Las esquirlas de la guerra

Veintiún años luego de su muerte supuse que era necesario retomar la memoria de aquel hombre, que a los diecinueve años, emprendería un viaje hacia un país desconocido: Corea. Un campesino de Natagaima, Tolima, donde los tamales, la lechona y los insulsos son especialidades gastronómicas de la región. 

Para saber su historia hablé con mi abuela. Celina, una mujer pequeña, rubia y de cabello corto que, con expresión seria, miraba la olla en la que mezclaba maíz y leche: preparaba peto.

— ¿Cómo era él? ¿Por qué fue allá?

La charla trajo recuerdos de aquel hombre valiente que, luego de aquel viaje no volvió igual de cuerdo, como dice ella. Marco Tulio Lozano nunca pudo estar en un solo lugar, recorrió el país buscando una estabilidad que nunca encontró.

El estallido de la guerra 

El año 1949 terminó en medio de una crisis mundial. Colombia enfrentaba un periodo de conflicto entre los Godos y Cachiporros. La llegada del presidente ultraconservador Laureano Gómez en 1950 avivaría el conflicto. Los campesinos liberales acudían a las armas y se autoproclamaban guerrilleros. 

A 14.775 kilómetros de Colombia, una diminuta península en el oriente del continente asiático: Corea. Paradójicamente, su nombre significa “la tierra de la calma matinal”. Luego de terminar la Segunda Guerra Mundial (1945) el país se independizaría de Japón. Roosevelt y Stalin, al no ponerse de acuerdo, crearían un régimen tutelar donde en el Norte serían ocupados por soviéticos y en el Sur por norteamericanos, divididos por el paralelo 38. 

En la madrugada del 24 de junio de 1950, el ejército de Corea del Norte cruzó el paralelo 38: el estallido del conflicto. La ONU haría el llamado a las naciones aliadas para apoyar al país de Corea del Sur. A pesar de que muchos de los países expresaron su solidaridad, muy pocos apoyaron militarmente. 

Colombia, a pesar de su conflicto interno, tomó la decisión de enviar tropas a Corea. Según Abel Silva, coronel de las fuerzas militares, la decisión fue tomada por Laureano Gómez para mejorar las relaciones con Estados Unidos y limpiar su nombre debido a rumores ligados al nazismo.  El 28 de julio, el secretario de Estado de Norteamérica evaluaría la propuesta de Colombia, aunque había dos obstáculos: “El reembolso de los gastos ocasionados por el aporte militar y la poca preparación del Ejército colombiano”, según Los nombres de la patria en la guerra de Corea, 1951-1953: ocaso de un mito, una obra de Bárbara Skladowska. 

Marco Tulio Lozano junto a su guitarra, un año luego de combatir en la guerra de Corea. (Foto: Archivo Celina Navarro)


El 29 de noviembre Washington aceptaría la propuesta y el pago por la ayuda militar, lo que permitiría, según Silva, un beneficio económico en el país pues aumentarían los precios del café así como los pedidos de caucho y azúcar. 

Mediante el Decreto 3927 de 1950 del 26 de diciembre, el presidente Laureano Gómez creó el Batallón de Infantería N° 1 Colombia, compuesto por 5.100 soldados (4.314 de Infantería y 786 de la Marina), el cual fue uno de los pelotones más recordados por los actores de ese conflicto bélico: por primera vez en la historia del país habría una representación militar en una guerra de repercusión mundial. 

En la primera operación que desarrollaron el Batallón Colombia ayudó a rescatar a los sobrevivientes que había dejado el ataque norcoreano y su consiguiente bombardeo aéreo.

A pesar de que la idea era que el batallón estuviera formado por voluntarios, hubo muchas irregularidades según los testimonios: “…a mí me escogieron a dedo,nunca me dieron la posibilidad de decir no" cuenta el soldado Álvaro González. "Me dijeron que debía ir, que había muy pocos hombres y que era obligatorio” dijo Carlos Castro. 

Algunos soldados fueron destinados a Corea por región de origen o, como lo señaló Abel Silva, por personas con historial problemático o aquellos que tuvieron mala conducta y fueron a limpiar su nombre. Según Pedro Hernando Vergara, soldado enfermero del batallón Colombia, muchos de los hombres eran ladrones, guerrilleros, carteristas y atracadores.

El 22 de mayo, en el buque Aiken Victory, el Batallón Colombia zarpó hacia las costas de Pusán donde llegaron 1050 efectivos el 16 de junio de 1951. Allí quedaron adscritos al 21º Regimiento de la 24ª División de Infantería, del octavo ejército de los Estados Unidos, según un informe entregado por el Ejército Nacional colombiano.

