Negociando con Dios

“Trate de imaginar qué se siente esperar a su mamá con los brazos abiertos y que ella no llegara en el bus. Ya estábamos angustiados. Cuando por fin llegó el transporte, yo salí corriendo a recibirla, para ayudarle con las maletas. Se bajó una prima llorando, entonces me dijo: No diga nada, que ellos dijeron que no dijera nada”.

“Ellos” eran el frente 47 de las antiguas Farc, y quien cuenta la historia es Cárol Natalia Jaramillo García, que para ese entonces tenía quince años y esperaba a su mamá: Gloria Amparo García Castaño, que viajaba desde La Dorada a Samaná. Ese día no arribó a su pueblo como era costumbre, había caído en una “pesca milagrosa”. Para esa época, la guerrilla realizaba operaciones que llamaban pescas milagrosas, operaciones que realizaban con frecuencia en las carreteras del país en donde la vigilancia del Ejército y la policía era escasa. Los guerrilleros escogían, entre quienes caían en sus operaciones en los puestos de control en carreteras, a personas con dinero a las que exigían el pago de rescate o a personas que pudieran servir para sus propósitos políticos.

Luego del fin de la “Operación Marquetalia” y de otras operaciones llevadas a cabo por las Fuerzas Militares a río Chiquito (Cauca) y El Pato (Caquetá), las autodefensas campesinas se replegaron por varios sectores, huyendo de la confrontación con el ejército y, en 1965, realizan la primera conferencia guerrillera.

Sin embargo, fue a partir de 1966 que se establece el nacimiento de las FARC como tal, como lo relata Germán Pataquiva en su artículo Las Farc, su origen y evolución de la Universidad Complutense de Madrid: “El nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), aparece en la Segunda Conferencia Guerrillera, que se realiza en abril de 1966.  En ella, planean expandir la acción de guerra de guerrillas móviles a otras áreas del país. Se constituyen seis nuevos núcleos guerrilleros comandados por Manuel Marulanda Vélez y Jacobo Arenas, "Joselo" Rigoberto Lozada, Carmelo López, Rogelio Díaz, "Cartagena" José de Jesús Rivas y Ciro Trujillo, cambiando su estrategia de reactiva defensiva a una de ofensiva directa con el propósito de lanzar un conflicto de larga duración cuyo objetivo final sería la toma del poder”. En esa estrategia de guerra estaba Caldas y municipios cafeteros como Samaná.

Parque principal de Samaná Caldas. (Foto: Jairo Andrés Vargas)

“Se subió un señor con un revólver en mano, hizo señas, pero me hice la que no era conmigo. A la tercera vez me hizo señas directamente y me gritó que me bajara. Me esculcaron el bolso y me llevaron para allá, sola, mientras esculcaban el bus. Nunca pensé que me fueran a llevar. Como vi que paraban a todo el mundo, yo estaba ahí tranquila. Entonces llegó un bus de la empresa La Esperanza e hicieron bajar a todos. Le dijeron a un guerrillero que me trajera ropa de mi maleta que yo me iba con ellos. Me subieron al bus y me llevaron hacia una vereda”, cuenta Gloria Amparo García.

Un hecho clave para las FARC fue la ruptura del pacto mundial del café y el fortalecimiento de los grupos de autodefensas en su área de influencia. El informe de 2010 de Dinámicas recientes de la confrontación armada en Caldas del Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos, anota: “En lo que se refiere a los frentes 9 y 47 de las FARC, su entrada se produce en los años noventa por los municipios de Samaná y parte de Victoria y Norcasia (antes corregimiento de Samaná), como una prolongación de la dinámica de lo que ocurría en el Oriente antioqueño, coincidiendo con la crisis del café producida por la ruptura del pacto mundial del grano. En la década de los noventa, este grupo buscó el apoyo del campesinado cafetero y creó una zona de retaguardia que les permitiera ejercer influencia en el Magdalena Medio, al tiempo que abrir corredores de movilidad desde esa región hacia Antioquia y el Pacífico, llegando por el Chocó”. Documentos de la Fiscalía General de la Nación, muestran que el frente 47 hace su aparición el 25 de marzo de 1991, y su primera acción fue la incursión al municipio de Maceo, Antioquia.

