Relatos de media noche, así es la radio nocturna en Bogotá

La llamada

En el Cañón del Río Claro, las aguas cristalinas se tiñen de color verde por las rocas de mármol que hay en su lecho. En la noche se pierde el color, pero resaltan los sonidos del río y se escucha a los guácharos, pájaros nocturnos, sagrados para los Incas, de plumas grasosas color café con manchas blancas, ojos negros y que en las noches salen en busca de frutas por los bosques húmedos del departamento de Antioquia.

Así como los guácharos, Jaime Gómez sale, por las noches, con un celular sin señal y una radio a pilas. Empieza su travesía montaña arriba, caminando aproximadamentte cuarenta minutos a la luz de la luna, acompañado del canto estridente de los guácharos que aletean de árbol en árbol. Aquella caminata termina en la cima de una montaña al sur de la cordillera central, donde por fin su celular tiene señal y puede lograr la llamada.

— Aló, buenas noches don William, acabo de llegar al cerro, cuarenta minutos caminando… — así inicia Jaime su conversación con cientos de personas que, pasada la medianoche, aún están despiertos, acompañados por William Matiz y su programa Amaneciendo de la Radio Nacional. —  Quiero saludarlos a todos, quiero sentirme contento. Los estoy escuchando, muchas gracias por los aportes que hacen. Soy una persona solitaria, pero me hace feliz escuchar la radio— termina Jaime, quien sabe que el tiempo en radio es corto y los minutos en el celular escasos.

Sobre Jaime se sabe muy poco. William lo describe como una persona solitaria y humilde. Al parecer, tiene algunas vacas y sale en las noches a la carretera a saludar a los conductores que también escuchan el programa. Desde donde llama, dice que logra divisar el río Magdalena y algunas poblaciones cercanas iluminadas tenuemente.

Así es la radio en las noches, llena de personajes misteriosos, románticos, nostálgicos, alegres o solitarios como Jaime que, aunque esté solo, en la radio ya tiene amigos, oyentes que como él aplazan el sueño y todas las noches se encuentran allí.

William constantemente recibe datos, sugerencias y aportes al programa que anota en su agenda. En la Tablet esta pendiente de las ultimas noticias.

Las noches del reportero

En Bogotá, Carlos Andrés García llega antes de las once de la noche a la cabina de RCN Radio Básica, saluda a los operadores y al productor del programa de turno. Ha llegado para anunciar el boletín de noticias de la hora en punto. Abre una puerta de vidrio y entra al estudio, toma uno de los primeros asientos y espera la orden de los operadores para ir al aire.

— Son las once de la noche en RCN Radio, aquí está el avance informativo — dice García. Su voz lo delata: tiene gripa. Sale de la cabina y vuelve a la sala de redacción donde coordina el sistema informativo desde las nueve de la noche hasta las seis de la mañana.

No siempre estuvo en la comodidad que puede ofrecer una sala de redacción. Durante un tiempo fue reportero en las calles, merodeando y buscando historias en “la poderosa móvil”, como le llama el periodista Julián Parra al vehículo.

— Una vez me metí a un caño, cerca de la Av. Boyacá con calle 53 — relata García, que esa noche dedicó los micrófonos a los habitantes de calle que vivían allí, incluso tomó sopa con ellos, y todo el país, a través de la Nocturna de RCN, fue cómplice del reportero que no siempre la tuvo fácil.

La primera emisión del noticiero, cuando Carlos Andrés iniciaba en las noches, era a las cuatro de la mañana. Ahí debía salir al aire con su respectiva noticia, pero a las 3:55 a.m. aún no tenía ninguna. La presión era tal, que tuvo una crisis nerviosa ante el afán de responder con algo. Con el tiempo, se acopló al ritmo noticioso de las noches.

Se convirtió en testigo directo de hechos emocionales.

— Al frente de la estación de Transmilenio El Campín, un hombre de 32 años quiso colarse en el sistema articulado. Fui testigo cuando lo atropelló un bus, me bajé de la móvil a auxiliarlo. Llegó la ambulancia con un solo paramédico, que rató de sacar la camilla, pero al parecer estaba enredada, no sé si por ignorancia mía o qué pasó, pero en esos segundos el muchacho murió — recuerda García con una expresión seria.