En Pusán fueron recibidos, según cuenta Álvaro González, por el presidente de Corea del Sur, Sygman Rhee. Estarían representados por el teniente coronel Jaime Polanía y como segundo comandante el mayor Alfonso Novoa Morales.

La familia Lozano Soto. Sentados Delfina Soto, Rafael Lozano. De pie sus hijos Alfredo, José, Rafael, Marco Tulio y Pedro. (Foto:Archivo Pedro Lozano)



El viaje 

Marco Tulio Lozano venía de una familia de ocho hijos del matrimonio de Rafael Lozano y Delfina Soto, oriundos de Natagaima. A sus 19 años prestaba servicio militar junto a su primo José Agustín Figueroa. Durante una reunión con el coronel del poblado fueron invitados a participar en la Guerra de Corea. Según Pedro Lozano, hermano de Marco Tulio, pidieron que aquel que quisiese participar debía dar un paso adelante. Sin tapujos ni nada que perder, Agustín y Marco Tulio dieron el paso, pues creían que "iba a ser divertido". 

Finalizaba el año 1952 cuando salió el segundo batallón. Entre ellos Marco Tulio y José Agustín. Según Vergara, saldrían de Cartagena a Panamá en el buque USS Essex. De Panamá a Hawái y de Hawái a Corea en un viaje de treinta y dos días. Durante el viaje, Manuel Gaitán, suboficial del batallón Colombia, comentó que los primeros días en la embarcación fueron terribles pues muchos se enfermaban, vomitaban y se arrepentían de viajar. Según él, a los que más duro les dio fueron a los negros, pues vomitaron durante todo el mes que duró el viaje. 

A las costas de Pusán, hoy conocido como Busan, llegó el segundo batallón conformado por 4.100 hombres. La emoción de los soldados colombianos al tocar tierra era inimaginable. Vergara cuenta que fueron entrenados para la guerra durante los dos primeros meses en Busan, en pleno invierno.

— ¿Cómo era Corea?

— Es como Colombia con montañas más pequeñas. Las ciudades estaban totalmente devastadas. Una guerra, en mi concepto, no es tanto la gente que matan, sino la población civil que es la que sufre las consecuencias— dice Vergara.

— ¿Qué momento lo dejó marcado al ver a las personas de Corea?

— Recuerdo ver cómo las mamás y los papás vendían a sus hijas a los soldados por cinco dólares para poder comer. Nosotros en los campamentos teníamos todo tipo de alimentos, pero teníamos prohibido dárselo a los civiles, no importaba si quedaba comida: debía ser incinerada. 

Su primera batalla fue en el Cerro 180, llamada Operación Bárbula, el 10 de abril de 1953. Tenía como objetivo capturar prisioneros y documentos a la vez que debían infligir bajas y daño a las posiciones fortificadas. Vergara cuenta que el coronel Ruiz Novoa pasó revista y luego de diez minutos partieron al Cerro. Los colombianos que se quedaban, entre ellos Marco Tulio y Agustín, les gritaban “¡viva Colombia!”. Al llegar, Vargas sentía cómo caían granadas por todos lados, el enemigo los había visto y, aunque algunos colombianos se le deslizaban lágrimas en sus ojos, eran lo suficientemente valientes para enfrentar a los comunistas. 

La operación no salió como se deseaba, contó Manuel Gaitán, pues no se pudo sorprender al enemigo. Al avanzar, los tres pelotones empezaron a ser bombardeados y, en una de tantas, una granada china cayó cerca de él. Salió ileso de milagro, un compañero murió al instante y muchos otros quedaron heridos. “Uno de los soldados de apellido Martínez empezó a rescatar a los heridos, audaz hombre. Entregaba a los camilleros los heridos y luego los llevaban hasta donde nos resguardaban”, cuenta Gaitán.

A pesar de que hubo muertos y heridos, las bajas enemigas fueron, por mucho, mayor que las unidades colombianas: 11 muertos, 43 heridos y 10 desaparecidos que habrían caído prisioneros. Para Vergara el Cerro 180 solo sería el inicio de un mes espantoso para el Batallón Colombia. 

Corea del Sur luego del Armisticio. Marco Tulio junto a sus compañeros de batalla. (Foto: Archivo Amparo Lozano)



Batalla Old Baldy

Finaliza el mes de marzo cuando se ordenó al Batallón Colombia dirigirse a un monte despoblado. Su cima era plana debido a los múltiples ataques que hubo en la zona, el nombre puesto por los estadounidenses fue old baldy o viejo calvo en español. El lugar, según Carlos Guillermo Alarcón, cabo primero del Batallón Colombia, tenía un gran valor: estaba ubicado para poder observar al enemigo. La desventaja, sin embargo, era que podían ser atacados por tres costados.