Sobre las 4:30 de la tarde de enero de 2002, Gloria Amparo, que viajaba con tres sobrinas, es retenida y llevada en un bus hacia la vereda Confines, que para ese tiempo ya era de dominio casi absoluto del frente 47 de las FARC. El retén fue efectuado en un sitio conocido como Rancho Largo, ubicado a quince minutos del casco urbano de Samaná en la vía que conduce a Victoria.

El trazado de esta carretera se interna en un área selvática y de alta pendiente del cañón del río La Miel. Una vía que, incluso hoy, luego de su pavimentación, es atravesada en épocas de invierno por potentes chorros de agua que caen de la montaña a manera de cascadas y pasan por el encima del trazado. Un escenario que servía a los guerrilleros para escabullirse entre la manigua luego de cometer pescas milagrosas (nombre que recibieron los secuestros en carreteras que se hacían de una manera rápida por parte de las guerrillas) asesinatos o ataques, incluso a misiones médicas. El cañón del río La Miel sirvió de marco para combates directos entre los paramilitares de Ramón Isaza que fueron copando poco a poco territorios, y las Fuerzas Armadas a partir de la estrategia de Seguridad Democrática del gobierno de Álvaro Uribe Vélez y las Farc.

Puente nuevo sobre el río La Miel en la vía Samaná – Victoria. Se convirtió en una frontera invisible entre territorio guerrillero y paramilitar. Al fondo se ve el antiguo puente, el cual entró en desuso cuando ISAGÉN construyó la actual estructura por la subida de las aguas. (Foto: Jairo Andrés Vargas)

“Ellos se comunicaban con nosotros, llamaban al teléfono fijo de una tía, e incluso, la primera noche, uno de ellos habló conmigo y me preguntaba cosas hasta estúpidas, decían que, si yo quería a mi mamá, que, si la extrañaba, que qué haría por ella. Cosas muy obvias, pero que ellos preguntaban para hacerlo dudar a uno”, comenta Cárol Natalia.

La carretera fue por muchos años terreno vedado y una sentencia de muerte para quién se atrevía a transitarla en horas de la noche. Las casas vacías a lado y lado de la vía fueron el común denominador de esa época en que campesinos fueron obligados a desplazarse. Hoy, muchos anotan que en las faldas de esas montañas descansan cuerpos de guerrilleros, paramilitares, soldados y víctimas del conflicto. Algunos cadáveres también fueron arrojados a La Miel o se perdieron para siempre cuando las fosas comunes quedaron bajo el agua con el llenado del embalse del proyecto hidroeléctrico Hidromiel de ISAGÉN en Norcasia.

“Era la única secuestrada, me decían que como mi esposo era policía, él tenía que entregarse para que me soltaran a mí. Entonces les dije que no, que él estaba haciendo vueltas para pensionarse, que me llevaran a mí. Esa primera noche, afortunadamente, como yo llevaba unas pastas para el mareo que mi sobrina me había dado me las tomé y como eso produce mucho sueño, me quedé dormida. El mandamás le dijo a una muchacha que se consiguiera una gallina bien gorda, me preguntaron qué comida quería, entonces les dije que un caldo, y cuando me lo llevaron me preguntaron qué presa quería, dije que un muslo, pero yo no me comí eso. Lloraba mucho, pensaba mucho en mi madrecita. Pensaba que me iban a matar. A lo lejos podía ver a los guerrilleros en una cantina escuchando vallenato”, cuenta Gloria Amparo de manera detallada, luego de respirar unos minutos porque el llanto hizo un amago de interrumpir la conversación.

