La vida después del suicidio

“Mis padres, altruistas y esperanzados, creerían que una existencia tan mísera como la mía llegaría a cambiar el mundo algún día”. Así inició Sergio su autobiografía para el colegio. Aquella actividad, que respondía a un ejercicio académico, con el tiempo se convirtió en un tesoro para sus padres, pues en esas líneas quedaron plasmados los sueños de un joven que, después de su muerte, se convirtió en una figura de esperanza para muchos. 

 

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Han pasado cinco años desde que Sergio David Urrego Reyes decidió lanzarse al vacío para darle fin a su vida y frenar sus sueños, cansado del calvario que vivió durante su adolescencia debido a su sexualidad.

Su madre, Alba Reyes, aún mantiene sus cosas intactas en casa: en las paredes de su cuarto permanecen las estampas a blanco y negro que solía coleccionar, sin un orden o una temática definida, desde Emma Shapplin, Celia Cruz, hasta los grupos de música metálica más desconocidos. Su biblioteca conserva una colección de historietas de Mafalda debidamente organizada y obras como El gato negro, La máscara de la muerte roja y El corazón delator, algunas de sus obras favoritas de Edgar Allan Poe. Este espacio es ahora un lugar sagrado en casa, cada rincón es un recuerdo, son secretos y el sinsabor de momentos que quedaron pendientes por vivir.

El tiempo ha pasado pero el dolor de su madre sigue presente. Al mencionar el nombre de su niño aprieta sus labios para contener las lágrimas que no tardan mucho en resbalar por su rostro, simplifica el recuerdo de un hijo que dejó una huella imborrable con unas simples palabras: Él es mi maestro y mi guía. 

Cada mañana Alba abre sus ojos, revisa su calendario y se prepara para otro día lleno de tareas. Al pasar por el cuarto de su hijo suspira y se llena de fortaleza para encontrar la manera de continuar con el legado que dejó entre sus manos. Pero no siempre sus mañanas fueron así. Fueron varios meses en los que aquella madre deseaba despertar y escuchar retumbar las paredes al ritmo de las canciones del grupo Aterciopelados que tanto amaba Sergio, o simplemente añoraba despertar y verlo dormido en su cama.

Uno de los tesoros de los que se apropió Alba fue de la tarjeta de identidad de Sergio, la carga a todos lados. Es la imagen que mantiene congelado su recuerdo. (Foto: Laura Nova)

A pesar de saber que nunca más volvería a presenciar esos escenarios en su vida, llegó una etapa en la que deseaba tanto que todo fuera un sueño que seguía actuando como si él nunca se hubiera ido. Despertaba, se arreglaba, delineaba sus ojos con el color azul que siempre suele usar para resaltar su mirada y, justo antes de salir de la casa, se acercaba al cuarto de su niño, se despedía y cerraba la puerta con delicadeza. Le tomó años dejar abierta la puerta. Aún continúa con su duelo.

Crecer en un hogar lleno de amor y aceptación fue para Sergio un refugio que no logró encontrar en ningún otro lugar. La mayor parte de sus días los vivió junto a su abuela María Rosario Arenas, eran muy unidos. Cuando María Rosario se enteró de la muerte de su nieto empezó a decaer su salud y a tener síntomas neurológicos. Aunque hoy, a sus 96 años, le cuesta si quiera pronunciar más de dos palabras, recuerda a Sergio con una tierna sonrisa y una mirada liviana.

El suicidio de Sergio generó una gran conmoción en el país: puso en el radar las cifras de suicidios de niños, niñas y adolescentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) posiciona el suicidio como la segunda causa de mortalidad en el grupo etario de 15 a 29 años, y sus cifras reportan que más de 800.000 personas se suicidan al año, presentando una muerte cada cuarenta segundos. Lo anterior evidencia la importancia de tratar el tema de salud mental en Colombia, pues tal y como lo afirma la Red Regional de Información sobre violencias LGBT, en lo que lleva del 2019, al menos 1.037 personas LGBT han recurrido al suicidio debido al rechazo social y a la falta de acompañamiento profesional.

