Los 80 tuvieron su Matiz

“Iba pasando por una esquina de un negocio que existía en La Dorada en esa época, cuando me llamó uno de los muchachos de ahí y me dijo: ¨Miryam, la está llamando desde hace mucho rato, insistentemente, una mujer¨. Cuando me está diciendo eso suena el teléfono, y él me hace señas que espere. Era la muchacha con la que él vivía en Estados Unidos, me estaba llamando para decirme eso, que a Matiz lo habían matado”.

Así fue el final de Gabriel Matiz: dos asesinos a sueldo ingresaron a su apartamento en Miami el 6 de marzo de 1989, y de dos balazos terminaron su vida. Gabriel había pasado de lavar y reparar motores y tornillos de aviones en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, a tener su propia empresa de aviación y codearse en fiestas con los grandes narcos colombianos. De los pocos registros que figuran sobre Matiz en la literatura del narco en Colombia, Fabio Castillo da cuenta en su obra “Los Jinetes de la Cocaína”, de la presencia de este en una fiesta ofrecida en 1986 por Gonzalo Rodríguez Gacha en La Dorada, donde estuvieron presentes, con la protección misma de la Policía Nacional, Pablo Escobar, Fabio Ochoa, Francisco Barbosa, Jairo Correa, Flaminio Ortiz, entre otros.


Credencial de Gabriel Matiz que lo acredita como gerente de la Academia Antioqueña de Aviación en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. (Foto: Archivo familiar)

“Cuando él trabajaba acá, trabajaba con una señora condesa de los dueños de la hacienda Hamburgo: él le manejaba el carro, la llevaba a la hacienda de abajo o por todos lados, y cuando no estaba conduciendo, lo pusieron de patrón de cafeteros. Mi mamá iba a coger café con nosotras ahí nos conocimos. Nos casamos cuando teníamos 18 años”, cuenta Carmelina Rincón, la primera esposa de Gabriel Matiz.

Matiz había iniciado su vida laboral en la otrora poderosa Hacienda Hamburgo, huella de condes alemanes en Victoria, Caldas, que habían salido de su país huyendo de las guerras mundiales y fundado un auténtico feudo. Hamburgo cimentó su poderío en el cultivo de café, cacao y otros frutales, y su movimiento comercial era tan grande que acuñó su propia moneda con la que se pagaba a los trabajadores y circulaba en Victoria y la región en la primera mitad del siglo XX. De allí sale Matiz, un hombre de finca y el menor de todos sus hermanos, para asentarse con su esposa y tres de sus hijos en Bogotá, donde comenzó vendiendo aguacates en una esquina y, posteriormente, dio el salto a lo que toda su vida fue su pasión: la aviación. 

“Trabajó como auxiliar de mecánico de aviación y de ahí adquirió el deseo de saber más de los aviones. Esos fueron sus inicios, después siguió trabajando en el aeropuerto y empezó a viajar como auxiliar de vuelo”, relata Elsa Victoria Nova Matiz, una de sus sobrinas.

Para la década de los 70, Gabriel tenía su licencia de piloto y hacía rutas domésticas. “Al comienzo nosotros negociamos una época de puerto Leticia a Bogotá, él me traía cajas de Marlboro, cajas de sardinas, atunes del Amazonas y muchas otras cosas para que yo vendiera. Con esa platica la ahorrábamos para comprar la casa que él me había dicho que me iba a dar”, detallada Carmelina Rincón, su esposa de ese entonces.

Para finales de los setenta los vuelos se intensificaron y las rutas internacionales aparecieron en su itinerario, su hija mayor, Miryam Matiz, dice que su papá trabajó siempre para aerolíneas de carga como Aerocosta, Aeropesca, Taxa, Tampa, entre otras, esta es la última para la que trabaja en la aviación comercial. Gabriel se instala en Medellín, pero las ausencias a su casa en Bogotá eran cada día más notables, lo que empezó a generar sospechas de su esposa.

