Entre risas y dolores

Como un pintor, utiliza su habilidad regenerativa para encantar y darle apariencia a miembros fantasmas del primer mundo, sin embargo, lo hace con instrumentos de taller y ejes de movimiento en los tiempos de la realidad. Él fue quien le dio forma y estilo a su nueva pierna, y así como se adaptó a la cotidianidad, también reformó su paso y empuje largos asemejándose al circular tráfico del pedal de la bicicleta que ahora conduce. 

Abrazado por la muerte, tal cual la obra Un consuelo de Fernando Botero, perteneciente a la exposición Violencia, le sucedió aproximadamente a las 11 de la mañana del 21 de enero de 2012, y aunque está seguro del año, sin pensarlo lo confunde y atrae de punto en punto en lapsus de memoria, en ocasiones dice que ocurrió en el 2013. No fue el hecho de la ruleta en el casino al azar, sino que fue resultado del conflicto armado interno en el país, a causa de que para esta fecha se llevaron a cabo 55 acciones guerrilleras por parte del ELN (Ejército de Liberación Nacional) y las antiguas FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en el Meta, siendo este el octavo departamento del país con más influencia de grupos al margen de la ley, según los Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario (ODHDIH). 

Un sábado vespertino y soleado en Buenos Aires, una vereda de Villavicencio, Meta, dieron aviso de un robo, pero no del robo de vida ni de partes, era el robo de un banco. Luis Carlos Andrés Muñoz Beltrán, como uniformado perteneciente al Grupo de Operaciones Especiales de la Policía Nacional de Colombia (GOES), atendió el llamado de la labor con su compañero o binomio Jhon Jairo Silva. No quería ir y la motocicleta en la que se movilizaba consideraba el deseo, no encendía, a pesar de esto, el cabo Jhon Jairo Silva cambió de puesto, y como chofer, empezó a ir hacia el que sería su último día.

“Uno no debe preguntarse por qué me pasó esto, sino para qué”, es una de las expresiones que utiliza el patrullero Muñoz al recordar “el evento” de ese día. Su madre, Luz Helena Beltrán Castro, recuerda lo frustrado que fue saberlo haciendo hincapié en el sábado: “Ese sábado yo estaba haciendo el almuerzo”, él la llamó y le preguntó con su voz habitual si iría a visitarlo ese fin de semana, pero ella con su instintivo sentido materno captó que había algo diferente, además, él insistió en que debía viajar, había sufrido un accidente. 

 


No sabía que tenía ya tres disparos en su pierna izquierda, la adrenalina de la situación interfirió en la realidad del patrullero. Mientras iban rumbo al banco en cuestión, se encontraron con otra verdad  “nos salieron milicianos del frente 44 de las FARC, agrediendo la unidad mía y la del compañero”, comenta el patrullero Luis Carlos Muñoz y entre disparos y modos de huida “mi cabo ¡nos jodieron, nos jodieron!”, por lo que con fusil en mano mira el uniforme y sin sentirlo, da cuenta de que ya una pieza de su rompecabezas desapareció, no tenía el gemelo de su pierna, y entre tanto el cabo dice: “no rolito... ¡nos mataron!”, y yendo al hueco del encierro y la desesperación por el ataque, cayeron en un precipicio.

Entre el llanto de Silva, Luis Carlos comenta que intentaba ayudarlo a transigir en el sitio, pero sin prestar más caso sino a la confrontación “se me vino la moto encima y me fracturó la pierna izquierda de la rodilla para abajo en 42 pedazos”, aun así, los militantes de la guerrilla seguían disparando con la promesa de “respetarnos los derechos humanos”. El patrullero piensa que esto ocurrió en unos veinte minutos, transcurridos y saltados de bala en bala con su fusil, sin poder esperar otro sostén que él mismo, puesto que el cabo Silva tenía lesiones en las dos manos. 

“No rolo usted no me puede dejar morir acá, no me deje abandonar a mis hijos”, es lo que recuerda Luis Carlos de lo que Jhon Jairo Silva le suplicaba, teniendo en cuenta que según un estudio de 2017 realizado por el Mapa Mundial de la Familia, el 84% de los niños que nacen en esta nación, crecen a la sombra y al cuidado de una mujer sola, madre cabeza de hogar. 