El día en que Sergio murió el jefe de Alba le preguntó si quería que se dijera que había sido un accidente. Hoy en Colombia el miedo a hablar de suicidio sigue latente, se continúa censurando un problema que día a día crece. Alba lucha para apoyar a jóvenes discriminados por su orientación sexual. (Foto: Laura Nova) 

 

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Como cualquier otro joven, Sergio David se dio la oportunidad de enamorarse, se aventuró en un mundo que, sin saberlo, terminaría por desequilibrar su vida para siempre. 

Desde los ocho años conoció en el colegio a Danilo, en ese entonces su mejor amigo. Jugaban tardes enteras en su casa y hacían tareas. Con el tiempo sus sentimientos cambiaron, se enamoraron.

¿Su error? Querer guardar sus sentimientos para ellos mientras todo se aclaraba en sus corazones ¿Su pecado? Darse un beso en el patio del colegio, en marzo de 2014. Una de sus compañeras les tomó una foto que resultó en manos de un docente que, escandalizado, llevó la imagen a las directivas del colegio ese mismo día. Determinaron que era una falta grave al manual de convivencia pues era un comportamiento “obsceno y grotesco”. En los días siguientes los jóvenes iniciaron un proceso disciplinario, fueron obligados a ir al psicólogo y, además, desde la rectoría, se les exigió que le hablaran a sus padres sobre su condición sexual. 

Para Sergio esto no fue un problema debido a la aceptación y apoyo de su familia, sin embargo, Danilo no corrió con la misma suerte: sus padres interpusieron una denuncia penal contra Urrego.

El tiempo para Danilo hoy vive congelado. Si bien el tiempo ha traído consigo una mejor aceptación social, en casa aún convive con sus padres. Asegura que su condena ha sido vivir día a día en un hogar en el que el tema aún hoy sigue siendo intocable bajo aquellas cuatro paredes.

“Serán pocos los años que han pasado, pero yo sigo teniéndolo muy presente, no hay un día que pase y no lo piense, simplemente no lo he olvidado. A cada momento vienen a mí sus recuerdos, me animan y me impulsan a pensar en lo difícil que ha sido el pasado para seguir adelante y cumplir mis sueños”, manifiesta Danilo.

Así como Danilo y Sergio existen muchos jóvenes que hoy viven en sus familias, en el colegio y en todas las esferas sociales, la marginación y discriminación por su condición sexual. 

Al día siguiente de la muerte de Sergio, las directivas del colegio mandaron a retirar la silla del salón de clases. Sus compañeros se opusieron, obligaron al colegio a dejar la silla hasta culminar los estudios. (Foto: Danilo Pinzón)

Nubia Esperanza Bautista, coordinadora del Grupo Integrado para la Salud Mental de la (OMS), asegura que esa necesidad insaciable de los jóvenes para hacer parte de un grupo y ser aceptados socialmente requiere de un cuidado adecuado junto al acompañamiento correspondiente, además, asegura que “si el joven no recibe el asesoramiento necesario, se verán debilitadas sus redes de apoyo, razón por la cual muchos de nuestros niños y niñas terminan optando por el suicidio al no encajar en un grupo social. Una de las acciones de prevención con efectividad probada es el entrenamiento con el personal docente en los colegios y a miembros de la comunidad”. 

 

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Por mucho tiempo los días de Alba estuvieron llenos de tareas lejos de casa, pues trabajaba en otra ciudad y debía viajar con frecuencia. Sin embargo, llegó un momento en el que sintió que aquella denuncia legal que llegó a su hijo había sido un detonante en su estado de ánimo, sentía que tenía que estar cerca de él más que nunca sin importar las consecuencias. Sin pensarlo dos veces viajó a Cali y renunció, su prioridad era estar con Sergio.

Regresó a Bogotá, tranquila por la decisión que había tomado. Pero sin saberlo, esa mañana, sus pasos a casa fueron muy lentos, pues de haber sabido lo que encontraría allí, seguro hubiera caminado más rápido. Alba entró a su casa y encontró una nota en el comedor que decía: “Se presentó un problema, no puedo ir al colegio”, angustiada subió corriendo a buscar a Sergio en su habitación. Sobre su cama encontró varias cartas con instrucciones en cada una: “Estas cosas sólo las pueden tocar mi madre o mi padre. Las que están selladas entregarlas así. No abrir”.

