Mujer: rostro del fenómeno paramilitar en el conflicto armado en Colombia

El papel de la mujer en el conflicto armado interno de Colombia ha sido concebido como táctica de guerra por los diferentes actores armados y la misma cultura patriarcal que las despojó de su dignidad y vida por medio de violencia: sexual, física, verbal y psicológica. El capítulo 6 Mi cuerpo es la verdad, experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado, a través de los 10.844 testimonios presentados por ellas ante la Comisión de la Verdad, revela el control ejercido, las consecuencias e impactos que dejaron los paramilitares en las mujeres.

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La Comisión de la Verdad en su Informe Final esclarece y reconoce las distintas formas de violencia a las que se vieron sometidas millones de mujeres en presencia paramilitar. En las casas de la verdad y mediante entrevistas privadas ellas relataron los hechos, la angustia y el terror que vivieron, ya que muchas vieron morir su familia, presenciaron o sintieron en carne propia violaciones, fueron desplazadas, reclutadas, torturadas, se vieron obligadas a trabajar largas jornadas, algunas lideraron buscando dignificar su dolor y otras simplemente no se recuperaron de lo sucedido. Los testimonios relatados dejan en evidencia que, aunque estas mujeres no comparten la misma cultura, territorio o etnia, tienen algo en común: una historia de dominación masculina. Perjudicar a las mujeres tanto en su vida como en su cuerpo sirvió de estrategia contra el enemigo en su lucha por controlar territorios, comunidades y/o instituciones; además de demostrar su naturaleza viril y masculinidad autoritaria. Cuenta Roger, excomandante desmovilizado de la AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) que hacia los años 90 a las mujeres se les regulaba su sexualidad, eran limitadas a permanecer en su hogar dedicándose a la crianza de sus hijos y hasta la forma en la que debían vestir: «Tenían que ser mujeres de casa. Que fueran serias y, si eran casadas, que respetaran al marido. Que, si iban a andar con X o con Y, ahí sí pagaban los platos rotos por eso. Entonces se les decía   que se comportaran o se iban, y si seguían en lo mismo se morían. Que estuvieran pendientes de los deberes con los hijos, si comían o no comían. Que vistieran cómoda y decentemente. Con vestido largo, con ropa larga. Sí podían usar minifaldas, pero no las mamás, ellas no podían usarlas»

También se llevaron a cabo Encuentros por la Verdad en espacios públicos y privados para que quienes participaron directa o indirectamente en el conflicto reconocieran de manera voluntaria sus responsabilidades. Fueron 60 reconocimientos de la verdad en los que 31 exmiembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) admitieron hechos graves cómo el desplazamiento forzado, el despojo e inclusive el homicidio, aunque acerca violencia sexual prevaleció un sentido moral, dado que ningún actor admitió con sinceridad haber abusado, acosado u obligado a prostituirse a una víctima. La Comisión identificó que los principales responsables de los actos violentos durante el conflicto fueron los grupos paramilitares, en segundo lugar, las guerrillas y posteriormente, la fuerza pública; aunque cabe aclarar que una cantidad considerable de víctimas no logro identificar al autor responsable, por lo tanto, en el ejercicio de análisis de información se pudo determinar que la cantidad de violencia cometida por este fenómeno paramilitar podría ser más alta.

Fuente: Panas de la verdad (Reconocimiento a la dignidad de las mujeres y personas LGBTI víctimas de violencias sexuales en el conflicto)

Pueblo rural y afrodescendiente: dominación masculina

El desprecio de clase y género hacia las mujeres en función de sus objetivos exigió a los paramilitares un adoctrinamiento de terror y sevicia que reprimiera su emocionalidad y lado humano a la hora de aplicar la crueldad y la barbarie. En el informe se puede evidenciar como las mujeres negras, afrodescendientes, palenqueras y raizales sufrieron la violencia bajo distintas modalidades como parte de sus acciones de control territorial, que otorgaron a los hombres armados un derecho de propiedad sobre los cuerpos de ellas con el imaginario colectivo de que los negros son inferiores.

La violencia sexual y el racismo generaron escenarios de victimización contra las mujeres, provocando profundos daños con efectos individuales y colectivos. En uno de los apartados de Informe se relata como Marco Tulio Pérez Guzmán, alias el Oso, excomandante del Frente Golfo de Morrosquillo, Bloque Héroes de los Montes de María, impuso un campo de peleas construido por ellos mismos, donde el propósito principal no era divertirse, sino escenificar la tortura y la opresión a mujeres. Estas mujeres se vieron sometidas a la discriminación múltiple e intersectorial debido a su color, sexo, origen, etnia y raza. Narra Natalia, una mujer negra de Arjona que a causa de su color de piel fue esclavizada y recibió abusos racistas: «A mi esposo lo asesinaron las Autodefensas Gaitanistas como en el 2014, y después de eso empezaron a venir a la casa y me pedían que les guardara armas. Después dijeron que se iban a quedar y me obligaban a lavar ropa sucia de sangre, y en la noche venían y me obligaban a estar con ellos; no me dejaban salir, ni de día ni de noche. Me tenían como una esclava y me decían: “Maldita negra, tú sirves para esto”. Yo descansé cuando lo pusieron preso»

Las campesinas mujeres y niñas también sufrieron crímenes de guerra y de lesa humanidad, el 68,53 % del total de mujeres víctimas que contaron su testimonio son campesinas, según la Comisión de la Verdad. El despojo, la estigmatización y la violencia sexual se convirtieron en mecanismo que debilitaron la posición de las mujeres campesinas y forzaron el desplazamiento, puesto que la estrategia era erradicar cualquier movimiento que pudiese desestabilizar su control territorial.