El cabo Silva tenía más experiencia que el patrullero Luis Carlos, quien en el 2012 tenía veintitrés años de haber llegado a la tierra, con sueños de ser bombero a los siete, pero con ansias de pertenecer a los campos de fútbol con cada pelota, pero sin imaginar, que terminaría como su papá Alirio Muñoz Ramírez prestando su servicio a la patria de su país. 

Al postre de inexactos minutos llegó el apoyo, eran el coronel Ramírez y el mayor Ayala comandante del GOES, y aunque lo único que pidió para pasar los proyectiles fue una bebida que reposaba en el bolsillo del coronel, desde ese momento el patrullero Luis Carlos Andrés Muñoz Beltrán diseña y realiza cada parte de la prótesis de su propia vida:



 

 

Socket - Fortaleza
 

Con el corazón verde como partes de su cartera y uniforme empezaron a tornarse los caminos de color blanco y rojo, de batas y medicinas con sabor a incertidumbre. Su mamá Luz Helena y su hermana Mayerly Alejandra Muñoz Beltrán, permanecían en el trancón de Bogotá, un sábado: “Nosotras pensábamos que nunca íbamos a llegar, pero nos llamaron a decirnos que apenas llegáramos, preguntáramos por su nombre y nos dejaban entrar”, expresa la mamá con quietud casi mecánica. 

Pasando de cara a sello su moneda, las dinámicas de familia cambiaron, su hermana Mayerly se refiere a la diferencia que enreda el nido entre ver a su hermano con gripe y verlo en una cama con su pierna destrozada “que le digan a tu mamá, mire: aquí está la bota, la placa y pues aquí está su uniforme”, y al tiempo el diagnóstico de los médicos orientado a que todo iba a estar bien. 

Lo trasladaron a Bogotá, lugar en el que los médicos programaron una cirugía inicial para restaurar su pierna. A pesar del procedimiento que se avecinaba, seguía en su jolgorio asegurándose de que su mamá no se preocupara porque le iba a quedar pensión si él no volvía, dando el presagio como despedida. 

¿Dónde estaba? ¿Quién era? en medio de su ensueño, escuchaba a la hermana que peinaba de pequeña y a la mamá de la fábrica de corbatas de cebra, al mismo tiempo y como siempre lo soñó, permanecía en un potrero como los que frecuentaba como carabinero, y entre multitud desconocida, encontró a un señor y le preguntó por dónde ir, a lo que le respondió “coja ese camino hijo, abra una puerta y allá va a estar la gente que a usted lo quiere”, y al abrir la puerta, abrió sus ojos.

Este señor era su abuelo, y no había durado unas horas en la cirugía, de hecho había pasado por varias cirugías durante los ocho meses que vegetó y sucumbió, los meses que estuvo en coma, periodos en los que Colombia logró ocho medallas en los juegos olímpicos, se dio la marcha de las bananeras a Necoclí, la extradición del General Mauricio Santoyo y el conflicto del manejo de las basuras con el Alcalde Gustavo Petro en su ciudad natal Bogotá, pero el evento más recursivo en su vida: estaba a un mes de tener a su primera hija y en los primeros días el cabo al que le había procurado camino, desfalleció en él. 

La subcomisario de la Institución y fisioterapeuta Nayibe Sanguino, fue una de las profesionales que acompañó al patrullero en la rehabilitación y el fortalecimiento de su pierna “terapéuticamente se proyectaron sus objetivos de recuperación que eran mejorar la movilidad, bajar esa sensibilidad que durante el proceso de rehabilitación era muy alta con poca recuperación”, por ciclos, los especialistas consideraban su proceso estacionario, no obstante, reincidían en el proceso, pues si bien era un tratamiento físico, ellas lo apoyaban en los instantes de desvanecimiento tanto cuando creía mirar movimiento en sus dedos, como cuando “lo veíamos llorar y debíamos darle el aliento”.

Al pasar por varios procedimientos quirúrgicos y sesiones de terapia, a manera de la película Patch Adams, Luis Carlos aspiraba perseguir una moción de existencia en cada una de las actividades que debía cometer hasta el último respiro, pese a esto, los médicos llegaron a la conclusión de que no había más solución que amputarle la pierna, por lo que el patrullero les mencionó: “No se va a poner a cortar el pie como una barra de salchichón: 100, 200, 300...” refiriéndose a que quería un solo corte para acabar con la cantidad interminable de actuaciones quirúrgicas en su pierna “lo que fue, fue dijo Walter Silva un cantautor de música llanera”.

