bolívar. Describe una de las grandes problemáticas que se vive en la localidad, el difícil acceso a la educación, como el olvido por parte de los gobiernos distritales y la migración venezolana. Una de sus poesías titulada es Carta, que a través de rimas y fragmentos expresa una cruda realidad.  

 

Carta: 

Los barrios con sus casas de cartón

Se pelean su encanto, 

Mientras las paredes hacen su desfile

Por entre el hueco de las tejas

 

La ciudad

es un armario de equivoaciones

con espejos labradores en el viento,

para mirarse los idiotas,

mientras los duendes juegan 

estallando rosas

en las paredes de los patriotas

 

Aquí no hay preocupaciones

por el dolor, ya estamos acostumbrados             

                                                      

Una de sus vecinas, María del Pilar, amiga de Waldino Fosca, se unió al grupo de voluntariado para cambiar la cultura, ya que es una de las localidades con jóvenes en las calles, perdidos en las drogas y malos pasos. María del pilar, quien además es madre cabeza de hogar, tiene dos hijos: Isaac, de 10 años, y Sebastián, de 12, quienes también asisten a los talleres en la casa de la poesía de Waldino Fosca. “A mis hijos les negaron la educación, quedaron por fuera sin cupo. Llevan ya un año sin estudiar, me preocupa mucho esta situación”, comenta María del Pilar, mientras observa a sus hijos leyendo una de las obras literarias de Waldino Fosca.

Tras estos hechos, Waldino plasma a través de frases la poca educación y la falta de instituciones de educación para su comunidad, lo expresa mediante su poesía titulada dos niños.   

  

DOS NIÑOS:

Dos niños van al estudio,

Dos niños sienten lo mismo,

El caminar de un ángel o aletear de un pingüino. 

 

Dos niños comen y duermen,

pero no siempre lo mismo, 

 

Un niño va a la escuela, sin lonchera y con sus libros, 

tiemblan sus frágiles piernas, entre las sombras de un pino.

Uni niño duerme profundo, sobre las llagas del día, 

y el comején se sonrié sobre su cama podrida.

Y el, otro niño se estira sobre sábanas tendidas

En la espuma de la noche, Sueñas rosas y orquídeas.

 

Dos niños van al estudio

Perono han sido lo mismo.   

                                              

Es una de sus poesías favoritas que refleja la cruda realidad de dos niños que van al mismo colegio, pero no en las mismas condiciones, como es el caso de los hijos de María del Pilar, Isaac y Sebastián, quienes asisten a los talleres de la casa de la Poesía hace más de cinco meses, en busca de ayuda para no atrasarse en la escritura y lectura.        

Se hacen más de las cuatro de la tarde. Ya los niños están por salir de los talleres. Sandra Fosca les recuerda las tareas a hacer para la próxima sección, mientras que Waldino, sonriente, les da un caluroso abrazo de despedida y las gracias por haber asistido a las actividades.

Es un día muy soleado, sin embargo, su mirada sigue perdida en los recuerdos que lo invaden, cuando apenas estaba empezando y veía todo imposible. Waldino cada día sigue escribiendo cuentos llenos de poesías. Es una de sus rutinas, se refugia a través de las palabras y expresa sus sentimientos mediante la poesía. Sueña con ver uno de sus grandes objetivos, poder terminar su casa y construir una fundación para su localidad junto con su hija Sandra, quienes cada día luchan imparablemente para que esto no quede simplemente en palabras si no en hechos reales.

 

NOTA: Ciudad Bolívar es una localidad de clase socioeconómica baja: el 53,1% de predios son de estrato 1 y ocupan la mayor parte del área urbana local; el 39,9% pertenece a predios de estrato 2; el estrato 3 representa el 5,4% y el 1,6% restante corresponde a predios no residenciales.

 

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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