Producción agrícola en Anolaima, Cundinamarca: Una mirada desde el conflicto armado hasta hoy

Anolaima es un municipio de Cundinamarca, ubicado a 1 hora y 20 minutos de Bogotá. Es considerada la Capital Frutera de Colombia, porque posee los tres climas, tierras fértiles, irrigadas por dos ríos y más de treinta quebradas que hacen posible el cultivo de todo tipo de alimentos. Este territorio como muchos otros a nivel nacional, también sufrió la presencia de grupos al margen de la ley y algunos efectos colaterales que dejó la guerra. Sin embargo, el campo ha sido un factor importante para la superación de estos episodios y el desarrollo del municipio.

El conflicto armado hizo presencia

El municipio de Anolaima fue azotado por el Frente 42 o Manuel Cepeda Vargas de las Farc, desde los años 90 a inicios de los 2000. Este frente tenía presencia en la región del Tequendama, en municipios como Anapoima, El Colegio, Cachipay, La Mesa, Viotá, Quipile, entre otros. Este último fue el municipio con mayor cantidad de tomas guerrilleras entre 1995 y 2003. A Anolaima solo lo separan 25,8 km de Quipile, por lo que esta cercanía atemorizaba a los anolaimunos quienes luego de las 6 de la tarde no circulaban por calles ni vías del pueblo por las amenazas y el miedo al secuestro. Esto a su vez dificultó la actividad agrícola en el municipio, pues los campesinos temían que algo les pasará por tratar de llevar sus productos a las ciudades. 

Aunque Anolaima no sufrió ninguna toma guerrillera, sí se presentaron casos de extorsión y asesinato por parte de las Farc, por lo que el miedo era latente. Por ejemplo, tanto en el casco urbano como en las veredas, los anolaimunos expresaron haber visto a personas extrañas en las madrugadas, que por su vestimenta parecían ser miembros de este grupo al margen de la ley. Según Osmán Soto excalde del municipio “todo este factor que amenazó el orden público en la región desapareció desde el momento en que se comenzó a aplicar la política de seguridad democrática”. 

Luego de estos años de terror, al municipio retornó la tranquilidad que tanto lo caracteriza. Tanto así que muchas personas desplazadas de sus territorios en distintas partes de Colombia encontraron en Anolaima un nuevo hogar y una nueva esperanza de vida; como es el caso de Yolanda Castillo Lopez quien con sus dos hijos y su esposo se vieron obligados a salir en 2002 de Vistahermosa, Meta pues según ella la situación estaba insostenible: “le hacían a uno seguimiento, hubo mucha presión psicológica, por lo que esto nos dio mucho miedo, además de la bomba que pusieron por esos días”, asegura. Luego de pasar una temporada en Bogotá, decidieron instalarse en Anolaima y empezar desde cero, sin embargo, las secuelas de la guerra acompañaron por muchos años a Yolanda, en especial su salud psicológica fue la más afectada. Por fortuna, en el municipio encontraron la oportunidad de seguir con el negocio familiar y el conflicto armado es solo un mal recuerdo que tienen en común. 

Los actuales problemas del campo 

Vereda Balsillas en Anolaima. Por: Nicolás Gallego. 

A pesar de haber superado esta situación adversa, los campesinos se vieron enfrentados a una nueva y muy difícil realidad: el campo está envejeciendo. Cada vez son más los jóvenes que abandonan las zonas rurales para ir a centros urbanos debido a diversas causas que pueden estar determinadas por factores sociales, económicos, políticos y culturales, pero sobretodo existen diversidad de problemáticas, potencialidades, sueños y expectativas de los y las jóvenes del campo que los alejan de sus territorios de origen. 

Según un estudio publicado por el Centro Latinoamericano de Desarrollo Rural (Rimsip) denominado ‘Diagnóstico de la juventud rural en Colombia’, se estima que en el 2050 la población rural juvenil, en comparación con la población total del campo se reduciría al menos en un 20 por ciento. Este porcentaje es alarmante, sin embargo, es un fenómeno que se viene evidenciando desde hace décadas pues, para nadie es un secreto, que las áreas rurales históricamente han estado abandonadas y carecen de educación, infraestructura y conectividad. 

Este es un fenómeno que se presenta en muchas partes del mundo, no obstante hay estrategias que se pueden implementar, como mejorar las condiciones de vida del campesino, generar oportunidades de trabajo dignas, construir y mejorar vías secundarias, terciarias y de infraestructura productiva, para que los niños y jóvenes de las zonas rurales desarrollen el sentido de pertenencia y arraigo por su lugar de origen y así seguir el legado de sus antepasados.

Otro problema que aqueja a los campesinos es el alto precio que tienen que pagar por los insumos agropecuarios, presionados por la devaluación del peso y otros factores como el desabastecimiento como secuela de los tiempos de pandemia y guerra en lo que se han suspendido muchos procesos en el sector agrario. Por otro lado, el tiempo de espera para poder comercializar los productos es muy tardío, por ejemplo, el fruto del tomate desde que recién está formado (del tamaño de una bolita más o menos) tarda de 45 a 70 días, además, depende de las temperaturas que haya en el ambiente, en el caso del tomate la temperatura óptima para la maduración es de 17°C de noche y 30°C de día. Lo que se espera luego de este largo proceso de trabajo en el campo, es que al recoger la cosecha el precio de venta sea justo para el campesino y haya alta demanda del producto en cuestión. 

Es por eso que los campesinos se han preguntado: ¿qué cultivo es más rentable? Según Cambiagro hay 6 productos que dominan el PIB agrícola del país con el 70%, se trata de flores, plátano, café, azúcar, arroz y papa. Precisamente, los campesinos de Anolaima se han visto abocados a sembrar follajes y dejar la agricultura convencional a un lado, es decir, ya no están produciendo comida, pues es la floricultura lo que actualmente le está dando sustento al campesino.

Un nuevo fenómeno 

Las tierras fértiles y el gran potencial que tienen las zonas rurales del municipio de Anolaima, permiten que la siembra de cualquier tipo de cultivo sea un éxito. Por esto, ante las pocas garantías que tienen los campesinos con la producción de alimentos, muchos de ellos han optado por sembrar follajes. Es decir, el campesino se ha convertido de a poco en floricultor.  

Los follajes son conjuntos de ramas, hojas o frondas que se utilizan para fines decorativos y ornamentales, estos son utilizados principalmente para hacer arreglos florales. Con la producción de estos cultivos en Anolaima se busca generar una buena cantidad de empleos y como los follajes no requieren tantos cuidados como los alimentos es más rentable poder llegar a exportar este tipo de flores. 

Esta oportunidad no solo beneficia a los productores, sino también al sector agrícola a nivel nacional, pues según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), las exportaciones en el primer semestre del 2022, de productos agropecuarios, alimentos y bebidas aumentaron al 27,8 frente al primer semestre del 2021  y esto se dio en gran parte a la exportación de flores y follajes cortados.

La Secretaría de Desarrollo Económico de Anolaima ha adelantado una serie de estrategias encaminadas a apoyar la producción agrícola en el municipio, a través de asesorías técnicas encabezadas por un equipo de profesionales (ingenieros agrónomos e ingeniero agrícola) para potenciar proyectos de los campesinos y mejorar sus procesos productivos. Además, junto con la Gobernación de Cundinamarca han entregado elementos y recursos para incentivar el cultivo de alimentos en la región. 

 

Para ampliar este proyecto visita la página web: Anolaima: el campo y sus retos.

 

 

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