 

 



Rodilla - Movimiento

El siseo de los aviones pasa a pocos kilómetros, el potrero está encerrado por arraigadas estacas de madera, y al otro lado, por la vía del tren, en medio del canto de algunos pájaros, el paso de los caballos, el vuelo de las palomas y la tranquilidad de los perros, llega de lunes a viernes al terreno verde con reflejos del cielo por el agua y el camino de tierra de la Dirección General de la Policía Nacional (DIPON). No va solo, anda con La furia, nombre que le dio a la que es cónyuge de sus aventuras en el compromiso y en las líneas de la ciclovía, una bicicleta naranja neón que permanece a su espera para salir y entrar, ir y volver a venir. 

La fórmula de su rutina no existe, manifiesta que a veces recurre a las manos de doctor, a los pasillos de las fundaciones o a las camas de los enfermos, pero cuando se refiere a un jornada habitual, llega al terreno de seis a siete de la mañana, en los que se encarga de mantener la conformidad tanto tangible como anímica de los animales, así, él mientras permanece apoyado en el bajo poste de la casa y su compañero, el Patrullero Wilson Quiroga lee la Constitución Política de Colombia de 1991, este dice: “Él se la pasa todo el día pendiente de los caballos, estarlos hidratando y dándoles almuerzo”.

No siempre recorre los caminos en su prótesis, también camina en dos patas de metal y un pie de hueso, va desde la compañía de los siete cuadrúpedos hablándoles desde onomatopeyas de llamada, hasta tal cual padre con sus bebés en todo infantil: “Cardón, Rufo, Roles, Don Elías, Carrao, Palmero...” y otro que escapa del lenguaje, de ahí, pasa al pequeño cuarto de anotaciones y asenta la observación del día. Va a donde está don Elías, un caballo marrón con marcados músculos en sus extremidades, pero una simple y clara barba blanca, él es su potro favorito. 

Frente a la cerca de púas, refleja su postura en el agua del tanque azul, turbia y oscura por el estado del atormentado cielo, y a manera de la manguera que sostiene en su mano llenando el cuenco roto de líquido que reposa en el suelo, en su momento derramaba cada uno de sus sentimientos durante el punto clave. “Él antes de que perdiera su piecito era una persona un poco déspota y desinteresada de todos y de todo”, comenta Harrison Figueroa Gallego, un amigo de al menos quince primaveras contagiado con el olor a recuperación y a superación del ahora. “Pero después de que le pasara lo de la pierna, la verdad que él cambió mucho su forma de pensar, de actuar”, en otras palabras, cambió de pierna como de ojo para callejear la sociedad. 

Desde pequeño le gustaba montar bicicleta, de grande, también, en la actualidad se juega los tazos de la actuación cuando se mete a nadar, con aleta o sin ella en los Llanos, debido a que su prótesis soporta los flujos del agua, tanto como él soportó cada una de las espesas terapias del posoperatorio con retorno a la etapa infantil, empezó a caminar de nuevo, día a día, sol a sol, tratamientos que fueron guiados por la fisioterapeuta de terapia física Rocío Sanabria: “Hacíamos fortalecimiento del muñón, en lo muscular y los estiramientos, sensibilizarlo, pues este queda muy álgido, entonces manejamos esa parte”, de ahí que no faltara a ninguna de estas, así el pronóstico se vistiera de tinte oscuro o de gotas de agua lluvia “todo el tiempo hacía lo que uno le planteaba, hasta lo que más era doloroso para él, pero siempre estuvo presto a hacerlo”. 

Tambor de repiques en el piso, maneja las dos muletas con fuerza y certeza, para saltar los charcos del campo con las pequeñas flores amarillas aparta las dos estructuras de su cuerpo estirando hasta el último nudillo hasta adelante, y con una larga zancada, lleva su pierna en la misma dirección, no elude obstáculos, los enfrenta y a la vez los desafía, debe descansar cada tramo sea con el pie postizo por el que en redes sociales se llama el “ochom” a cambio de mocho, o sujetando bastones, y por instantes de necesidad humana, volviendo a bebé en modo gateo, cuando debe pasar por debajo de las vallas.

