Don Ricardo subraya que los moradores del barrio no solo se ven afectados por la inseguridad, sino que padecen un alto impacto psicosocial. Añade que las personas que se han tenido que ir del barrio han perdido el arraigo: “Los vecinos me escriben diciendo que se sienten mal, solos; ya son adultos mayores y no tienen el mismo apoyo emocional que recibían de los muchos vecinos que se tuvieron que desplazar, y los que quedamos vivimos en una zozobra al no saber qué va a pasar con nuestros hogares”.
“No han mejorado las condiciones de vida; las han deteriorado porque los han venido sacando de su hábitat, desconfigurando su entorno, valiéndose de problemáticas como el tráfico y microtráfico de estupefacientes que trae inseguridad e impulsa el proceso de inhabilitar las zonas y facilitar su transformación, haciendo que el valor del suelo sea cada vez menor, porque el futuro del centro de la ciudad de Bogotá es convertirse en una megaciudadela universitaria”, explica.
Es evidente que la solución no es tumbar casas y construir torres de apartamentos, uno que otro parque y alguna que otra vía, porque la experiencia de los últimos 50 años refleja que, en una gran urbe como Bogotá, al tumbar un barrio que carga con el problema social del consumo de drogas, otro llega a reemplazarlo.
Los más vulnerables, los que han caído en la maldición de la droga, siempre buscarán su proveedor sin importar a dónde deban llegar. Tal es el caso de Jhon “El Flaco”, un consumidor habitual del “Sanber”, quien de manera muy abierta ofreció su testimonio: “Pueden tratar de acabar el ‘Sanber’, pero la gente de ahí… eso es un problema más complicado”. Él es consciente de que, si tumban, muchas personas como él solo se movilizarían hacia otro punto de la ciudad en donde se puedan proveer. También habla de los operativos que ha hecho la Policía en el barrio: “La Policía solo tiene órdenes de vigilar; aunque sea, lo respetan a uno, hasta lo cuidan a veces. Solo buscan que no haya peleas o problemas. Cuando hay quejas de la gente, eso sí actúan, pero si se ha portado bien no le hacen nada a uno. Ellos van por su lado y la gente va por el suyo”. A pesar de ser un consumidor, de forma consciente Jhon expone que las autoridades intentan controlar el tráfico y su expansión a sabiendas de sus limitaciones para derrotarlo definitivamente; por ello no se meten con los habitantes de calle o consumidores si estos no lo hacen antes.
Jhon “El Flaco” es habitante de calle en el sector. Foto de Esteban Heredia.
Óscar es guardia de seguridad del colegio San Bernardo de La Salle. Este colegio es tan longevo como el barrio y ha vivido de primera mano todas sus transformaciones sociales, urbanas y económicas. Él ha trabajado por más de seis años en la zona y ha sido testigo de cómo la inseguridad ha ido en crecimiento. “La seguridad actualmente ha cambiado, no para bien; ha habido más presencia de habitantes de calle y eso conlleva a más inseguridad en el barrio y los alrededores”, afirmó Óscar.
Fue muy reiterativo al hablar de los operativos que han llevado a cabo entes gubernamentales como Integración Social: “Sí, los he visto por el barrio, vienen seguido, pero lastimosamente es algo de momento, que dura unos días o incluso unas horas. Son programas que no ayudan a un cambio significativo y que solo maquillan el estado real del barrio”. Para finalizar, Óscar comparte su panorama a futuro: “Todo el mundo que trabaja en el sector quiere lo mejor, que los proyectos conlleven a mejorar la seguridad. Pero son expectativas; todavía no hay nada seguro”.
De este colegio también hace parte Andrew Rodríguez, un estudiante que vive a pocas cuadras del plantel y que, a pesar de seguir estudiando allí, pertenece al proyecto Enlace en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Su testimonio deja en claro problemáticas del día a día en el barrio: “Aquí antes había muchos negocios y cigarrerías, donde se podían comprar muchos alimentos y dulces; estos con el tiempo fueron cerrando y ahora solo existen un par de tiendas y una panadería donde mi mamá y yo compramos pan todos los días”.
De igual forma, Andrew ofrece un panorama diferente de la inseguridad en el barrio: “Es inseguro, sí, pero para las personas que habitamos aquí desde hace años no lo es tanto; las personas nos conocen, no se suelen meter conmigo o con mi familia, teniendo en cuenta que estudio en el colegio de La Salle. La mayoría de las personas le tienen respeto a los niños que estudian ahí; cuando sucede un caso de robo o de violencia, son casos aislados en su mayoría”.
