Seis historias de trabajadores en tiempos de pandemia

«Calma, dijo el médico, en una epidemia no hay culpables, todos son víctimas».

Ensayo sobre la ceguera.
José Saramago.

 

Aulas vacías, docentes durante el confinamiento

 

Karen Pinzón

Con canto y baile comienzan las clases que Karen Pinzón Rangel imparte a niños de la primera infancia. Generalmente, la alegría que inunda a estos pequeños se traduce en risas y cantos que colman las aulas de clase. Ahora, debido al confinamiento por la COVID-19, esas risas y cantos provienen de los altavoces del computador de la profesora y hacen eco en las paredes de su sala.

Frente a Karen, profesora de inglés, se ve una silla que sostiene su computador portátil. Su sala se transformó en una pequeña versión de un salón de clases. Este espacio tiene todo lo que necesita para el desarrollo de las asignaturas que imparte lo que, sumado a su amor por la educación, forma el conjunto completo de todo lo que se requiere para romper las barreras físicas que el confinamiento le impuso a la enseñanza.

Cada rincón de su casa es un set de grabación tentativo y cada miembro de su familia es susceptible de convertirse en camarógrafo en las transmisiones de clases o en el proceso de grabar los ejercicios prácticos que Karen deja como tareas a sus estudiantes. Pinturas, papeles de colores, escarcha y colbón, se convirtieron en los principales protagonistas de los videos que prepara cada tarde.

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Al terminar las clases sincrónicas, Karen se dedica a preparar el material audiovisual para complementar los procesos de enseñanza para las siguientes clases. A pesar de su pasión por la enseñanza, la rutina es agotadora y lo siente al final de cada día. Su jornada laboral es más larga y ha tenido que renunciar a espacios para descansar y compartir en familia. Sergio González, psicólogo de Profamilia, recomienda organizar cronogramas y rutinas que faciliten el desarrollo profesional, el establecimiento de pausas activas y la delimitación clara del espacio laboral y el espacio familiar.

Sin importar el cansancio que esta modalidad de enseñanza ha causado en Karen, sus energías se recargan al escuchar que, durante los cinco minutos que da a sus estudiantes en cada clase para que dialoguen entre ellos, mencionan lo felices que se sienten al ver y escuchar a sus compañeros y profesores.

Durante el confinamiento esas videollamadas son el único contacto que tienen los pequeños aprendices con el mundo exterior. La sonrisa de sus estudiantes y sus palabras la motivan a continuar trabajando para dejar lo mejor de sí misma en cada actividad que prepara para ellos.

 

Historia de héroes invisibles, transportadores de alimentos ante la pandemia 

 

Jhoseer Castro

Su jornada solía iniciar a las 4:30 a.m. Solía trabajar, junto a su padre, como auxiliar de transporte de alimentos. Pasaban la mañana entregando comida desde el sur de Bogotá hasta Cajicá. En las tardes asistía a la Fundación Universitaria Uninpahu, donde estudia Comunicación Social y Periodismo. Con 26 años, alternaba su vida entre el trabajo y el estudio, para él es muy importante prepararse y más en lo que le gusta.

Cuando inició la cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno Nacional el pasado 24 de marzo, Jhosser y su papá notaron el cambio abrupto en las ventas. Poco a poco sus clientes empezaron a reducir sus pedidos hasta el punto de no comprar nada. Conscientes de la situación, decidieron cambiar la frecuencia de su recorrido y hacerlo cada tercer día, claro está, con medidas de bioseguridad: desinfecta la camioneta en la que se desplaza y usa guantes y tapabocas.

La situación económica en su casa ha sido difícil. Antes de la pandemia eran tres personas las que aportaban con dinero para el sustento diario. Ahora, la responsabilidad y los gastos recaen sobre él y su papá.

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En la universidad el cambio también fue notorio. Siente que no está aprendiendo nada en las clases virtuales y la carga académica se hizo aún más grande. Cada día la situación se complicaba más. Confiesa que es difícil estudiar a través de una pantalla, más aún cuando se está ad portas de culminar sus estudios. Decidió,  junto a su familia, aplazar el semestre de la universidad, sabiendo que el otro también las clases serán virtuales y que, a su parecer, la educación virtual no es una educación de alta calidad.

Sergio González, psicólogo de Profamilia, aconseja que a pesar de que todo cambio genera una resistencia, es fundamental adoptar el cambio como una forma de crecimiento y dinamización de procesos. Sin importar los cambios que se tengan que hacer o las medidas que se tengan que adoptar, Jhosser seguirá trabajando por su familia y por poder finalizar sus estudios. Está convencido de que nada volverá a la normalidad después de que el virus disminuya o se termine por completo.

 

Valientes tras el volante, taxistas enfrentando el COVID-19

 

Mauricio Ayala

Los días para Mauricio inician temprano con o sin COVID-19. La única diferencia es que anteriormente se levantaba un poco más temprano para preparar el desayuno de su hija, antes de que la ruta escolar la recogiera. En medio de la situación atípica que se vive por la pandemia, algunas cosas en la vida de este hombre no han cambiado: su taza de café bien cargado no puede faltar para empezar el día, también el beso en la frente a sus dos hijos antes de salir de casa y el aventón que le da a su esposa hasta su lugar de trabajo o, en su defecto, hasta un lugar donde pueda tomar transporte fácilmente.

Mauricio sube a su taxi. Esta vez las camisas manga larga y con figuras en patrones, que lo caracterizan, están cubiertas con un traje antifluidos. Ahora existe una barrera de plástico que lo separa de los pasajeros que transporta, los mismos con quienes solía entablar largas conversaciones para sobrellevar el tráfico bogotano. Las visitas a estaciones de servicio se volvieron más frecuentes para lavar sus manos más seguido y, para reducir al máximo su contacto con alimentos de los que deconoce su cadena de preparación, este taxista tuvo que prescindir de placeres como comer empanada con abundante ají.