Esther López, locutora española, en una entrevista con el diario La Voz de Galicia señala que la radio en directo por la noche tiene un componente de sorpresa, y eso sí que lo sabe Carlos Andrés. Una madrugada, en la plaza de toros, llegó a cubrir la protesta de unos toreros. Al llegar, los novilleros ya se mostraban asustados por un supuesto fantasma que se veía en una foto que se habían tomado en el interior de la plaza.

García se mostraba incrédulo sobre el fantasma y los entrevistó sobre otros temas. Al terminar la entrevista ingresó a la plaza en busca de un baño, y fue ahí cuando la sorpresa llegó.

— Tuve al fantasma a menos de dos metros de frente, una imagen terrorífica— cuenta, y señala que no tardó más de dos segundos en salir a correr.

El reloj se acerca a la media noche, tiene que volver a cabina para dar el boletín de noticias. Aún quedan un par de horas en las que seguirá informando a los que, como él, trabajan en las noches o inician su jornada en la madrugada.


Esta es la foto mostrada a Carlos Andrés García cuando llegó a la plaza de toros. El fantasma, según le dijeron, aparece en la parte izqueirda de la foto.

Indalecio Castellanos, el noctámbulo

La noche del 11 de enero de 1995, un avión con ruta Bogotá-San Andrés y con escala en Cartagena perdió comunicación con la torre de control del aeropuerto de la ciudad amurallada. Una avioneta Cessna 208 comunicó a la torre que el vuelo 256 de la aerolínea Inter se había estrellado en la Ciénaga El Playón.

Esa noche, Indalecio Castellanos se encontraba trabajando en RCN y fue el encargado de cubrir la noticia.

— Una niña fue la única sobreviviente. Cayó a una planta gigante y era tan pequeña que la planta la soportó y sobrevivió — recuerda Castellanos. El diario El Tiempo informó, en su momento, que aquella niña se llamaba Érika Delgado, tenía 10 años y regresaba a Cartagena de sus vacaciones familiares en Bogotá.

Indalecio llegó un 23 de diciembre de 1993 a La torre sonora, como se le conoce al edificio de RCN Radio. Era su primer trabajo en Bogotá, después de haberse desempeñado como director de noticias en Radio Súper, al mismo tiempo que era jefe de prensa de la Asamblea de Boyacá.

Su labor siempre estuvo ligada a la informació: cubrió la muerte de Lady Di, el asesinato de Andrés Escobar y hasta la captura de un importante narcotraficante que nunca fue.

— Todos los sucesos que tenían relevancia se debían consultar con Juan Gossain antes de lanzarlos al aire — así fue, consultaron con Gossain y la noticia salió. La información señalaba que el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) había capturado a un narcotraficante del cartel de Cali en Valledupar.

En el marco de los 70 años que cumple RCN, Indalecio ha decidido realizar especiales con las voces y programas que marcaron un hito en la torre sonora.

El despliegue periodístico incluyó una entrevista con Ramiro Bejarano, director del DAS por esa época, y el General Rosso José, director de la Policía. “Solo nos faltó el presidente”, dice Indalecio.

Antes de que el reloj marcara las seis de la mañana, Bejarano llamó a la emisora pidiendo que por favor "se le bajara" a la información sobre esa noticia porque, al parecer, la persona capturada no era Chepe Santacruz, como se había anunciado, sino un ladrón de carros de apellido Ospina.

De aquella “primicia” quedó lo que se escribió en el periódico El Tiempo, que había recogido las declaraciones del director del DAS y la Policía, sin dar crédito a RCN. “El periódico rectificó la información al día siguiente, y ahí sí dio créditos a RCN para justificar el error”, señaló Indalecio.

En 1995 llegó a ser director de Nocturna de RCN. Aunque dice que el turno es “jodido”, destaca que es el horario más agradecido. "En la noche se busca al niño que vende hielo para ayudar en su casa, en el día se busca al gerente de la fábrica de hielo”. Después de estar nueve años al frente de Nocturna de RCN, cambió de horario a las tardes y fines de semana, sin embargo, no se ha desvinculado de las noches.

El 17 de diciembre del 2013 murió Antonio José Caballero, que para la época dirigía La noche de la libertad, un programa para personas secuestradas y desaparecidas y sus familias. Indalecio asumió la dirección del programa.

Doña Amalia y don Enrique son los papás de Enrique Marqués, secuestrado por alias Romaña.