Rancho Largo, sitio donde fue secuestrada Gloria Amparo. (Foto: Jairo Andrés Vargas)

 

“Al otro día, cuando me levanté como a las ocho de la mañana, un guerrillero prendió el televisor y estaban dando la noticia de mi secuestro, y ellos gritaban y aplaudían. Les gustaba que Colombia se enterara lo que estaba pasando. Ellos no iban propiamente por mí, pero pensaron que se ganaron la lotería en esa pesca milagrosa”, dice Gloria Amparo.

Gloria estuvo aproximadamente dos días en la vereda Confines, posteriormente, en un hecho atípico, sus captores le permitieron regresar a su casa en Samaná con una condición, al día siguiente debía partir muy temprano hacia otro punto de la zona rural del municipio para encontrarse con el cabecilla guerrillero de la zona. Una conversación que significaba ir a negociar por su vida y la de los suyos.

“Esa noche nosotros estábamos felices, pero ella estaba como en shock, lloraba y lloraba porque se tenía que presentar al otro día. Era una noche de zozobra y angustia porque tenía que presentarse al jefe de este grupo en ese momento. Se la entregamos a Dios y se fue”, cuenta Cárol Natalia. 

Cañón del río La Miel entre Samaná y Victoria en el sector de Tasajos. (Foto: Jairo Andrés Vargas)

“Llegué a Encimadas en moto porque allá me estaba esperando el comandante, cuando de pronto dijeron que Nodier no iba a bajar hasta Encimadas sino que me tenía que bajar hasta Yarumal. Cuando bajamos a Yarumal, llegó, se encerró en una pieza, se acostó en una cama, cruzó los brazos detrás de la cabeza y me dijo: ‘Siéntese ahí, en los pies de él’. Ese sí me hizo llorar, me puso a temblar porque lo humillaba a uno muy feo. El saludo que me dio fue 'vea señora, si a usted no la matamos en ese retén es porque yo primero necesitaba sacarle información'. Entonces ahí me puse a pensar en ese ‘primero’, y dije: Sí me va a matar. Uno con ese miedo, y él pregunte y pregunte. Eso parecía uno confesándose o negociando con Dios”, así relata Gloria Amparo la segunda parte de su cautiverio.

“Hasta la misma guerrilla llegó a tener dos zonas de distención en esa época, que era la zona de distención cuando estaban en El Caguán y la zona de distención que venía desde Sonsón, llegando casi hasta Pensilvania, pasando por Samaná, todo ese sureste antioqueño y caldense”, dice el sacerdote Néstor Danilo Noreña, quien presenció la toma de las Farc en este corregimiento de Pensilvania el 29 de julio 2000.

“Llegué a Encimadas a hablar con este señor como a las siete de la mañana y estuve todo el día sin tomarme una aguapanela. Se llegaron las cuatro de la tarde y yo sin tomar ni agua. Hasta que una señora le dijo que me dejara ir a almorzar que yo no había comido nada, la señora le insistía y se le puso brava, me dejó ir con ella, me hicieron comer una cosita y volvimos donde él. Finalmente, a las siete de la noche me dejó ir, me dice que por mí había intercedido mucha gente que estaba agradecida con mi trabajo como Inspectora de Policía. Regresé a Samaná en una moto", dice Gloria Amparo.

Corregimiento de Encimadas. (Foto: La Patria)

De acuerdo al diario El País de Cali, alias “Nodier” fue capturado por el DAS el 30 de julio de 2003 en Bogotá. Se le acusaba de ser el enlace entre la operación rural y urbana del frente 47 de las Farc y estar a cargo cincuenta hombres que se encargaban de su seguridad.

Pero el drama de Gloria Amparo no terminó ahí: la guerrilla puso más condiciones para su liberación, entre ellas, que ella debía ser mensajera de varias misivas de guerra para el alcalde, policía y otras autoridades del municipio. Tan pronto llegó al casco urbano de Samaná, cabizbaja y acompañada de su familia, recorrió las calles y buscó a cada una de las personas a las que Nodier había señalado.

