La industria del entretenimiento necesita PLAY

COVID-19, cuarentena y distanciamiento social, así se podría resumir este año. Está por todas partes, medios de comunicación, redes sociales y se extiende a cada espacio de la vida. Interrumpió viajes, cambió la forma de trabajar, de estudiar y hasta de rumbear. ¿Fiestas en línea? Muchos bares han optado por llevar lo mejor de sus DJ a la comodidad de las casas. Sin filas para entrar, sin aglomeraciones que impiden bailar y, sobretodo, sin bares. 

Mucho se habla hoy sobre el golpe económico que han sufrido empresarios de bares y restaurantes que fueron los primeros en cerrar y serán los últimos en regresar. Solo en Bogotá existían, antes de la emergencia, 15.200 establecimientos registrados, así lo afirma Camilo Ospina, presidente de Asobares, la agremiación que representa a establecimientos de comercio afiliados que expenden bebidas alcohólicas y brindan entretenimiento nocturno. Pero pocos conocen la otra cara de esta tragedia: más de 77.000 trabajadores de esta industria hoy se ven sin empleo y sin esperanza de regresar pronto. Sin contar con otros miles de empleos que dependen indirectamente de esta industria, distribuidores, vendedores ambulantes o músicos, por mencionar algunos.

Es posible que muchas personas perciban la vida nocturna como algo banal, superfluo y que no supone una prioridad vital. Sin embargo, estos espacios son importantes no solo para la economía, sino para la interacción social. “La necesidad que tenemos por celebrar y compartir con amigos o familiares tiene un impacto positivo a nivel de la salud mental. Es importante mantener una vida social activa. Esto genera en nuestro cuerpo y mente una relajación, liberando tensiones y haciendo que el estrés disminuya”, afirma la psicóloga Paula Moreno.

“La noche tiene un valor social, se tejen experiencias y se comparte cultura. Esto nos hace ir más allá de un número o una estadística”, dice Ospina. Para muchas personas la industria del entretenimiento va más allá de la venta de licor, las riñas, que muchas veces no superan el 5%, según Ospina, o un espectáculo. Es una experiencia, es un escape e incluso es un sustento para sus familias, para sus estudios o para construir sus emprendimientos. 

Ejemplo de ello es Gabriel Rodríguez. Con casi 14 años de experiencia en sonido en vivo, inició trabajando en montaje de conciertos para pagar sus estudios. Hoy es ingeniero de sonido y antes de la crisis por el coronavirus acompañaba a diversos artistas, entre ellos Lucas Arnau, Reikon y Galy Galiano. Los viajes fugaces, las pruebas de sonido, el ensordecedor sonido del público y los aplausos son ahora muy lejanos recuerdos que según sus cálculos: “Si todo sale bien, es posible que en agosto se retomen los eventos. Pero es complicado que los empresarios empiecen a hacer conciertos con grandes concentraciones de personas”.

Gabriel tenía agendada una gira por Centroamérica, visita a medios, festivales de música y presentaciones en bares que cubrirían el resto del 2020. Nada de eso pudo ser. Ahora los fines de semana que estaría de viaje, trasnochando o recorriendo Bogotá para ir de un evento a otro, los dedica a otras actividades. “Ahora estoy haciendo mezcla de audio 3D para algunos artistas, hay que innovar y no puedo quedarme quieto”.  Además, “y en buen momento”, dice, inició este semestre como docente en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD y pasa sus tardes preparando clases o dictando tutorías.

Al menos 22.000 de los 99.000 restaurantes que funcionan en Colombia se han visto obligados a cerrar sus puertas a causa de la crisis económica. Foto: Sara Pineda.

Es claro que esta crisis afecta a la economía general y no es una situación única de este sector, sin embargo, es importante tener en cuenta que según la Encuesta Anual de Servicios del Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE, bares y restaurantes facturan cerca de 9.1 billones de pesos al año. Esto sin tener en cuenta las pérdidas de empleos informales que hacen parte de la escena nocturna capitalina. 

Jueves, viernes y sábados ya no significan nada para nadie, la temporalidad se ha perdido, pero en especial para quienes veían en el fin de semana lo opuesto a la mayoría. Mientras que gran parte de las personas dedica estos días al descanso y el esparcimiento, estos ‘vampiros’ laborales inician labores entre las seis de la tarde y las ocho de la noche para hacer inventarios, aseo y montajes, para luego terminar la jornada a las tres o cuatro de la madrugada y repetir el proceso con inventarios, aseo, desmonte y cierres de caja. 

Hay trabajos que nadie ve, que se dan por sentado. Trabajos como el de Gina Tafur, que es la encargada de hacer el aseo en uno de estos espacios de entretenimiento nocturno. Su último empleo fue en Vintrash Bar, uno de los sitios de moda en Bogotá, Bucaramanga y Medellín. Con una atmósfera relajada, espacios para jugar ping pong, futbolín o billar, además de variedad de música en ambientes separados en su sede de la capital, este bar le hace el quite a la crisis producto del aislamiento. En promedio, atendía casi 800 personas en un sábado y 200 entre semana.