“Entonces ya me di cuenta que se habían volteado las cosas, y a mí eso no me gustaba, porque yo le decía, no quiero un peligro para la vida, con lo que estamos ganando así estamos bien, y él me decía que lo dejara, que él sabía lo que estaba haciendo, que todo iba a estar bien. Y yo le decía, mire lo peligroso, que no lo hiciera por mí, sino por esos niños que estaban creciendo y se dan cuenta que usted está haciendo cosas indebidas, y él se ponía bravo conmigo”, detalla Carmelina.

 

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Gabriel Matiz con autoridades militares. (Foto: Archivo familiar)

La relación de Carmelina y Gabriel termina, firman el divorcio formalmente, quedando la casa familiar de Bogotá para ella. No obstante, cuando todavía era esposos, Carmelina señala que tuvo varias discusiones con Matiz porque empezaba a dar cambios, incluso tuvo que ir a Medellín a buscarlo y a solicitarle dinero para la manutención de sus hijos, pues llevaba varios meses de ausencia. En la capital de Antioquia, Gabriel funda la Academia Antiqueña de Aviación en el aeropuerto Olaya Herrera, y con el paso del tiempo se lleva a Miryam, Gabriel y Luis a vivir con él; Fabio, su hijo menor, se queda en Bogotá con su mamá.

“Una vez llegó a la casa con una cosa ahí toda rara y la guardó rapidito debajo de la escalera. Le pregunté qué había guardado ahí, y me dijo que algo que él llevaba para Estados Unidos, que un encargo de un amigo. Pero a mí la cabeza ya me estaba dando vueltas, ya me lo adivinaba”, señala Carmelina.

“Algo que supe, no hace mucho, es que fue Matiz el que se craneó la forma de caleta en los aviones cuando hacían los vuelos internacionales, y por ahí inició todo. No sabría decir con qué aerolínea, pero sé que prestaba el servicio de sacar y de traer dinero porque, inclusive, ya vienen los nexos con los grandes capos. Prestaba, por ejemplo, el servicio de una pista en tal parte, allá se abastecía de gasolina y se cargaba. Él tenía los pilotos, no los aviones porque generalmente estos eran alquilados, y de para acá lo que hacía era traer el dinero”, cuenta su hija Miryam.

Llegarían los años 80, una década en la que la vida de Gabriel se agita aún más y divide su estadía entre Medellín, Bogotá, Ibagué, Victoria, La Dorada y Miami. Para entonces el Magdalena Medio ya era una región convulsa y terreno de nuevas expresiones de violencia que azotarían el país.

Más tarde, el Magdalena marcaría una división entre los capos del Cartel de Medellín, a la cabeza de Pablo Escobar, en la orilla occidental; y en el oriente, Gonzalo Rodríguez Gacha, alias “El Mexicano”, que arrastraba tensiones y prácticas de la zona esmeraldera de Boyacá. El Magdalena Medio, donde imperan las altas temperaturas, se convirtió en una caldera, una tierra de nadie donde la violencia hizo de las suyas.

Gabriel Matiz en Miami. (Foto: Archivo familiar)

 

“La Dorada que yo conocí, en el primer lustro de los 80, era paramilitar. La mandaban los paras de la primera generación. Era una zona donde había mucho dinero, buenos hoteles, buen comercio. Ser paramilitar o hacer parte de los paramilitares se veía como una protección, casi que se veía como un para-Estado o una representación del para-Estado”, dice Abelardo Gómez Molina, actual director del portal La Cola de Rata y que para esa época cubrió en algunas oportunidades la zona como periodista del periódico La Patria de Manizales.

“Mis hermanos y yo tuvimos certeza de lo que estaba haciendo cuando llegamos a vivir a Medellín, antes teníamos algo de sospecha, pero no podíamos decir nada. Porque él supuestamente se iba a cacería, se iba a una cantidad de cosas y se desaparecía un mes, dos meses, pero para nosotros era una forma de vida normal porque él llevaba las cosas así. No podría decir una fecha exacta de cuando empezó todo”, asegura Miryam.

Desde el periodo de “La Violencia”, Gabriel se había caracterizado por ser un liberal de tradición, cuentan quienes lo conocieron que incluso era capaz de cambiar un carro o mandarlo a pintar si esta era de color de azul. En los años 80 la política también marcaría su trasegar en la región, en actas del Concejo Municipal de Victoria de 1983, aparece como miembro de esa corporación junto con Víctor Renán Barco, quien hacía también las veces de senador de la República, y personajes locales como Lucy de Aldana, Esteban Vargas, Aquilino Cardona, Ariff Abdalá, Marco Aurelio Uribe García, entre otros.