No marca dependencia a diferencia de la sonrisa que lo define naturalmente, pasa las horas de toque en toque con un “es molestando”, verbigracia la anécdota de carcajadas que se llevaba mientras estaba en recuperación “si me muero les voy a jalar las patas, los voy a desarropar”, ahora bien, si se trata de lazos humanos tiene unos dilatados y espontáneos, poniéndose capa de héroe con L de Luis al sostener en sus brazos a un niño a punto de caer por colapso, y a modo de la prótesis que en ese momento no lo soportaba, se lanzó de cimiento para el chico en caída.
 


Tubo - Consistencia

 
Más allá de las olas no habría corriente que lo atrapara, en su santiamén de católico seguía poniéndole base y calzada a la vida profesional, pues aún con la pierna partida, era policía activo en la Institución, y después del 30 de mayo del 2013, fecha en la que según él le amputaron la pierna, empieza parte de su recorrido en la experiencia académica, para empezar, el universo en un solo pie, pero con la ciencia de dos. 

En el 2014 se desempeñaba como secretario en la Policía Nacional y al mismo tiempo por procesos de inclusión en los que volviera a formar parte del ambiente social como trabajador y como persona, se integró a los salones de clases del Servicio Nacional de Aprendizaje, más conocido como el SENA, en el cual, comprendió su proyecto de vida de otra manera, de hecho, esta entidad de formación lo recibió como el primero de su caso interesado en el proceso, con el auge del posicionamiento en 13 municipios para el 2015, conforme el Ministerio de Educación Nacional.

A modo de discurso organizado como el que da en sus charlas de superación personal y en cierta medida a resultado de graduado del SENA, el patrullero maneja y calibra con espontaneidad y precisión desde el más usado hasta el menor trozo de aceleración del esqueleto de mineral “monocéntrica que tiene un solo eje y policéntrica que tiene varios ejes de movimiento”, siguiendo con tacto cada una de sus palabras reflejadas en los roces con la disposición de la ortopedia, paralelo a esto, habla con tonos marcados y narra la corta parte de su cuerpo como a un humano, un humano que no consideran en Colombia por el hecho de la exclusión a su integridad fundacional, concretamente al caso al que alude la fisioterapeuta especialista en neurorehabilitación y en seguridad en el trabajo, capitán Saindel Estébanez Rodríguez Moncada: “Hay que tratar de sensibilizar a la comunidad, que detrás de ese uniforme hay alguien, un humano, y que detrás de ese ser humano hay familia con aspiraciones”.

Personas como la capitán, son las que hicieron posible que estudiara Desarrollo de Adaptación de Prótesis y Órtesis en el SENA, “ella es mi madrina, ella me dice que soy más competente y mejor que los que están con las dos piernas”, debido a que le concede los permisos “para estudiar, para todo, todo, todo”, espeta mientras acelera la voz el patrullero Luis Carlos, mientras desea realizar actividades que básicamente ahora se transformaron de operacionales a administrativas “yo ando es acá escondido en la escuela”. 

En un estudio realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), encontraron que en Colombia son 3.448 discapacitados por parte del conflicto armado, 80 de los cuales viven en Cundinamarca, y que en pocos casos como el de Luis Carlos, buscan hacer parte de una estructura activa social por medio de la aplicación de los conocimientos adquiridos, contando con las ganas de seguir estudiando.
 

49.563 es el número de Luis Carlos, este es el registro que tiene la Unidad para la Edificación de la Paz ,UNIPEP, de los policías víctimas en el marco del conflicto armado que se ha dado por décadas en el país, esta dependencia se encarga de mantener los lazos entre la Policía y sus perjudicados para atenderlas, orientarlas y hacerles un seguimiento a aquellos que como el patrullero Muñoz fueron alcanzados directa e indirectamente por las balas, explosivos y artefactos con dirección al daño físico y sensitivo, generando procesos reivindicativos de memoria en las historias de la patria.


 

 

Pie - Base

 
¿Qué es el verde oliva con cordón forrajero naranja? Para unos el uniforme, para Luis Carlos es la trenza del proceder, y aunque a veces no lo tiene por exigencias de la faena, mantiene la arremetida con montura marrón y aferrados tobillos de radicación.
 