En este contexto, y gracias a los relatos que aparecen en el Informe Final de la Comisión de la Verdad, se puede evidenciar que tanto mujeres campesinas como afrodescendientes fueron tildadas de colaborar con uno u otro actor armado, convirtiéndose en objetivo militar para los otros actores y, por ende, justificando muchos de estos crímenes impuestos: ejecución en espacios públicos frente a su misma familia y otras mujeres, con el fin de recordarles cuál era su lugar asignado. Algunas por necesidad y otras por seguir esa línea conductual trabajaron como cocineras y raspachinas en los cultivos de coca, donde una vez más se vio la desigualdad de género, la remuneración económica era muy baja al lado del género masculino, puesto que como indica el Informe Final, su sueldo era una cuarta parte de lo que ganaba un hombre. Aquellas que lucharon por la tierra y sus derechos de género fueron acusadas de criminales y narcotraficantes, de modo que fueron sometidas a ser juzgadas y castigadas no solo por el hecho de impulsar proyectos, sino también por ser mujeres líderes y no hombres. De hecho, este riesgo es reconocido en el Auto 092 de 2008 de la Corte Constitucional y propone la protección de los derechos fundamentales e impacto de género de las mujeres desplazadas por el conflicto armado en el país.

Fuente: Panas de la Verdad (La fuerza de esta voz - Daniel Rivera, Elizabeth Builes y la Dirección de Territorios de la Comisión de la Verdad)

A causa del comportamiento de los paramilitares por diversos intereses, tanto comunidades rurales, como étnicas e indígenas, se vieron forzabas a dejarlo todo y comenzar una nueva vida en las principales ciudades de Colombia, sin tener un vínculo que les posibilitará afrontar la pobreza y el hambre. La desigualdad histórica y discriminación las forzó a realizar trabajos domésticos y trabajos sexuales forzados, pues debido a su condición eran vistas como personas inferiores. Según el Informe de la Comisión de la Verdad, en el Registro Único de Víctimas (RUV), fueron 8.064.71962 víctimas directas de desplazamiento forzado en el país, de las cuales 4.025.910 víctimas directas son mujeres. Algunas migraron por proteger la vida de sus hijos, prevenir la violencia sexual hacia sus hijas y más común, ser amenazadas contra de su vida y la de sus familias. Se puede constatar en el Informe que luego de estar en condición de desplazamiento, tuvieron que enfrentarse a la exclusión y desconfianza de la sociedad por imaginarios sociales que las discriminó por provenir de territorios asociados al paramilitarismo, su color de piel y otros estigmas.

Estereotipos

Las experiencias de las mujeres en condición de desplazamiento estuvieron involucradas tanto en los lugares desde donde salieron hasta sus sitios de llegada, puesto que el conflicto, además de desarrollarse en la zona rural, se movilizó a las principales ciudades del país. En el caso de la Comuna 13, gran parte de las mujeres tuvieron que lidiar con el apelativo de guerrilleras que puso en peligro su vida, dignidad e integridad cuando la policía, en confabulación con el paramilitarismo, ejecuto las operaciones Mariscal y Orión con el objetivo de exterminar las milicias y guerrillas. Algunos relatos de mujeres indicaron que fue gracias a la operación Orión que se consolidó el Bloque Metro, el cual se adueñó de la tranquilidad de los habitantes, estableciendo extorsiones a diario que instituyeron el miedo, el señalamiento de los liderazgos, el horror, el despojo de las viviendas, los desplazamientos constantes.  Cuenta Ximena, lideresa de la Comuna 13 que la suerte de las mujeres en este sector dependió de sus relaciones afectivas con milicianos o guerrilleros: «Por allá mataron a muchas peladas que fueron novias de muchachos ahí. Y una cosa es que sean novios y otra que sean combatientes. Por ejemplo, en la comuna 13 hubo una vez una bulla de unas muchachas que se robaron y las encontraron en las areneras sin un seno, empaladas. Eran las novias de un guerrillero, las esposas o las madres con sus bebés. Eso en la comuna 13 se vio mucho. A uno le daba mucho miedo andar al pie de la policía cuando había paramilitares, porque fácilmente se robaban a la gente»