“Él me ofrecía cosas para que me pasara a la lista de él, que me surtía todo el almacén si me pasaba para el bando de él, pero le dije que me puede dar de todo, pero no me paso, porque yo estoy en este Concejo por Renán Barco. Gabriel era una persona formal, muy atenta con todo el mundo, le ayudaba mucho a la gente”, así lo recuerda Lucy de Aldana, matrona liberal de Victoria, fiel seguidora del barquismo y que compartió escaño en el cabildo municipal con Matiz.

 

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Acta del Concejo de Victoria donde aparece Gabriel Matiz como miembro de esta corporación en 1983. (Archivo: Concejo Municipal)

Matiz, como otras figuras vinculadas a la mafia, hizo las veces de Robin Hood. En Victoria y La Dorada todavía es recordado por múltiples obras de filantropía y ayuda a los más necesitados. “Él se fue de Victoria porque se empezó a sentir muy presionado por la gente que le pedía mucho, cuando él vivía en la casa los domingos le hacían colas para que les diera mercados o les ayudaba a, al menos, cincuenta personas a la semana”, dice Elsa Nova, su sobrina.

Colombia vivía años difíciles, el crecimiento de las guerrillas, el accionar paramilitar, el posicionamiento de carteles del narcotráfico y hechos como el terremoto de Popayán, la tragedia de Armero o la toma del Palacio de Justicia hicieron de los 80 un periodo duro para el gobierno y los colombianos, pero también empezó a configurarse en el horizonte un hombre que prometía el cambio y que declaró de frente la guerra a los grandes capos de la mafia y a las relaciones que estos tenían con los políticos de turno. Luis Carlos Galán fundó una facción independiente del Partido Liberal, el Nuevo Liberalismo y el movimiento fue creciendo con inusitado fervor por todo el país, Victoria y el Oriente de Caldas no fueron ajenos a esto.

Luis Carlos Galán pisó en dos oportunidades el municipio de Victoria en el marco de sus campañas políticas. Cuentan quienes vivieron esos momentos, que especialmente durante su primera visita el pueblo tuvo una auténtica conmoción por su presencia. El líder del Nuevo Liberalismo fue ovacionado como si fuera una estrella de talla mundial. Durante su discurso estuvo acompañado de Gabriel Matiz, una paradoja para quien en ese entonces se alzaba como faro moral contra la mafia.

Aunque nadie se atreve a asegurarlo, varias fuentes coinciden en que fue Gabriel Matiz el encargado de recoger a Luis Carlos Galán en Mariquita, Tolima, y trasladarlo en helicóptero hasta aterrizar en un potrero de una finca en Pueblo Nuevo, en la vía que conduce hacia Honda. Galán entró al parque principal en la parte de atrás de una camioneta, y junto a él, una nutrida cabalgata de sus seguidores.

 

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Segunda visita de Luis Carlos Galán a Victoria. (Foto: archivo Diego Vargas Pamplona)

Carlos Fernando Galán, hijo del inmolado líder liberal y exsenador de la República, señala que él y su familia no recuerdan la figura de Gabriel Matiz o detalles de la visita de su padre a esta zona del país. Jairo Antonio Mejía, líder de Cambio Radical en Caldas, partido que nació del Nuevo Liberalismo, anota que, aunque para la época de la campaña de Galán en el departamento no podía estar inmerso en política pues era gerente de la Central Hidroeléctrica de Caldas (CHEC), sí recuerda la participación de Gabriel Matiz, por lo menos, durante la primera etapa del Nuevo Liberalismo. Mejía recuerda a Matiz como un personaje misterioso que entró a apoyar a Galán, no obstante, señala que al poco tiempo este fue excluido de esas toldas políticas porque se tuvo conocimiento de las actividades ilícitas a las que se dedicaba, y que una de las personas que más contribuyó a su exclusión fue Marco Aurelio Uribe García, con quien Gabriel había compartido escaño en el Concejo Municipal.