No había terminado la lectura de la primera línea cuando sus manos comenzaron a temblar, entendió en un segundo que estaba pasando: estaba leyendo la carta de despedida de su hijo. Poco a poco brotaba su llanto mientras avanzaba cada línea, pues sentía cómo cada vez estaba más lejos de volver a verlo. 

Sergio David siempre se caracterizó por ser un fiel amante de la lectura, el arte, la escritura y la poesía. (Foto: Laura Nova)

El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses reveló que en el mes de agosto del 2014 ocurrieron 1.053 suicidios, de esos, 37 fueron de jóvenes entre los 15 a 17 años. Sergio fue uno de ellos. Hoy las cifras aumentan: en lo corrido del 2019 se han presentado 111 casos de suicidio en jóvenes en ese mismo grupo etario.

 

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Para Alba hacer un tema de prevención muy fuerte en el país siempre estuvo en su corazón, pues una situación como la que vivió Sergio no podía volver a suceder, se veía en la obligación de dejar en el camino una huella que protegiera a los niños y jóvenes en los colegios y en una sociedad que aún hoy ve la sexualidad como un tabú.

Así nació la Fundación Sergio Urrego, la cual brinda apoyo a todos los jóvenes que, debido a la discriminación que han recibido por parte de la sociedad, se han sentido vulnerados y tentados a acabar con sus vidas. “Sergio cumplió su misión iluminando el camino de todos, ha sido el ángel que de la mano de su madre ha logrado transformar vidas”, así lo manifiestan Andrés Gutiérrez y Cristian Galicia, dos de los cuatrocientos jóvenes que han recibido apoyo de la fundación y han encontrado en Alba una madre incondicional.

Andrés ha sido uno de los casos más difíciles que ha llevado la fundación pues, al igual que Sergio, naufragó en un mar de críticas en su colegio por ser homosexual. Gutiérrez intentó suicidarse seis veces: se lanzó de un puente, tomó pastillas y se colgó del cuello con una cuerda. Creció en un hogar lleno de amor, sin embargo, las cosas cambiaron cuando su papá se enteró que era homosexual, pues asegura que, por ser militar, tenía ideologías muy sesgadas sobre este tema. 

Tomado de la Red Regional de Información sobre Violencia LGBT.

Sumado a sus problemas en casa, el infierno de este joven se encontraba en su colegio. Sus compañeros se burlaban de él, la coordinadora no lo dejaba entrar a clase y sus profesores lo maltrataban físicamente por su condición. Según el psicólogo Pedro Antonio Rodríguez, todos necesitamos en nuestra vida una red de apoyo que es fundamental para ayudar a una persona que está pasando por momentos difíciles. Si esa red de apoyo se ve vulnerada, probablemente esta persona termina por tener pensamientos suicidas al sentirse solo. En el caso de Andrés, su red de apoyo se debilitó después de que se enteraran que estaba enamorado de un hombre, solo uno de sus compañeros siguió siendo su amigo. Sus profesores comenzaron a decirle a todos que Andrés y su amigo eran pareja, que ambos eran gays. Los papás de su compañero fueron citados, y a raíz de aquellos falsos rumores, se le fue prohibida su amistad con Andrés.

Gutiérrez se encerró en su cuarto, cogió su computadora y comenzó a redactar en el perfil de Facebook de Colombia Diversa su despedida junto a las razones por las que había tomado la decisión de acabar con su vida. Seguido a eso comenzó a ingerir pastillas con una bebida gaseosa, en ese momento solo deseaba que todo su dolor desapareciera para siempre. Perdió la conciencia al llegar a la última pastilla. Su mamá lo encontró y lo llevó a la clínica, donde salvaron su vida. 

A partir de esa publicación, la Fundación Sergio Urrego llegó a su vida sin él saberlo, iniciaron la investigación correspondiente para encontrarlo y ayudarlo. Un día, cansado de buscar tantos intentos para morir, decidió lanzarse de un puente, si no lo mataba la caída lo haría un carro que pasara a máxima velocidad. Justo en ese momento, con los dos pies en el barandal y decidido a lanzarse, recibió la llamada que cambió su vida.

¿Dónde estás? 

— Estoy en un puente mirando los carros pasar.