Orgulloso por salir en televisión y en varios reportajes mediáticos, graduado de la Escuela de Carabineros Eduardo Cuevas García y con la pijama (como le llama a su uniforme por las veces en las que debía dormir con él) es un hombre de pasiones, sueños, miedos y debilidades, con ejemplo del solitario Santiago de Ernest Hemingway en el libro El viejo y el mar, le teme a estar vacío y a la senilidad, persevera a las zancadas del caballo a manera de la especialización de un mes que realizó en Alemania e idealiza una verdadera paz. Su fuerte es la familia, ración de corazón que lo ayudó a subir escalón por escalón las gradas del hospital que ahora sube solo. 

“¡Nos van a matar!, se va a meter la guerrilla!”, anunciaba ante la pólvora de diciembre, asociado al estrés postraumático que “es un trastorno de ansiedad que suele producirse tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático”, de acuerdo con el estudio Reestructuración cognitiva: un caso de estrés postraumático de 2008; sin embargo, su hermana Mayerly, que aun así aspira ingresar a la policía, reflexiona: “Él es como ese ave Fénix que resurge de las cenizas”, un pájaro al que no le cortaron el ala, sino el que a sí mismo se dio una nueva.

En una pendiente como el Gran Cañón de Colorado, se encuentra la cuerda floja “por la parte de Sanidad entran a un proceso de valoración de medicina laboral, qué grado de afectación tuvo ese muchacho, qué limitaciones tiene y qué sugerencias por parte del psiquiatra hay”, comenta el psicólogo Jorge Alejandro Suárez Ramírez, intendente de la Policía Nacional, quién apropia el seguimiento de Muñoz en la institución dependiente a su propio equivalente en parte, pues el equilibrio lo manejan sus ganas de seguir presto a la sociedad. 

Aunque no tiene un itinerario obligatorio, hace las actividades que le indican, “no es impedimento, pero me toca hacer más esfuerzo que los otros, esto no es una excusa para hacer menos que los demás, pero si me pensionan sí me daría duro”, menciona mientras ríe. Hernando Moreno Gaitán, fue una de las personas que recibió una fracción de la industria de Luis Carlos, pues además de ganarse una prótesis para su extremidad ausente, ganó la amistad del patrullero: “Uno no se siente diferente a que tenga o no tenga la extremidad, porque eso psicológicamente está es en uno”, y agrega: “Hay mucha gente que se hecha al abandono y él ha sido una persona que es para alante”, mientras intensifica la repetición de la evolución.

Ahora Luis Carlos fue transferido a la Escuela de Equitación Policial Luis Augusto Tello Sánchez, “ellos están manejando un programa de equinoterapia con población con ciertas discapacidades, ya sean cognitivas o motoras”, afirma el capitán Sebastián Mendoza, por lo que la institución les facilita el apoyo logístico, los escenarios y el conocimiento sobre los equinos “antes era en procesos con operatividades, ahora aprende a cuidar al otro”, asegura la capitana Saindel. 

Como templo sagrado y de adoración, con un monumento al caballo redondeado por un círculo negro brillante, el tintineo de las correas, el tañido de las herraduras y el relincho de los cuadrúpedos con diferentes orígenes en número y manchas, se crea el paraíso de barro, pavimento y piedra para policías que sienten conexión con el campo, él luce a Leal, un caballo de talante altivo, pero sin nombre acudido, corre por El picadero y aunque Luis Carlos se aferra a su peludo cuello no soporta la embestida y él besó el suelo, porque “carabinero que no se caiga no es carabinero compadre”. 

Rojo vestido de cara “¡Uh!” salió inmóvil después del sosiego de la corrida, sin aliento, sin aire, sin voz en segundos sin contar. Él cayó, pero él cayó y se levantó, él nuevamente se levantó entre risas y dolores. 

 

 

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Esta crónica hace parte del especial "Historias sin uniforme" producido por el CrossmediaLab en asocio con la Policía Metropolitana de Bogotá, a través de su Modelo de Policía para el Posconflicto, que busca contar un puñado de historias que tienen como común denominador: la vida, la reconciliación y el perdón de sus protagonistas.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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