Gina se encargaba de limpiar los baños antes de abrir, durante la rumba y al cierre. También debía estar pendiente de surtir papel higiénico, toallas de mano y jabón, sin contar con los derrames de líquidos que suelen tener los clientes en las mesas. Hoy todo es distinto, su futuro y el de su familia, que acaba de crecer con la llegada del pequeño Eddy Gabriel, es incierto. Su empleador suspendió el contrato y no le han dado razón de qué va a pasar. Por el momento, ella, sus hijos y sus mascotas, encontraron refugio en la casa de su hermano, que ve por ellos en este momento debido a la dificultad de pagar un arriendo. 

Tras 14 años trabajando en la noche, Gina admite que se sintió muy extraña las primeras semanas, estar un viernes a las diez de la noche en su casa, era algo que no pasaba muy a menudo en su vida. Al principio no podía dormir en la noche, por el bebé y por el cambio de horario, pero “al final el cuerpo se acostumbra a estar activo de noche y dormir de día”, confiesa. 

Lo singular del mundo nocturno es que en él convergen tanto clientes como trabajadores. Hay actores, tatuadores, diseñadores, acróbatas, bailarines, gerentes o médicos, todos en un solo lugar con el firme propósito de pasar un buen momento. “Siempre queremos dar el mejor servicio, que los clientes sientan que somos amigos. Volveremos recargados”, son las palabras que, con algo de nostalgia, dice Gonzalo Roa, jefe de barra y bartender de profesión en Armando All stars.

En Colombia, el 20% de estos establecimientos han cerrado, según cifras del gremio. Foto: Daniel Afanador.

En su barra están él y tres bartenders más. En una noche de mucho movimiento, entre los cuatro, preparan alrededor de 200 cocteles. Ahora cada quien, desde su casa, envía cocteles a las casas de sus clientes: “Nos interesa hacerles saber que nos acordamos de la gente que tanto nos alegra las noches”, afirma. 

Como bartender, esta época de aislamiento ha sido una oportunidad para encontrar inspiración y crear nuevos sabores. El proceso es casi mágico, de pronto una fruta le da inspiración para hacer un almíbar especial y mezclarlo con algún licor. Después hay que pensar en la presentación, vaso largo o corto, mejor en una copa caña. ¿Y la decoración? Tiene que tener coherencia, cada coctel tiene una narrativa que debe corresponder a cada paso. 

Gonzalo no tiene idea, al igual que Gina y otros más, cuándo regresará todo a la “normalidad”. Por el momento, está en permiso no remunerado por cuatro meses. El empleador le envía cada mes un código para compras en supermercados por valor de $200.000 y continúa pagando la seguridad social de todos. Mientras tanto, él se dedica practicar, crear e innovar para poder entregarles la mejor experiencia a sus clientes.

Sin embargo, no todos los que trabajan en un bar, discoteca o restaurante cuentan con los beneficios que tiene Gonzalo. Una gran parte de la industria trabaja de manera informal, por turnos, sin contrato ni seguridad social y ellos no tienen auxilio de nadie. Igual que el resto de negocios que tienen vida gracias a la actividad nocturna.

En la calle 85 con carrera 15, en Bogotá, existe un negocio que ofrece sus servicios en la noche. Se trata del food truck de Efraín Trujillo. Quienes son clientes de confianza suelen referirse a él como don Efra. Estos comensales, en su mayoría, son trabajadores de los bares aledaños. Suelen comer algo antes de entrar al servicio, tipo siete de la noche, y rematan al cierre de actividades a eso de las tres de la mañana. 

La crisis sanitaria también genera víctimas económicas. Los bares figuran dentro de los negocios más afectados por las medidas. Foto: Gonzalo Cruz.

Don Efra es un hombre grande y bonachón, tiene 71 años y se queda ahí, a la intemperie, supervisando a sus cuatro empleados y ayudando a tomar pedidos. El horario para ellos es desde la noche y hasta la madrugada. Actualmente, Efraín se encuentra viviendo solo, le cuesta dormir más de tres horas seguidas así que reparte el día entre leer, cocinar y hacer llamadas con sus familiares y amigos. “Lo hago para no enloquecerme, no puedo ni asomar la nariz a la ventana, eso es frustrante. Me hace falta la gente, mis muchachos”, explica. Sus muchachos son los clientes que, como él, trabajan en las noches capitalinas. 

Del negocio de Efraín dependen seis familias. Como él no podía ofrecerles un contrato, no hay subsidios, no hay liquidación ni mucho menos permisos no remunerados. Él ha tratado de ayudarles en lo que puede, por fortuna, tiene una pensión y no paga arriendo. La crisis sanitaria les ha dejado un mal sabor de boca, pero él sigue firme en regresar ofreciendo buenos platos y mejores prácticas sanitarias. 

