Nativas y foráneas, una escultura viva que une el arte con la naturaleza
El 7 de mayo, el programa de Artes Plásticas en conjunto con la Rectoría de Utadeo, presentaron en sociedad la escultura viva de la artista Eulalia De Valdenebro titulada “Nativas y foráneas”, ubicada en “El Patio de las artes”, adjunto al edificio Tollota. El lugar, además de albergar la plantación vertical, también será un espacio que la comunidad tadeísta podrá utilizar como parqueadero de bicicletas, con un total de cincuenta plazas.
La obra, es un tributo a la vida no humana, en un encuentro entre arte y naturaleza que hace honor a la visión institucional de la Universidad, emplazada en la Expedición Botánica. Así lo manifestó Cecilia María Vélez White, rectora de Utadeo, en el acto de lanzamiento: “habíamos visto la obra de Eulalia y nos pareció muy importante esa relación del arte con la naturaleza. Esta Universidad, como todos saben, está inspirada en la Expedición Botánica, y por la naturaleza de esta obra que hace arte con las plantas nativas, pensamos que debería estar aquí. Por otro lado, este espacio de la Tollota es muy querido por los estudiantes de artes, entonces yo creo que fue maravilloso, pues queremos muchos lugares donde la comunidad académica pueda estar contenta y en contacto con la naturaleza, en medio de un sitio tan urbano”.
Posteriormente, De Valdenebro en compañía del filosofo Gustavo Chirolla, sostuvieron un conversatorio alrededor del significado artístico y simbólico de este patio. De este modo, la artista y botánica colombiana sostuvo que el proyecto de plantas verticales nació hace cinco años, fruto de su experiencia como jardinera en Francia, donde quitaba las malas hierbas y dejaba limpias las retículas de los jardines, y por el otro, su creciente interés por las plantas nativas de la ciudad, el cual planteó como su tema de trabajo de investigación para la maestría que realizaba en la Universidad Nacional, y que además plasmaba en ilustraciones botánicas de los bosques andinos. Estos dibujos se convirtieron en el sueño de Eulalia, así como las plantas nativas en su mayor obsesión según lo relata: “el planeta entero es una huerta y los bosques nativos terminan siendo como las malas hierbas, a las cuales amo. Esto que ustedes ven acá es precisamente lo que la gente llama monte o maleza, y las llaman así por desconocimiento”.
Por su parte, la conceptualización de la escultura, donde las plantas enredaderas son soportadas por una retícula metálica, dan cuenta de un marco simbólico que remite a la simbiosis y la convivencia entre lo humano y lo no humano, en un aspecto que Chirolla denominó una cosmopolítica de lo metantrópico, entendida como una relación donde el ser humano es un dispersor de la naturaleza que se relaciona con otros dispersores, generando con ello una superación de la humanidad misma. En este aspecto, como lo acota el filosofo, los seres no humanos también deben ser sujetos de derechos, y en tal virtud, lo humano no debe estar arriba ni debajo de los otros seres vivos, sino más bien constituirse en un acompañante: “desde lo simbólico, la retícula es la manera en que los humanos crecen en el territorio. El planeta lo hemos convertido en una cuadricula, así que la idea es que vaya desapareciendo la cuadrícula y comience a tomar este espacio la maraña”.
De este modo, como lo sugiere Eulalia, citando a Michel Cerres en su libro “El contrato natural”, la importancia que devela esta intervención es que el arte permite una libertad que evita la formalización de la relación entre el hombre y la planta. Así pues, hay una profunda diferencia en cómo se ha constituido la idea del jardín y la botánica, en tanto hay una intervención y dominación del hombre hacia la naturaleza; es decir, que el hombre modifica la vida de lo no humano cada vez que va transitando por el planeta, generando que lo nativo se vuelva extraño. Mientras que la escultura viva construye relaciones reales, donde simplemente se deja ser a la naturaleza y no se intenta salvar el planeta, tal como lo propone De Valdenebro.
Una escultura viva que reivindica el papel del ser humano como dispersor de vida
Eulalia se define a sí misma como una escultora mamífera que transporta semillas. Haciendo honor a su oficio de jardinera, la artista comenta que el trabajo realizado se compuso de paciencia y tocar las puertas de varias universidades, entre ellas Utadeo, quien de inmediato apoyó su propuesta.
La escultura viva, como ella la ha denominado para diferenciarla taxonómicamente del formalismo humano propio del jardín, se encuentra compuesto por dos tipos de plantas, con temporalidades distintas. La primer clase, las nativas, son aquellas que crecieron y evolucionaron junto a la cordillera de los Andes en una temporalidad geológica, mientras que las plantas foráneas hacen parte de una temporalidad humana, las cuales han sido transportadas por el hombre, y estas se han ido adaptando al ambiente, de tal forma que han desplazado a la vegetación del primer grupo.
De esta manera, los visitantes de “Nativas y foráneas” podrán contemplar una variedad de vegetación, entre las que se destacan las plantas del altiplano cundí-boyacense, tales como las curubas, la zarzaparrilla, la fucsia arborescente, anaranjada y rosada, así como vegetación proveniente de otros lugares del mundo, como los arbustos, la salvia negra y los helechos.
Finalmente, Eulalia espera que su intervención “contribuya a una apropiación y un conocimiento de todo lo que es el bosque andino. Conocer es un principio para empezar a amar y tener una relación diferente con la naturaleza”. Se estima que las plantas verticales cubran la estructura metálica en un periodo inferior a los dos años, dada la velocidad de crecimiento.
Para mayor información acerca de la escultura de la artista, haga clic aquí.
Comentarios
Un par de aclaraciones.
Me fascina la tenacida d. de
No entiendo estas plantas por
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