Las mujeres en estado de prostitución, al igual que las demás, también fueron sometidas a todo tipo de persecuciones y violencia por el hecho de ejercer esta actividad y cargar con el estigma de ser infiltradas por los bandos enemigos.  Los paramilitares, bajo el imaginario de mujeres de la vida alegre, sucias y peligrosas, ejercieron todo tipo de normas y reglas que las obligaba a realizar chequeos para controlar enfermedades de transmisión sexual, pagar cuotas económicas y prestar sus servicios sexuales al grupo armado. En múltiples ocasiones, muchas trabajadoras sexuales experimentaron vivencias de vulnerabilidad a causa del control social autoritario que las consideraba necesarias para los grupos armados, las llevaban hasta los campos para complacer los miembros del grupo y las que no estaban de acuerdo eran obligadas a prostituirse más allá de su voluntad. Algunas, además de ser explotadas sexualmente, fueron desaparecidas, asesinadas y utilizadas como informantes bajo el pretexto de una limpieza social que garantizara un orden moral en los territorios.

Violencia sexual, estrategia paramilitar

La Comisión encontró que el grupo paramilitar perpetró la violencia sexual como un mecanismo para generar pánico y recompensar a aquellos hombres que arriesgaron su vida en combate, por lo que los cuerpos de aquellas mujeres violadas cumplieron el papel simbólico de mostrar el poder que tenían los actores armados al establecerse en una zona y destruir su esfera social. Una de las características que diferenció al fenómeno paramilitar de los demás actores armados fue la exacerbada crueldad de actuar sin tener en consideración la edad y las condiciones de sus víctimas, siendo la explotación sexual, el acoso, la desnudez forzada, la violación, la obligación de presenciar actos sexuales, y la amenaza de violación, las modalidades de abuso sexual más comunes. En el marco del conflicto armado, 31.133 mujeres fueron víctimas de violencia sexual, en el que las niñas y jóvenes (entre los 12 y los 28 años) de las zonas rurales se vieron más afectadas, según la entidad encargada de aclarar qué pasó.

 

Fuente: Elaboración propia basada el kit informativo para principiantes de Panas de la Verdad

Las entrevistas de la Comisión registran que los principales responsables de estos hechos fueron los bloques Héroes de los Montes de María, Calima, Mineros, Élmer Cárdenas, Norte, y Central Bolívar. Por ejemplo, el Bloque Norte de las AUC, bajo la comandancia de Rodrigo Mercado Pelufo, alias Cadena, aplicó su modus operandi a través de la tortura, agresiones sexuales y empalamientos como táctica de estabilizar su posicionamiento y dominio territorial. Otro de los bloques más crueles fue el de Resistencia Tayrona a cargo del exjefe paramilitar Hernán Giraldo Serna, alias el Taladro, quien hizo uso del aborto forzado, la violencia sexual y trata de personas más castigar a la población. Cuenta Norma Vera Salazar, investigadora de las violencias ejercidas por este frente que para Giraldo embarazar a las mujeres menores de 14 años era un propósito para mantener su dominio y estructura criminal: «Las características con que la violencia sexual era ejercida por parte del Frente de Resistencia Tayrona no correspondían a las de violaciones oportunistas, como se desarrollaban en otros grupos paramilitares; eran violaciones sistemáticas como parte de una condición estratégica. Es decir, el cuerpo de la mujer era utilizado como un botín de guerra para tener hijos y de esta manera perpetuar las acciones criminales dentro del territorio»

Para Giraldo Serna, un hijo aseguraba su representación simbólica y autoridad sobre los demás, puesto que para cada mujer violentada estaba rotundamente prohibido rehacer su vida sexual y afectiva, ya que una vez cometido el acto pasaba a ser propiedad del patrón, así no tuvieran contacto nunca más y si alguna se atrevía a hacerlo, corría el riesgo de ser asesinada. El propósito de la estrategia basada en las creencias de alias Taladro era entablar relaciones sexo afectivas, forzando a mujeres del territorio para poder implementar un sistema moral autoritario, es de aclarar que, aunque las acciones de otros comandantes también incurrieron a la violencia sexual contra las mujeres, no se trataron de un uso tan particular como el de Giraldo. Los registros revelan que entre el periodo de 1999 y 2001 ocurrieron gran parte de los actos perpetrados por este grupo, según testimonios escuchados por la Comisión.

Fuente: Elaboración propia basada en datos del capítulo 6 Mi cuerpo es la verdad, experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado.

Mediante actos de abuso sexual, desnudez forzada, acoso, esclavitud sexual y amenaza, los paramilitares pretendieron castigar, intimidar y controlar a las mujeres. Según la base de datos RUV se registraron 12.497 violaciones por parte de este grupo armado, en donde la mayor parte se cometieron en los departamentos de Valle del Cauca, Nariño, Cesar, Antioquia, Putumayo, Magdalena, Bolívar y Caquetá. Entonces se puede decir que existen 4 objetivos principales para que los paramilitares afectarán psicológica, verbal y físicamente a las mujeres: 1) destruir el círculo afectivo de aquellos actores considerados como enemigos; 2) práctica cultural de patriarcado; 3) atacar a aquellas que decidieron asumir el rol de liderazgo; 4) castigar conductas infractoras según su perspectiva.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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