Las fake news o noticias falsas son informaciones publicadas deliberadamente en medios digitales, que carecen de fuentes identificadas, cuyos datos no han sido comprobados y que no cuentan con la supervisión de un editor. Actualmente, han logrado un alto grado de notoriedad debido a su utilización en campañas políticas, pero su uso y estudio es tan antiguo como la prensa misma.
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El uso de las fake news a nivel conceptual no es un fenómeno reciente y su popularidad tiene que ver más con los procesos de masificación de la información desarrollados con la llegada del internet.
De acuerdo con el académico Silvio Waisbord, las mentiras y la distorsión en la comunicación interpersonal son tan antiguas como la retórica y la propaganda de larga escala es tan vieja como la persuasión moderna de las masas; lo que es diferente es la velocidad, escala y proliferación masiva al igual que el acceso o consumo de información falsa diseminada en plataformas digitales como Facebook o Twitter.
La relación entre las fake news e internet ha cobrado gran relevancia en los últimos años, a partir de cambios en los comportamientos informacionales y su incidencia en agendas mediáticas. Parte de este cambio radica en que las personas prefieren a las plataformas digitales como primer canal de búsqueda a la hora de informarse.
Previo al plebiscito de 2016, se difundieron contenidos falsos, imprecisos y descontextualizados sobre lo dispuesto en el Acuerdo de paz, a través de WhatsApp y otras redes sociales.
En este sentido, Ulrich Richter, abogado egresado de la Escuela Libre de Derecho y maestro en Ciencias Penales por el Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) de México, argumenta que esto ocurre porque internet y las redes sociales posibilitan que cualquier persona produzca contenido y sea posible la interacción instantánea, configurándose como una especie de micrófono con el que antes no se contaba y brindando una ilusión de poder en el manejo y consumo de la información.
Adolfo Ochoa, periodista de ColombiaCheck, asegura que la principal función de las fake news es la de desinformar a los usuarios y generar un caos en la sociedad. Este propósito es fácilmente alcanzable teniendo en cuenta que las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidad de ser retuiteadas según un estudio publicado en marzo, por investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Esta investigación centrada en twitter concluyó que las noticias falsas se distribuyen más rápidamente y tienen más alcance que las veraces.
Durante la cuarentena decretada el 20 de marzo de 2020, las noticias falsas abundaban en las redes sociales, generando una epidemia de desinformación.
Según una encuesta reciente del Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones, las redes sociales han cobrado relevancia como herramienta educativa, puesto que el 44% de los encuestados reconocieron que le dan a estas plataformas ese uso (TIC, 2017).
Por otro lado, esta misma encuesta mostró que el 68% de las empresas colombianas usan internet como herramienta comercial, y el 67% de las empresas consultadas crearon y sostuvieron las redes sociales de la empresa. Estos datos evidencian que la intensidad de la penetración de las redes sociales no se ha limitado al ámbito individual y social, sino que también han tenido un fuerte impacto en todos los sectores económicos.
Los cambios tecnológicos de las últimas décadas han revolucionado la comunicación, configurando una serie de nuevas dinámicas y prácticas sociales centradas en el uso masivo de internet. Crédito: Laura Vergara Mesa.
Una característica relevante es que en estas plataformas se diluye la fuente, ya que quien recibe la noticia asume un rol pasivo frente a su contrastación, sobre todo cuando el contenido es de índole emocional. Por tanto, este tipo de contenido puede manipularse para impactar en las campañas electorales, donde suele hacerse una apelación directa a cuestiones emocionales fácilmente transmisibles a través de noticias falsas.
Por tal motivo, las fake news se han convertido en un fenómeno con capacidad de incidir en dinámicas sociales, políticas e incluso económicas, constituyéndose en uno de los principales desafíos para las democracias contemporáneas.