En el artículo académico “Entre el Cartucho y el Bronx en Bogotá: ¿territorios del miedo o expresiones de injusticia socioespacial?” (2018), de Johan Andrés Avendaño, doctor en Geografía, Desarrollo, Territorio y Sociedad de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Francia, se explica que las “zonas críticas” como San Bernardo son producto de la naturaleza del debate contemporáneo entre la urbanización creciente y las economías informales, los conflictos por usos del suelo y la tensión entre delitos imaginarios de miedo e inseguridad. Esto crea lugares sin ley, que a su vez da pie a un imaginario que contempla que la transformación de los espacios desde lo material deja de lado al agente social de los espacios del miedo. Esto quiere decir que las dinámicas urbanas en el centro de Bogotá corresponden a un proceso histórico y repetitivo, que lo que hace es trasladarse de un barrio a otro.
La doctora Maira Yesenia Trujillo, geógrafa de la Universidad Nacional de Colombia y coautora del artículo anterior, se muestra pesimista frente a las posibles soluciones que se puedan emplear en un futuro. “La posición que tiene la Alcaldía y las entidades estatales frente al futuro del barrio San Bernardo se basa en el capital que pueden generar ellos ahí; se interesan en el territorio en sí, más no en las complicaciones que pueden tener los habitantes de la zona”.
Ella es consciente de que zonas como estas existen en toda la ciudad, pero que no se les presta la atención que se debería debido a que no generan un interés económico en la Alcaldía. Maira habla de cómo se tiene que cambiar el concepto popular de seguridad en un barrio de Bogotá: “Hay que pensar el concepto que se tiene de seguridad dentro de territorios como estos; el aspecto más importante para la construcción de este término es el miedo. El miedo ha posicionado alcaldes, ha creado gobiernos y ha establecido una forma de control más que un sentimiento de seguridad”.
Carlos Alberto Torres, magíster en Urbanismo, director del proyecto de extensión solidaria U al Barrio y arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, desarrolló el proyecto “San Bernardo, territorio en resistencia” (2023), en el que concluyó que el proceso de renovación urbana que se está llevando a cabo en el barrio no constituyó una construcción colectiva y consensuada con la comunidad.
Un futuro incierto
Más allá de las pérdidas patrimoniales y económicas, también se evidenció una ruptura de la vida y de los lazos que se construyen en comunidad, entre una población moradora y creadora del barrio que se ve amenazada a desplazarse después de cerca de nueve décadas de resistencia. La renovación urbana, necesaria en la consolidación de las ciudades, se debe aplicar con mucho cuidado, pues genera ruptura del tejido social.
Finalmente, el futuro del barrio San Bernardo no es claro; a pesar de la desestimación de los más recientes planes de desarrollo urbano, el terreno resulta muy importante para los entes gubernamentales y sus futuros proyectos urbanísticos, dada su ubicación estratégica.
Por ende, surgen estrategias y censos de vecinos para oponerse a nuevas demoliciones en la zona. “No estamos solos en esta lucha; ya nos hemos organizado con la Universidad Nacional y la Universidad del Bosque para preservar estos terrenos, esto de la mano de arquitectos que nos ayuden a organizar unidades de vivienda en el sector. Mejorar la calidad de vida es nuestro propósito, y generar nuevos vínculos con asociaciones y universidades es una misión que nos beneficiaría ampliamente”, dijo Ricardo, presidente de la Junta de Acción Comunal de San Bernardo.
Algunos de los habitantes se han organizado en grupos sin ánimo de lucro buscando mejorar el panorama del barrio y su entorno. Tal es el caso de la Fundación Conciencia Social San Bernardo, cuyo objetivo es no ser olvidados; mediante campañas ecológicas buscan mejorar el territorio. También la Fundación Asimetría Cero cumple una labor social dirigida a la población vulnerable.
La inseguridad en el barrio, más allá de una problemática aislada, es una causa que deja a cientos de personas sin hogar y beneficia la construcción de estructuras que, en principio, favorecerían a los mismos habitantes del sector, pero que solo han logrado el desplazamiento de estos, el aislamiento del resto de los barrios y la destrucción del patrimonio. Esto es un llamado no solo a la Alcaldía para replantear sus estrategias de urbanización, sino a concientizar que, a pesar de ser una zona tan peligrosa, también habitan familias enteras que viven con el miedo de quedarse sin hogar.