En el 2017 alias “Romaña” reconoció en una entrevista que Marqués había muerto en cautiverio. Tiempo después de esta declaración, doña Amalia invitó a los medios a una misa.

— Yo imaginé que era una misa de acción de gracias, pero la sorpresa fue que cuando llegamos allá, era el funeral de su hijo, una misa para despedir a alguien cuyo cuerpo no estaba en ese lugar.

También recuerda una frase que dijo el político Alan Jara, exgobernador del meta, cuando su cautiverio terminó: “Yo vi crecer a mi hijo por medio de la radio”. Escuchaba los mensajes de su hijo durante los diez años de secuestro por la radio.

 El recepcionista

Mientras la mayoría regresan a sus casa, otros van a sus trabajos, como Iván Samudio, que llega sobre las cinco de la tarde a los estudios de la Radio Nacional, con gafas de marco negro, gorra y camiseta que hace alusión a la serie animada Rick y Morty. Se prepara para iniciar su programa una hora antes de que el reloj marque la medianoche. Esa noche va a hablar sobre la película  de Disney Pixar, Toy Story.

La historia de Iván es una historia de insistencia. Tuvo un primer intento fallido para trabajar en la emisora Radiónica, que lo llevó a aceptar un trabajo como recepcionista en un hotel en el horario de las noches. “Ese fue como un entrenamiento”, señala Iván, que se ríe de manera tímida y recuerda que mientras hacía el turno escuchaba la radio.

Tiempo después, en redes sociales se encontró con otra propuesta de trabajo para trabajar en Radiónica y envió su hoja de vida. Una tarde entró a su celular una llamada, allí lo citaban para una prueba de aptitudes a las diez de la mañana del siguiente día.

Iván terminó su turno en el hotel al amanecer, descansó un poco, se alistó y salió rumbo a la emisora para presentar las pruebas con el cansancio de quien duerme poco. “No pasó nada, no llamaron ni nada”, dice Iván, quien no se imaginó que, al poco tiempo, enfermo y con incapacidad de dos días por una gripe, recibiría la llama de “El Profe”, Álvaro González, coordinador de Radiónica, para confirmarle que el puesto era suyo.

A los dos meses de estar como productor, tuvo la oportunidad de estar al mando del micrófono en las noches, primero con el programa Madrugadas Radiónica, que cambió de nombre a En Descarga Radiónica.

Iván Samudio es fan de la película “Volver al futuro” de la cual ha sacado recursos para emplear en su programa, como decirles a sus oyentes: “Vamos a subirnos al DeLorean mental.” De hecho, en la foto se le ve con el reloj que utiliza Marty McFly en la película.

Una noche entró una llamada con una voz familiar para Iván, era Pellegrino, integrante de la banda Systema Solar, que estaba en la selva y empezó a describir el paisaje que tenía en su momento. Estaba con unos indígenas que cargaban piedras para la construcción de una escalera, y aunque todo apuntaba que la llamaba tenía relación con el tema del día sobre la serie MacGyver, Pellegrino simplemente llamaba para contarle que la música de Radiónica se escuchaba en la selva y a los indígenas les llamaba la atención.

Como señala Nelson Castellanos en su investigación La radio en Colombia, una historia de amor y olvido, la música genera recuperación de memoria. Eso lo tiene presente Iván, que siempre ha programado clásicos del rock en sus turnos.

Iván está viviendo su sueño, mientras les habla a otros que lo están buscando. Pasó de la recepción de un hotel a los micrófonos de la radio pública, que en cinco años le ha permitido trasnochar hablando de sus pasiones.

Los amigos de William

En el mismo piso donde está Iván, también está William Matiz en la cabina de la Radio Nacional. Llega sobre las diez de la noche, aún no ha entrado al aire, está organizando su libreta, la tableta electrónica y la información en el computador. William inicia a la media noche con el programa Amaneciendo, y va de corrido hasta las cuatro de la mañana.

De pequeño miraba la radio y se preguntaba cómo se meten los personajes en esa caja. Encontró respuesta fallida en la película Tierra de gigantes, protagonizada por personajes pequeños y pensaba que ellos eran los que se metían en esa caja a haccer radio.

Su primera vez al frente del micrófono no tuvo mucho éxito.

— Leí en cinco minutos lo que debía leer en treinta — recuerda. Era joven, el miedo y los nervios se habían apoderado de su voz. Con el paso del tiempo se dedicó a otros oficios, pero la radio como un imán lo atraía y volvió en forma de radio pública.