Marco Tulio y José Agustín sabían que el lugar que les correspondía defender era uno de los más difíciles. Desde el 51 había sido escenario de varias batallas y ya habían sido informados de que los chinos atacaban con frecuencia.

El Batallón usó tres compañías: la A, posición Dale, y la B cerro Old Baldy que ocupaban el este y el oeste. Y la C estaba un poco más atrás, en medio de la A y la B, pues era la compañía de los soldados que habían combatido en Cerro 180. El batallón no tenía frente de retaguardia.

Según Pedro Lozano, Marco Tulio, su hermano, había quedado impresionado con uno de sus compañeros. El teniente que los dirigía preguntó quién era capaz de subir arrastrándose al filo de esa montaña para ver la posición del enemigo. Un colombiano alzó la mano y se ofreció para dicha misión. Casi se detuvo cuando le dijeron que tenía que hacerlo totalmente desnudo para que no lo detectaran los radares. Finalmente cumplió la misión. Para Pedro, cuando Marco Tulio le contó la historia, vio en él orgullo pues "los compatriotas colombianos estaban hechos de fuerza y valentía". 

Para Celina Lozano, Old Baldy marcaria en Marco Tulio un cambio total en su vida. Era la noche del 23 de marzo, ya habían pasado 13 días de combate entre el Cerro 180 y el cubrimiento de Old Baldy. Había más de mil hombres cubriendo el lugar. Él, junto a su primo, esperaban con ansias la luz del día para poder descansar. En las noches las balas y bombas iban de lado a lado. 

Durante la batalla, recuerda Vergara, hubo un cambio de pelotón luego de haberse quedado sin municiones, lo que aprovechó el enemigo. Agustín y Marco Tulio se encontraban dentro de una de las trincheras mientras se cubrían de los cañazos de los chinos, cuando un mortero chino cayó encima de Agustín. Explosión y luego sangre. 

—¿Cómo narraba él ese momento?, ¿qué sentía? ¿cómo se salvó? — le pregunté a Celina en medio del relato. Ya no mezclaba el peto.

—Tulio era muy reservado a la hora de contar, pero cuando hablaba del día de la muerte de su primo y como a él le salía sangre por los ojos, nariz y boca mostraba un dolor y terminaba diciéndome. ¡Celina yo no sé cómo estoy vivo! 

Las marcas que le quedaron a Marco Tulio eran pequeñas cicatrices en la boca y las piernas. Luego de esa noche la guerra no solo lo marcó en la piel sino en la vida.

En aquella noche Pedro Vergara estaba en la primera línea de la compañía B. Vergara fue herido a las nueve de la noche después de atender a unos heridos. Luego de un mes de salir del hospital por sus heridas, se sorprendió al saber que aquellos heridos figuraban como desaparecidos. 

El cabo Alarcón, por su parte, fue herido en la pierna a las siete y media de la noche, mientras se encontraba encima del bunker de su compañero Eduardo Pulido. Al poco tiempo llegaron chinos con bufandas rojas, uno de ellos le decía “colombian come on, come on colombian”. Alarcón se giró hacia la derecha del búnker y se enredó con un cable de comunicación que lo salvaría de que una granada le cayera en el cuerpo. 
 

El aniquilamiento en la batalla de Old Baldy fue de 128 muertos, 550 heridos y 30 desaparecidos. Lo que no había sufrido el Batallón Colombia en dos años, lo sufrió en una noche. Rubiel, uno de los hijos de Marco Tulio, dijo: “papá decía que caminaba por encima de los muertos, solo se veían pedazos de brazos, cabezas y sangre”. 

Después del mes de abril se dio el Armisticio de Corea, también llamado Paz de Panmunoj, vigente hasta el día de hoy. Consistía en que no habría agresión entre las dos Coreas. Alarcón recuerda que luego de este, fueron enviados en buque hacia a San Francisco, Estados Unidos, y luego en tren hasta Nueva York donde pudieron comprar lo que quisieran con la plata recibida como recompensa por la guerra. “Nos dimos el gusto hasta de botar cosas al mar. Era impresionante la cantidad de cosas que pudimos comprar con 25 dólares, en su momento era mucha plata”, recordó Alarcón. Luego, entre risas, Gaitán dijo "yo boté un acordeón".

Al llegar a Colombia solo recibieron un traje de paño y dinero para poder regresar a su sitio de residencia. 

Colombianos en los cambuches construidos para resguardar sus vidas contra
el enemigo comunista, en la guerra de Corea. (Foto: Archivo de la Asociación Colombiana de Veteranos de la guerra de Corea, ASCOVE).