Por otra parte, Eliud Gómez, diputado de la Asamblea Departamental de Caldas en varios periodos y Secretario de Gobierno del Departamento en la década de los 80, amigo personal de Gabriel Matiz, duda de esta versión, pues en varias oportunidades supo de las reuniones de Marco Aurelio Uribe con Matiz en La Dorada, buscando apoyos, y que, incluso, cambió varios cheques a este, que traían la firma de Gabriel.

 

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Casa principal del balneario El Paraíso, construida por Gabriel Matiz. (Foto: Jairo Andrés Vargas)
 

Un dirigente político de la época, que pide no ser nombrado, señala que uno de los principales daños que hizo el piloto a la sociedad victoriana fue la herencia narco. Eran comunes frases de jóvenes que ante la situación de desempleo del municipio lo buscaban para decirle “empléeme en algo, ocúpeme en algo”, y eso traía consigo algunas actividades ilícitas. Otras fuentes vinculan a Matiz como autor intelectual o partícipe de organizaciones como el famoso Muerte a Secuestradores o MAS, que en Caldas hizo presencia especialmente en Victoria y La Dorada.

Un informe de la Procuraduría General de la Nación del 20 de febrero de 1983, recogido en la obra ¡Basta Ya! del Centro Nacional de Memoria Histórica, revela que el MAS no era en realidad un solo grupo, sino que era un nombre genérico bajo el cual actuaba el paramilitarismo en el Magdalena Medio, y en el que estaban involucradas 163 personas, de las cuales 59 estaban en servicio activo de las Fuerzas Armadas. Otros testimonios anotan que Matiz también estuvo implicado en varios homicidios, incluso, en algunos contra militantes de la Unión Patriótica (UP).

“A Matiz lo amenazaron, lo citaron en el puente de Casanguilla y lo mataron. Su asesino lo llevó en el platón de la camioneta hasta la Policía. Eso fue durante el periodo que él vivía en Victoria. Lamentablemente para la persona que lo estaba extorsionando, Matiz tenía las cartas y las amenazas de este señor, y eso fue lo que lo exoneró de algún proceso. Lógico que no debió haber tomado justicia por cuenta propia”, dice Miryam.

Los últimos años de Matiz son aún más difusos, en Victoria emprendió la construcción de lo que hoy se conoce como El Paraíso, un estadero en la vía hacia Marquetalia con cabañas, casa principal y piscina bajo la cual se dice, al mejor estilo de otras figuras de la mafia, Matiz había dejado enterrada una guaca con lingotes de oro y dólares. También estaba construyendo otra gran edificación en el balneario Doña Juana, que hoy se encuentra en ruinas. 

“Sé que Matiz fue uno de los fundadores, sé que él tenía mucho poder paramilitar y un nexo muy grande con Henry, tanto que Henry le ofreció protección cuando supo que Gacha lo quería matar. Matiz le dijo que no porque él necesitaba averiguar qué había pasado con esa mercancía, porque él estaba seguro que esa mercancía se había entregado, porque él era de los que hacía radio toda la noche hasta que todo quedaba en su lugar, porque ese era su compromiso. Y efectivamente algo pasó, porque él insistía que algo raro había pasado”.

El Henry al que se refiere Miryam es Henry Pérez, una figura reconocida en el Magdalena Medio porque, de acuerdo a la obra de María Teresa Ronderos, “Guerras Recicladas”, fue creador de los primeros grupos de autodefensas de la región, auténticos ejércitos privados que brindaban seguridad y que fueron tomando fuerza con la llegada de capos a la zona que, aprovechando la geografía de esta, compraron grandes extensiones de tierras. La periodista señala que el grupo armado ilegal iniciado por Pérez se hizo bajo la bendición de los militares, y Gonzalo Rodríguez Gacha fue uno de sus principales financiadores.