La convocatoria estaba abierta para realizar el programa de las noches en la Radio Nacional, y sin mucha motivación, presentó las pruebas, siendo el último en hacerlas, pero el primero en la lista para firmar el contrato.

La primera noche de William al frente de Amaneciendo no fue la mejor, pues aun no se había acostumbrado a manejar todo el máster de la Radio Nacional.

—En aquella prueba presenté música, poesía, noticias de artesanos, todo lo que yo creía era agradable para amanecer— recuerda William.

Gracias a las más de cincuenta frecuencias de la Radio Nacional, William logra llegar hasta lugares impensables. Es amigo de los conductores de tractomulas que, muchas veces, lo llaman para avisarle sobre accidentes, ganándole al informe del Instituto Nacional de Vías (Invías).

Declama poesía, contesta las llamadas, maneja el máster y contesta mensajes. Verlo en acción pueda cansar, es un pulpo. Sin embargo, su voz siempre es serena, sin afanes y cordial con la audiencia que lo llama desde diferentes partes del país. William recuerda que una ve un oyente le dijo “me acabo de colocar la mochila, porque voy a empezar a viajar con usted".

— Yo no tengo oyentes, tengo amigos— dice William, que ha convertido esa frase en su máxima premisa. Todas las noches cuando sale al aire, lo hace en busca de más amigos.

La faena de Julián

A un poco más de cuatro kilómetros de RTVC, Julián Parra llega sobre las ocho de la noche en pijama a RCN, saluda a los periodistas de la redacción y a su productor, Diego Reyes, quien está preparando los temas. Lleva una maleta y una bolsa roja donde guarda su comida. Sale al aire a las diez de la noche a hacer “la radio en pijama”.

Siempre imaginó y pensó un programa en las noches, con la única condición de hacerlo en pijama, aunque el primer día lo vieran raro por su pinta, la misma con la que llega cuando lo entrevistan en televisión.

Saca su comida, baja hasta el primer piso donde está el comedor de RCN y apaga las luces: es un hombre de la noche.

— Somo un país de concepción campesina, nos levantamos a las seis de la mañana y nos dormimos a las seis de la tarde. ¿Por qué eso así?, ¿por qué no encontrar una notaría abierta a las tres de la mañana? Ponemos a hacer fila a la gente desde la medianoche para que los atiendan a las siete de la mañana ¿Por qué?”- señala Julián, un poco indignado, pero con la ilusión de convertir el horario de su programa en “prime time”.

Julián le dio un nuevo aire a la noche, dividió a los oyentes en olas de colores. La amarilla: taxistas. La verde: policías y militares. Y la blanca: personal de la salud. No solo se las inventó, también los oyentes le ayudaron, así fue como nació la ola de los nada que hacer: pensionados y la de los nada que ver: las personas invidentes.

Usualmente Julián apaga varias luces en la cabina, dejando las mas tenues para ambientar la atmosfera de la noche. Cuando la canción que suena le gusta la baila y hasta canta.

Termina la comida y un operario lo llama avisándole que va tarde para el programa. Empaca las cosas, ve el reloj y camina rápido hasta el estudio. “¡Julián, va tarde!”. Abre la puerta de vidrio de la cabina, donde ya le han acomodado la base del micrófono , que es diferente a los demás, porque él hace su programa de pie y bailando.

— Como todos los días nos encontramos para decirnos cuánto nos necesitamos y por qué no, cuánto nos queremos— dice Julián al iniciar su programa, que un día escrituró a sus oyentes ante un notario y los convirtió en dueños “del dominio sentimental, emocional y afectivo del programa”.

Por medio de Nocturna, Julián ha regalado bibliotecas a cárceles del país con donaciones, se ha sentado con los taxistas a tomarse un tinto y lo han llamado, colombianos en el exterior, desde lugares inhóspitos, como Japón, Australia o Israel.

Es un amante de los toros y todas las noches sale con capa y espada para hacer de la noche una faena con la ayuda de sus oyentes. Por lo general, casi siempre sale en hombros, pero sabe, al igual que los toreros, que al otro día lo espera otra corrida.

El maestro Hugo Ávila lo dijo en una de sus clases –“con la radio, aunque estemos muy lejos para vernos, estamos muy cerca para escucharnos”- y eso amigos, eso es la radio en las noches, hasta que sale el sol.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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