Las esquirlas

Para Marco Tulio la llegada a Colombia no fue tan fácil. Debía contarle a su familia la pérdida de José Agustín, su primo. Pedro, hermano de Marco Tulio recordó: “Yo mismo vi cuando un soldado le entregó la bandera colombiana, unos diplomas, unas medallas y un dinero en compensación”. 

A los dos meses Marco Tulio ingresó a la policía. Aunque no siguió con la carrera en el ejército, entendió que debía conseguir un trabajo, pues su familia no tenía los medios para ayudarlo a seguir en los estudios. Marco Tulio nunca se quedó quieto luego de la guerra.

Marco Tulio llevaba dos años en la policía como conservador cuando mató a un liberal. Estaba en Rovira, Tolima. Le habían avisado que un cachiporro lo quería matar. En ese tiempo a los uniformados de la policía se le daba una pistola y una espada de acero. Lo emboscaron y en el enfrentamiento enterró la espada de acero.

Luego regresó al ejército, donde esta vez fue a combatir contra de la guerrilla. Rubiel, hijo de Marco Tulio, recuerda que su padre le contó que "bien adentro del Tolima, en un pueblo llamado Tomogo, estaba con un sargento en pleno combate, cuando un tiro le cayó al sargento. Afortunadamente el señor siempre cargaba la biblia en el bolsillo izquierdo y lo salvó de morir de un tiro al corazón". Luego de este suceso Marco se retiró del ejército. 

Celina Navarro y Marco Tulio Lozano se conocieron en 1958. Después de seis meses de conocidos se casaron. Para Celina, Marco Tulio era un hombre "chusco", moreno, de pelo negro corto, ojos cafés y "además un cantante excelente. Tulio tocaba la guitarra junto a sus hermanos, cantaba muy lindo. Así me conquistó”. 

Luego de la boda, Marco Tulio y Celina se fueron a Ibagué, donde él trabajó como guardián, se aburrió y se metió de nuevo a la policía en Sonsón, Manizales.  Después se fueron a Buga, Valle del Cauca, donde volvería a ser guardián.
 
Al retirarse se fue a trabajar en el Ingenio Pichichi, donde aprendió a manejar la caña de azúcar. Luego, se fueron a Buacarí donde vendía plátanos del Quindío al Valle, al no ver frutos en el negocio se devolvió a Ibagué, donde regresó a ser guardián. “La ventaja de haber participado en la guerra era que lo recibían para trabajar en todas partes” dice Celina. 

Para Rubiel, su papá a pesar de no sentirse cómodo en ningún lugar siempre respondió por sus hijos, “era una persona muy trabajadora, al lado de él aprendí a coger algodón, café, arroz, maíz, hicimos grandes faenas de pescado y me enseñó la zapatería. Siempre nos enseñó a ser independientes”. 
 

«Los heroicos, los desaparecidos, los torturados, los enterrados en algún lugar desconocido en la montaña, los repatriados de algún lugar del mundo» Fragmento del poema Bienaventurados II, de Ruben C. Navarro.
Veteranos de la guerra de Corea. (Foto: Valentina Lozano)



— ¿Cómo era él? — le pregunté a Pedro.

— A mi hermano nunca se le veía de mal genio. Tenía una chispa de alegría y de vez en cuando se contaba sus chistes, era un hombre ejemplar. 

Marco Tulio, su esposa y sus seis hijos llegaron a Bogotá en el año 1970. Celina recuerda que al llegar Marco Tulio entró al Fondo Rotatorio del Ejército, donde saldría despedido, pasaría a ser celador y así se estuvo durante veintisiete años antes de morir. 

“Tulio no fue igual después de la guerra, estaba como loquito. Por algo será que nunca se sintió cómodo en ningun lugar.” Los soldados colombianos que combatieron en la Guerra de Corea, BBC Mundo narra lo que vivió Carlos Eduardo Cubillos, un colombiano que estuvo en la guerra de Corea. Acepta que muchos de sus compañeros terminaron enfermos psicológicamente y murieron en las calles de Bogotá. 

Marco Tulio no alcanzó a obtener la doble pensión la cual fue luchada por la Asociación Colombiana de Veteranos de la guerra de Corea. Según Pedro Vergara, muchos veteranos terminaron en la pobreza. La Ley 683 establece que los veteranos sobrevivientes de la guerra de Corea deben recibir dos salarios mínimos vigentes.

Marco Tulio murió en el año de 1997, cuarenta y tres años después de haber combatido la batalla de Old Baldy.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

Institución de Educación Superior sujeta a inspección y vigilancia por el Ministerio de Educación Nacional.