— ¿Estás en un puente?

— Sí, estoy acá en un puente cercano a un centro comercial.

— ¿Qué estás haciendo ahí?

— Voy a acabar con toda esta mierda.

Aquellas fueron las primeras palabras de la llamada que salvó su vida, junto a un acompañamiento profesional por la psicóloga de la fundación. Andrés sintió esperanza en la voz de una amiga, sintió que su vida sí importaba, era la voz que necesitaba escuchar en el momento correcto. Hoy, aquel joven que hace unos años no le hallaba sentido a su vida, considera que no vale la pena privarse de la vida por ninguna circunstancia. Agradece inmensamente a Alba por el apoyo que le brindó a él y a su familia, pues de no ser por la fundación, hoy no estaría a punto de volar a España para cumplir sus sueños.  

 

Hace un mes Alba Reyes inauguró la primera línea de atención al suicidio en el país, pues considera que es importante que los jóvenes tengan acceso a un espacio donde sean escuchados y guiados con personas profesionales.(Imagen: Archivo)

Por otro lado, aunque Cristian Galicia recibió un apoyo incondicional de su familia, también tuvo que pasar por situaciones de discriminación en su colegio durante muchos años. Ahora mismo, Galicia es voluntario en la fundación. Durante cuatro años se ha ido formando en diferentes temas como la prevención, la discriminación y el suicidio. Aunque vivió rodeado de comentarios hirientes, malos tratos y poca aceptación por su sexualidad, hoy se siente orgulloso de poder ayudar a todos los jóvenes que se acercan a la fundación, pues para él es muy importante seguir implementando ese mensaje de conciencia y respeto a la diferencia, teniendo siempre presente el mensaje de amor e inclusión que Alba ha tratado de compartir. 

Hoy, muchos jóvenes viven la discriminación por la que Cristian, Andrés y Sergio pasaron en sus colegios. Es formar a los docentes para actuar frente a diferentes casos de discriminación y al conocimiento de las rutas de prevención en casos de que sus estudiantes se aislen o tengan pensamientos suicidas. Pero, además, es necesario que los colegios establezcan los parámetros correspondientes para que estos comportamientos no tengan lugar en las aulas, tanto por parte de los estudiantes como de los maestros. 

El Ministerio de Educación y el Ministerio de Salud han trabajado para darle más importancia al tema de salud mental, asegurando que “la conducta suicida es un tema complejo que involucra a varios sectores de la sociedad: el institucional, familiar, educativo, económico, las organizaciones sociales, entre otros; por lo tanto las acciones deben ser coordinadas e integradas”, esto significa que la responsabilidad no es solo de las instituciones educativas —aunque constituyen un escenario ideal para formar a los jóvenes— sino también lo es de las familias, pues es ahí donde el ser humano construye su identidad, donde los niños y niñas deben sentirse amados y aceptados. 

Los jóvenes que un día tuvieron su mirada perdida y su corazón lejos de casa, hoy brillan con luz propia, pues hacen parte de una familia que no los hace sentir solos en ningún momento. Quizá Alba Reyes ya no tiene físicamente su hijo a su lado, sin embargo, gracias a la lucha por la igualdad en la que ha trabajado desde su partida, día a día se ha ganado un nuevo hijo, un nuevo niño que encuentra en sus brazos el apoyo de una madre incondicional. 

 

María Rosario recibió la noticia de la muerte de su nieto rodeada de paramédicos y doctores, por decisión de su familia se le dijo que había sido un accidente. Sin embargo, los días siguientes no paró de insistirle a su hija que estaba segura que no había sido un accidente. (Imagen de archivo)

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— Una vez un periodista me preguntó si no me daba pena que mi hijo fuera gay. ¿Acaso el dolor de parto de una madre al dar a luz un hijo gay es diferente al de uno heterosexual?

Hoy Alba escucha las canciones de Celia Cruz y Aterciopelados que tanto le recuerdan a Sergio, sonríe con los ojos rebosantes de lágrimas. Cada mañana, cuando abre sus ojos, encuentra en su recuerdo la fuerza que necesita para mantener su promesa, pues defenderá hasta el cansancio la vida de todos los jóvenes, que, como su pequeño, han tenido que vivir soñando en silencio.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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