“Mientras yo organizaba maleta, ella va y habla con estas personas, regresa a la casa, y a las dos de la mañana nos recoge un carro con policía y nos fuimos para La Dorada. De Samaná a Dorada no había mucho, pero ese viaje fue el más eterno de la historia, mi mamá estuvo muy mal durante todo el viaje. Decía que todo el mundo se les parecía a los guerrilleros que la habían cogido, no quería que nadie la tocara. Nos tocó parar en la carretera, había mucho soldado y ella pensaba que era guerrilla. Llegamos a Dorada, a la casa de una prima donde supuestamente nos íbamos a quedar una semana mientras a mi papá le daban permiso para irse con nosotros, pero mi mamá parecía loca, ella lloraba y lloraba, entonces a mi papá le tocó pedir permiso para poder viajar de una vez y nos fuimos para Manizales”, cuenta Cárol Natalia, que tuvo que dejar su colegio y su vida en Samaná para iniciar de nuevo en la capital. A su pueblo regresaría seis años después.

Los mensajes que tuvo que entregar Gloria Amparo eran planes de guerra del frente 47 de las Farc que se fueron cumpliendo al pie de la letra. Según Nodier, no respetarían vidas de policías ni de sus familias y al alcalde lo culpaba de permitir la presencia paramilitar en el municipio. Al otro día se presentó un hostigamiento y cinco días después otro ataque mucho más grande en el que murieron varios policías.

“No solo recibí amenazas, sino que saliendo del pueblo me hicieron un atentado y casi me matan. La guerrilla mandaba amenazas y razones constantemente. Exactamente no recuerdo la misiva de Gloria Amparo, solo recuerdo que ella llegó muy asustada a hablarme”, cuenta Fabio Arias, alcalde de Samaná en el periodo 1999 – 2001 y que hizo parte de un grueso grupo de alcaldes del departamento que tuvo que despachar desde Manizales, debido a las amenazas de grupos armados durante esa época. 

Gloria Amparo dice que, aunque ha contado la historia muchas veces, nunca superará el trauma que le dejaron esos angustiosos momentos. Regresó a Samaná dos años después y retomó actividades como Inspectora de Policía, desde ese cargo tuvo que escuchar casi que todos los días, historias de víctimas del conflicto.

Luego de la desmovilización de las Farc, en el marco de los acuerdos entre el gobierno de Juan Manuel Santos y esta guerrilla, en una oportunidad, justo antes de salir pensionada, funcionarios de la Fiscalía estuvieron en la localidad y la visitaron, los acompañaba un hombre que de inmediato reconoció como el que la bajó del bus aquella tarde de 2002 en Rancho Largo. El desmovilizado le pidió perdón por lo ocurrido y ella, apelando a sus creencias, anotó que el que perdonaba era Dios. No obstante, conversó con el hombre.

Samaná se convirtió en el pueblo  de Caldas más afectado por el conflicto. De acuerdo al Registro Único de Víctimas, han sido reportados 51.236 afectados en ese municipio entre 1985 y marzo de 2018. La guerrilla cercó a los habitantes de estas de zonas de Caldas y Antioquia, condicionó la movilidad, modificó el aparato productivo y cambió las costumbres de sus habitantes. La vida social de pueblos con tradición alegre y fiestera dio un vuelco y estaba restringida a horas del día, incluso los horarios para ir a misa hubo que adelantarlos, pues los ciudadanos corrían a resguardarse en sus casas cuando caía la tarde. Más allá del perímetro urbano, la seguridad no estaba garantizada para casi nadie.

 

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Esta historia hace parte del especial "Cuando en los tiempos de la violencia: historias de guerra , vida y resistencia en el oriente de Caldas" producido por el CrossmediaLab

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