Entre tanto, la hija de Matiz también recuerda que este era un enlace con el batallón Patriotas de Honda, y que en sus inicios tuvo amistad con Gilberto Molina, barón de las minas de esmeraldas de Boyacá. Años más tarde, en 1989, Henry Pérez y otros paramilitares fundan el Movimiento de Restauración Nacional (MORENA), un partido político de extrema derecha que, de acuerdo a la revista Semana, fue lanzado en Yacopí Cundinamarca para luchar contra las ideas comunistas. De MORENA, algunos aseguran, que Matiz pudo ser de alguna manera un financiador y afín a su ideología, no obstante, tampoco es posible confirmar estas informaciones; además, Eliud Gómez, señala que, para esos momentos de la historia, Gabriel ya no se encontraba en la región.

“Por primera vez, desde que tenía uso de razón, él me dijo: Tengo un problema con El Mexicano. Casi me voy de para atrás porque yo no tenía idea de nada de lo de él. Me dijo que era una mercancía que se había llevado, que se había entregado, y me dijo: Me voy para Estados Unidos, voy a averiguar qué pasó. Cuando él va y averigua, efectivamente había sido el mismo Mexicano el que se había robado la mercancía, y todo fue porque quería sacar a Matiz del camino, la única forma que encontró de ponerle una zancadilla fue por ese lado. Quería sacarlo del camino porque Matiz tenía mucho poder sobre el paramilitarismo”, señala su hija mayor.

 

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Gabriel Matiz baila con Luz Marina López, Señorita Caldas 1979 en una vista a Victoria. (Foto: Elsa Nova)

Antes de partir hacia Estados Unidos, Gabriel Matiz fue víctima de varios atentados, el último de ellos en la vía entre Honda y La Dorada. Luego de esto, Matiz desaparece incluso para su familia. “Un año antes de que lo mataran, a mí me llamó el Mexicano, se me identificó como tal, con todo y su nombre, y me dijo que él tenía un problema con Matiz y que él necesitaba saber dónde estaba, y pues le dije que ayudara a buscarlo porque no sabía dónde estaba, porque no tenía ni idea. Ahí inició una época muy jarta, muy dura”, señala Miryam.

A pesar de sus nexos con los carteles del narcotráfico y de dedicarse a transportar cocaína a Estados Unidos, Gabriel Matiz nunca fue requerido por las autoridades colombianas ni se le prohibió el ingreso a Estados Unidos.

La muerte de Matiz se produjo en Miami, según el dictamen de las autoridades, los sicarios le propiciaron dos tiros, uno de los cuales entró por su cara y salió por la parte de atrás del cráneo. El cuerpo fue trasladado a Bogotá a los 5 días y enterrado en un camposanto de la Capital. La investigación solo se remitió a un informe forense y quedó señalada como un enfrentamiento entre narcos colombianos.

La familia de Gabriel asegura que en el crimen estuvo inmerso Ramón Gálvez, otro personaje de la región, que Eliud Gómez recuerda como un finquero de Guarinocito (corregimiento de La Dorada). Gálvez era de los pocos que sabía su ubicación, pero que tenía una deuda con el Mexicano, la cual fue aprovechada por este para asesinar a Matiz. Durante el asesinato, Matiz estaba acompañado por Olga, una joven ibaguereña y la última mujer con la que vivió, esta contó a los hijos del piloto que Ramón llegó a visitarlos a su apartamento, y dijo que había olvidado su celular, cuando salió dejó la puerta abierta para que los dos sicarios entraran, los cuales actuaron de inmediato y no dieron tiempo a Matiz para agarrar el changón que siempre lo acompañaba.

La persecución que Rodríguez Gacha había montado contra el piloto no cesó ni con su muerte. El mismo día del entierro, uno de sus hombres acudió a la casa de la familia de este, y le advirtió a Miryam que ella sería de ahora en adelante la única interlocutora con la que se entendería, y desde el otro día, debían empezar a pasar todos los bienes de su papá a nombre del Mexicano. Para Carmelina, otro de los factores claves en el enfrentamiento entre de Gacha y Matiz, fue la hacienda Torremolinos, en el sector de Las Mercedes en La Dorada, pues tal vez allí tenían un laboratorio de droga; hacienda que finalmente termina en manos de su enemigo.

 

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Esta historia hace parte del especial "Cuando en los tiempos de la violencia: historias de guerra , vida y resistencia en el oriente de Caldas" producido por el CrossmediaLab

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