Camilo Ospina, como representante de Asobares, enumera dos de los beneficios que ha obtenido de parte del Gobierno Nacional en temas de arriendos y subsidios: la suspensión del cobro del IVA en los arriendos hasta el 31 de julio y la suspensión del impuesto al consumo durante todo el 2020.  Esto representa el 8% de la venta total de los establecimientos, según cifras de la DIAN, lo que equivale a 2.1 billones de pesos. 

Sin embargo, aun con estas medidas, hay establecimientos que no van a sobrevivir debido a la carga prestacional que tenían o a que sus dueños arrastraban deudas considerables. “Es difícil ver cómo el trabajo de 20 años, trasnochando, pidiendo préstamos y trabajando duro, se está viendo destruido en tres  meses que llevamos cerrados”, comenta Milton Campos, dueño de tres bares en el sector de Modelia: La Santa, La Bonita o Karaoke. 

Milton vio como única salida para darles liquidez a sus empleados, terminar los contratos y darles su liquidación, también para que pudieran acceder a los subsidios de desempleo fijados por el gobierno y las cajas de compensación. Subsidios que no aplican para quienes son independientes. 

El cantante Pana Black en una de sus presentaciones antes de la crisis por COVID-19. Foto tomada de sus redes sociales.

Como Gabriel, una gran parte de los trabajadores de la industria del entretenimiento hacen sus aportes a la seguridad social de manera independiente e incluso hay quienes no lo hacen, con lo cual, la fragilidad económica de este sector es mayor, pues muchos de los empleadores no hacen una contratación legal. Es un acuerdo tácito entre bares y personal, se paga un turno y no hay obligaciones ni de pagar lo suficiente para que los empleados paguen como independientes ni que la empresa termine afiliándolos.

A pesar de que estas personas aman sus trabajos, el contacto con la gente y la vida nocturna, no es posible que esperen hasta que puedan reabrir, las necesidades apremian. Muchos están viviendo de sus ahorros y otros emprendieron de acuerdo con el ‘boom’ de productos y servicios en pandemia.

Milena Gacharná ha cambiado sus actividades administrando bares y restaurantes en los últimos nueve años: “No ha sido fácil ser el puente entre empleados y dueños en estos momentos”, confiesa. Ella se encargó de comunicarles a los empleados directos o indirectos (servicio de logística) que el bar cerraría definitivamente, sus contratos cancelados y sus liquidaciones pagadas. Esto la llevó a emprender en varios negocios, tales como la venta de tapabocas, alcohol antiséptico y domicilios de comidas, así ha podido sobrellevar la crisis.

Las ajetreadas y ruidosas noches se encuentran en pausa. Una pausa que deja muchos afectados. Puede ser que las noches de fiesta están en pausa, pero la música no para. Los músicos también han sido arrastrados a la crisis por el coronavirus, son pérdidas que no se cuentan igual que las de don Efra por ser informales o independientes. Frank Smith es un cantante enfocado en los géneros de salsa, champeta y dancehall, él recorre la zona rosa de Bogotá en busca de bares que lo contraten.

Trabajar tras bambalinas para que los espectáculos sean una experiencia inolvidable. Foto: Sebastian Rojas.

A Frank nadie lo llama Frank, salvo su familia y amigos muy cercanos, todos lo conocen como Pana Black. Su voz es fuerte y profunda; cuenta que los fines de semana para él son el grueso de sus ingresos: “Los jueves son como los lunes para nosotros”, en un fin de semana haría de tres a cuatro presentaciones. Las primeras semanas estuvo sin hacer nada, “nosotros los músicos vivimos del show”, y ahora tiene la oportunidad, gracias a sus ahorros, de producir su música y audio comercial en casa con equipos en los que invirtió. Aunque no es mucho lo que puede hacer, al Pana le interesa estar vigente, producir mucho para aprovechar el tiempo y experimentar 

Dada la situación de ser independiente, este artista raizal, sanandresano para más señas, sabe que no cuenta con el apoyo ni del gobierno ni de un empleador: “Si tú no buscas la manera de buscar el dinero, no comes”.  

Cada uno de estos personajes tiene claro que falta mucho para tener estabilidad y garantía laboral. Milton Campos envía un mensaje a todas las personas que dependen de la industria del entretenimiento. Es un llamado a la paciencia, afirma que están trabajando para poder volver con medidas de bioseguridad: “Necesitamos estar unidos para que cuando volvamos saquemos adelante los proyectos”, insiste. 

Junto con él, Gina, Gonzalo y Gabriel saben que ahora viven momentos de incertidumbre, necesitan trabajar para poder vivir, requieren que la vida, el gobierno o alguien le ponga Play una vez más a la industria.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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