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Mauricio sabe que mientras trabaja se expone a contraer el virus.  Por eso limpia con frecuencia las puertas, los cinturones de seguridad, la radio y la barra de cambios. También busca puntos de desinfección, ya que la empresa a la que está vinculado el vehículo no ofrece ese servicio. Él se suma a las peticiones de su gremio, que solicita a las empresas de Transporte Público Terrestre Automotor Individual de Pasajeros en vehículos taxi, brindar a los conductores las garantías de limpieza y desinfección requeridas para evitar la propagación de la COVID-19, tal y como se enuncia en el artículo 13 del  Decreto Distrital 093 de 2020.

Llega a la casa sobre las nueve de la noche. Regresa con la tranquilidad de seguir, al pie de la letra, todas las recomendaciones para evitar contagios de COVID-19. Además, cuenta con una protección extra que no permite que ningún mal se acerque a su hogar, la fe que profesa.

 

Creatividad en soledad, publicistas desde casa

Mónica Zapata

La situación de confinamiento ha sido difícil para Mónica. Solía ir a su trabajo en bicicleta, la hacía sentir bien. No le gusta estar en la casa, prefería estar en el trabajo con sus compañeros y saber que tenía que cumplir un horario todos los días.

En los meses que lleva trabajando nunca había estado tan lejos de su oficina, no se imaginó que el home office iba a ser tan complejo y pesado. La situación de estar todo el tiempo en casa ha generado en ella altos niveles de estrés y ansiedad. Solo ha salido abastecerse y a pasear a su perro por cortos periodos de tiempo.

Piensa que es más difícil para ella que para otras personas que están en sus casas, debido a que sufre de trastorno obsesivo compulsivo desde los 16 años. Por eso, sus niveles de ansiedad son altos, no se siente a gusto estando todo el día en el mismo lugar.

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La carga laboral que se cierne sobre sus hombros no le ayuda. A penas tiene tiempo para hacer las labores domésticas y pasar tiempo con su novio. Sabe que esta situación podría extenderse hasta fin de año. Asegura que su situación empeora al vivir en Kennedy, una de las localidades con más infectados de COVID-19 hasta el momento en Bogotá.

Por otro lado, la presión económica no sale de su cabeza. Antes de la pandemia eran tres personas las que proveían para los gastos. Ahora la responsabilidad es suya: su hermana regresó a vivir con sus papás y su novio, un tatuador al que la cuarentena también afectó, tuvo que cerrar su negocio. Solo espera que la situación actual mejore y las cosas cambien para poder tener un poco de tranquilidad.

 

Guerreros en primera línea, personal de la salud ante el COVID-19

 

Manuel Orjuela

Con una sonrisa oculta bajo el tapabocas, Manuel inicia sus jornada laboral. Por sugerencia de su lugar de trabajo, al salir de casa no porta su característico uniforme blanco, azul o gris.  Esto para evitar discriminaciones por parte de las personas que lo distingan como un profesional de la salud. Manuel se sube al transporte público que lo lleva hasta el sitio donde labora, anhelaría hacerlo en su bicicleta ya que es una medida apropiada para evitar aglomeraciones, sin embargo, tiempo antes de que iniciaran las medidas de confinamiento, fue víctima de un atraco.

Detrás de su sonrisa, Manuel logra camuflar la preocupación que le ha generado la crisis económica derivada de la pandemia por la COVID-19. Como muchos colombianos, su esposa tuvo que dejar de trabajar y ahora es él quien corre con los gastos del hogar. Sergio González, psicólogo de Profamilia, asegura que para evitar que estos problemas económicos trasciendan a otras esferas, es fundamental la comunicación y verbalización de las dificultades con la pareja, buscar apoyo emocional y establecer un presupuesto para control de gastos.

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Sin importar lo largas o extenuantes que puedan llegar a ser sus jornadas, Manuel regresa a su casa con la satisfacción de haber entregado lo mejor de sí en el proceso de cuidar adultos mayores que, según afirma, representan el pilar y la fuente de sabiduría en la sociedad.

Al llegar a casa realiza todos los protocolos de limpieza requeridos, posteriormente, se dispone a compartir con su esposa e hijo. Sabe que lo privilegiado que es por estar de nuevo con los seres que tanto ama.

 

El arte grita sin salir de casa, tatuadores en confinamiento

 

Marcello Castellana 

Marcello es un joven de 25 años que trabaja en lo que lo hace feliz: diseñar y tatuar cuerpos. No tenía un horario establecido sino que día a día trabajaba según programaba citas con sus clientes. Él, como muchos colombianos, no imaginó que su trabajo se estancaría por un virus y mucho menos por un aislamiento obligatorio.

Solía compartir con sus amigos en la estación de tren de Cajicá, donde solía practicar BMX y conocía nuevas personas que pronto se convertirían en sus clientes. Nunca le fue mal trabajando, su economía nunca se había visto en decadencia como ahora.

Su vida personal también se ha visto afectada por el confinamiento. No estaba acostumbrado a estar en su casa y el encierro le genera episodios de estrés. No obstante, ante la necesidad de cubrir sus gastos, ha tenido que salir a tatuar a domicilio y siente que por hacer esto puede estar más expuesto al virus y tendría más probabilidades de contagiarse. Marcello trata de tener todas las medidas de bioseguridad y de no tener contacto con nadie ajeno, solo con el cliente.

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*Estas historias hacen parte del reportaje 'Una realidad, doce rostros'. Haz clic aquí para ver el reportaje completo y acceder a más material informativo.

 

**Foto de portada tomada de Semana Imágenes, marzo de 2020.

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